«Siempre ha sido más fuerte la pulsión de estar vivo»

Pano Navazo es uno de esos artistas imposibles de clasificar. Desde una militancia constante por lo esencial de la vida, construye una identidad cultural que va hacia lo colectivo, hacia el abrazo que habita en un instante de silencio, cuando el latido de esa existencia se hace escuchar con la fuerza de un grito que pare lo universal de la reflexión, aferrado al arte como un espacio en el que surge el escenario del principio de una libertad posible, y que lo tiene como actor principal.

Siente, luego existe. Busca en lo más profundo de la esencia de su ser, en el punto de partida de sí mismo, para expresar, para decir. Y desde allí, dice. Sin términos medios. Sin concesiones. Sin eufemismos. No necesita crear un personaje para ser una persona. Simplemente es, por derecho propio a ser, por convencimiento, por principios y por inquebrantable compromiso con el escenario que pisa. Y donde pisa, deja huella. O al menos la delicada estela de un mensaje que cala en los huesos del alma.

Siente, luego existe. Late palabras, gestos, señales propias de una existencia que no pasa desapercibida, como una carcajada al destino que tuerce todo lo previamente escrito, lo preconcebido en el prejuicio que aún opone resistencia -desde la hipocresía de un discurso acomodaticio- a lo diverso, a lo disidente, a lo distinto. Pero es desde lo distinto, desde lo diferente, que construye una identidad cultural que va hacia lo colectivo, hacia el abrazo que habita en un instante de silencio, cuando el latido de esa existencia se hace escuchar con la fuerza de un grito que pare lo universal de la reflexión aferrado al arte como un espacio en el que nace el principio de una libertad posible.

Pano Navazo es uno de esos creadores imposibles de clasificar. Siente, luego existe. Y desde ese sentir para existir le da forma también a un pensar que se traduce, a su vez, en un poner en evidencia lo que no suele resultar evidente (aunque en estos tiempos mucho más) para una sociedad muy afecta a mirar hacia otro lado, a dar la espalda, tan apañadora de los centros para dejar en los márgenes lo que no cabe, lo que no encaja, lo que incomoda, lo que perturba, y así fagocitarlo. Callarlo, para que no haya que ponerle nombre y se diluya, indefectiblemente, ausentado por carencia de identidad.

Siente, luego existe, Pano Navazo. Y desde ese sentir para existir se abre paso. Desde los bordes hacia el centro, para luego retornar a los bordes. Allí, donde se convierte día tras día y a fuerza de poner el cuerpo, en un militante inclaudicable de las causas esenciales de la vida, esas que no saben de tiempos ni de espacios, sino de una continuidad en la concepción de un ser que es estrictamente consecuente entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que hace. En la manera en que existe, desde que existe.

Por eso -pero no solo por eso- Pano Navazo es uno de esos artistas que no se pueden encasillar. Sin importar el lugar ni el momento en que circunstancialmente pueda ubicarse, lleva consigo la clara consigna de romper las estructuras, de fracturar las resistencias y poner en jaque a los sistemas opresores. Al igual que respirar, le resulta natural dejar la piel en esa batalla por sacudir la modorra larga de lo habitualmente aceptado para dar paso a un nuevo sujeto cultural, conformado al calor de un proceso que lleva tantos años como los años que recuerda que tiene de aguantar, de resistir los magullones de los abusos de la siempre vigente intolerancia y sus variadas formas, frente a lo que es genuinamente diferente.

Pano Navazo siente, luego existe. Y muestra una autenticidad que se traduce en una sonrisa amplia y un decir despojado de purismos, mientras revuelve el café sentado en una mesa de la librería Rayuela, pasadas las 18 de un viernes, cuando inaugura un viaje de ida hacia la reflexión para 1591 Cultura+Espectáculos.

¿DÓNDE O CÓMO SE TE PUDE UBICAR? O, EN TODO CADO, ¿DÓNDE TE UBICARÍAS VOS EN TU HACER?

Es un tema ese. En la comunicación, donde tengo años trabajando, no soy uno del palo. Y en el teatro también soy un bicho raro. En la gestión cultural, antes se decía producción, es un lugar en el que mucha gente me recuerda. Mucha gente me relaciona también con ese palo y posiblemente ahí no se discute mucho que yo soy eso. He tenido reconocimiento en radio durante muchos años, pero qué se yo, están puestos en un lugar. Me siento muy cómodo en todos lados.

EN TODOS LADOS Y ESPECÍFICAMENTE EN NINGUNO…

…Tiene que ver con los momentos que uno va transitando en la vida; me parece que uno tiene momentos. En mi caso puedo mezclar el teatro, la radio…

¿LA RADIO SERÍA TU CONSTANTE?

Ha sido mi constante y mi gran contenedora también, en un lugar muy árido. Yo creo que la radio ha sido para mí en algún momento como una barricada, una trinchera, no como un lugar de pelea, porque si no, no hubiera podido hacer lo que estaba haciendo. A este lugar, a nuestra gente, si te escuchan el tono peleador de entrada no te escuchan por más que seas de los de ellos. Tuve la oportunidad de irme de este lugar muchas veces, de vivir en otros lugares y de aprender en otros lugares; de aprender por la vida misma, por la curiosidad y por los regalos que te da la vida que te cruzás con gente indicada en el momento justo y te abre puertas de conocimiento, de experiencias, que es lo más rico que tiene el andar. Y después volver a La Rioja, porque siempre vuelvo.

SIEMPRE VOLVÉS… ¿POR QUÉ?

No sé…porque soy porfiado…

¿SENTÍS QUE ACÁ TENÉS TODAVÍA ALGO POR HACER?

Si…hay algo. Sí, claro, aunque también lo puedo sentir en otro lado. Pero aquí siento que voy viviendo el proceso con mi gente, el proceso de cambio. Y en mi vida, con mi gente, no me pongo en otro lugar, me pongo al lado, por más que lo que intento hacer siempre es abrir una ventanita nueva, pero desde el acompañar. Entonces uno puede latir ciertas cosas desde la sensibilidad y encontrar caminos de expresión en todo lo que hago. Después, me he dado cuenta en esto de viajar, de moverse, en lo que hacemos los artistas, los comunicadores, que hay un preconcepto respecto de La Rioja.

¿TE MOLESTA ESO? 

No…estoy convencido de que esas cosas no existen, aunque las grandes capitales del arte cuenten con todo lo que cuentan, a diferencia de los lugares como el nuestro, donde somos carecientes de la mayoría de esas cosas. Sin embargo, no se deja de decir y hacer cosas maravillosas y producir cosas hermosas, a pesar de eso que parece tan pobre desde el lugar a donde vas, pero que además culturalmente a los riojanos nos han dicho que somos históricamente pobres y no hemos podido romper todavía ese cascarón, desgraciadamente, porque eso también nos ha convertido en pobres culturales, en objetos del manejo cultural. Por suerte eso está cambiando, pero es una metodología muy jodida con este discurso que es real, no vamos a negar la historia, pero eso nos ha sometido culturalmente y nos creemos todas esas cosas.

ES CIERTO…HAY COMO UNA CREENCIA INTERNA DE ESO, COMO QUE ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE ES ASÍ…

Total y absolutamente y damos las razones por las que lo somos. Y si es desde un lugar de cierto plano de pensamiento y de palabra, citamos a grandes escritores que hablan sobre de eso. Hay una cosa melancólica, entendiendo la melancolía como ese espacio, culturalmente estoy hablando, que me parece que necesita una transformación urgente. Hay intentos, como en todos los lugares. Y cuando digo dar pasos no estoy diciendo dar pasos como otros lo dan, porque no existe eso en la cultura. La cultura se construye en el lugar donde crecés, la intercambias, la mostrás, la demostrás, la mezclás, pero lo tuyo es tuyo. Y no es nacionalismo ni chauvinismo, es lo que te hace, lo que te forma. Este concepto de la sociología tan clarito que habla de sujeto cultural que somos nosotros. Cuando voy con estas cosas afuera, donde hay otro sujeto cultural, sorprende y ahí nadie nos mira como pobres, yo no siento que me están mirando como este pobrecito que viene de La Rioja a contarme sobre Pedro Lemebel. También hay que romper con estas cosas que dicen que los del norte tenemos que hacer teatro regional. En un momento el INT, bestialmente, sostenía ciertos festivales que eran teatro regional. Lo regional aparece en la puesta, en como esa mirada de un autor colombiano que vos elegiste para contar algo en tu lugar, aparece en la puesta.

AHORA, HABLANDO DE SUJETOS CULTURALES, TU SUJETO CULTURAL TIENE UN ORIGEN PRACTICAMENTE DESDE TU PUNTO DE PARTIDA COMO SER HUMANO…

Si…medio raro…

ES ALGO QUE TE ACOMPAÑA DESDE QUE NACISTE…

Sí…me parece que sí, pero no sé por qué…

¿QUÉ PASÓ EN ESA INFANCIA?

Yo aprendí a leer y escribir a los cinco años y no se explica cómo; yo vivía en una casa en la que había muchas revistas. Vivía en la casa de mis tíos, por cuestiones familiares, cerca de las vías del tren. El tren para mí es todo, porque ahí hay una anécdota. El tren a Buenos Aires pasaba a las 8 de la noche todos los días, que venía de Catamarca. A los 3 años me perdí, aunque no lo recuerdo. Salieron a buscarme y me encontraron rodeado de un montón de gente y yo haciendo algo, actuando y la gente riéndose, festejando. Por supuesto que eso costó una paliza. Y será que fue mas fuerte la paliza, que no recuerdo la anécdota exacta.

¿QUÉ RECORDÁS, AL MARGEN DE ESTA ANÉCDOTA, DE TU INFANCIA, DE VIVIR CON TUS TÍOS? ¿QUÉ CUESTIONES QUE TE HAYAN IDO MARCANDO EN ESTE SUJETO CULTURAL QUE YA EXISTÍA EN VOS Y QUE EVIDENTEMENTE SIEMPRE QUISO SALIR?

Lo primero fue la música. Y el tren. Para mí el tren siempre fue la posibilidad de irse; eso estuvo siempre en mí. Hoy te lo puedo decir como la posibilidad de irse, yo en ese momento no podía ponerlo en esas palabras, pero sabía que esa era la idea. De hecho, desde muy niño he viajado. Entonces el tren, por ejemplo, es una cosa fuerte, como posibilidad, algo que se mueve; era verlo pasar por el puente y era todo eso que uno puede pensar simbólicamente. Pero después la música…

LA MÚSICA VENÍA DEL LADO DE TUS PADRES…

Sí, ahí está…la música venía del lado de mis padres con quienes yo no vivía. Mi madre ya estaba muerta y mi padre viviendo en la Patagonia. Entonces yo supe muchos años después que ese tocadiscos, que era muy importante, no era un tocadiscos para el ingreso de los tíos con los que vivía. En ese momento no lo sabía; después supe que mis padres si estaban en otra situación económica. Ese tocadiscos era de mi madre, con todos los discos de mi madre y yo recuerdo cosas de cuando tenía cuatro años, como haber aprendido a manejar el tocadiscos y escuchar Chaikovski, jazz, Louis Armstrong, cosas así, que no tenían nada que ver con el mundo de mis tíos. Eran sensibles, no digo que no, pero esos productos culturales evidentemente no pertenecían a ellos y eran la herencia que había quedado en la casa de mis tíos, y a mí me abrió un mundo.

¿COMO FUE LA PRIMERA VEZ QUE TE ENCONTRASTE CON ESO? ¿LO RECORDÁS?

Totalmente, y puedo describir el aparato, cómo estaban dispuestos los discos. Es de las pocas cosas de mi infancia que tengo muy marcadas. No sé por qué, debe ser para estar más vivo, más sano, hay muchas cosas que se han quedado un poco; que no me estoy haciendo el pelotudo, sé que están, que fueron, pero que no forman parte de esa memoria que me ha sostenido y que me sostiene todavía. Ese es uno de los momentos y el otro momento fue en la escuela primaria, en mi barrio, en la escuela San Martín, frente al parque Sarmiento. La directora de la escuela era vecina del frente de mi casa y como yo ya sabía leer y escribir a los 5 años, dijeron: ‘qué vamos a hacer con este chico’, y me llevaron a la escuela. Entonces doña Luisa, que así se llamaba, propuso sacar un tocadiscos y que yo ponga música en el recreo. Siempre ha sido por ese lado, después fueron apareciendo otras cosas. Y después esas revistas que había en mi casa; mi abuelo coleccionaba el Billiken, mi abuelo era muy grande, yo era el último nieto y durante años los había coleccionado y los había encuadernado, clasificado por años y eso pasó a ser mío. Lo que a mí me nutrió mi infancia no lo puedo explicar; el mundo se abría en eso.

¿Y TE ACORDÁS COMO APRENDISTE A LEER? ¿HABÍA ALGUIEN QUE TE AYUDARA?

Si, había una tía que era muy mala conmigo, pero a su vez era muy buena; tenía esa contradicción. Yo abiertamente desde muy chico era putito, pero a mí no me pasaba, ellos me veían, ni sabía que esas cosas estaban mal y, además, aunque no lo hubiese sido, todas mis inclinaciones tenían que ver con esas cosas que se consideraban que eran de maricón, en esa Rioja de los años ’60. Intenté ir a piano a los cinco años y me dijeron que no; intenté ir a danzas y me dijeron que no, entonces todo lo que fui aprendiendo, lo fui aprendiendo por mi cuenta.

TE NACÍA LA VOLUNTAD DE HACERLO, A PESAR DE LAS NEGATIVAS…

Me encantaba, yo lo veía, me moría…

¿Y DÓNDE LO VEÍAS?

Me lo imaginaba o lo veía en fotos. Yo a los ocho años me iba al teatro que hoy es el Víctor María Cáceres a ver lo que había. Por la radio me enteraba, escuchaba mucha radio; entonces yo sabía si había una obra de teatro, pero eran raras las cosas que había y era muy lejos para nosotros llegar hasta ahí…