La entidad de lo único de un territorio

Una reseña para «Leonero», la novela del escritor riojano Luis Anibal Quintero.
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. La frase es atribuida a un tal León Tolstoi, sin lugar a dudas, uno de los mayores escritores que haya dado Rusia, y aplica a un montón de situaciones en las que bien puede funcionar como un resumen muy sintético de lo que se quiere demostrar sin brindar mayores detalles. Una reducción de esa frase, quizá, pueda ser la consabida “cada familia es un mundo”, que funciona muy bien a la hora de amplificar aquello que en su particularidad abreva la universalidad. Pero, como bien se sabe, siempre existen excepciones a las reglas. No todo puede ser generalizado, mucho menos atribuido a una singularidad repetitiva hasta el hartazgo, como si todo pudiera ser parangonado con algo más, quitándole así su carácter de unicidad esencial.A cuenta de todo esto viene, precisamente, el libro “Leonero” del escritor Luis Anibal Quintero, habitante de Milagro, allá en las postrimerías sureñas de La Rioja, y una de las voces literarias riojanas que se va constituyendo (si es que ya no lo es) en uno de los fundamentales de nuestro tiempo. Esta novela del autor de “Las vías del escarmiento” y “Don Cecilio” es, en sí misma y partiendo de una base de producción de ese género en nuestra Provincia, una maravillosa noticia. Editada en 2023 (Argentina y Yo Editores), va teniendo ya un recorrido que, como tal, debería encumbarla entre las obras más resonantes que haya dado La Rioja en los últimos años, sosteniéndose este anhelo en varios factores.

Sin embargo, Quintero hace su propio camino. Traza su derrotero anclando su decir en un relato que denota a las claras maestría literaria para llevar adelante una historia que, de otra manera, sucumbiría en lo peculiar de un paraje sin mayores luces. Y aquí radica, justamente, la fortaleza del escritor: Quintero no hace del pintar su aldea el pintar el mundo, sino que pinta ese mundo de manera tal que sea una aldea única, irrepetible y prodigiosa. Parte el escritor de un hecho que puede ser considerado “común” dentro de las comarcas pueblerinas del sur de La Rioja, para dar lugar a una multiplicidad de escenarios que no quedan, bajo ningún punto de vista, en lo meramente descriptivo, sino que van entrampando al lector como si cayera inevitablemente en las trampas en las que no cae el fantasmagórico León de Balde Viejo que es, en suma, el eje de toda la historia.

El reconocido y destacado historiador y escritor riojano Roberto Rojo lo expresa muy bien en un breve texto en la contratapa de “Leonero”: “Un nuevo libro de Luis Quintero representa para mí, y para quienes lo conocemos, queremos y admiramos, un motivo de inmensa alegría. Luis ya escribió sobre el ferrocarril y nos esclareció con sus aportes e interpretaciones. Después aborda a don Cecilio Senar, un hombre que oscilaba entre la leyenda y la fantasía, y fraguó un libro único por su lenguaje, por su ritmo, por su desparpajo y su originalidad. En ‘Leonero’ Luis despliega su gran sentido narrativo con el encanto de siempre. A partir de las primeras frases el lector quiere saber cómo sigue esta aventura melvilliana, porque se trata de atrapar la ballena blanca de Los Llanos, el León de Balde Viejo. Este es el pretexto para la recreación formidable de personajes, situaciones, sociología de pueblo chico e infierno grande, de Los Llanos de La Rioja y de los avatares de la caza. Luis Quintero es un gran escritor y un gran conferencista. Su versatilidad nos provee de libros distintos por temática, por lenguaje y por épocas. El denominador común es el escenario fascinante, Los Llanos riojanos y la pluma magnífica. ‘Leonero’ es más que una novela, es sociología, psicología, historia, épica…”

“Leonero” es más que una novela, afirma Rojo. Y esta afirmación es estrictamente cierta. Ya de por sí, como se afirmó anteriormente, que se de a luz a una novela en La Rioja es toda una buena nueva. Pero más aún lo es que esa novela sea escrita con maestría literaria y determinación colectiva. La figura del “León de Balde Viejo” no puede ser, en este punto, más simbólica. Ese animal salvaje, incontrolable, con dotes fantasmagóricas y con voracidad desmedida que va dejando su rastro de muerte entre el ganado de los campesinos del sur riojano bien podría traspolarse al despojo constante que sufren esos mismos abnegados habitantes a los que sólo les quedan dos opciones: desplegar todos los artilugios para la supervivencia, o migrar hacia lugares desconocidos en busca de un futuro un poco más promisorio.

Hay mucho de metafórico entre la narración de Quintero sobre un hecho puntual que ancla en todo lo felino de ese protagonista misterioso (aun en su aclamada muerte) y las fauces de una naturaleza abrupta, áspera e indómita que engulle todo a su paso. Y hay (he aquí, tal vez, lo más extraordinario de “Leonero”), la construcción de un mundo que solo puede ser vislumbrado en esa aldea que pinta el escritor con el trazo preciso de su pluma. Quintero pinta su mundo y pinta su aldea. Esa aldea que es la excepción a la regla. Esa aldea que termina por convertirse en una obra que bajo ningún punto de vista puede ser generalizada o atribuida a una singularidad repetitiva hasta el hartazgo, como si todo pudiera ser parangonado con algo más. Así como Gatica le da entidad al olvido a través de sus fundadores, Quintero le da entidad a lo único de un territorio que sólo puede existir porque es su mundo conocido y, desde allí, puede contarlo.

SOBRE LUIS ANIBAL QUINTERO

VIVE EN MILAGRO, AL SUR DE LA PROVINCIA DE LA RIOJA. ES AUTOR DE “LAS VÍAS DEL ESCARMIENTO. BOSQUEJO HISTÓRICO DE MILAGRO”, UN ENSAYO SOBRE LAS CONSECUENCIAS DEL FERROCARRIL EN LOS LLANOS RIOJANOS Y “DON CECILIO”, UNA HISTORIA NOVELADA SOBRE CECILIO SENAR, PODEROSO TERRATENIENTE DE LA RIOJA.

Comparte este contenido en tus redes
Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp