Un río que surca

Reseña para el libro «La que espera el alba», de la escritora cordobesa María Eugenia Crespo Erramuspe.

¿Cómo nombrar el curso de un río sin que en el instante posterior ya no sea el mismo río nombrado? ¿Cómo dar por finalizada y con éxito esa porfía sin volverse río en el intento, sin ser transformación, cambio? ¿Cómo no terminar siendo un río que surca al decir de la poesía y, en este caso, de la poeta? 

Luego de sumergirse en La que espera el alba de la escritora cordobesa María Eugenia Crespo Erramuspe resulta prácticamente imposible no sentirse abrazado por la melodía, por el sonido imperturbable del curso de un río en el que las emociones navegan por las venas abiertas de la escritora. Y las nuestras, ahora, también al desnudo. 

La poesía, siempre, en todo lugar y en todo momento, es una búsqueda perpetua. Y es también, ineludiblemente, una espera. Una paciente espera que la poeta pone, con generosidad extrema, a nuestra consideración en un abrir de par en par las puertas de sus emociones, como ofrenda floral de una primavera que prolonga el perfume en su mirada contemplativa, en ese punto de vista que se posa en el horizonte, donde aguarda por los primeros rayos de sol que disipen los últimos oscuros pensamientos. 

Es así como su búsqueda y su espera, entonces, pasan a ser nuestras búsquedas y nuestras esperas. Como cuando el agua fresca del río nos moja los pies y esa sensación nos invade a través de nuestras venas, en un recorrido interior que, como un surco comienza a descubrir las huellas de los pasos que ya dimos, los caminos descubiertos y el alba. El alba que siempre llega, más temprano que tarde. Y que es refugio. 

Por allí, por ese recorrido casi intimista discurre Erramuspe, entregando al agua la confesión de sus martirios y de sus anhelos; de sus soledades y de la integridad que abraza con sus palabras; de sus temores y de sus desafíos; de sus preguntas y de sus respuestas y de sus preguntas sin respuestas; de saberse una y saberse otra. De asumirse ambas, certeza y dudas en el derecho y el revés de su existencia. Olvídame, / sobre el perfume de las hierbas / junto al río. / Me quedo aquí, / sola, / sola y en silencio. / Olvídame, / olvídame ya. / ¿Qué secretos guardan las piedras? / Vuelve a olvidarme. / Aquí me quedo, / en soledad, en soledad, / con todo lo mío. / Fue otra orilla, / orilla negra de arena. / Piedras y musgos /escuchan mi confesión.

Así traza la poeta su designio de agua, en las profundidades de su propio ser. Así comprende, al fin, que no se puede nombrar el río antes que deje de ser el río que se nombra. Así termina por ser un río que surca, que atraviesa, que no se detiene en su marcha sonora, dejando a su paso ruegos y suplicios, deseos de claridad, de amaneceres que la eleven a la brisa para ser también arena, hueso, piedra, estrella y plata de luna. Y así vamos con ella. Y como ella, ponemos la cabeza bajo el agua, regresamos a nuestras cosas, que son sus cosas y nos volvemos a preguntar si somos los mismos. No, ya no lo somos. Pero como ella, sumidos en la esperanza de reconocernos, tampoco dejaremos de ser espera, de ser búsqueda.

LA AUTORA 

María Eugenia Crespo Erramuspe nació en Río Cuarto, provincia de Córdoba. Ha incursionado en el estudio de las letras. Se recibió de Bibliotecaria en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde niña mostró pasión por la lectura y la escritura. En la actualidad escribe cuentos y poemas. Participó en la publicación de Antologías: de Pro Arte Córdoba; Dos Orillas; Paréntesis; y Mesa Verde, de Empalabrados I, II y III. Participó en revistas literarias y en CEDILIJ como colaboradora en sus comienzos. Ha concurrido a encuentros nacionales e internacionales de poetas. Concurrió a talleres de escritura creativa.

(La presente nota fue publicada en el suplemento 1591 Cultura + Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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