Parecería imposible la levedad de una abeja. Parecería imposible ese vuelo rígido que se tuerce y dobla con cada aleteo. Pareciera imposible que la humanidad dependiera de ese mínimo gesto crucial pero casi imperceptible, de no mediar lo profundo del aguijón con púas en la piel, en el instante previo a lo que no queda para ellas. Pareciera imposible que una abeja, en el batir de sus alas, pudiera hacer girar el mundo. Pareciera imposible. Y sin embargo…
Hay entre la abeja y la poesía una íntima relación. Aun cuando pareciera imposible. Ese zumbido doscientas veces por segundo las alas sacudiendo el aire comunica igual que un enjambre de palabras, aun en lo etéreo de un decir que puede diluirse “sobre la mansa ligereza de los pétalos”, “en la vana claridad del cristal”. En el mismo exacto espacio en el que la poeta deja caer su estupor, igual que el adormecimiento del estupor de las abejas. Incluso pareciendo imposible.
La poesía de María Isabel Saavedra Usandivaras (siempre) se asemeja demasiado a lo etéreo de la vibración de ese minúsculo cuerpo provocando la liberación del polen de las flores. Pareciera imposible que quede (siempre) suspendida en el aire de un pensamiento que ya no se detiene. Pareciera imposible. Y sin embargo…
Hay tanta precisa contundencia en la palabra de la poeta sanjuanina (radicada en Chilecito) que no queda margen que no sea polinizado, incluso en los márgenes en que no estamos, en que no quedamos, en que no vemos, en que no sentimos, si es que pudiera haber un margen en que estemos afuera.
María Isabel va a brazadas por el aire. Y en cada una de esas brazadas, deja caer poesía en forma de aleteos. Aleteos que se reproducen igual que las abejas reproducen ese movimiento perpetuo, infinito, que nos sostiene entre “los sabores propios de un antiguo néctar”, en ese “deseo que acecha sobre la grieta”, o en la “benevolencia de la lluvia en el pasillo y en los cuartos”.
Así, palabra tras palabra, verso tras verso, Usandivaras va soltando las imágenes. Su pulso poético se asemeja al ritual de la abeja “en este cielo raro hecho de meros indicios”. “Hubiera querido ser otra”, dice, pero sabe de su destino de vuelo y a ese vuelo se aferra. A lo sutil, a lo volátil, a lo impalpable, a lo abstracto, a lo puro y elevado de ese vuelo que es María Isabel, la poeta, la mujer zumbado doscientas veces por segundo las alas sacudiendo el aire, nuestro aire. Esa vibración interna “en el clamor acuoso de la rosa próxima”.
Dice Stella Bernasconi: “Del estupor de las abejas: una íntima ventana hacia el mundo. Un gran poema en el que cada título es un breve aleteo absorto, ebrio de colores, de formas, perfumes y brisas. Trasvasa la belleza que succiona en el crisol del ser, en el que vibra un amor transparente y etéreo como alas, intangible, tenaz y persistente como el aire. Amor dibujado de excelsitud y brumas, cuyo clima asumido es la distancia. Prometeo se atrevió a robar el fuego sagrado de los dioses y entregarlo a los hombres. Desde las alas asombradas ante lo perfecto, ante lo sublime, María Isabel asume la libación de la belleza, emulsionada en su corazón y la ofrece en copas de luz, ambrosía celeste, para nosotros sus lectores”.
Dice Yasmine Alegre: “Del estupor de las abejas nos sumerge en el intenso sentido del detalle que sólo se alivia en la contemplación de la imagen que nombre. La poesía de María Isabel Saavedra Usandivaras es un aleteo que zigzaguea por ‘todo lo que en verdad importa’. Con la laboriosidad de una abeja condensa en palabras, cuidadosamente encontradas, los indicios de la vida: su fugacidad, los misterios del tiempo, la soledad temprana, la compleja belleza natural. Ante la rica densidad conceptual de sus imágenes se inclina la condición humana. Si hay tormento, se encuentra el consuelo en la celebración de la vida. La naturaleza invade la sensibilidad, nos retorna a la esencia de lo creado. Descubrir a María Isabel Saavedra Usandivaras es, para los que disfrutamos la buena poesía, plena felicidad. La felicidad es, en este caso, un enjambre de versos”.
Una y otra -en sus diferentes maneras del decir, del analizar la poesía de Usandivaras- coinciden en el mismo aleteo, en la misma laboriosidad que definen la delicada tarea de la abeja y de la poeta (y viceversa), aun cuando pudiera parecer imposible que ambas, al unísono, en un mismo tiempo, pudieran hacer girar el mundo en el batir poético de sus alas.
Y sin embargo, “es ahí donde la vida se contempla”. En ese instante suspendido en la vibración de ese minúsculo cuerpo provocando la liberación del polen de las flores, o en lo que se prolonga una poesía en el acto de liberar el polen de una emoción que subyace. “Apenas un aroma impensado, solo eso”. Y sin embargo…
Hay entre la abeja y la poesía una íntima relación. Hay entre el aleteo fecundador del insecto y la poeta fecundadora de sentido la estrechez que aproxima lo imposible a lo concreto, lo utópico a lo real, lo inverosímil a lo palpable.
En cada palabra de María Isabel Saavedra Usandivaras habita “esta desgajada forma de estar” en que nos debatimos día tras día, anhelando impacientes la miel de la respiración que nos mantiene en la esencia de sentirnos vivos. Pero hay, también, la mirada al detalle, en lo preciso, del estupor de nuestra existencia. La sorpresa del saber, al fin, que “un vuelo duerme ahora en los amaneceres”. Y la certeza de que la poeta, una vez más y aunque pareciera imposible al igual que la levedad de una abeja, lo despierta y lo echa a volar. Y que, como voraces lectores de buena poesía, seguiremos dependiendo de ese mínimo gesto crucial.
I
RITUAL DE LA MAÑANA
Inquieta, con la pupila clavada en el vértice de un filo casi ámbar.
Es entonces cuando se marcha.
II
ALGUNAS MADRUGADAS
Tiembla el páramo azulado en la cornisa.
Se arrastra sobre la membrana esquiva
un nombre que de mí ya se ha escapado.
III
ALGO HA PASADO
Fue cuando la pena y el alivio.
Cuando la ausencia.
Un deseo acechaba sobre la grieta
de un manzano apenas florecido.
IV
ESCONDIDAS
Hubiera querido ser otra.
Tal vez una orilla incendiada de la luna
o aquel oleaje casual que aun entreveo.
¿Soy acaso esa leve veladura que rueda sin dueño?
A veces, hubiera querido ser otra, es cierto.
Pero nadie me hubiese hablado de esas alas
-que duran para siempre-
en este cielo raro hecho de meros indicios.
V
A TIENTAS
Llueve y se enciende un aleteo.
Es sólo la levedad de una pena
en el clamor acuoso de la rosa próxima.
VI
ESTADO DE SISMO
En una arista de mi atención
aquella flor y su indulgencia obtusa,
la abeja y su ritual: como si la embriagara un estrago
destilado también de mi ficción.
VII
CREÍA ENCONTRARTE
En ocasos imprevistos e improbables:
quizá en formas de lo angélico. Estoy segura:
llegábamos a ese afuera desnudo de toda fatalidad.
como si nos asomáramos a un hechizo o a un abismo, nada más.
SOBRE LA AUTORA
MARÍA ISABEL SAAVEDRA USANDIVARAS NACIÓ EN SAN JUAN Y RESIDIÓ VARIAS DÉCADAS EN TUCUMÁN. EN LA ACTUALIDAD VIVE EN CHILECITO, LA RIOJA. PSICÓLOGA CLÍNICA, EGRESADA DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UNT. EXDOCENTE DE LA FACULTAD DE PSICOLOGIA Y POR EXTENSIÓN EN FILOSOFIA Y LETRAS DE LA UNT. EXINVESTIGADORA DEL CONSEJO DE INVESTIGACIONES DE LA UNT (CIUNT). HA PUBLICADO ENSAYOS DE SU ESPECIALIDAD Y ARTÍCULOS EN DIARIOS Y REVISTAS. ES AUTORA DE OTRO CIELO PARA EL FACUNDO (2010) -NOVELA BREVE-, DECLARADA DE INTERÉS CULTURAL EN EL DEPARTAMENTO FACUNDO QUIROGA DE LA PROVINCIA DE LA RIOJA; GALLITO CIEGO (2011) -MICRORRELATOS-; CUADERNO MALVA (2013) -POEMARIO-; TRIBULACIONES DE UNA HORMIGA (2013) -POEMARIO-; LAS DUEÑAS DEL DESIERTO (2014); TRAS EL FILTRO DE LA HOJA (2018) -POEMARIO- Y POEMAS PENDIENTES (2019) -POEMARIO-. EN 2014 OBTUVO EL PRIMER PREMIO EN EL CONCURSO DE RELATOS ORGANIZADO POR ED. AMARGORD, MADRID, Y POEMAS DE RADIO, RADIO UNIVERSIDAD UNT. HA PUBLICADO POEMAS EN ANTOLOGIAS: LA LUNA EN VERSO (GRANADA, 2013), BUENA LETRA ANTOLOGÍA -ITALIANO-ESPAÑOL (ROMA, 2014), ANTOLOGÍA POÉTICA (PORTUGAL, 2015); ANTOLOGÍA FEDERAL NOA, ARGENTINA (2017), DEL TEMBLOR DEL TIEMPO (2017) COLECCIÓN POESÍA JOVEN, INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA Y FILOSOFIA DE LA RELIGIÓN UNT.