Luciana Luna: la poesía como forma de habitar el mundo

La escritora, poeta y docente riojana habla con 1591 Cultura+Espectáculos de su vínculo profundo con la palabra, del modo en que la poesía se le impone como una forma de vivir y de recordar, y de cómo la docencia y la creación se entrelazan en su vida. Desde los talleres hasta el aula, desde la escritura hasta la escena, Luciana Luna concibe el acto de escribir como un modo de presencia, una forma de estar y de construir memoria.

La de Luciana Luna es una de las voces poéticas que se vienen haciendo sentir cada vez con más potencia en La Rioja, en base a un trabajo constante con la palabra, a modo de dejar un registro de lo que acontece en nuestro cotidiano.

Un punto de vista, una mirada, pero también una manera de poner el cuerpo a las sensaciones, a las vivencias que nos acompañan y definen día tras día, ligado esto a una pasión que le brota desde pequeña y que, al mismo tiempo, le va abriendo las puertas de un más allá de nuestro territorio y en diferentes ámbitos.

De hecho, al momento de mantener este encuentro con 1591 Cultura+Espectáculos, Luciana se aprestaba a estrenar una nueva experiencia, en este caso sobre el escenario de Tajamar Espacio Cultural, lugar en el que presentaría “Donde mueren los favores”, obra en la que actúa junto a Fernando Molina bajo la dirección de Nebbis Busleimán. Pero, más allá de este nuevo mundo por descubrir en el teatro, su universo creativo se expande y se enraiza en un territorio mucho más íntimo: la palabra. En esta conversación, Luna recorre los orígenes de su escritura, su relación con la poesía, la docencia y la memoria, y el modo en que el acto de escribir se vuelve también una manera de existir.

¿CÓMO VENÍS CON ESTO QUE VAN A PRESENTAR DENTRO DE POQUITO? ¿QUÉ NOS PODÉS CONTAR DE “DÓNDE MUEREN LOS FAVORES”?

Es una obra que se armó en un grupo de teatro muy pequeño este año, recién en mayo largamos y con un compañero empezamos a escribir, a escribir y armamos una obra.

¿PRIMERA EXPERIENCIA EN ESE SENTIDO?

En todo sentido, desde actuar a escribir y representar.

¿Y QUÉ FUISTE DESCUBRIENDO AHÍ, CON EL TEMA DE LA ACTUACIÓN, POR EJEMPLO?

Creo que es otra forma de expresión, mucho más elevada incluso que la escritura. Es esto de ponerle el cuerpo a una emoción llevada al cien, y es algo que mi cuerpo nunca había experimentado antes, así que creo que eso rescato de la experiencia.

¿PERO IGUAL VENÍAS HACIENDO ALGO DE TEATRO?

Es la primera vez.

¿Y QUÉ EXPECTATIVAS TE GENERA ESO DE PONER LA PALABRA EN ESE LUGAR?

Me parece que es un complemento todo, es como una creación, como ser un Dios creador desde la escritura, algo que se te viene a la mente hasta probar con el cuerpo cómo podría ser eso que escribí, que imaginé y verlo de varias formas. Verse en un espejo, verse en una grabación, que otros vean esa idea y te lo aprueben o te lo dirijan. Me pareció inexplicable, podría decir, porque a la vez hay música, hay luces, hay otras artes que se ponen en juego; no es solamente la palabra y el cuerpo. Es una conjugación muy interesante, que no la había vivido nunca. Sí me gustaba ver muchas obras de teatro y me pasaba que como espectadora ya vivía esas emociones en el cuerpo, y dije, ‘Wow, ¿cómo sería eso si yo lo vivo, si yo lo experimento?’ Por suerte, Tajamar Espacio y su directora Nebbis Busleimán, me permitieron explotar mi ser de esa forma.

UN ORIGEN QUE SE ESCRIBE SOLO

Hay territorios que una escritora no elige: la escritura se le instala antes de que pueda reconocerla, como una voz que empieza a latir en la infancia y que más tarde se expande hacia un linaje, una biblioteca mínima o un paisaje que insiste. En Luciana Luna, ese origen aparece como una escena inaugural -una niña frente a una computadora nueva, un cuento que brota de un sueño repetido- y también como una herencia íntima, la de un abuelo que escribía poemas en servilletas mientras la miraba jugar. A partir de allí, su voz se fue haciendo de intuiciones, lecturas argentinas, improvisaciones poéticas y un tránsito que la llevó de la narrativa a la poesía, como quien descubre que su respiración tiene un ritmo propio. En este intersticio, Luna recorre ese camino hacia la palabra, su raíz y su definición como poeta.

YENDO HACIA TU VÍNCULO CON LA ESCRITURA, CON LA POESÍA, A INDAGAR UN POCO CÓMO NACE ESO EN VOS, ¿CUÁL ES O CUÁLES SON LOS MOMENTOS QUE CONSIDERÁS DECISIVOS EN EL SENTIDO DE ACTIVAR ESTA CUESTIÓN DE LA ESCRITURA, QUE IMAGINO TAMBIÉN DE ALGUNA MANERA DEBE IR DE LA MANO CON LA DOCENCIA?

Escribo desde los 10 años; no sé si desde antes, no tengo registro en mi memoria de eso, pero sí tengo registro que a los 10 años mi mamá me compró mi primera computadora y me senté, abrí un Word, y escribí una escena que venía soñando hace mucho tiempo, y la terminé muy redonda, y fue un cuento. Obviamente un cuento infantil. Lo imprimí y se lo di a leer a mi mamá y ella me dijo que se lo llevé a mi seño en esa época y mi seño quedó pasmada, realmente, porque no sabía que yo escribía así, ni que una niña de 10 años podría escribir una historia de esa forma. De ahí creo que se detuvo en mi memoria también el registro de escribir hasta los 14 años, que volví a hacerlo en unas páginas de Facebook, que tenía en su momento las notas, entonces uno podía publicarlo y hacerlo ver a sus amigos. Teníamos una red social para eso, para escribir, para publicar, entonces se armó una pequeña comunidad de jóvenes escritores, y todos nos íbamos apoyando. Luego surgió esto de que podría empezar la Licenciatura en Letras, que era nuevita en ese entonces. Pero sinceramente no me animé y fui por otro lado que nunca lo pensé, que fue el profesorado de educación. Hice el profesorado pensando en que podía ser escritora, no docente. Nada que ver los caminos ahí, pero me recibí de profe. Lo que a mí me gusta es escribir, pero encontré un punto medio que es el enseñar a escribir, o enseñar la pasión por la literatura en medio de los talleres. Entonces se abrió un tercer camino para mí que fue esta vocación del taller.

SI TUVIERAS QUE BUSCAR UNA RAÍZ PARA ESTO DE LA ESCRITURA, QUE EVIDENTEMENTE VIENE CON VOS, ¿EN DÓNDE ESTARÍA ESA RAÍZ?

Mi abuelo, el papá de mi mamá, que se llamaba Rolando Salazar. Era licenciado en Geografía, profe en la Universidad. Yo, Luciana chica, lo recuerdo a él haber estado esperando la comida en la mesa, en el almuerzo, sacar una servilleta, sacar una lapicera del bolsillo de la camisa, porque siempre andaba con lapiceras en el bolsillo de la camisa, y sentarse a escribir un poema, a improvisar un poema en medio de la espera del almuerzo. Para él era como su momento de inspiración, de ver a su nieta jugando. Me crié con esa dinámica, porque él me cuidaba mucho.

¿ESA ES LA DINÁMICA CON LA QUE SE REPRODUCE EN VOS LA ESCRITURA?

Sí, totalmente. Si bien yo empecé con la narrativa, después fui probando la poesía y ahora siento que soy más poeta que narradora. Y es muy loco, porque me nace de las entrañas, por así decirlo, es como emanar poesía. De hecho, voy caminando, voy en bici, y ya voy recitando un poema que podría ser y nadie me lo pidió, surge, es como que hay algo que me habla.

¿HAY LECTURAS, AUTORES, QUE DE ALGUNA FORMA HAYAN IDO MARCANDO TAMBIÉN ESTE CAMINO, MÁS ALLÁ DE ESTA EVIDENTE FACILIDAD QUE TENÉS PARA TRABAJAR CON LA PALABRA?

Me acuerdo de haber estado también en mi pieza, que no tenía biblioteca sino solo unos pocos libros sueltos, y haber visto la cara de Silvina Ocampo en un libro. Yo decía, ‘¿quién es esta señora? Porque es muy linda, muy atractiva también y en esa portada ella tiene una mirada como que te está llamando a algo, te invita a algo’. Es una foto muy vieja de Silvina. Creo que ella fue la que también de alguna forma me llamó a escribir, de manera indirecta, porque la leí toda. Después conocí a Borges, y de la mano de él, a autores muy clásicos, sobre todo de la literatura argentina. Tengo mucha preferencia por los autores argentinos.

¿CÓMO O DÓNDE UBICÁS TU PROPIA VOZ POÉTICA?

Creo que se sigue construyendo, por esto de improvisar todo el tiempo… te va llevando a otros lados; leer a mucha gente también te va llevando a otros lados, a otros estilos, en eso me voy definiendo, pero siempre caigo indefectiblemente en este estilo naturalista, de los paisajes riojanos y digo, ‘siempre voy a donde iba también mi abuelo’. Ahora estoy trabajando también con la temática de la memoria, algo que mi familia no lo vivió, no tengo parientes cercanos que lo hayan vivido al tema de la dictadura militar, pero a mí me atraviesa y me atraviesa a tal punto que siento que puedo contar un montón de historias desde ahí.

¿CÓMO FUE ESE TRASPASO DE LO NARRATIVO A LO POÉTICO? ¿QUÉ ENCONTRÁS DE PARTICULAR EN LA POESÍA QUE NO LO ENCONTRÁS EN LO NARRATIVO?

Creo que siempre fui poeta, aún siendo narradora, porque incluso las devoluciones que recibo en las clínicas o de la gente que me lee, me dicen que no armo una historia en las narraciones, no armo un relato, me quedo más bien en una prosa poética. Entonces, al haberme dado cuenta que cuando escribo soy más prosa poética o hago más prosa poética, ir explorando eso, por ejemplo, detenerme en un escenario y explotar con una cantidad de adjetivaciones o sustantivos que ni siquiera a veces existen para eso y no termino el relato y no termino contando qué le pasa a esos personajes. Creo que eso me hizo más fácil encontrarme con la poesía. Si me decís en qué momento lo encontré… nunca supe cuándo hice el quiebre entre una cosa y otra, o me fui para un lado o volví para el otro. Pero creo en el fondo eso: que soy más prosa poética.

¿ESO ES PARTE DE UNA BÚSQUEDA QUE SEGUÍS HACIENDO?

Era muy de fluir hasta hace poco que empecé la clínica literaria, cuando gané el libro del concurso de la Feria del Libro. Estoy haciendo la clínica con Martín Sancia Kawamichi, que tiene muchísima experiencia en narrativa, y a él le cuesta leerme. Él admite esto de la prosa poética, él me lo dijo, y me dice: ‘A nosotros, a los que nos gusta la narrativa, nos gustan las novelas, los cuentos, no nos interesa leer un paisaje y que te vas y te vas’. Me dice: ‘Incluso le buscás el ritmo, le buscás rima a las cosas, y no hace falta’. Ahí hice el click de darme cuenta de que realmente si tengo que sentarme a trabajar sobre mi estilo tengo que dividir narrativa por un lado, poemas por otro. Desde ahí que estoy empezando a ver y a trabajar sobre lo mío. Y me fui por la poesía.

YA VAS DEFINITIVAMENTE POR ESE CAMINO…

Sí, lo definí.

ENTRE EL AZAR Y EL RITUAL, EL OFICIO

En Luciana Luna, la poesía no llega convocada por un método ni por una disciplina estricta: irrumpe. Se instala en el cuerpo mientras camina, aparece como un soplo que a veces se pierde “como el aire” y otras veces se vuelve un texto que se asienta entre talleres, concursos o madrugadas de trabajo. Esa misma espontaneidad convive con la exigencia de quien enseña a escribir y planifica para otros lo que rara vez planifica para sí. Entre la experiencia colectiva de los encuentros literarios, el diálogo con poetas de todo el país y la convivencia -a veces tensa, a veces fértil- entre los mundos virtuales y el libro en papel, Luna reconoce allí un aprendizaje y también una confirmación: escribir es su camino. En este tramo, la poeta reflexiona sobre sus métodos, sus redes, los espacios que la forman y el latido poético que descubre en La Rioja.

EN ESE IR HACIA LA POESÍA, ¿HAY QUIZÁS ALGÚN RITUAL, ALGÚN MÉTODO? ¿HAY MOMENTOS EN QUE SIENTAS QUE ES JUSTAMENTE EL MOMENTO PARA SENTARTE O PARA ESCRIBIR POESÍA, PARA CORREGIR, PARA REVISAR? ¿SOS METÓDICA EN ESE SENTIDO?

No, para nada, no tengo ningún método. Como te digo, voy por la calle y me sale el poema y digo, ‘bueno, ya está, lo perdí como el aire’. Pero a veces me siento sola a escribir porque, bueno, últimamente y gracias a todos y al destino y a la vida me invitaron a tantos encuentros de poetas, entonces digo, ‘bueno, tengo que tener poesía escrita’. Creo que esas instancias, o los concursos, son instancias tan lindas para sentarse a escribir… Hay un momento en la mañana donde me siento como a trabajar. Uno se sienta, tiene un horario, se pone a trabajar y pone toda su concentración en eso. Y luego están las instancias de los talleres, donde uno vuelve a mirar su escrito o comparte con otras personas que ya tienen una experiencia de escritura y es como que uno se desnuda frente al otro en su texto, y los otros van puliendo o ayudando a pulir esa mirada poética también. Eso me ayuda un montón.

Y A ESO SUMÁS TAMBIÉN LA TAREA DE QUIEN PREPARA O ENSEÑA A ESCRIBIR, QUE NO ES POCA COSA…

Sí, sí, también. Soy muy exigente en eso.

AHÍ SÍ HAY UNA PLANIFICACIÓN…

Sí, es la única cosa que planifico.

COMENTABAS RECIÉN QUE ESTUVISTE PARTICIPANDO EN MUCHOS ENCUENTROS QUE SON TAMBIÉN MUY IMPORTANTES PARA PODER ENTRAR EN CONTACTO CON OTROS ESCRITORES, CON OTRAS FORMAS DE ESCRIBIR, CON OTRAS FORMAS DE CONCEBIR LA POESÍA, MÁS EN ESTOS TIEMPOS TAN PARTICULARES, DONDE ESTÁ TODO TAN MARCADO POR LAS REDES, LAS FORMAS MÁS BREVES, ¿TIENEN ALGÚN SIGNIFICADO PARA VOS ESTAS FORMAS MÁS BREVES, MÁS EFÍMERAS SI SE QUIERE DE DIFUSIÓN, O TE INCLINÁS UN POCO MÁS HACIA LO TRADICIONAL, HACIA LOS LIBROS?

Tengo preferencias por ambas. Vivo también en ese mundo virtual y efímero, y al consumirlo mucho, mi contenido se va hacia ese lado. Hay todo un mundo también de creadores de contenidos literarios que le ponen mucho énfasis, mucho trabajo sobre la difusión de la literatura, o a esto de por qué deberíamos volver a los libros, y eso también me motivó a mí a volver a los libros. Yo me recibí en el profesorado con apuntes y libros en PDF. Nunca tuve un libro en mis manos. Entonces, digamos que también fue responsabilidad de este mundo virtual que yo pueda explorar el mundo de papel. Es un ida y vuelta que a mí me encanta. Una cosa sirve a la otra.

¿QUÉ APRENDÉS O QUÉ TOMÁS DE ESAS EXPERIENCIAS DE COMPARTIR CON OTROS? ¿QUÉ APRENDIZAJES TE QUEDAN? ¿QUÉ TE LLEVÁS DE ESOS ENCUENTROS, COMO EN EL CASO DE SANTIAGO DEL ESTERO?

Lo que me llevé de ese encuentro fue mucha humanidad y ternura, en tiempos donde el individualismo predomina sobre otras cosas. Encontrar gente como yo, docentes o estudiantes, o gente que se dedica totalmente a otra cosa, pero que el amor de su vida es escribir poesía. Fue soñado, fue onírico; es algo que decimos y compartimos con mis compañeros, porque también fui con otros riojanos, que se nos reconozca el trabajo a pesar de que algunos no estamos publicados y que te hayan conocido de las redes o te hayan leído quizás en alguna ocasión en un posteo y estés a la misma altura de otros poetas que hace años tienen una trayectoria y son multipremiados y te pongan en la misma mesa compartiendo, mirándote, escuchándote con ternura, con calidez. Me parece que es de las experiencias más enriquecedoras para la trayectoria de cualquier escritor o escritora, en mi caso, para mi vida. Sin duda fue un quiebre en mi vida, en decidirme realmente que lo que a mí me gusta hacer es escribir. Lo demás vendrá, no sé, la docencia, o lo que sea, vendrá, pero es como que todo se pone en la vida para decirte, ‘este es el camino que vos tenés que seguir, por muchas cuestiones.

RELACIONADO A ESTO, Y COMO RIOJANA QUE SOS, ¿CÓMO ESTÁS VIENDO EL PANORAMA DE LA POESÍA EN LA RIOJA EN ESTE MOMENTO?

Creo que La Rioja tiene un enorme potencial poético. En cada rincón, incluso lo veo trabajando en un barrio, en una biblioteca popular o trabajando en las ferias y conociendo chicos en las secundarias, es inmenso el potencial que tiene La Rioja a nivel poesía, poetas que no están descubiertos o que no son escuchados o que no se los lee tampoco, porque ellos mismos también se retraen. Darle el valor en un taller pequeño, en un barrio, o que luego de ese taller se vayan a la Feria del Libro y lean esa poesía es un trabajo que yo disfruto mucho hacer, porque creo que eso es lo que hicieron conmigo y hoy estoy acá y tengo esta trayectoria porque he recibido eso de mis docentes.

LA DOCENCIA COMO PUENTE Y LA POESÍA COMO MEMORIA

En la voz de Luciana Luna, la docencia y la poesía no aparecen como caminos separados, sino como un mismo gesto de escucha y de transmisión. Enseñar -dice- implica reconocer en otros esa chispa poética que tal vez aún no se atreve a nombrarse, pero que necesita un puente para despertar. Como tallerista, como profe y como escritora, Luna asume ese rol con la convicción de que la literatura puede modificar destinos y abrir espacios donde la palabra circule más allá del aula. En este espacio de diálogo, reflexiona sobre el poder de leer en voz alta, el reto de promover la poesía en el contexto local, sus propios deseos como autora y el papel urgente de la poesía como registro de época. La memoria, el cuerpo, las temáticas que no vivió pero que la atraviesan y la conmueven, vuelven a aparecer como territorios donde su escritura busca aquello que necesita decirse.

¿QUÉ ROL LE ASIGNÁS AL DOCENTE, O AL DOCENTE ESCRITOR, COMO ES POR AHÍ EN TU CASO TAMBIÉN, EN ESE PROCESO DE PODER VISIBILIZAR UN POCO MÁS LA POESÍA?

Es el mejor proceso y la mejor vocación que alguien puede tener porque es leer a un otro que intenta tener una voz poética que quizás no le sale. Es fundamental para mí que el profe de lengua y literatura escriba. Lo voy a decir aunque pueda ser polémico, para mí tiene que ser como algo inherente a la docencia de la lengua que el profe escriba, porque de esa manera despertamos en el otro esta vocación que quizás está ahí durmiendo. Una vez en su vida tiene que probar escribir, experimentar con la literatura. Creo que ese nexo, ese puente que tiene que hacer el docente fuera del aula le cambia la vida a muchos.

¿SENTÍS QUE ENFRENTÁS ALGÚN RETO JUSTAMENTE TANTO DESDE LO CREATIVO COMO DESDE LO MÁS INSTITUCIONAL O CULTURAL, SI SE QUIERE, PARA PROMOVER LA POESÍA EN LA PROVINCIA?

Sí, es un reto. Lo que doy en los talleres no me lo enseñaron en las instituciones educativas, me lo enseñaron dos, tres profes que nos dijeron, ‘Vayan a las bibliotecas, vayan a agarrar un libro’. Con eso dije, ‘¿Por qué no estoy yendo a una biblioteca? ¿Por qué no nos acercamos a una?’ O ‘vayan a ver algún espacio cultural en La Rioja, ¿qué tenemos nosotros para ofrecer?’ Creo que eso de salir del aula es mucho más significativo que estar ahí 24/7 frente a un pizarrón. Alguien que se sienta a leerte en voz alta también es algo muy poderoso.

¿SENTÍS QUE TENÉS ESE PODER TAMBIÉN DE ALGUNA FORMA?

Siento que lo tengo, sí.

¿Y CÓMO TE LLEVÁS CON ESO?

Bueno, primero que soy un poco nueva en el aula, no en los talleres, y siento que no voy a dudar en usarlo al poder, que lo voy a explotar, así los chicos estén cansados, estén con sueño, siempre voy a estar ahí para leerles un libro, llevarles un libro, armarles una feria en la misma institución; siempre voy a estar activando esa parte, aunque tengan la orientación en economía o ciencias naturales, voy a estar sumando ahí con algún profe de teatro, con algún profe de historia. Siempre estamos en conjunto, en comunidad, pensando algo artístico desde la literatura para los chicos.

BUENO, DE HECHO ESTÁS AHORA JUSTAMENTE CON ESTA EXPERIENCIA QUE SE SUMA A LA ESCRITURA…

Sí, y es poner el cuerpo, pero ya desde otro lado un poco más vapuleado, más cansado, pero se pone el cuerpo… No se termina de la misma manera, en un teatro, pero sí se pone el cuerpo y los chicos también ponen el cuerpo, entonces eso también hay que verlo y respetarlo.

¿QUÉ DESEOS O METAS TENÉS COMO ESCRITORA? ¿QUÉ TE GUSTARÍA QUE PASE CON TU ESCRITURA?

Con mi escritura, que llegue a más gente, que me lean, que me conozcan; siento que mi poesía no ha llegado lo suficiente y están en toda su razón de que no me hayan podido leer porque no tengo publicado nada, pero eso tiene que ver con una cuestión mía. Deseo poder publicar porque siempre fue mi sueño. Publicar aunque sea un libro y con eso decir, ‘Bueno, ya estoy’. Pero también seguir experimentando, viajando, conociendo más poetas, es lo que realmente te abre las puertas en el oficio de escritor. Intercambiar, conocer, pedir miradas de tu escritura, porque de ahí solito se va haciendo la difusión de la poesía, no hace falta quizás tener un libro. Si hacés relaciones, tejés redes con otras personas, solito va viajando eso por algún lado que le llega justo a alguien. Hace dos años, si no me equivoco, en la Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de La Rioja llevaron una de las ediciones de Invitados a Escribir de la Biblioteca Popular Ciudad de los Naranjos y en una de esas versiones había un escrito mío; me acuerdo haber recibido un mensaje de un chico que le gustaba escribir y que había agarrado ese libro y había leído uno de los cuentos que yo hice y me dice, ‘Te contacté porque me gustó mucho tu cuento’. O sea, era muy aleatoria la posibilidad de que alguien me encuentre ahí, en esa feria tan gigante, pero llegó alguien y eso me pareció muy poderoso.

ESTAMOS VIVIENDO TIEMPOS QUE SON MÍNIMAMENTE RAROS EN DIFERENTES NIVELES, PERO ESPECIALMENTE EN LO SOCIAL, ¿SENTÍS QUE LA POESÍA TIENE ALGÚN ROL EN ESO, EN EL HECHO DE MOSTRAR LA REALIDAD, DE EXPRESARLA? ¿SENTÍS QUE DESDE TU LUGAR TENÉS ALGÚN COMPROMISO TAMBIÉN EN FUNCIÓN DE LO QUE SE VIVE A DIARIO?

Sí, tenemos la obligación de escribir sobre lo que nos pasa; sí o sí lo tenemos que hacer, urgente lo tenemos que hacer, diría. La poesía, las palabras, un poema cortito, le llega mucho más a la gente. Si nosotros no expresamos lo que sentimos ahora, cuándo lo vamos a hacer. Esa poesía queda como un registro de la memoria, del momento, como una crónica periodística; después existen los archivos y uno va a los archivos de los diarios y encuentra y abre en tal fecha, salió esta noticia. Me parece que la poesía tiene que funcionar así: como un registro, o hacer un registro poético de qué sentía esa Luciana o alguien en ese momento cuando pasaba esto, en el país, en nuestra provincia, en mi casa, en mi cabeza. Sí, es urgente hacerlo.

HICISTE REFERENCIA UNA VEZ MÁS AL TEMA DE LA MEMORIA, ¿QUÉ OTRAS CUESTIONES TE ATRAVIESAN TEMÁTICAMENTE O TE MOVILIZAN A DEJAR UN REGISTRO?

Me atraviesa mucho el tema de la maternidad, por ejemplo, siendo que no soy mamá. O sea, todo lo que no soy es una temática interesante para mí. La muerte, el amor o el desamor que son temáticas comunes, pero difíciles de abordar; el amor, el desamor… no hablo de un amor o de desamor de un vínculo amoroso, de una pareja. Por ejemplo, cuando fui a El Saladillo y nos explicaron de qué se trataba, comencé a armar una especie de poemario sobre la comunidad afroamericana que vivió ahí en ese momento, que fue esclavizada por los jesuitas, y me convertí de pronto en una niña negra que sufría violencia por parte de sus amos y dije, ‘¿De dónde sale esto si solamente escuché un par de referencias históricas?’, pero lo sentí en el cuerpo, lo sentí en mi corazón, en mi cabeza y lo sentí mientras leía ese poema que había hecho. Esas temáticas raras para mí, que yo no las vi de cerca, no las viví, las puedo recrear.

Hay escrituras que avanzan sin estridencias pero con la firmeza de lo inevitable. La de Luciana Luna parece una de esas: un cauce que se abrió temprano, que encontró su ritmo en la poesía y que hoy, desde la docencia, los talleres, los escenarios y las ferias, sigue ensanchándose. Hay en ella una pulsión por nombrar lo que sucede -lo íntimo, lo colectivo, lo que se hereda y lo que se imagina- y esa pulsión se está volviendo, poco a poco, un territorio reconocible en la literatura riojana.Quizás porque su voz nace de una fidelidad profunda: a la memoria, al paisaje, a aquello que la conmueve sin haberlo vivido, a la poesía como forma de registro y, sobre todo, a la necesidad de que la palabra circule. En ese trayecto, Luna no escribe sola: escribe con sus alumnos, con las lectoras y lectores que la descubren por azar, con los poetas que la acompañan en los encuentros, con ese abuelo que hacía de una servilleta un poema, con cada experiencia que se convierte en materia sensible.

Y si algo deja entrever esta conversación es que lo que viene: ese libro que asoma, esos escenarios nuevos, esas redes que se tejen, esos poemas que la encuentran en la calle. Esa conjunción que no hace más que afirmar que su nombre está llamado a ocupar un lugar creciente en la escena literaria provincial. Una voz que ya empezó a escucharse y que seguirá escribiendo, y escribiéndose, como quien habita el mundo con la intensidad de quien sabe que la poesía, a veces, es la única manera posible de nombrar la verdad y habitar este mundo.

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