Hasta que un día pasa

Una reseña para el libro «Cautivos», de la escritora riojana Cecilia Pagani

La desaparición de una adolescente, en una época nefasta de la Argentina, es el punto de partida para la historia de una novela en la que su autora, la riojana Cecilia Pagani, despliega con destreza casi quirúrgica un amplio catálogo de sensaciones, de sentires que interpelan al lector y lo llevan al límite, al punto de hacerlo sentir partícipe necesario.
Y es que nadie, absolutamente nadie podría -ni debería- permanecer indiferente frente a la iluminada e inspirada narración de Pagani que entreteje con maestría a las diferentes voces que van dando cuenta de una particular situación que hace de la desesperación y la angustia (a las que se pueden sumar la bronca, la impotencia, la desolación, la ira y el desconcierto) el denominador común que, en tándem con esa maldita costumbre argentina de hacer de lo extraordinario una cuestión superficial, termina por definir el ADN de una sociedad enferma.
Lo que ocurre con una joven de apenas 16 años remite, inevitablemente, a un extenso, triste y tétrico inventario de desapariciones que trascienden ya a lo fastuoso del genocidio de la última dictadura militar, pero que hereda de esta una modalidad en la que el no te metás se afinca en las consciencias de hombres y mujeres por igual y abandona al azahar y a la suerte a las víctimas de un hecho que los confina al más cruel y lapidario de los sufrimientos: el no poder saber qué es lo que sucedió realmente con ese ser querido que ya no está, que de un momento a otro pasó de ser -en este caso- una mujercita con ilusiones y sueños como cualquier otra a una entidad sin identidad, a merced no sólo de su victimario, sino también de las comidillas de los próximos y los no tan próximos que terminarán por deglutir con inexplicable voracidad hasta lo poco que queda del recuerdo de quien ya no es, aún siendo.
Y el tiempo. El paso del tiempo que es, tal vez, la más cruel de las condenas para cualquier mortal cuando se diluye como agua entre las manos, en una búsqueda tan desesperante como infructuosa, estancada en los vicios de una investigación policial que no va para atrás ni para adelante (como tantas veces ocurre) y que los abisma desde las miradas que imponen culpas, al punto que comienzan a derruir las vidas de un padre y una madre que llegarán al último segundo de su ya insignificante existencia con la más acuciante de las asfixias: saber que cerrarán para siempre los ojos sin el mínimo atisbo de comprensión; sin una respuesta que alivie esa parte que no eligieron, pero que les toca y sin poder acariciar, aunque sea una última vez, la suave cabellera de esa hija que se esfumó como el aire.
No hay en Cautivos (Metrópolis Libros, 2018) una sola palabra de más ni una sola palabra de menos. Cada tramo del relato va en la dirección de una concepción ajedrecística de la historia, pergeñada por la autora de manera tal que el lector no puede despegar la mirada del libro (ni de su propio cautiverio), a la espera de una noticia que llegue como un remanso de paz para semejante calvario familiar, o al menos una tregua para tanta pregunta sin respuesta, para tanto espacio vacío en una habitación que permanece intacta y para tanta culpa por no haber evitado lo que bien pudo ser evitado pero, ¿cómo imaginarlo? ¿En qué cabeza cabe?
Al igual que en su libro de cuentos El cruce del umbral, la escritora riojana no deja espacio para las concesiones, mucho menos para las cosas dichas a medias, lo cual le vale establecer un claro y sincero contrato con el lector que, si bien parte de la advertencia de que los hechos y personajes de esta historia son ficticios y que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no es suficiente para evitar que tanta cercanía en el relato a hechos que nos resultan afines hace prácticamente inevitable ponerle otros tantos nombres a la desafortunada víctima y a los cautivos sucedáneos.
Después de todo, desde su exquisita y efectiva pluma literaria, Pagani no hace más que ponernos frente a frente con nuestras miserias cotidianas, esas a las que muchas veces asistimos sin prestar atención o importancia, sosteniendo la endeble teoría que afirma que a nosotros no nos va a pasar. Hasta que un día pasa.

LA AUTORA. Cecilia Pagani (La Rioja, Argentina) es Licenciada en Letras y trabaja como profesora en el Instituto Superior de Formación Docente Albino Sánchez Barros. Ha escrito cuentos, microcuentos y novelas. Sus relatos fueron publicados en revistas literarias como Crepúsculo y Rumbos (Argentina) y Por Escrito (México), y también en el blog de Literatura e Historia Cita en la glorieta (España), e integraron diferentes antologías, como Rufianes, curanderas y otras yervas (EDUNT, 2014), Palabras sin fronteras (Aries, 2015) y Cuentos y poemas (Rumbos Libros, 2016). Ha recibido premios y menciones tanto en Argentina como en México. Es autora del libro de cuentos El cruce del umbral (Rumbos Libros, 2017) y de las novelas Cautivos (finalista del Premio Literario Provincia de Córdoba 2016) e Interiores (2017, inédita).

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp