Redes de palabras

De sur a norte, de norte a sur. De Bariloche a La Rioja, de La Rioja a Bariloche. Sin límites geográficos. La patria de Víctor Taquía es la poesía. Allí se busca, allí se encuentra y, desde allí, se expresa. Con tres libros en su haber y un especial magnetismo en el complejo entramado de las redes sociales, el escritor nacido en Nonogasta va tejiendo un recorrido en el que lo cotidiano cobra sentido de la mano de las emociones.

Hay una poesía revoloteando en el aire. Tan simple como ese suave gesto del viento que mueve, casi imperceptible, las hojas en los árboles, o como el rayo de sol que se cuela por la ventana y deja al descubierto las partículas de un suspiro que reposa sobre la tapa de un libro, o como esa mirada que busca los ojos de un horizonte, un pensamiento que se detiene en el instante previo al instante posterior en que la palabra justa terminará de darle forma. Hay una poesía flotando en el aire. Y hay, también, unas manos siempre dispuestas a desandar el camino que va del cielo al suelo y viceversa, como si de pronto fuera posible captar y detener ese momento en que lo comprendemos todo, en lo diáfano de un recuerdo o en lo que resta por vivir, en fragmentos de incertidumbre.

La poesía está siempre allí, en cada mínimo gesto del devenir de lo cotidiano. También la fina percepción de quien la inhala, para luego exhalar el impulso vital de un decir que traspasa, que atraviesa, que penetra la emoción en una especie de instantánea, la fotografía de un punto en el que convergen lo increíble y lo exacto para dar paso, luego, a la epifanía. La poesía está siempre allí. Y Víctor Taquía, desde ese remontar constante de barriletes como sueños lanzados a lo imperioso de estar vivo, le da la forma en lo esencial de lo imperecedero, como si fuera posible, al fin, tocarla con las manos, volverla tangible, hacerla propia. Y así, en lo sucesivo de los días a los que asiste con la piel a flor de labio.

Trasunta sus días en la bella Bariloche. Sin embargo, su patria es la escritura que no sabe de espacios geográficos, sino de un ir y venir que, inevitablemente, lo devuelve a lo constante de sus raíces, en la natalidad de su Nonogasta, donde desandó su infancia y adolescencia, antes de convertirse en el ser que es hoy, alimentado por el afecto y la contención familiar, y las calles de un pueblo al que retorna igual que a las páginas de los libros que María Rosa, aquella vecina que hoy es una figura casi mágica, le invitó a descubrir en la infinidad de los mundos que habitan en las palabras, en ese viaje hacia los universos por descubrir, en lo inabarcable de la imaginación de un niño que camina hacia el trabajo de mamá, a buscarla.

Desde ese punto de partida -que no queda nunca atrás- es que Víctor Taquía construye su existencia poética, que no es diferente al existir de todos y cada uno de los mortales que habitan sobre esta tierra, sino que en él más bien se conjugan y complementan, dando lugar a una voz que va ganando espacio y representación. Una voz propia, inconfundible, con una manera de decir tan particular como particular es su visión de las cosas de las que forma parte y a las que asiste con la frescura de su juventud, pero también con la madurez de una experiencia de vida en la que supo desandar el día a día sin perder de vista cada instancia en la que habita lo fundamental, eso que alimenta el alma y se vuelve luego una manera de expresar el sentir en lo milimétrico.

Víctor acepta generoso la invitación de 1591 Cultura+Espectáculos y, desde la cercanía que puede aportar la virtualidad en la que nos vamos afincando- abre las puertas a un rincón de su espacio y a la amplitud de la calidez de su sonrisa. Está en el sur. Está allá lejos. Pero durante el lapso de tiempo que se prolonga el encuentro, establece un estar aquí que es una señal, una pista de la manera en que tiende los puentes imaginarios entre una tierra y otra tierra, para cruzar de uno a otro lado con un abrir y cerrar de ojos. Igual que cuando va hilando las respuestas, palabra tras palabra, entre las precisas, las necesarias y las que le nacen desde un interior que expone esa manera de ser que se debate entre lo introspectivo y lo revelado, entre lo introvertido y lo traslúcido.

«En el sur vivo ya hace 10 años, vine cuando tenía 22 años» inicia la charla y cuenta, además, que en la Universidad Nacional de La Rioja se recibió como Contador Público y que después de eso completó un año de la Licenciatura en Letras y que luego su búsqueda laboral lo llevó hacia el sur, donde vivió un tiempo en Río Negro, otro tiempo en Calafate, otro tiempo en Río Gallegos y otro tiempo en Puerto Madrin, para llegar luego a Bariloche, donde reside actualmente y desarrolla su actividad vinculada a la hotelería.

¿CÓMO JUGÓ Y CÓMO JUEGA TODA ESA EXPERIENCIA VIAJERA EN TU HOY, EN TU COTIDIANO, EN TU QUEHACER?

Me construyó la confianza. Mientras trabajaba de contador yo escribía, pero lo mantenía como oculto, no lo mostraba, iba acumulando textos, me sentía que no estaba a la altura porque no era alguien de la rama de las letras, y yo sentía que tenía que pertenecer a la rama de las letras. De hecho, cuando me recibí de contador estudié el primer año de la Licenciatura en Letras, lo completé, pero después me vine al sur y eso quedó en suspenso. Sentía que para mostrar o publicar debía pertenecer al ámbito de las letras, entonces siempre me daba vergüenza mostrar; empecé a participar en concursos, pero con seudónimos. Después de los viajes se me rompieron completamente todas las estructuras que tenía y dije ‘por qué no, por qué no animarme’. Al primer libro, ‘A veces escribo’, lo fui planeando con la editorial, que fue Dunken, es un libro de cuentos. Estaba trabajando en Italia y todo lo hice a distancia. Había algo que había cambiado, ya me sentía más tranquilo y quería publicarlo sí o sí, más allá del resultado. Después de eso la recepción fue buena y las redes sociales me ayudaron un montón; ahí es donde empecé a publicar, en Facebook primero, en Instagram después y la difusión fue buena; es una buena herramienta para alcanzar otros públicos. Así empezó todo. Luego vino la pandemia, se paró la hotelería, volví a trabajar de contador durante un tiempo, y ahí salió el segundo libro, que es poesía y tiene mucho que ver con el lenguaje, con estas palabras que fueron tomando poder en la pandemia y van atravesando la poesía de ese libro. El año pasado ya salió el último, que tiene ese formato que se lee hacia arriba, como si fueras pasando los dedos por la pantalla del celular, que es también como una especie de hacer honor al origen de esos poemas, que fueron primero publicados en Instagram. El formato papel, en este caso, es una segunda publicación, porque ya todo estaba disponible en formato digital.

HACIENDO UN RECORRIDO HACIA ATRÁS, ¿CUÁNDO FUE TU PRIMERA APROXIMACIÓN A LA LITERATURA, A LA ESCRITURA. QUÉ RECORDÁS RESPECTO DE ESO?

Fue en Nonogasta. Mi familia vive en barrio Las Flores, un barrio que tiene un canal muy bonito. Tenía una vecina en ese momento, María Rosa, que tenía una biblioteca muy grande, ella era maestra. Mi mamá trabajó siempre en la Curtiembre, hasta que se jubiló, y todos los días yo iba a buscarla, a esperarla cerca del trabajo, y todos los días pasaba frente a la casa de María Rosa y ella me daba un libro y luego me pedía la devolución. Con el tiempo me di cuenta de lo importante que fue eso; todos los días tenía un libro nuevo, todos los días una lectura diferente y en ese tiempo leía un montón, porque además en los pueblos el tiempo pasa muy lento; en las vacaciones de verano el tiempo se extiende. Mi mamá se esforzaba un montón, fue todo muy difícil, y fue una muy buena distracción el tema de los libros. Esa fue también mi primera forma de viajar; leía mucho en ese momento a Julio Verne. Uno va guardando cosas en el inconsciente que van saliendo después, esas ganas de conocer y moverse. Pero creo que ahí fue, mucha lectura primero, y especialmente en la adolescencia.

¿Y LA ESCRITURA CUÁNDO APARECE? ¿CUÁNDO FUE QUE DIJISTE YO QUIERO HACER ESTO, PUEDO ANIMARME A ESCRIBIR UNA LÍNEAS…?

Creo que ni siquiera lo pensé tanto. Empezó como una especie de catarsis; creo que todos empezamos por ahí. Llevaba una bitácora, una especie de diario, cuando tenía unos 15, 16 años, que eran poemas o canciones. Tenía forma, era como un librito, no era un diario íntimo, eran poemas, frases que iba anotando, un versito de la rima de la poesía tradicional, buscaba palabritas para que coincidan. Creo que empezó como un juego, que fue como jugar con las palabras.

HICISTE UN LARGO RECORRIDO HASTA DECIDIRTE A PUBLICAR, ¿QUÉ PASÓ EN EL MEDIO? ¿POR QUE DE PRONTO TE DECIDISTE A IR HACIA EL LADO DE LOS NÚMEROS? ¿CÓMO FUE ESE PROCESO TUYO?

La verdad que cuando terminé la Secundaria tenía mucha presión, porque siempre fui muy estudioso y además fui el primero de mi familia en ir a la Universidad y no quería que mi mamá desperdicie dinero, o sienta que el esfuerzo no iba a valer la pena; mi mamá me daba prácticamente todo su sueldo. Había estudiado en una escuela comercial, me gustaba la Contabilidad, y era por lógica, tenía una base y pensaba que iba a poder hacerlo. En ese momento la conclusión fue esa: ‘me va bien en esto, lo puedo hacer y lo de letras puede esperar’. Consideré, además, que la salida laboral de contador podés hacerla de manera independiente, podés tener tus clientes, tu estudio, podés ser también administrativo y, de hecho, esa lógica funcionó incluso hasta el año pasado, cuando se cortó todo por la pandemia. El año pasado volví a comprobar que me sigue salvando esa carrera, es una buena forma de tener un plan de emergencia, de usarlo, y en ese momento lo vi así. Y dije ‘bueno, termino lo de contador y hago letras’, que de hecho lo hice, pero después también entendí que era solo una cuestión vinculada a la seguridad. Empecé a encontrar infinidad de autores que nunca habían pasado por Letras o que no tienen nada que ver con la profesión de la literatura; son escritores, les gusta eso. Lo entendí mejor y se me pasó esa necesidad.

NO OBSTANTE, EN ESE PROCESO LA ESCRITURA TE ACOMPAÑÓ SIEMPRE…

Nunca dejé de escribir. Siempre estuve haciendo talleres, porque sentía que era el espacio para mí. La carrera te va estructurando, la formación profesional te va cambiando el modo de hablar, de escribir, entonces los talleres eran vitales para poder romper con esas estructuras que me llevaban hacia otros ámbitos de la vida. Eran necesarios para mí, sino terminaba escribiendo o pensando que todo tenía que cerrar de una determinada manera y toda la libertad que te da la literatura y la escritura la iba perdiendo, entonces siempre sirvieron para tomar aire.

¿HUBO TALLERES QUE TE MARCARON PARTICULARMENTE, QUE HAYAN SIDO DETERMINANTES EN EL SENTIDO DE PODER ABRIR LA MENTALIDAD HACIA ESA LIBERTAD QUE TE DA LA ESCRITURA?

El primer taller lo tuve en la carrera de Letras; teníamos una materia que se llama Taller de Producción de Textos, con Marisa Piehl. Recuerdo que escribía cuentos para esa materia y ella fue la primera en acompañar ese proceso; ahora es una amiga, una persona que cuando tengo un borrador se lo envío para que lo mire. El taller con Adriana Petrigliano, que lo empecé de forma virtual, también fue importante, por la confianza más que nada. Fueron muy generosas y muy empáticas; el hecho de saber que era algo que comenzaba, que era un camino en formación, que todavía es un camino en formación porque le falta mucho aún a mi escritura, pero el poder tratarte con cuidado, es importante para no frustrarte. Ellas fueron muy generosas. Luego el taller que hice con Nina Ferrari, que es una escritora de Buenos Aires que me encanta, que admiro un montón, mucho más reciente. El tercer libro empieza con un poema de ella, también muy generosa. Su estilo de escritura me identifica mucho y es un taller que a mí me cambió bastante, porque con ella trabajamos mucho la voz, la lectura en voz alta, esto de que no se pierda la intención entre lo que está escrito y cuando defendés el poema, esto de los micrófonos abiertos, que me encanta, que está muy bueno y que es como una forma de reescribir la poesía, porque una cosa es cuando está escrita y otra cuando defendés en voz alta frente a un grupo y hacés que esa poesía atraviese al otro con tu voz y que al otro le quede tu voz en la cabeza cada vez que lea algo tuyo. Es un taller que me gustó mucho y sigo tratando de hacer talleres.


DE AQUÍ, DE ALLÁ, PERO SIEMPRE DE AQUÍ

Víctor Taquía habita diferentes territorios, entre el lugar en que está y los lugares que le pertenecen. Entre el día a día y la memoria emotiva que lo lleva y lo trae. Entre lo que siembra para la cosecha futura y la raíz que lo sostiene, que lo aferra a un universo sensorial que lo define. Por eso es de aquí, pero también de allá. Y nuevamente de aquí, siempre de aquí, a donde retorna una y otra vez para estrecharse en un abrazo con el reencuentro.

Invierno.

Mi abuela me envuelve los pies 

con un pantalón viejo 

calentado con el brasero de la cocina.

Frazada, 

otra frazada.

Mi abuela dice que si me duermo temprano 

tengo más tiempo para soñar.

Tiene razón. 

Esa noche sueño que no puedo moverme, 

estoy atado y el frío no se va.

Mi abuela me pregunta a la mañana si dormí bien.

-Sí mami.

Mi abuela se da cuenta, 

no dice nada.

Las abuelas 

también callan 

sus propios sueños.

SE HACE EVIDENTE QUE, AUNQUE TE FUISTE LEJOS, AL SUR, SIEMPRE MANTUVISTE DE ALGUNA MANERA TU RAÍZ CON LA RIOJA, SIEMPRE ESTUVO Y SIGUE ESTANDO ESA LÍNEA ESTRECHA. ¿QUÉ SENTÍS RESPECTO DE TU TIERRA ESTANDO LEJOS?

La Rioja es la familia; cuando voy allá son mis abuelos, la siesta riojana con mi abuela cerca, es una conexión que va a estar siempre porque la necesito. Todos los años necesito ir, aunque sea una semana, o más tiempo. El año pasado estuve cuatro meses, el anterior seis, estoy yendo mucho. Desde que me fui, este año ya cumplí 10 años de haberme ido, seguro una semana voy. Es mi conexión con mi primera versión. Cambió mucho mi realidad, mi historia, la forma que vivo, las cosas que hago y voy ahí para reencontrarme, para no perderme. Mi mamá es una mujer muy pura y volver a Nonogasta me conecta con esa parte.

¿QUÉ ES LO QUE MÁS EXTRAÑÁS DE TU RAÍZ, ESTANDO ALLÁ?

La tranquilidad; siempre soy muy acelerado. Cuando voy a Nonogasta, cuando estoy con mi mamá y veo a mis sobrinos es como bajar un cambio y volver a conectar con las cosas más cotidianas, con las que disfrutaba cuando era chico y no olvidarme de eso, de dónde salí. Incluso mi acento ya cambió un montón, pero cuando voy vuelvo a conectar.

¿ESO ESTÁ EN TU ESCRITURA, APARECE?

Creo que capaz en el primer libro, que son cuentos cortos, sí, en los otros capaz que no tanto. Ahora estoy preparando un material sobre el origen, la familia, los duelos. Mucho de la infancia, de mamá. Me costó mucho hablar de esto porque más allá de que le poesía siempre es ficción, uno va tomando fragmentos de la realidad y los va haciendo suyos, los va adornando, cambiando, jugando con eso; esto tiene mucho de verdad, más allá del juego de palabras que utilice. Este año creo voy a poder publicar algo más íntimo, porque ya me animo, porque siento que lo quiero hacer, que es el momento y tiene que ver con mi infancia, con mi origen en Nonogasta, con esas cosas que te van marcando y que en algún momento sí o sí hay que escribirlas; en algún momento te dan tanta vuelta en la cabeza que tenés que escribirlas. Hay mucho de mi mamá, mucho de las anécdotas de mi adolescencia también, de cómo es crecer en un pueblo, crecer con tantas carencias. Sentía que tenía que hacerlo también como un recordatorio para mí, un recordatorio de dónde comenzó todo. La verdad es que soy muy agradecido con la gente que conocí. A veces se le da mucha importancia al mérito y que hay que esforzarse y todo te va a ir bien, y a veces hay gente que se esfuerza, o yo me esforcé tantas veces, y no se consiguen las cosas por más que te esfuerces lo más posible. Yo siento que tuve suerte también y que me acompañó gente muy buena porque la verdad es que mi realidad cambió un montón, especialmente en la parte cultural, el acceso a las oportunidades, el poder recibirme; terminar la secundaria ya fue un comienzo, terminar una carrera universitaria otro comienzo y después todo lo que fui ampliando también. Nunca pensé que iba a estar afuera y estuve dos años viviendo afuera. Son muchos cambios y volver a Nonogasta, volver a estar con mi mamá es volver a conectarme con cómo empezó todo y es importante eso.

¿CÓMO FUE QUE LLEGASTE A LA POESÍA? ¿VOS LA ENCONTRASTE O ELLA TE ENCONTRÓ A VOS?

La poesía me encontró a mí. Después del primer libro decía que no escribía poesía. El año 2020 fue un año muy difícil, muy duro. Se acabó la hotelería, se acabó el trabajo, tuve que volver a contador, que para mí era un retroceso, y lo sentía así porque era algo impuesto, no era una decisión que había tomado libremente. Fue un año difícil y no quería escribir nada. Y cuando empecé a escribir lo único que me salía eran frases cortas, una especie de poemas, no me salía nada más largo y me frustraba no poder escribir un cuento, por ejemplo. Se fue armando el segundo libro, en ese proceso. Y me permitió salir de eso, canalizar todo lo que me estaba pasando, entonces fue la poesía la que me encontró a mí en un momento que realmente era muy difícil.

¿QUE SENTISTE AL DE PRONTO VERTE ENTRANDO EN UN GÉNERO QUE GENERALMENTE SE PERCIBE COMO MUY GRANDE, MUY FUERTE Y UNO A VECES SE SIENTE MUY CHIQUITO FRENTE A ESO? ¿CÓMO TE SENTISTE VOS?

Eso, muy chiquito (risas). En ese momento sentía como que no estaba a la altura, pero después le saqué la carga de esperar una devolución. Obviamente que uno escribe para el otro, pero me saqué esa carga, fui tratando de que eso no me bloquee, decidí mostrarlo de todos modos. Siempre va a haber personas a las que les gusta y a las que no, entonces ya no me bloquea eso de no estar a la altura porque estoy trabajando; no es que publique y ya está. Quizás el segundo libro sea mejor que el primero, el tercero mejor que el segundo, al menos es lo que espero y me gusta que eso quede reflejado en los libros también. Me gusta porque da cuenta de que uno se va formando. Entonces, cuando siento eso de que no estoy a la altura, lo hago a pesar de. Intento que no me bloquee, para seguir creciendo. El camino de la escritura es un camino de ida y sé que me falta un montón, y esto no es falsa modestia, pero estoy trabajando en eso y eso es importante; no quedarse encerrado en uno mismo si sabés que falta, sobre todo cuando leés tanto de otros escritores, escritoras y estás haciendo talleres y vas viendo como escriben otros.

¿CUÁLES SON LAS LECTURAS, JUSTAMENTE, QUE SENTÍS QUE TE ATRAVESARON O QUE TE MARCARON DE ALGUNA FORMA? ¿QUÉ AUTORES, QUÉ TEXTOS?

Hay muchos. En cuanto a poesía, José Sbarra, Idea Vilariño, Alejandra Pizarnik, Cristina Peri Rossi, son escritores y escritoras que me gusta su forma de condensar en la poesía todo lo que va sucediendo, tomar lo cotidiano y hacer que te duela, que te genere algo; me gusta eso. Me encantaría un día poder tener esa forma, pero la verdad que son escritores que me gustan mucho. Y más contemporáneos: Nina Ferrari, Martina Cruz, personas de mi edad y que tienen un estilo con el que siento que me identifico; Tamara Grosso, Malena Saito, Juan Solá, me identifico mucho con ellos. En narrativa, Rosa Montero, Claudia Piñeiro, Mariana Enríquez, Delphine De Vigan, que es una escritora francesa que en su momento me causó mucho impacto. Y de La Rioja, obviamente, Cecilia Pagani, que me encanta y la sigo siempre, Adriana Petrigliano, Alicia Corominas…


LA SUMA DE LAS VECES

Amores y desamores. Todo cabe allí. Todo queda contenido en esa búsqueda que es para Víctor, al mismo tiempo, un dar todo lo que tiene. Y un poquito más también. Eso que finalmente queda reflejado en un escrito, en una poesía, en una imagen que resume la suma de las veces en que lo ha intentado, pero que no alcanza para poner en la balanza la suma de las veces en que lo intentará. Y, mientras tanto, todo queda envuelto en lo cotidiano, atravesado por el día a día de las experiencias que se escriben con la sonrisa de la felicidad, o con la mueca triste del fracaso. Pero en lo genuino siempre.

Te quiero mucho.

Y no lo dije ese día cuando vos te la jugaste

en el momento en el que el partido 

se disputaba en el sillón de mi depto. 

Mientras gambeteábamos entre nosotros, 

tu gol pudo haber sido esa frase 

pero la atajó mi silencio.

No hubo festejo. 

Tampoco hubo un segundo tiempo.

Vos estuviste bien. 

Yo estuve lento.

Te juro que también lo sentía. 

Tengo la manía de protegerme de no sé quién

con un delay que me permite llegar 

cuando ya no es necesario.

Sé que hiciste bien en irte 

cuando notaste mis tiempos de lesiones viejas 

que me dejan hablar de querer

una vez que el juego se acabó 

y no queda nadie ni en el vestuario.

Sé que merecés a quien se sume 

en pleno juego

y no a alguien que tiene de hinchada 

todos estos mambos que piden tarjeta roja

a personas como vos que te tiran la posta 

cuando deben hacerlo. 

Te quiero mucho.

y nunca entendí de fútbol,

no sé si eso cuenta.

HACÍAS REFERENCIA A LO COTIDIANO, DÓNDE VAS ENCONTRANDO ESAS CUESTIONES QUE DESPUÉS DERIVAN EN UNA POESÍA, ¿CUÁLES SON LAS COSAS QUE POR AHÍ TE PUEDEN DESPERTAR ESA NECESIDAD DE EXPRESARLO POÉTICAMENTE?

Creo que cuando te gusta escribir estás en un estado de alerta, ni siquiera te das cuenta. Hay frases que me suenan más, palabras que tienen otro sonido en el día a día, conversaciones que me quedan y anoto, un gesto de alguien, y después lo trabajo. Así comienza; es estar atento, estar receptivo a lo que pasa alrededor, parece una cuestión ingenua, pero la verdad es que así funciona. Lo cotidiano me parece genial. Me gusta mucho la poesía de Fabián Casas, porque trabaja lo cotidiano, trabaja un objeto para que transmita algo y vincularlo con eso que está pasando. A propósito de hablar de lo cotidiano me gustaría compartirte algo: «Me equivoqué, no era esta la parada del cole, no estaba seguro y ante el miedo de pasar de largo y meterme vaya a saber dónde, me bajé antes. Ojalá me hubieses visto tocar el timbre, dejar el cole y caminar, haciéndome chiquito mientras se alejaba. Así entenderías este fallido método de bajarme de todo lo que me importa antes de tiempo». Traer lo cotidiano a un vínculo, está bueno ese juego de palabras, darle una vuelta de rosca.

HABLANDO PRECISAMENTE DE LO COTIDIANO, ¿QUÉ ES POR TODAS ESAS VECES?

‘Por todas esas veces’ son poemas que intentan contar un poquito nuestros intentos en el amor. A veces nos va bien, lo damos todo y todo sale perfecto y todo es color de rosa y pasa como en las películas yanquis que el final siempre es bueno y lindo, y a veces no, a veces hay mucho drama, a veces lo damos todo y no llegamos. Los vínculos ahora son mucho más difíciles, porque a pesar de que tenemos más herramientas de comunicación estamos más incomunicados, reinterpretando. ‘Por todas esas veces’ tiene mucho del lenguaje de cómo nos comunicamos ahora, del stiker, del emoji, de me bloquea, me contesta, no me responde, y con la virtualidad presente en todas las relaciones, que también modificó todas las formas de vincularnos. ‘Por todas esas veces’ es eso: poemas que tratan de contar los intentos en el amor que a veces llegamos y a veces no, aunque lo damos todo. Por eso está separado en dos partes: por las veces que sí y por las veces que no.

CUANDO HABLAS DEL AMOR ES EN UN SENTIDO MUCHO MÁS AMPLIO DEL QUE PODEMOS ENTENDERLO…

No solo está vinculado a la pareja, sino también al amor propio, tiene que ver con esto de construir también el vínculo con uno mismo.

POR LAS VECES QUE SÍ Y POR LAS VECES QUE NO.…A TODOS NOS PASA, POR AHI LO DIFÍCIL ES DARSE CUENTA. ¿CÓMO TRABAJASTE CON ESAS CONTRAPOSICIONES?

Me cuesta mucho más escribir sobre el amor; el desamor te da muchas más herramientas. Uno cuando sufre un desamor, o cuando escucha historias de desamor, hay mucha más introspección, porque suele estar más solo, porque uno cuando está triste prefiere estar un poco más aislado y en esos momentos hay como mayor espacio para crear. En cambio, uno cuando está contento lo está viviendo. El amor me parece más cursi y me cuesta más escribir, de hecho, la primera parte me cuesta creerla, son todos poemitas como muy light, en los que todo está lindo, pero el drama y el desamor tienen muchas más herramientas con las que jugar, como también trabajar con los objetos, con las situaciones cotidianas, porque el vínculo va atravesando los espacios, escenarios y qué sucede cuando eso pasa. Todos esos espacios hay que volver a habitarlos, hay que volver a cruzarlos y ahí va surgiendo el poema que te va dando ese puñal y te hace pasar el duelo.

¿QUE OTRA TEMÁTICA APARTE DEL AMOR TE INTERPELA, QUE OTRAS SENSACIONES TE MOVILIZAN?

Este año voy a hacer un poemario con temas de la infancia, del duelo, de la familia, de los vínculos. Ya no hay amor o desamor en cuanto al vínculo de pareja, sino en cuanto a atravesar el duelo en la familia, en la infancia y en qué pasa cuando llegas a adulto y esas cosas van saliendo. También estoy trabajando un fanzine con editorial Estantigua, con Marcelino, y Carli Vázquez, sobre el colectivo LGBT, que también me costó muchísimo poder llegar a hacer un poemario que sienta que está acorde a lo que quiero contar. Carli va a poner su arte y va a ser un libro objeto. Siento todavía que hay que seguir hablando, hay que seguir mostrando lo que no se dice porque si sigue invisible va a seguir pasando. Costó mucho decir ‘voy a hablar de esto’ sin que suene a que me estoy adueñando de una pancarta y que no estoy a la altura. También habla del proceso de construcción de estos años. Creo que va a estar bueno; es bueno siempre ponerle voz a situaciones que, aunque son personales, todo lo personal es colectivo.

¿CUANDO TE DISTE CUENTA QUE SOS LA SUMA DE LAS VECES QUE LO INTENTASTE?

Cuando comparás vínculos, creo: con esta persona salió todo bien, con esta persona salió todo mal y en ambos casos lo di todo. ¿Qué es lo que pasó? Siempre necesitás un espacio de tiempo para poder ver eso. Es un lugar común decir que el tiempo lo arregla todo, pero la verdad es que te deja ver con más objetividad lo que pasó. El próximo poemario viene acompañado de una historia de desamor completa que se espera que salga para este año, depende de los tiempos, Va a empezar con un poema de ruptura y todo lo que va pasando hasta el final, las etapas del duelo, la negación, la vuelta atrás, el fue tu culpa, el no fue tu culpa; es un tema al que quiero volver porque me gusta, es un tema universal el del desamor y me gusta esto de volver a habitar los espacios que antes eran habitados por dos personas. ¿Cómo te das cuenta que somos las suma de lo que intentamos?, una vez que pasa el tiempo y podés entender que en ese momento diste todo, que era todo lo que podías dar. Es una construcción diaria.

TEJIENDO REDES

La poesía de Víctor Taquía no se afinca a ningún territorio. Le pertenece y no. Es de él, pero también de quien quiera apropiarse de ella. Goza de una virtualidad que en lo esencial la define, porque allí nace, pero luego se transforma, se transporta y se recuesta sobre el papel. Igual que Víctor, la poesía de Víctor no tiene tierra, pero es su patria y la patria de tantos consustanciados en sus redes de palabras.

Puedo dibujar

cada cosa

que se ve

en tu foto de perfil.

Estás en el patio

(cómo lo hacés)

Completo en mi cabeza

las partes

que no se distinguen.

Un 3D de recuerdos.

Te veo ahí,

sonriendo,

(parece),

acompañado

de lo que 

deshicimos juntos.

ENCONTRASTE UN ESPACIO QUE ES MUY PARTICULAR, QUE TIENE QUE VER CON LAS REDES SOCIALES, UN ESPACIO PARA EXPRESARTE, PARA DECIR, UN FORMATO. ¿CÓMO VES ESTE TEMA DE LAS REDES, LA POESÍA EN LAS REDES, CÓMO LO VIVÍS DESDE TU LUGAR

Hay algo que me pasó en las redes; primero tenían un sabor agridulce, como que me gustaban y no me gustaban. Lo bueno en las redes es que permite, y esto lo voy a robar de lo que dice Nina Ferrari, la democratización de la palabra: todos podemos escribir y podemos mostrar lo que escribimos. Yo creo que sin las redes, primero no me hubiese animado y segundo me hubiera llevado más tiempo. El hecho de publicar en las redes me dio confianza, porque hay una interacción directa con el lector, con la lectora. Se publica y al instante ya se puede leer y eso también es una especie de ‘estudio de mercado’, porque vas sabiendo en el instante qué impacto vas causando. Yo comencé en las redes con ‘Relatos de viaje’, que en algún momento espero que salga algo de eso, y me gustó, me gustó lo instantáneo, lo simultáneo, poder jugar con la virtualidad de esa manera, tomar el texto, mandarlo y saber que la persona puede apropiarse de eso. Cuando empezó a surgir la poesía, con esto de que todos leemos rápido, y no tenemos tiempo, y no tenemos ganas, me di cuenta que se empezó a compartir mucho por este tema de la brevedad y la virtualidad y las redes dieron esa posibilidad también de que las personas se apropien de ese texto. También hay que ser muy consciente de que muchos likes no significa que el texto esté bueno, no validan un texto como literario, que por más que se comparta muchas veces no significa que sea un texto que ya está terminado. Muchos de los textos que publico son un primer bosquejo que después se trabajan y cuando van al libro muchos ya están transformados, porque están trabajados. Pero lo que me permite es mantener el ejercicio, el soltar, soltar, soltar; si no me lo voy guardando y me voy metiendo para adentro y no lo público. Las redes me permitieron eso, igual que a mucha gente que escribe, el poder ser leídos, llegar a un público. Antes la escritura estaba reservada para un grupo de élite y mientras más palabras difíciles se usaban más culto parecía todo. La poesía generaba una distancia; no quiero generalizar, pero pasaba mucho eso con la poesía. Y la poesía contemporánea, la poesía de verso libre tiene este alcance de trabajar con la cotidianidad y dejar que el otro se apropie, se sienta identificado y puedas llegar a más público.

IGUAL TAMBIÉN HACÉS UNA APUESTA MUY FUERTE AL ENCUENTRO QUE SIGNIFICA LA PUBLICACIÓN DE UN LIBRO; DEJAR DE LADO LO VIRTUAL PARA DECIR: EDITO ESTE LIBRO PORQUE TAMBIÉN QUIERO ENCONTRARME CON LA GENTE…

Ahí, en ese sentido, sigo siendo tradicional, necesito que también esté, porque crecí entre eso: el olor del libro, del papel, el libro como objeto. Para mí es necesario porque ahí se cierra el círculo de todo lo que comienza, por más que pasen los años y la virtualidad cobre cada vez más fuerza y todo se pueda leer en PDF, el libro como objeto es un ritual que no quiero cortar.

¿DÓNDE, O CÓMO TE VES O TE GUSTARÍA VERTE DE ACÁ A UNOS AÑOS?

Viajando y escribiendo. No pretendo mucho más porque la realidad cambia de un momento a otro. Con el tiempo uno se vuelve mucho más flexible. A veces siento que vivo como en la frontera, y no es queja, es como tener un poquito de cada lado. Aquí en el sur nunca voy a ser sureño y en el norte nunca voy a ser norteño del todo. Eso me pasa también con el día a día, uno va siendo la suma de varios lugares y me gustaría seguir siendo esa suma. Me veo en unos años viajando para seguir agregándole cosas a esa versión.

EN DEFINITIVA, PODRÍA DECIRSE QUE TU PATRIA ES LA ESCRITURA…

Si, puede ser. Suena fuerte, pero puede ser. Trato de ser realista, de estar con los pies en la tierra. Me encantaría seguir escribiendo y seguir disfrutándolo, porque ahora es algo que disfruto. Creo que si perdiera el disfrute dejaría de escribir. Y así me veo, disfrutando mientras escribo, sin poner otra presión en nada, ni en seguir publicando, ni en reconocimientos y esas cosas raras a las que se aspira a veces.

La poesía está siempre allí, en cada mínimo gesto del devenir de lo cotidiano. Víctor Taquía la hace suya para ponerle alas y lanzarla al suave gesto del viento que mueve, casi imperceptible, las hojas en los árboles, al rayo de sol que se cuela por la ventana y deja al descubierto las partículas de un suspiro que reposa sobre la tapa de un libro, a la mirada que busca los ojos de un horizonte, al pensamiento que se detiene en el instante previo al instante posterior en que la palabra justa terminará por darle forma. Después, cada quién sabrá qué hacer con ella. Igual que Víctor, la poesía de Víctor no tiene tierra, pero es su patria y la patria de tantos consustanciados en sus redes de palabras.

PERFIL

Víctor Taquía tiene 33 años. Nació en Nonogasta, La Rioja, y vive en el sur, en Bariloche. De profesión, Contador Público, egresado de la UNLaR. Participó en las antologías literarias «Invitados a escribir» de la Biblioteca Popular Ciudad de los Naranjos de La Rioja en sus ediciones de 2013, 2015 y 2016. En la antología «Laberintos» de Editorial Dunken en 2013. En 2021, en la antología «Los imagineros», La Rioja. En el 2011 recibe una Mención Especial por su cuento «Me Gusta» en el Concurso de Cuentos de la Feria Provincial del Libro de La Rioja. En el 2012 obtiene el segundo lugar por su cuento «No es cuestión de peso» en el concurso «Experimento Dunken», realizado por la Editorial Dunken de Buenos Aires. En 2014 su cuento «Juego de palabras» obtuvo el primer premio en el concurso «Literatura Joven, organizado por la UNdeC Chilecito. En 2016 sus escritos fueron publicados en la sección de Cultura del diario «Tiempo Sur» durante el mes de mayo, de Río Gallegos, ciudad en la que residió por algunos años. Asistió a diversos talleres literarios: «Los imagineros» con Adriana Petrigliano (La Rioja), «Taller de la Pluma Azul» con Verónica Wiedrich (Buenos Aires), «Taller Literario El Manantial» con Malena Von Scheidt (El Calafate), «Taller literario Pura Palabra» con María Fernanda Barro Gil (Buenos Aires), Taller «Sin poesía no hay ciudad» con Nina Ferrari (Buenos Aires), Taller de Práctica de la Escritura: «Lo escrito… escrito está» con Felipe Cervine (Río Gallegos). Todo lo que escribe lo comparte activamente en sus redes sociales. En 2019 publicó «A veces escribo» (Ed. Dunken), libro de relatos y poemas. En 2020, el poemario «La intensidad de un mate lavado» (Ed. José Álvarez). En 2021 publicó «Por todas esas veces», poemario  (Ed. Yzur). Coordina talleres de escritura creativa en forma presencial y virtual.

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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