Eduardo Galeano escribió “Las venas abiertas de América Latina” en un momento de convulsión: la Guerra Fría cruzaba la región, el antibritánico y antiimperialismo latinoamericano encontraba nuevas formas de expresión y las dictaduras crecían en intensidad. El libro apareció casi simultáneamente en varias ediciones -Siglo XXI en México, Casa de las Américas en Cuba y la Universidad de la República en Uruguay-; la edición uruguaya salió el 7 de diciembre de 1971, y desde su gestación la obra fue pensada como un alegato contra la explotación colonial y neocolonial que sacó recursos, sangre y trabajo de nuestro continente.
Leer hoy las primeras páginas es sentir la decisión estilística de Galeano: no es un ensayo técnico ni un tratado académico sino una mezcla de crónica, ensayo, historia y aforismo, escrito con la concisión y la urgencia del periodista y la musicalidad del narrador. Su argumento central es directo y brutal: la “riqueza” de la región -metales, frutas, petróleo, trabajo- se canalizó históricamente hacia afuera, enriqueciendo imperios y decadentes metrópolis mientras dejaba atrás dependencia y subdesarrollo. Esa tesis dialoga con la teoría de la dependencia y con el corpus de la CEPAL: no es una novedad teórica radical, pero Galeano la pone en imágenes y relatos que hacen comprensible lo complejo y lo maquinaron en sentido moral para la opinión pública.
UN TEXTO DE REFERENCIA
El estilo es una de las grandes razones de su impacto: fragmentario, encendido, explícito en sus juicios morales. Galeano recorre episodios -la extracción colonial, la trata, la primacía de las exportaciones, las intervenciones imperiales- y los enlaza con anécdotas, cifras y metáforas potentes que convierten datos en escenas. Eso facilitó que el libro se convirtiera en herramienta de enseñanza y de militancia; lectoras y lectores lo llevaron a las calles, lo regalaron en actos y lo enseñaron en aulas de todo tipo. El documento editorial que lo acompañó -sus ediciones en México, Cuba y Uruguay en 1971- y su temprana difusión en la izquierda continental explican cómo se transformó en un texto de referencia para sindicatos, movimientos estudiantiles y formaciones políticas.
La recepción inmediata incluyó también censuras y represalias: en contextos autoritarios del Cono Sur el libro fue prohibido, y la figura pública de Galeano quedó marcada por la represión: el golpe de Estado en Uruguay de 1973 obligó al autor al exilio y la obra circuló clandestinamente, fue leída a medias y citada en silencio por quienes buscaban una narrativa que explicara sus privaciones. Aquella prohibición ayudó paradójicamente a convertir el texto en símbolo: lo que un poder prohíbe tiende a volverse necesario para la memoria colectiva y para la articulación de resistencias.

TRANSNACIONAL
Con el paso de las décadas la influencia de “Las venas abiertas” se volvió multifacética. Fue manual para activistas y académico de cabecera en cursos de historia, geografía y ciencias sociales; inspiró memoriales artísticos y fue reivindicado por líderes políticos y culturales que lo usaron como diagnóstico, desde movimientos por la descolonización económica hasta proyectos de integración regional que intentaron pensar estrategias frente a la lógica exportadora. El libro se tradujo a numerosas lenguas y superó el millón de ejemplares vendidos, lo que da una idea de su alcance transnacional. Su potencia política fue acompañada por reediciones y homenajes: cincuenta años después, sigue reeditándose y justificando discusiones sobre memoria, saqueo y soberanía.
Pero la historia no es unívoca: la fuerza retórica de Galeano también fue objeto de críticas persistentes. Desde sectores académicos se señaló que su método combina rigor documental con saltos interpretativos que, según los críticos, sacrifican matices por la contundencia del relato. Algunos historiadores reprocharon errores puntuales y una selección de datos que prioriza la dramaturgia sobre la exhaustividad. En 2014 el propio Galeano reconoció distancia respecto de su obra primera: dijo que no la leería hoy y que le faltaba formación para el “libro de economía política” que quiso escribir, un gesto que abrió una discusión sobre la deuda entre la voluntad política del autor y las exigencias de la historiografía profesional. Sin embargo, para muchos esa auto-crítica no borró la utilidad simbólica del libro ni su capacidad pedagógica para poner en primer plano la cuestión colonial y sus secuelas.
Esa paradoja -un texto con poder convocante pero discutible en su método- es parte de su legado. “Las venas abiertas” enseñó a una generación a leer la historia del continente como historia de extracciones; dio nombre a procesos sufridos cotidianamente; ofreció una mirada unitiva sobre una diversidad enorme y heterogénea; y mostró cómo una prosa comprometida puede convertirse en herramienta política. Al mismo tiempo, obligó a la comunidad intelectual a revisar fuentes, a discutir metodologías y a insistir en la necesidad de conjugar denuncia con precisión analítica. En ese cruce se juega buena parte de su vigencia: el libro sigue funcionando como puerta de entrada hacia debates más complejos y como estímulo para una historiografía crítica que no renuncie al rigor.
DOBLE DESAFÍO
Leer Las venas abiertas hoy es enfrentarse a una obra que pertenece a su tiempo pero que también lo excede: habla desde los años setenta, con las certezas y los temores de entonces, y sin embargo devuelve preguntas urgentes sobre cómo se distribuye la riqueza, quién la administra y bajo qué condiciones se decide invertir o saquear recursos naturales. Para lectores contemporáneos ofrece un doble desafío: aprovechar su potencia narrativa para comprender estructuras de poder y, simultáneamente, complementarla con lecturas críticas y trabajos empíricos que completen el mapa que Galeano concibe con trazo grueso. Esa tensión entre evocación y verificación es, finalmente, el mejor motivo para “volver a leer” el libro: no para repetir sin juicio, sino para dialogar con él, recuperando su capacidad de indignar y su urgencia moral, pero también sometiéndolo a las preguntas que la investigación histórica y social de hoy sabe formular.