La salida -eyectado- de Julio Garro del gobierno libertario es la más reciente -pero no la última- muestra cabal de cómo el mileismo hace del absurdo su principal -si no el único- potencial político que, por otra parte, es el mismo potencial político que lo llevó hasta la Casa Rosada. No deja de sorprender, en este sentido, la manera casi burda, tosca, en que La Libertad Avanza plantea sus tan mentadas «batallas culturales», apelando a personajes de dudosa valía en su estructura a los que luego descarta de un plumazo, exponiendo de manera clara y contundente su profunda vocación antidemocrática, mal disfrazada de un pluralismo solo panfletario y que, cuando se le sale de control, termina por provocarle una fuerte urticaria.
A saber, con la expulsión del ahora ex Subsecretario de Deportes, que estaba bajo la órbita de otro transformista ideológico incansable como Daniel Scioli, ya son más de 50 los funcionarios que fueron desplazados o renunciaron durante el -¿aún incipiente?- mandato de Javier Milei. Un récord que sólo puede ser comparado con la cantidad de millas que el mandatario nacional viene recolectando en (dudosos) viajes, y que sólo tiene un denominador común: prácticamente todos estos (ex) funcionarios -por no decir todos-, se expresaron de manera contraria al pensamiento unitario de «Javo», como gusta que le llamen sus twitteros de ley, trolls que postean lo que al presidente le encanta repostear sin el más mínimo chequeo, y siempre afecto a una lógica de redes que, por cierto, le redituó y mucho, más allá de haberlo puesto en ridículo (¿pero qué importa?) en más de una ocasión.
Sin embargo, el escándalo del messigate estuvo a punto de escapársele de las manos, no porque fuera algo que no estuviera planificado de antemano (sería ingenuo pensar que no es así, y en política la ingenuidad no existe), sino porque en este caso, el error estuvo en elegir al potencial enemigo equivocado. Y es que a nadie puede escapar que plantear una disputa con quien hoy por hoy es nuestro único héroe en este lío requiere de un caudal político con el que este gobierno endeble no cuenta, y que además se encarga día tras día de diluirlo en su enfermiza obstinación por abrazar lo grotesco.
En este punto, vale preguntarse si la furibunda reacción de Milei y sus secuaces incendiarios hubiera sido la misma si el cuestionamiento hubiera apuntado únicamente al presidente de la AFA, o al propio Enzo Fernández, quien ya había pedido disculpas por los exabruptos de los festejos post obtención de la Copa América, entendiendo claramente que había sobrepasado algún límite. Resulta raro en este contexto, que tanto el presidente como la vicepresidenta (sólo por hacer mención a las primeras líneas) hayan decidido justificar un error (como ya se dijo, asumido como tal por su protagonista), sin importar ya cuál fuera el contenido de los cánticos xenófobos, sino manifestar su profunda admiración al máximo ídolo futbolístico de estos tiempos, al que el malogrado Garro había osado exigir que pidiera disculpas como capitán del Seleccionado nacional, para evitar así un posible e inesperado colapso entre los seguidores de LLA.
Resulta raro, pero no tanto. Y es que a nadie puede escapar tampoco, a esta altura de los acontecimientos, que el gobierno del expanelista se aproxima cada vez más peligrosamente al abismo del mamarracho que a cualquier otra cosa, y que bajo ningún punto de vista podría resistir -como si pudo resistir hasta este momento y llamativamente a paupérrimos indicadores- ponerse en el lugar erróneo, es decir, en la vereda de en frente de quien ha dado a los argentinos las únicas alegrías de los últimos años, a la que el ya famosísimo déficit cero no alcanza ni alcanzará siquiera para atarle los cordones al 10.
Por otra parte, y en esto sí hay que reconocer la astucia y coherencia del líder libertario (y también la velocidad en su reacción), poco le costaría a su ya triste imagen de influencer payasesco y pendenciero de amplia trayectoria discriminatoria, abonar expresiones racistas, siendo esta manera de mostrarse al mundo una de sus características esenciales y definitorias, basada fundamentalmente en romper todo tipo de relación con aquello que no resulte de su agrado, o tildando de «zurditos» a quienes piensen distinto, como si solo su pensamiento fuera válido, algo que además, no parece molestar ni preocupar a sus seguidores.
«La Oficina del Presidente informa que ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina Campeona del Mundo y Bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano. Por esta razón, Julio Garro deja de ser Subsecretario de Deportes de la Nación», rezaba el breve comunicado de despedida para el exintendente de La Plata. Minutos antes, y a días de la cumbre que Milei mantendrá con el mandatario francés Emmanuel Macron, Villaruel acusaba a Francia de «colonialista e hipócrita», echando más leña a un fuego que ni siquiera le es propio, pero que viene muy bien a la hora de correr la atención de cuestiones profundamente más importantes para el país, algo que para LLA se ha convertido en una estrategia constante, ante la casi nula existencia de méritos que se hace cada vez más evidente.
Ese «ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina Campeona del Mundo y Bicampeona de América», discutible por cierto cuando de por medio se vierten dichos discriminatorios sin ninguna necesidad ni sentido, no es más que el deseo y el empeño subyacente de este gobierno libertario de implantar un discurso único, un unitarismo de pensamiento que no hace más que pretender llevarse puesto todo aquello que no le resulte familiar, cercano o factible de ser cooptado en base a un alegato que hace del odio a lo diferente una herramienta irreemplazable y que expone, como único mecanismo político útil frente a la profundidad del precipicio, el sorprendente arte de aferrarse, a como dé lugar, a lo absurdo.