Una reseña para el libro «Razones de poesía» y un encuentro mano a mano con su autor: Miguel Ángel Oviedo Álvarez.
Nosotros somos
las historias
del país de mañana
somos los ojos
que van a mirar
los sueños que soñaron
las pálidas semillas
que no estallaron
desde el útero de la tierra
desnuda y vacía.
Corría el año 1990 en la ciudad de Córdoba, cuando un joven y siempre soñador Miguel Ángel Oviedo Álvarez daba a luz a su primer libro de poesías. Compartía esa alegría literaria, además, con una alegría sustancialmente mayor: el nacimiento de su hija. Aunque, en rigor de verdad, uno y otro nacimiento lo marcaron por siempre. El nacimiento de un hijo, de una hija, se sabe, es el punto de partida hacia un camino que ya no tiene regreso; el punto de partida hacia la vida misma, cobrando un sentido de magnitud extraordinaria. El nacimiento de un «hijo literario», en tanto, marca también el inicio de un recorrido sin retorno hacia la búsqueda insonsable de la palabra. Las historias de un país de mañana que se quiere escribir, incluso en aquellos ahelos de las pálidas semillas que no estallaron.
«Razones de poesía» se llamó aquella primera publicación de quien hoy es, a todas luces, un referente ineludible de nuestras letras. Y lo es, no sólo por su quehacer literario, sino también por su delicada labor docente y multiplicadora, expandiendo ese amor por lo escrito a generaciones completas que hoy lo admiran y valoran como lo que es: un ser luminoso desde ese decir que ancla en la experiencia recogida a lo largo de un derrotero inabarcable, pero también en la mirada inquieta y curiosa que continúa desandando los misteriosos recovecos de la poesía.
Nací, una mañana de 1950
cuando las lluvias de febrero
tienden un manto opaco
sobre Villa Dolores.
En esos patios corrí mariposas hasta la fatiga
y crecí el asombro de trenes y campanas.
A los 17 años viajé a Córdoba
con las valijas hinchadas de sueños
como siempre se emigra a las capitales.
Publiqué una plaqueta de poemas en 1970
resto real de un galénico espejismo
y junto a 52 caballeros de ilusiones
una antología al año siguiente
también colaboré en varios diarios y revistas.
No tengo mucha experiencia laboral
los expertos se encargan
de tenerme al margen.
Tampoco licencia de conducir
(la que tuve está vencida)
camino contento la remota
posibilidad de la rosa.
«Memorial», escrita en La Docta, en el invierno de 1985 abre «Razones de poesía», libro que vio la luz cinco años más tarde y que ya puede ser considerado una verdadera joya. En ese tiempo fueron creciendo los sueños, hasta que el buque soltó anclas. «Siempre escribí, desde chico; cosas de niños que después se van perfeccionando con lecturas, con los maestros de la escuela y con los maestros de la biblioteca. Me fui armando, hasta que dije: ‘este es mi camino, lo voy a encarar en serio’, cuestión que habrá ocurrido más o menos con el segundo libro, en los años ’90, casi 2000, casi llegando al nuevo siglo», cuenta Oviedo Álvarez a 1591 Cultura+Espectáculos a modo de ir dejando huellas, marcas de los albores de una relación que, con el correr de los años, se tornaría inquebrantable. Y es que sus razones de poesía van exactamente en la misma dirección que sus razones de vida. Y viceversa.
Aunque, en rigor de verdad, esa relación comenzó mucho antes. «De chico; vino un poco de mi familia, de mi padre, de mis profesores, de mis amigos, muchos amigos escritores. Mucha visita a la biblioteca Sarmiento. Toda esa generación nos formamos en la biblioteca Sarmiento. La bibliotecaria ya nos conocía y cuando llegábamos nos sugería algún libro. Me acuerdo de una señora de trenzas largas que tenía ese amor y ese conocimiento de cada uno de nosotros; incluso nos aconsejaba, y en ese contexto la poesía española fue una influencia muy importante».
RESTITUCIÓN DEL TIEMPO
Como un antiguo navegante
que se guía por el eco
de las aves lejanas
arribé a estas playas
para ondular banderas
nombrar otra vez los pájaros
los seres y las cosas
poner a las rosas
sus pétalos definitivos.
Lo atravesaron los españoles clásicos hasta que descubrió la generación del ’27, que lo «subyugó». De esa generación, precisamente, nombra sin dudar a Miguel Hernández, a Federico García Lorca. Luego, hace referencia a la generación de la Guerra Civil española, aunque sin olvidarse de los latinoamericanos: Pablo Neruda, César Vallejo. Todo fue absorbiendo aquel incipiente escritor que, más allá de algunos intentos con la narrativa, siempre se sintió atrapado por la poesía, envuelto en ese halo de resplandores. «Siempre fue la poesía», afirma con la misma firmeza con que señala que puede sentirse, no obstante, atraido por una narrativa más poética, como la de Eduardo Galeano, por ejemplo.
«Siempre fue la poesía». Y es la poesía la que lo sigue acompañando. Desde aquella primera edición casi artesanal «porque no tenía plata». «Razones de poesía» contó con la colaboración de «los muchachos del CISPREN (Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba) que me regalaron la impresión», cuenta Oviedo Álvarez. «Fue una edición muy modesta, al igual que su presentación, que se realizó en una librería que ya no existe y que se llamaba Rayuela. Había un espacio pequeño allí, cerca de La Cañada».
RETORNO
a, b, c, ch, d,
amores, causas, dolores,
e, f, g, h,
fuegos, gritos,
i como un desenterrador
de tesoros antiguos
te encontré infancia perdida
donde siempre se vuelve
antes del zarpazo de la muerte.
«Fue difícil porque hubo que corregir mucho, tachar mucho, romper mucho, decir ‘esto no sirve, vamos a otra cosa’, o ‘reintento con esto otro’. Incluso con este libro «Razones de poesía» me vi tentado varias veces a reescribirlo, hasta que dije: ‘No. Nunca voy a terminar. Esto ya está, ya salió y si empiezo a corregirlo, nunca lo voy a terminar’. No es fácil soltar, con ningúno de los libros. Siempre uno relee; pero a este libro no lo quiero releer porque seguro algo voy a encontrar y me voy a ver tentado a corregir».
Oviedo Alvarez sabe del oficio de poeta. Sabe, también, de esa obsesión por encontrar la palabra justa, la palabra precisa para el lugar preciso y justo en el papel en blanco. La vida misma. Eso es para él la poesía. Por eso no duda en afirmar: «Siento que si no escribiera caería al abismo. Siento que la poesía me salva, siento que estoy triste y me refugio en la poesía; me ataca la nostalgia, que es a menudo, y me refugio en la poesía. La poesía es mi lugar de salvación».
Ese lugar al que siempre se vuelve, antes del zarpazo de la muerte, tal vez. Como cuando se encuentra la infancia perdida o se reconocen los rasgos de una escritura en la que «hay cierta tristeza, cierta nostalgia, un cierto arraigo por la lluvia, por la lluvia detrás de la ventana, la lluvia que va cayendo, las gotas de lluvia que caen por la ventana».
Esa imagen lo define. Las gotas de lluvia que caen por la ventana son como cada una de las palabras que va soltando al aire, con esa templanza que le brinda la experiencia, los caminos transitados, pero también la pasión por el transmitir. «Hay que decir las cosas con mucho amor, plantear la literatura con mucho amor, con mucho gusto, para que al otro le guste también. Tratar de encontrar el punto débil, tocarlo ahí y volverlo para este lado. Es más o menos como flecharlo y conquistarlo para la poesía, aunque es cierto que con el tiempo se va poniendo más difícil porque hay mucha competencia, mucho internet, mucho Facebook, mucho Instagram, mucho segmentarismo y la poesía necesita un tirón más largo, un andar a media rienda como dice Hebe Uhart. No soltar todo de golpe; creo que eso es muy acertado» afirma «el profe» cuando se le consulta por su otro oficio: el de enseñar.
Yo vivo en este país mezcla
de mar y de costa
de pluma y carabela
de dueño y majadero
yo soy de este país
que hace tiempo
está solo y espera
al que siempre
entusiasman
con espejos caros.
«Me queda la vida, el país, el mundo cambiante, la gente que va cambiando, el medio ambiente, el peligro del mundo cambiante. Creo que es un punto en que la gente todavía no ha tomado conciencia real», reflexiona Oviedo Álvarez entre que recuerda la «premura» por dar a luz a su primer libro y esta mirada paciente del universo que lo rodea, del que forma parte y del que va dejando testimonio desde su particular espacio literario. No se lo ha planteado, pero le gustaría que quede algo de su poesía, un recuerdo, aunque tal como Pablo Neruda lo referenciaba, él lo referencia: el anonimato como verdadero estado del poeta, cuando un poeta toma estado popular y se vuelve anónimo. Y es que, en definitiva, la palabra es tan libre como el vuelo de un pájaro y a ese vuelo se aferra Oviedo Álvarez desde su poesía y desde la poesía de sus pares, destacando especialmente «la obra de Ariel Ferraro, de Héctor David Gatica y de la innumerable cantidad de poetas preponderantes que hay en La Rioja, los poetas de la música, del canto, como Pancho Cabral».
Y SIEMPRE LA POESÍA
Palabra majestuosa que nace
desde lo confuso y se levanta
inmaculada y esplendente
como la luna iluminando la noche.
La queda la vida, el país, el mundo cambiante, la gente que va cambiando, el medio ambiente, el peligro del mundo cambiante. Pero le queda también la poesía. Siempre la poesía. Esa razón de ser. Esa razón para su ser, para su vida.
EL AUTOR. Miguel Ángel Oviedo Álvarez (1950 Villa Dolores, Córdoba) reside La Rioja. Es profesor y Lic. en Letras, Universidad Nacional de Córdoba. Doctor en Letras, Universidad del Salvador. Publicó en poesía: Razones de poesía (1990) mediante préstamo del Fondo Nacional de las Artes. De las Breves Voces (1999) con el auspicio de la Municipalidad de Córdoba. Ordenanza 8808/99. Escrituras de caminante. Ed. del Dock (2012). En ensayo: Del Romanticismo al Naturalismo. Lectura de la literatura del siglo XIX. (2001). Participó en antologías y obtuvo premios: Poesía Joven (1971). Colección de Afiches Murales Poesía en la Calle (1984). Anuario de Poetas Argentinos. Premio Selección 1989. Direccional poético «AMOR». Premio publicación 1993. «El 101» Premio Literario Bienal. Editorial TIERRAS PLANAS 92-93. (1994). Nuevo Mapa de la Poesía Riojana. Antología preparada por Héctor David Gatica. (2005) Integración Cultural Riojana Nº 4. Antología preparada por Héctor David Gatica. (2006) Corrigió y prologó El juicio del siglo. Serie Reedición de las OBRAS COMPLETAS de Joaquín V. González (EUDELAR 2006). Edición, prólogo y notas de La tradición nacional. Serie Reedición de las OBRAS COMPLETAS de Joaquín V. González (EUDELAR 2008). En 2011 fue becado por el Fondo Nacional de las Artes para participar en el programa «Pertenencia, puesta en valor de la diversidad cultural argentina», conducido por Diana Bellesi (Premio Nacional en Poesía 2011). Ejerce la docencia en la Universidad Nacional de Chilecito y la Universidad Nacional de La Rioja.