La palabra a flor de piel

Una reseña para el libro «Los días sobre mí» de la escritora Adriana Petrigliano.

¿Cómo se hace para dejar la piel en una palabra? ¿Cómo se hace para dejar la piel en muchas palabras, pero en cada una de ellas? ¿Cómo se hace para dejar la piel en una poesía? ¿Cómo se hace para dejar la piel sin la necesidad de una poesía? ¿Cómo se hace para dejar la piel fuera de uno?

La vez que “Los días sobre mí” de Adriana Petrigliano llegó a mis manos, recuerdo que fue ella misma la que me lo acercó, en una noche de lecturas en la Biblioteca Marcelino Reyes. Ni a ella ni a su libro los conocía, más allá de cómo muchas veces se conocen las personas y las cosas: por su nombre. Sin embargo, hay algo en Adriana Petrigliano que hace que se establezca, de inmediato, esa atemporalidad que manifiestan las personas que son así, simplemente: atemporales.

¿Pero cómo se hace para dejar la piel?

Una buena respuesta para esa pregunta (si es que hubiera una única respuesta) es “Los días sobre mí”. No necesitaría Adriana Petrigliano de otra carta de presentación que no fuera esa, de no ser que su hacer constante y fervoroso diseña a diario un catálogo de cartas de presentación intentando, quizás, no caber completamente en ninguna y salirse así, definitivamente, de cualquier encorsetamiento; escapar, al fin de todo peligroso encasillamiento que pudiera ceñirla, apretarla, oprimirla y contener su piel en los muros de lo posible, donde su ser quedaría irremediablemente asfixiado, cuando no trunco.

Y es que lo imposible, como reflejo de lo intangible que no se deja de intentar tocar en esa búsqueda inevitable, es -claramente- el ámbito más preciso para su existir. Adriana se mueve en esos bordes, en esos contornos difíciles de discernir, en esas sensaciones, emociones que no se pueden nombrar, pero que nombra; en lo ausente que se vuelve presencia cuando da el golpe justo en la palabra indicada. Cuando deja la piel.

El viaje que propone “Los días sobre mí” se construye sobre un recorrido sinuoso. Desde su concepción misma, desde esa vereda difusa entre grises y ocres, invita a dar pasos en lo inseguro, en lo inestable, en lo intempestivo. No hay términos medios. Hay, en cambio, esa genuina ofrenda de lo propio, tal y como fue parido por la emoción. La palabra a flor de piel, surcando todos los horizontes, pero afincando fuerte en lo nostalgioso, en lo que nos falta, en lo que ya no tenemos, pero que no perdimos, o que por lo menos no dejamos de rastrear como sabuesos detrás del hueso, como quien necesita masticar el dolor para saborear las mieles de poder ser otro, de cerrar el círculo, de ponerle un nombre a lo que no lo tiene, incluso a nosotros mismos.

Petrigliano habla de sus días, de los día sobre ella, pero al mismo tiempo habla de nuestros días, de los días sobre nosotros. Horada, agujerea, perfora, atraviesa. Rompe lo establecido, incluso los cánones poéticos. Desata los nudos. Se desnuda. Nos desnuda. Pero por sobre todas las cosas, no se guarda nada. Se despoja de sí misma. Se vuelve otra. Pero no deja de ser ella ni todas las ellas que habitan en ella. Aun cuando llega a percibirse diferente en ese traspasar su propia esencia, en ese fracturar sus entrañas, deja al descubierto esa fragilidad, como sinónimo de (valla paradoja) su inquebrantable fortaleza.

No teme a la debilidad de dejarse traslucir. Muy por el contrario, deja traslucir esa debilidad para mostrarse tal cual es, sin ataduras. A flor de piel. Igual que su palabra. Igual que sus ausencias. Igual que sus muertes. Igual que sus direcciones. Igual que sus listas. Igual que sus pérdidas (su estar perdida). Igual que sus melodías. Igual que sus viajes. Igual que sus mapas. Toda Adriana cabe allí, donde de una manera u otra nos hace caber a todos. Envuelve con su piel, con esa piel que deja.

“Destaco así en Adriana la asunción de la poesía no como pose, en base a una postura intelectual, sino como búsqueda y contacto con la belleza, la bondad, la recomposición de todo lo luminoso que se puede rescatar del mundo”, afirma Fernando Linetzky a modo de prólogo para “Los días sobre mí” y agrega: “De allí la necesidad, ahora y siempre, de más poesía, de sus múltiples dones, de más de lo que nos ofrece Adriana y de lo que Adriana contagia, así tan directa, íntima y generosamente”.

Y a estas definiciones, se suman las de Gustavo Contreras Bazán: “Este no es un libro de poemas. Es el resumen de una vida que fue tendiendo puentes, entrelazando lápices y papeles para hacernos descubrir a quienes fuimos a sus talleres la potencia que puede resumirse en una historia, en un relato breve, en un poema, o en apenas pocas palabras”. Y remata: “Por eso celebro este logro. Porque conozco bien lo que la poesía ha significado en su vida. Fue su salvación en muchos momentos y fue la esperanza que también la devolvió al ruedo. Ella pudo remar hacia la orilla y ponerse a salvo”.

Todo ello resulta tan cierto como que “Los días sobre mí” puede ser una respuesta para muchas preguntas. Pero muy especialmente, este libro de Adriana Petrigliano resulta una respuesta para el cómo se hace para dejar la piel en una palabra, para el cómo se hace para dejar la piel en muchas palabras, pero en cada una de ellas, para el cómo se hace para dejar la piel en una poesía, para el cómo se hace para dejar la piel sin la necesidad de una poesía y para el cómo se hace para dejar la piel fuera de uno.

Y puede que, tal vez, nadie llegue a decirlo mejor que ella: “me afuero de la piel esta mañana / me parto, me fragmento / me voy buscando / y todo late / los que no están en mí (ya es tarde para buscarlos / ya no estarán y punto / entonces la mañana, que está rota / comienza a deslizarse / me afuero, me destramo / soy una piel de gotas que no llueven / y mientras busco la palabra correcta / no sé cómo decir aquellas otras: / está la calle afuera / está la luz afuera / está un dolor que me persigue como si fuera un perro / está la indiferencia que muerde y escupe / y están las palabras vacías como tarros / como vasos / como cajones olvidados por sus dueños… / me afuero / y sin embargo / nada de mi es distinto esta mañana / (la otra nunca estuvo completa, y fueron pedacitos que vi…) / se va, se ahuyenta este silencio / detrás de las pisadas de los otros / y soy / y somos / y cuando me afuero / dejo de ser para encontrarme.

Adriana Petrigliano y sus días. Los días sobre ella. Los días sobre nosotros. La palabra a flor de piel.

EN PRIMERA PERSONA

NACÍ EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, CERCA DEL RÍO MARRÓN DE BORGES… VIVO EN LA CIUDAD DE LA RIOJA, CERCA DE MONTAÑAS QUE SIEMPRE SON AZULES… ESCRIBO. COORDINO TALLERES LITERARIOS. SUSURRO POESÍA POR LA CALLE CON UN GRUPO DE “SUSURRADORES”. PUBLIQUÉ DE MANERA ARTESANAL: POEMAS PARA LA TARDE DE OTRO SIGLO (2000); CEBOLLAS EN JULIANA (2001) Y PAPELITOS PARA PEDRO (2001). ESTOS SON ALGUNOS DE LOS PREMIOS QUE GANÉ: FUNDACIÓN GIVRÉ, 1° PREMIO CUENTO “SENTENCIA” – BUENOS AIRES; MENCIÓN ESPECIAL CUENTO “CÉSAR, POEMAS HUMANOS” – LA RIOJA – FERIA DEL LIBRO LA RIOJA; 1° PREMIO CUENTO “BREVE HISTORIA NUMERADA” FERIA DEL LIBRO LA RIOJA; PREMIO BROADCASTING AL MEJOR GUIÓN DEL NOA PROGRAMA ¿Y ESTOS QUIÉNES SON? CANAL 9 – LA RIOJA; FINALISTA DEL CONCURSO JOVELLANOS “EL MEJOR POEMA DEL MUNDO” CON “CUANDO SE DESATA LA FURIA” – ESPAÑA 2016; FINALISTA CONCURSO DE POESÍA “CIUDAD DE LOS NARANJOS” ORGANIZADO POR LA BIBLIOTECA MARIANO MORENO POR EL LIBRO “CON PROBABILIDADES DE MELANCOLÍA” – LA RIOJA. CREADORA DE LOS CICLOS LITERARIOS. “LOS PAPELES QUE NUNCA NOS UNIERON”, “NADA QUE VER CON OTRA HISTORIA”, “DECIRES Y CANTARES”, Y DE LOS CONCURSOS LITERARIOS: “TENGO POCO POR DECIR”, “CUENTOS PERTURBADOS”, “FEBRERO CHAYERO” Y “EL PUEBLO YA SABE DE QUÉ SE TRATA”.

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