Irradiación luminosa

Federico Melioli y Osvaldo Vigna presentaron EL AURA, un proyecto en el que se fusionan melodías y palabras, desde la extensa e intensa trayectoria de ambos referentes en sus géneros artísticos. Una propuesta diferente que, en tiempos de distanciamientos sociales, hace fuerte hincapié en la necesidad del encuentro como un impulso vital y transformador.

Viento suave y sereno, pero constante, el del cambio. La transformación comienza a veces con una palabra. Otras, con un sonido. Y otras, con la fusión entre ambas, como una irradiación luminosa o un estallido que se esparce en un ambiente de sensaciones. Esa combinación de decires y melodías es, en suma, una fórmula novedosa que permite abrir las cerraduras en tiempos de encierros e ir hacia el encuentro que es, en este caso, también sinónimo de nacer, de alumbrar una idea, un proyecto que une el trabajo de dos prodigiosos talentos, cada uno en lo suyo: Federico Melioli y Osvaldo Vigna. Música y poesía, respectivamente, ensambladas en una única denominación: El Aura.

Lo que habita allí, en esa conjunción de sensibilidades que se unen a través de la confluencia de una amistad bien construida y solidificada a través del tiempo se traduce, además, en nueve capítulos a los que, a su vez, dieron en llamar ELECTROPOESÍA. Una concepción que podría definirse en lo cotidiano como nueve canciones, pero que también podría encajar en el concepto de un libro de poemas breves musicalizados o, aún más, en una pieza audiovisual compuesta por nueve cortos. 

Cada pieza encaja en esa especie de rompecabezas conceptual que, no obstante, cumple con una doble esencia: la primera, que no puede ser encasillado en ninguna parte; la segunda, que se abraza a la universalidad de lo cotidiano a partir de la indagación que produce la palabra conjugada con el sonido que, a su vez, discurre por diferentes estilos: desde el pop hasta el electronoise, pasando por melodías que generan por momentos la ensoñación y por momentos el estruendo, todo en un cuidado y delicado trabajo que lleva al extremo la profesionalización en el hacer, en el concebir.

Desde ese lugar, precisamente, 1591 Cultura+Espectáculos pudo dialogar con Melioli y Vigna, con el objetivo de indagar un poco más en profundidad sobre este proyecto que, en plena pandemia, apuesta a generar un punto de encuentro y un espacio de reflexión en el que la palabra y la música interpelan con fuerza y determinación para dejar, en la misma proporción, un efecto de integridad y otro de necesidad en el sentido, este último, de aguardar siempre por un poco más. 

«ME HACE FELIZ UNA BUENA CANCIÓN»

Federico Melioli es uno de los músicos con mayor trayectoria con los que cuenta el país en la actualidad. Aunque nacido en Italia, se asume «porteño» desde su elección de vida y su profunda y estrecha relación con la música que le ha permitido dar forma a una carrera exitosa junto a enormes artistas de nuestra escena, como Hilda Lizarazu, con quien viene trabajando desde el año 2004, cuando daba sus primeros pasos en Argentina, pero también con referentes de la talla de Charly García, Lito Vitale, Ricardo Mollo, David Lebón, Fabiana Cantilo, León Gieco o Iván Noble. Lo abraza, desde siempre, una particular sensibilidad que le permitió, entre otras cosas, acercarse también a otras ramas del arte, como la pintura, el teatro y la poesía, cuestión que le permitió además enlazar vínculos con referentes como Osvaldo Vigna, a quien sostiene «admirar» desde un lugar que se acerca, incluso, a lo contemplativo. Ese acercamiento, precisamente, les abrió la puerta a «El Aura» y a ELECTROPOESÍA, el trabajo que ahora comienzan a mostrar con satisfacción y orgullo. 

«Queríamos generar algo que no fuera de ninguno de los dos, pero que al mismo tiempo fuera de los dos», comienza afirmando Melioli en una primera definición que aproxima al concepto general de una obra que ya los excede. Desde su estudio -Tanosfera- cuenta, además, que «esas poesías ya no son poesías, ni siquiera son canciones; son pequeños bombones, pequeñas cositas que está bien que quien las escucha se quede con las ganas de más, de más música, de más palabras». Y más en detalle, el músico señala que «las poesías ya estaban escritas, ya estaban armadas; lo que yo hice en algunos casos fue sumar algunas pequeñas frases que estaban sueltas y las puse junto con otros poemas y en el marco de la música inspirada por esas palabras».

¿CÓMO FUE ESE PROCESO DE LLEVAR LAS PALABRAS HACIA LA MÚSICA?

Invité a Osvaldo (Vigna) al estudio, le abrí el micrófono y le dije ‘es todo tuyo, yo pongo rec y te grabo’. Después de todo lo que se grabó, tomé todo lo que me gustaba, lo corté, lo pegué, le fui dando otro tiempo. En algunos casos le pedí que me volviera a relatar. Osvaldo está muy acostumbrado al vivo, a sacar voz, a la necesidad de hacerse escuchar, porque está sin amplificación. Pero había algunos capítulos que para mí necesitaban otra intención, un poco más de intimidad. Entonces, en uno de esos casos le pedí que me mandara un mensaje de Whatsaap, le dije: ‘hacé como que te despertás de noche y decime la poesía como si la hubieses soñado, sin despertar a quien tenés al lado’; quería generar algo más onírico. Fue así que implementamos algunas técnicas para que la voz fuera siempre muy clara sin que sea forzada; nunca la quise enmascarar, porque las palabras de Osvaldo son un disparador de imágenes. 

¿QUÉ ENCONTRASTE EN LA POESÍA DE OSVALDO QUE TE INSPIRÓ A NIVEL MUSICAL?

Osvaldo es un pintor, con su palabra pinta, pinta paisajes del alma. Hay algo en su poesía, siento como que está la reflexión del hombre moderno sobre su tiempo, un dejo de melancolía como de algo que no ocurrió. Hay una frase que dice ‘el barco socialista no trajo lo esperado’, que fue un gran disparador. Desde esa inspiración armamos una serie de placas de un no lugar muy urbano, en el que da la sensación de que todo puede derrumbarse en algún momento, que toda esa construcción de nuestra humanidad, de nuestra realidad, siempre está al borde de venirse abajo. Hay una apariencia de perfección en este mundo; parece que funciona todo perfecto pero la locura está detrás. Hay una decadencia que siempre te hace pensar que todo podría desaparecer. La pandemia de alguna manera ha sido algo parecido. En ese momento pensé que este era el momento, porque había una relación entre lo que estaba ocurriendo con este universo que cuenta Osvaldo, que no sólo cuenta de lugares, sino que cuenta de lugares dentro del ser humano. Las expectativas, los deseos, los sueños que no se cumplen, las cosas que suceden, la pequeña felicidad cotidiana. Pensé que era un gran momento para hacerlo. No me espero nada, en el sentido que fue una gran entrega, un gran momento, un gran placer en el hacer.

HACÉS MENCIÓN A LA PANDEMIA Y LA PREGUNTA ES ¿CÓMO LOS AFECTÓ EN LO PERSONAL, EN SUS TAREAS COTIDIANAS?

Tengo la sensación de que todos tuvimos que lidiar de alguna manera con esto, cada uno a su manera. En mi caso, que es distinto al de Osvaldo, la pandemia simplemente me condicionó en determinados movimientos. Yo tengo mi estudio y tengo mi conexión con la música. La pandemia, en este punto, sólo me obligó desde lo logístico a ver cómo me organizaba para enviarle las cosas a Osvaldo, pero no dejé de hacer. En mi vida, en lo artístico no cambió; quizá cambió en mi exposición, en el hacer giras, pero creo que a eso lo recuperé desde otro lado. Para mí fue como ver en cuánto tiempo lograba acomodarme a esta nueva realidad. Por supuesto que lo padecí en el sentido de que me encantaba mi vieja realidad, mi vieja normalidad. Ahora un poco la estoy recuperando al salir de gira con Hilda y poder verme con los amigos. 

¿Y DESDE LO EMOCIONAL?

Si las palabras fueran mi herramienta probablemente lo hubiese expresado con palabras. Mi canal fue la música. Cuando escucho el disco que hicimos con Osvaldo, siento que es un poco el diario cotidiano de mis altibajos o de las distintas relaciones con la pandemia, en mi manera de expresarme. Si lo dijera en palabras no sería exhaustivo, no podría decirlo bien. Los sentimientos que yo probé son música. Hay momentos de alegría, momentos de tristeza, de ansiedad. Es como un diario. 

ME DECÍAS ANTERIORMENTE QUE NO ESPERÁS NADA RESPECTO DE ESTE TRABAJO MÁS QUE EL GRAN PLACER DE HABERLO HECHO…

Siento mucho orgullo de este trabajo con Osvaldo. Digo que no me espero nada porque soy muy consciente del hecho que no es un trabajo que a corto plazo me pueda dar una entrada económica, no son hits que suenan en la radio. Sí me gustaría, sinceramente que guste a las personas que nosotros imaginamos que podría gustarles; un público más atento a la poesía, al arte, a un arte más complejo que la música en sí, más articulado. Sabemos que estamos destinados a un determinado tipo de público. Mi expectativa, si es que tengo alguna, es que me gustaría que a ese público si le gustara. Por otro lado, desde mis 18 años que tengo bandas de rock; como todos los músicos, mirando a MTV, la Rolling Stone. Hago esta vida con Hilda, con Lito (Vitale), salimos a tocar; esa es la vida de un músico de pop rock. Este proyecto quisiera que realmente fuera otra cosa, no quisiera repetir el patrón de la banda que sale a tocar con los equipos, es otra cosa. El escenario que nosotros nos imaginamos no es un palco en el que están los que tocan; tendríamos que armar una instalación donde cada capítulo tenga su pantalla porque la obra es visual, que cada capítulo tenga una ambientación. La obra está ahí y nosotros tenemos que hacer que eso ocurra. Generar algo que sea más que una banda que toca, porque lo audiovisual es tan importante como la música. Generar algo más, algo distinto; salirse de los carriles de la banda de rock.

POR LO QUE ME DECÍS, ES EVIDENTE QUE TIENEN GANAS DE SALIR…

Cuando tenés algo que te gusta lo querés mostrar. Hemos convocado a mucha gente y mucha gente se convocó sola también para acompañarnos. Tenemos un entorno de personas muy sensibles y muchos de ellos se dedican al arte. No era un secreto que estábamos haciendo esto, entonces varios se propusieron. Muchos de ellos son artistas que se dedican a la visual art, para definirlos de alguna manera. Ahora salió el primero de los audiovisuales que es de Ernesto Baca, que acaba de estrenar una película en el Bafici, una película tremendamente artística; es muy conocido dentro del mundo del cine argentino y del cinearte; también nos acompañan Gabriela Antezon, Augusto Zanella, Mónica Amarilla y Lito Castro (que también masterizó el sonido), entre otros. Que se involucraran en el proyecto para nosotros ha sido un gran orgullo y también la sensación de que estábamos haciendo algo bueno, en lo cual estas personas de tan alto talento no sentían temor en ligar su nombre. Nos dio coraje, nos legitima también a salir y a mostrar, pensamos que vale la pena por lo bello que es.

¿PENSARON EN HACERLO CRECER DE ALGUNA MANERA, EN GRABAR NUEVOS CAPÍTULOS?

No sé si crecer, pero si lo vamos a hacer de nuevo va a tener que ser completamente distinto. El único deber moral es no repetirse, no hacer lo mismo; entonces vamos a necesitar una chispa diferente. Debería ser una cosa completamente distinta y siempre movida por la urgencia, por la necesidad de la poesía, no solamente por el gusto de mantener algo.

RESPECTO DE LA POESÍA, ¿CÓMO VES LA ESCENA ACTUAL EN LA QUE SE INSERTA, AL IGUAL QUE LA MÚSICA?

Lo que estoy viendo es que los hechos, las contingencias de los hechos hacen que la poesía salga de las páginas de los libros y se mezcle con otras cosas. Sin ir más lejos, Instagram creo que es el diario más leído del mundo. La poesía que no deja de existir, no deja de ser poesía, quizá se está mudando, empieza a ser como videopoesía, audiopoesía, imagenpoesía. Veo que hay muchísimos poetas que incluso dejan la palabra para dar paso a la imagen y siento mucha poesía a mí alrededor, quizá no la clásica de los libros. Veo que se empieza a despegar la palabra del papel, para ir a lo digital. 

¿CÓMO PENSÁS QUE VAMOS A SALIR DE ESTA SITUACIÓN DE PANDEMIA; CONSIDERÁS QUE VAMOS HACIA UN CAMBIO OBLIGADO?

Esa parte un poco la padezco; además de ser un animalito muy social, soy una persona que no vive con serenidad la obligación de algo, en el sentido que si hay un cambio, que no sea obligado. Donde hay obligación de entrada me siento incómodo. Estamos yendo hacia otro tipo de paradigma de relaciones humanas, lo cual implica otro tipo de paradigma de relaciones con el arte, ya que el arte es parte de nuestro interactuar. No deja de haber producción de arte, de la forma que sea el arte llega, el arte nace, el arte vive. El resto es una cuestión de formatos y encontraremos la mejor manera, pero lo importante es que no deja de suceder, que la poesía sigue viva, que la música sigue viva y que todo sigue sucediendo. No hay virus que mate a los artistas; los artistas siguen siendo, y el arte sigue siendo producido; eso de alguna manera me alivia.

SOS UN ARTISTA, UN MÚSICO DE MUCHÍSIMA TRAYECTORIA Y EXPERIENCIA, QUE ADEMÁS VIENE DE OTRO PAÍS, ¿CUÁL ES TU MIRADA RESPECTO DE LOS TIEMPOS QUE NOS TOCAN VIVIR EN ARGENTINA?

En la base está una decisión que es que pase lo que pase yo voy a hacer música. Prefiero comer pan con queso a tener que hacer otra cosa. Por eso ni me lo cuestiono; yo hago y quiero hacer esto. Tengo momentos en que las cosas van bien, momentos en que las cosas no van tan bien, pero considero que son parte de una decisión y que esa decisión la he tomado ya en Italia. Es cierto que la realidad de Argentina es mucho más inestable desde el lugar económico, pero por otro lado los lugares de crisis son lugares de grandes disparadores de inspiración en lo artístico, son los lugares donde suceden más cosas desde lo anímico, desde lo sentimental; la incertidumbre genera arte. Yo sentí que cuando llegué a Buenos Aires me encontré con un subsuelo de artistas que quizá no ganan lo mismo que se gana en Europa, pero ese hambre y esa necesidad, solo te llevan a hacer cosas; queda solo la necesidad de hacerlo, la urgencia de hacerlo y eso me encanta de mi entorno, por eso valoro muchísimo Buenos Aires, la Argentina toda, pero mi realidad es Buenos Aires, porque está lleno de artistas muy puros. Entonces, no lo hacés por la plata, sino por la belleza de la obra. Hay millones de artistas en Buenos Aires y esa pureza es la que yo respiro cotidianamente. Sí, en Italia quizás podría vivir con más confort, con más accesorios, pero ese mundo no me interesa, no me hace feliz, me hace feliz una buena canción.

ENTRE LO EXPERIMENTAL Y LO COLECTIVO

Osvaldo Vigna es una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea, pero con fuerte anclaje en una trayectoria que le permitió atravesar por diferente instancias creativas, en las que el denominador común fue siempre romper con ciertas estructuras, especialmente en lo que a la poesía respecta y, más específicamente, en relación a los formatos en que esta se presenta. No llama la atención, desde ese punto de vista, que haya decidido emprender este nuevo viaje junto a Federico Melioli, concatenando palabras y melodías para dar a luz una obra que, aunque similar a otros procesos a los que supo asistir, lo siente distinto desde su concepción misma. Y así lo deja traslucir, desde el inicio mismo de un diálogo en el que se muestra desde la transparencia de un decir que lo define.  

«Escribo poesías desde principios de los ’80; escribo y leo en público, con un montón de formatos, partiendo del clásico poeta que se para en un círculo literario a leer», arranca a modo de carta de presentación. Luego, cuenta: «En los ’90 tuve un poco más de actividad pública; empecé a participar de algunos circuitos literarios de poesía con lectura en público en Buenos Aires y en el gran Buenos Aires y tuve la suerte, a través de mi amigo Pablo Polino, que era mánager de Los Visitantes, de conocer a Palo Pandolfo y a su mujer Karina Cohen, con quienes descubrimos que teníamos afinidades con la poesía. Yo venía de una experiencia personal de teatro callejero, entonces combinamos un poco los deseos de cada uno y fundamos lo que se llamó ‘Comando Literario’, que duró unos meses. Era un proyecto que se trataba de irrumpir en espacios públicos con Palo Pandolfo, Karina Cohen y Pablo Polino. De los cuatro yo tenía un poco más de práctica en la performance pública, entonces entrábamos a un lugar, un bar, una parrilla, una florería, y yo abría lo que llamábamos ‘atentado poético’ con un poema de (Antonin) Artaud, que llamaba a revelar el espíritu público, a romper, a que la poesía fuera un poco más masiva, que irrumpiera en la vida cotidiana. Abríamos con eso y luego se leían poemas; siempre tuvimos muy buena recepción. La gente terminaba aplaudiendo, era una cosa que no duraba más de siete minutos. Luego, en el ’95, se formó un colectivo de poesía que tuvo cierta trascendencia pública y que se denominó ‘Los Verbonautas’. Por ahí pasaron al principio, por ejemplo, Tom Lupo, Gabo Ferro y Vicente Vuy; nos fuimos haciendo amigos y ese proyecto tuvo cinco años de duración. Pusimos en práctica algunas ideas estéticas que teníamos y nos fue muy bien; terminamos con la edición de un libro que se llama ‘Acción Poética’. Luego de la disolución de ‘Los Verbonautas’, empecé con otro proyecto que se llamó Esquizodelia y que tenía una estética de choque, tratando de utilizar lo que se venía haciendo con el rap, con el tango industrial, con el rock. Recitaba mis poemas y a veces me aminaba a cantar un poco. Estuvimos juntos hasta el 2011, hicimos varios CD. 

Con Diego Molle retomé luego un formato más acústico y conformamos un trió que se llamó Vigna-Molle-Remec, que duró hasta el 2016. En todo este periodo, yo fui haciendo muy buenas migas con Federico (Melioli), porque tanto yo como mi pareja Mariana somos amigos de hace mucho tiempo de Hilda Lizarazu; íbamos siempre a verla, nos fuimos haciendo amigos y Federico siempre me sorprendía porque generalmente, no digo siempre, los músicos suelen interesarse mucho por la música, obviamente, pero muy pocos se interesan por la pintura, por el cine, por el teatro y por la poesía. Con Federico siempre terminábamos hablando de estéticas, de movimientos culturales en Europa y el mundo. Pasaron los años, me venía a ver, fuimos estrechando un vínculo y sentíamos que alguna vez debíamos hacer algo juntos. 

¿Y CÓMO SE DIO FINALMENTE ESA FUSIÓN ENTRE PALABRA Y MÚSICA?

El 1 de enero de 2020 nos encontró con un grupo de amigos en la casa del poeta Carlos Núñez en tortuguitas. Estando en la cocina nos encontramos hablando de la noche del 31, que ambos no habíamos bebido alcohol, y que ambos teníamos pensado no hacerlo por un tiempo, un buen punto en común para que finalmente hagamos algo (risas). Entonces dijimos ‘pongamos fecha y nos juntamos en la Tanosfera’, que es como se llama el estudio de Federico. El 27, 28 de enero me fui con los poemas y registramos nueve poemas que él me dejó que eligiera; él los iba a tomar luego e iba a hacer algo. En febrero empezó a trabajar y me mandaba maquetas por WhatsApp, me pedía mi punto de vista, mi devolución, pero en forma poética, entonces yo escribía en forma de ecuaciones poéticas, grandes metáforas y eso lo inspiraba para seguir adelante. Luego vino la pandemia, pero Federico siguió trabajando bajo la línea de hacer algo por fuera de sus proyectos laborales. Fue así que revistió los poemas con música electrónica y a mí me impacto muchísimo. No es lo que más escucho pero tengo una idea. Federico fue tomando para cada poema estilos diferentes de música electrónica y yo sentía que la obra iba creciendo. 

¿Y CÓMO FUE ESE PROCESO DE TRABAJAR DURANTE LA PANDEMIA, INFLUYÓ DE ALGUNA MANERA EN LO QUE FUE EL PRODUCTO FINAL?

Yo no podía salir; vivo en Ituzaingó y él en Capital, por lo que no nos podíamos mover. Por suerte fue aflojando lentamente, hasta que volví a trabajar en la fábrica de pinturas y me enteré a través de un compañero que ya se podía circular. Nos encontramos en noviembre, ajustamos todo y quedamos muy conformes. Luego vino la masterización y quedamos chochos de la vida. Ahora había que pensar una estrategia, entonces formamos un grupo, le buscamos un nombre. Entre varios elegí El Aura, por una remembranza espiritual y cercana a la música electrónica. El titulo fue ELECTROPOESÍA y lo dividimos en capítulos, como una obra literaria. Fuimos pensando en una estética, hicimos una sesión fotográfica, pensamos en el lanzamiento, para que sea la mayor cantidad de gente posible la que escuche la obra. Cada capítulo tiene además un video, lo que nos permitió hacer algo multidisciplinario. Rápidamente logramos armar un buen equipo de gente relacionada con la imagen. Armamos todos los videos, definimos la estrategia e hicimos el lanzamiento. Estamos muy contentos.

¿LOS POEMAS PARA ELECTROPOESÍA YA ESTABAN ESCRITOS?

Yo Venía de presentar un libro muy particular, un libro objeto que se llama ‘Fuga’, cuya presentación quedó un poco en el camino por todo esto de la pandemia, y elegí poemas de ese libro. De alguna manera los que elegí tienen que ver con que este libro que tiene una estética poética relacionada con la vida cotidiana mía y con un intento de ligarlo a elementos universales como la melancolía, la alegría de encontrarse con los amigos, la crianza de mi hija, la desaparición física de mi madre, todas cosas muy entrañables para mí, pero que a la vez trato de ligarlas con cosas universales, sociales y políticas. En los nueve capítulos podemos encontrar un hilo de alguna manera, un hilo conductor. 

A LO LARGO DE TU TRAYECTORIA, SIEMPRE ESTUVO PRESENTE ESE DESEO DE ROMPER CON ALGUNAS ESTRUCTURAS, ¿VUELVE A OCURRIR ESO EN ESTA OPORTUNIDAD?

Es así, de hecho, con ‘Los Verbonautas’ teníamos un objetivo claro que era romper con las formas de presentaciones de las poesías que siempre eran las mismas en Buenos Aires; un aula de universidad y tres tipos que se ponían ahí a leer. Cada puesta en escena de ‘Los Verbonautas’ fue diferente. Mi intención siempre fue que la poesía sea lo principal, pero que haya también elementos que mantengan la atención en ese texto y que lo vuelva más atractivo.

¿QUÉ SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENCONTRÁS EN ESTE TRABAJO, RESPECTO DE PROYECTOS ANTERIORES?

Lo que yo encontré es un deseo latente de poder trabajar con música electrónica, sentía que se iba a dar en algún momento y ya había tenido alguna aproximación ligada a la música electrónica. La gran diferencia para mí en este proyecto, es la parte audiovisual, en la que encontré una realización más redonda de todo: música, poema e imagen. Por otra parte, considero que está hecho ultra profesionalmente, todo muy bien terminado; creo que podemos irrumpir estética o artísticamente en cualquier parte del mundo y no estoy presumiendo de esto, es lo que siento. 

¿TAMBIÉN LA PANDEMIA FUE UN FACTOR DETERMINANTE?

No en el contenido, si en las formas. Soy una persona no digital, soy más analógico y me vi obligado de alguna manera a empezar a utilizar un poco más otras herramientas; me puso un poco más en acción. Los poemas ya estaban escritos, pero en el día a día del trabajo fue novedoso, porque teníamos la distancia de por medio. A la vez a los dos nos sirvió el tener más tiempo y estar más concentrados.

¿SENTÍS QUE A PARTIR DE ESTA INSTANCIA LOS CANALES VIRTUALES SON LOS QUE MARCAN EL RUMBO EN QUE SE DA A CONOCER LA POESÍA?

Como persona analógica, respecto de lo virtual, las redes, me cuesta todavía meterme y tener una dinámica propia. Tengo una hija que me va educando y es un proceso interesante, creativo, un proceso nuevo en la humanidad también. Trato de adaptarme de no negarlo, trato de sumarme a las posibilidades. Es lo que está y es lo que va a seguir siendo. Sin embargo, no creo en la desaparición del libro de papel, el contacto y la calidez del libro de papel, agarrar el libro en la cama y leerte uno o dos poemas antes de ir a dormir. Mi hija empezó a leer papel y en estas plataformas, pero a leer, la lectura se sigue manteniendo. Trato de aggiornarme y este proyecto me está ayudando a tener más dinámica y hay que saberlo aprovechar. Sigo escribiendo en una libretita, pero también escribo poemas en WhatsApp. Hace unos diez años que escribo casi todo en la computadora, en la notebook, más allá que sigo portando mi birome y mi libreta. El trabajo de refinamiento, de corrección lo hago en la computadora. No me ha cambiado el contenido, sí los soportes. 

EN BASE A LAS CONDICIONES ACTUALES, ¿CÓMO IMAGINÁS LA PRESENTACIÓN DE EL AURA Y DE ELECTROPOESÍA?

Siempre pensamos que la pandemia iba a ser más corta y pensábamos en hacer una presentación en un teatro con pantallas, buen sonido y ejecutar este trabajo en vivo. Hay cosas que pueden ir grabadas, pero hay otras que deben ser tocadas. Sigue siendo como un pequeño sueño por la presencialidad en goteo. Lo estamos hablando, lo estamos pensando para la primavera. Pero también estamos pensando en hacer desde algún estudio, desde alguna bodega que nos invitaron, un lugar muy cálido, muy especial, viendo de qué manera hacer una transmisión en streaming. Nos interesa, y sería algo novedoso para mí. 

Siempre me interesó lo experimental y Lo colectivo. Lo colectivo para mí es fundamental. El hombre es un ser colectivo, somos una comunidad. La humanidad es una comunidad, no nos damos cuenta, hay muchas puertas para romper todo eso, pero creo en eso; lo colectivo hace que lo pase bien discutiendo, intercambiando ideas, haciendo chistes, compartiendo, siento que es enriquecedor lo colectivo. (Osvaldo Vigna)

SOBRE FEDERICO MELIOLI

Nacido en Rovigo, Italia, desde 1992 hasta el 2004 fue bajista de la banda de rock italiana «Viaggiosegreto» con la cual giró por países de Europa, grabó discos y tocó en los más importantes festivales italianos y europeos. En el año 2004 se muda a Buenos Aires donde empieza una sólida colaboración artística con Hilda Lizarazu, componiendo y produciendo los discos «Hormonal» (Premio Gardel 2008 a Mejor disco pop cantante femenina), «Futuro Perfecto» (Premio Gardel 2011 a Mejor disco pop cantante femenina), «Las vueltas de la vida» (Premio Gardel 2016 a Mejor disco pop cantante femenina) y La Génesis (2018). Actualmente se encuentran trabajando juntos en «Antigua». Participó como bajista del grupo Man Ray de la gira nacional «Purpurina tour». También trabajó en el exitoso espectáculo teatral «Happy Hour, un shot de felicidad» dirigido por Erika Halvorsen e interpretado por Andy Kusnetzoff. Además, como bajista tuvo el honor de acompañar a grandes figuras de la música nacional como Charly García, Lito Vitale, Ricardo Mollo, David Lebón, Fabiana Cantilo, León Gieco e Ivan Noble. 

SOBRE OSVALDO VIGNA

Escribe poesía desde fines de los años setenta. Fundó el «Comando literario». Participó del colectivo de poesía «Los verbonautas», con quienes edito el libro «Accion poética» por Editorial Eudeba. Llevó adelante el combo poético musical «Esquizodelia» con el cual editó cuatro trabajos en CD donde experimentó con palabras, rock y rap deforme. Algunos de sus libros editados son «Buenos aires buscado», «El deseo es un tajo», «Los perros no sudan», «Llegada» y «Bien de familia» (autoeditados), la antología de su obra «Reunión», «30» (Editorial Nulu Bonsai) y «Fuga» (Editorial Merodeo) libro objeto que contiene sus últimos poemas. Con el trío Vigna-Molle–Remec editó el cd «Poesía en las cuerdas» y variados trabajos audiovisuales que pueden encontrarse en YouTube. Anima en la actualidad diversos circuitos culturales y contraculturales de la ciudad de Buenos Aires y alrededores.

EL AURA presenta ELECTROPOESÍA

Disponible en plataformas desde el 5 de marzo. Escuchalo en https://open.spotify.com/album/7N1iS3mEQpCrsEy3mbfbSp?si=o-dSsOeQSme3yO3y2TRhuQ

Conocé un nuevo capítulo audiovisual cada 15 días desde el 5 de marzo en

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