En la dimensión de lo posible

Una reseña para el libro «Lo que no pudo ser», la más reciente publicación de la destacada escritora chileciteña Gladys Liliana Abilar.

Dice la notable y fundamental poeta Lucía Carmona: «Un caleidoscopio siglo 21, eso se me ocurre este libro de Gladys Abilar que nos permite vislumbrar una prosa atrapante, todos los claroscuros que el presente nos hace experimentar con la adrenalina de nuestros días. Urbanos, carnales, apasionados y a la vez con un cierto candor que dejará pasar, a través de la puerta de entrada, toda una vorágine de sensaciones opuestas y coincidentes».

Dice el destacado escritor y periodista Antonio Requeni: «La prosa de Gladys Abilar vive, respira, y como ocurre con los buenos libros, el suyo nos produce una gozosa sensación, ese placer que brindan las obras de arte plenamente logradas. Su singular capacidad creadora se manifiesta admirablemente en estos cuentos que enriquecen el panorama de nuestra actual narrativa». 

Hay encuentros en las miradas, en las reflexiones de uno y otro. Puntos de concordancia que se desprenden de manera natural y sincera, luego de la lectura de los cuentos que se reúnen en «Lo que no pudo ser» (Enigma editores, 2019), la más reciente publicación de la también trascendental (no sólo por inscribir su obra fuera de los límites de nuestra tierra) escritora chileciteña. 

No hay sorpresas, en esta instancia. Y es que a nadie puede escapar a esta altura de su recorrido con las letras, la enorme ductilidad que la autora de «Las lágrimas de Tánato» posee a la hora del manejo de las palabras a las que se ofrenda en generoso y comprometido servicio. Ductilidad que, por otra parte, evidencia una precisión quirúrgica a la hora de generar en el lector ese cúmulo de sensaciones que sólo puede producir la incisión correcta, la puntada justa, esa que logra movilizar las fibras más recónditas. 

Si hay, en esta otra instancia, una maravillosa y contundente sorpresa. Porque «Lo que no pudo ser», paradójicamente y a partir de esa exposición de maestría al momento de abordar la página en blanco, es la dimensión de lo posible. Eso que puede ocurrir y, para ser más exactos: eso que nos puede ocurrir (a todos, sin excepciones). 

Los cuentos de Abilar, en este sentido, atraviesan el amplio y frondoso recorrido de lo fantástico pero, al mismo tiempo, espejan con claridad lo cotidiano. Y no lo espejan simplemente como el reflejo estático que nos puede devolver un cristal, sino como ese movimiento perpetuo de la suma de emociones profundas en el que se sigue debatiendo la humanidad: entre lo real y lo irreal, entre lo concreto y lo incierto, entre lo palpable y lo intangible, entre el deseo y la vulnerabilidad, entre la fantasía y la sexualidad, entre la santidad y el pecado, entre la ingenuidad y el erotismo. En definitiva, entre lo racional y lo irracional, a uno y otro extremo de nuestra existencia. 

Hay en «Lo que no pudo ser» una pulsión constante que Abilar deja entrever con sustancial destreza literaria, llevando al lector (arrastrándolo, incluso, en algunos casos) a lidiar con sus propios fantasmas, o a redescubrirlos, al menos, pero siempre desde el manejo de una sutileza muy propia de quien hace también de la observación un ejercicio de meticulosidad extrema. 

Así ocurre en el cuento «Instinto» -que se da en el entorno rural de la localidad riojana de Nonogasta- punto de partida para este libro, donde como bien afirma Requeni, la autora describe «con sutil y delicada precisión un apareamiento animal», al que el periodista y escritor define además como «un difícil logro de belleza literaria» (si los hay, y este es el caso) que, como tal, no se queda allí. ¿Cuánto hay, en nosotros, de ese instinto animal? Cabe, a partir del relato de Abilar, preguntárselo. 

Y quizá, una porción de respuesta, podamos encontrarla casi de inmediato, al sumergirnos -literalmente- en «La cama», relato que navega hacia una sugerente y movilizadora intimidad, aunque siempre en la dosis exacta. O en «La niñera» donde los trémulos pensamientos invaden al protagonista de la historia sin caer, sin embargo, en los abismos de lo simple o lo superficial, gracias a que la escritora se eleva, una vez más, hacia el punto más alto de su oficio: ese que le permite establecer con el lector un contrato inquebrantable de credibilidad. Esa dimensión de lo posible, a la que se hizo referencia anteriormente y que, en consecuencia, deambula por todos y cada uno de los textos que integran «Lo que no pudo ser», tal como acontece con el cuento que da nombre al libro, o con «La razón de la sinrazón», o «Voyeur», sólo por citar algunos. 

Inmersa en la multitud / soy multitud. Inmersa en la soledad / Soy, afirma la escritora desde una mirada introspectiva en los albores de las páginas de su más reciente obra literaria. Y es exactamente así, en esa misma dirección, como lo deja fluir y reflejar en sus personajes, a los que no otorga concesiones. En la multitud pueden ser multitud, en la soledad pueden ser soledad. Pero ser, siempre, invariablemente. Eso que puede ocurrir y, para ser más exactos: eso que nos puede ocurrir (a todos, sin excepciones). Porque «Lo que no pudo ser», al igual que la escritura de Abilar se inscribe en la dimensión de lo posible. 

LA AUTORA

Gladys Liliana Abilar nació en Chilecito. Su obra literaria es tan amplia como diversificada. Escribió novelas: «Más allá del pecado» (Ed. Vinciguerra 1993); «Eclipse de Lubna» (Ed. Atlántida 1997) y «Las Lágrimas de Tánato» (Ed. Corregidor 2011) que mereció la Faja de Honor de SADE, cuya tapa está ilustrada por el pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró; cuentos: «Doce Hogueras» (Ed. Ameghino 2001), con doce ilustraciones realizadas por el pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró; «Destino Rabioso» (Ed. Corregidor 2003), que mereció la Faja de Honor de la SADE y contiene cuentos premiados. «Lo que no pudo ser» (Editorial Enigma 2019). «Las Aventuras de Lunimar», (Editorial Enigma, 2017) cuentos infanto-juveniles, ilustración en colores por Valeria Glanzmann, prologado por Bertha Bilbao Richter; aforismos: «Pensar sin Permiso» (Ed. Atlántida 1999), prologado por José Narosky y Eduardo Gudiño Kieffer; Poesía: «Ecos del Corazón» (Impresiones Kuntur, 1985); «Juguito de Rimas, literatura infantil» (Ed. Distal 2007), que mereció la Faja de Honor de la SADE, prologado por María Granata y «La Mirada Invicta», (editorial Vinciguerra 2015), prologado por Marta de París. Asimismo, participó en más de cuarenta antologías, nacionales e internacionales.

(La presente reseña fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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