A donde la música lleve

El guitarrista, oriundo de la localidad de Aimogasta fue noticia en los últimos días por acompañar a Nati Pastorutti en el programa televisivo La Peña de Morfi que se emite por Telefé. Sin embargo, y con apenas 23 años, el joven músico ya cuenta con una importante trayectoria y con una historia de pasión y amor por las cuerdas que lo llevó a buscar nuevos rumbos en pos de aprendizaje y crecimiento.

No es fácil el camino de la música y Diego Cuello lo sabe mejor que nadie. Cuenta en su haber con apenas 23 años (cumplidos el pasado 1 de noviembre), pero también con una amplia experiencia y rutas recorridas detrás de una búsqueda que no sabe de límites cuando de aprender y perfeccionarse se trata. El joven guitarrista, oriundo de la localidad de Aimogasta, cobró relevancia mediática en los últimos días debido a su presentación el pasado domingo en el programa La Peña de Morfi que se emite por Telefé. Allí, Cuello acompañó en primera guitarra a Nati Pastorutti, la hermana de «La Sole», que puso en marcha su carrera solista. ¿Pero qué hay detrás de ese músico que actualmente vive en Córdoba y transcurre sus días y horas haciendo culto a ese instrumento del que se enamoró cuando era apenas un niño? Hace un par de años, Diego Cuello decidió cambiar los paisajes áridos del departamento Arauco por los edificios altos de Nueva Córdoba, en la capital mediterránea, donde cursa sus estudios de Producción, Composición y Arreglos Musicales en La Colmena. Antes, siendo tan sólo un adolescente, había comenzado su derrotero por las rutas para venir cada jueves a La Rioja, donde comenzó a tomar clases de guitarra con Marcelo Aldonatti, ya que en su Aimogasta natal no contaba con esa posibilidad. Así, Cuello iba perfilando su amor incondicional por la guitarra; «amor a primera vista», como el mismo lo describe al recordar que vio una guitarra por primera vez cuando su padre compró una para intentar aprender. No había, hasta ese momento, un antecedente musical en su familia.

«Mi relación con la música empezó de chico»,  recuerda, «desde que tengo medianamente uso de razón», agrega. Y, de inmediato, rememora: «Mi papá se compró una guitarra para aprender, porque en mi familia no hay antecedentes de músicos. Yo la vi y me llamó mucho la atención, habré tenido unos 10 u 11 años. Me llamó mucho la atención el instrumento; entonces me levantaba a las 5 de la mañana y tocaba, aunque no tocaba nada lógico, tocaba por tocar. Luego me llevaron al Salón de la Cultura, en Aimogasta y ahí comencé a aprender a tocar. Fue amor a primera vista. Cuando cumplí 13 años comencé a viajar a La Rioja, todos los jueves, a tocar con Marcelo Aldonatti. Después de eso, ya con unos 16 o 17 años me venía a Córdoba. En mi familia son todos camioneros, tenía muchos amigos camioneros y comencé a ir a Córdoba a tomar clases, haciendo dedo. Así hasta que un día decidí quedarme». Con la vocación definida por la música, no tardó mucho en tener sus primeras experiencias. Mientras desarrollaba sus estudios en el Profesorado de Música en La Rioja, comenzó a trabajar con el cantante Pepo Lara, sumando así vivencias que le servirían a futuro. Luego, cuenta, llegó el tiempo de tocar junto al reconocido cuartetero Fernando Bladis, con quien estuvo poco más de un mes, hasta que llegó la propuesta de sumarse a Nacho y Daniel, los ex Guaraníes, con quienes sigue haciendo música en la actualidad. Y desde allí, precisamente, fue que llegó la ocasión de sumarse a la banda de Nati Pastorutti, gracias a la recomendación del director musical de Nacho y Daniel, ante una consulta de su par de la cantante santafesina, Pedro Pacheco, y audición de por medio.

Consultado sobre esa posibilidad reciente que lo llevó a la pantalla de Telefe, Diego no duda en afirmar desde una estricta humildad, que se trata de «una linda experiencia en el sentido de poder conocer gente diferente y muy profesional. Estuvo muy bueno todo, nos trataron bien, la gente es muy copada». Y es que desde ese lugar, precisamente, el joven guitarrista aimogasteño siente que suma aprendizajes a su carrera y que esa es la consigna fundamental que lo lleva a moverse en el intrincado universo de la música, donde su única meta es recorrer el camino, a donde la música lo lleve. «El sueño mío es aprender y estudiar todo lo que más pueda, el sentarme a estudiar música es algo que no tiene fin y es como que nunca voy a llegar a algo concreto yendo por ese camino, y eso es algo que está en mi búsqueda. El tener una meta, ir y tocar con algún grupo o algún solista, no es algo que está en mi punto de vista, son trabajos que uno hace, y gracias a Dios que se dan esas oportunidades y esas experiencias de compartir con gente extraordinaria, pero en lo personal siempre estoy en la constante búsqueda del estudiar música y seguir buscando y rebuscando en lo que ya hay y dedicarle todo el tiempo. Esa es la meta que se va a dar con el paso del tiempo, voy a ir haciendo hasta que no dé más el cuerpo, hacer música hasta que muera. Si el día de mañana tengo que agarrar la guitarra y la mochila para seguir estudiando en otro país, no tengo drama en hacerlo», sostiene. Y lo sostiene, con conocimiento de causa. No sólo porque su derrotero sepa de emprender el sueño a través de las rutas entre Aimogasta y La Rioja y Aimogasta y Córdoba, sino también porque es una persona que sabe de adaptaciones a diferentes circunstancias. «La verdad que la adaptación a vivir en Córdoba no me generó inconvenientes, soy una persona que se adapta a cualquier cosa. Tuve muchos golpes en la vida y aprendí a adaptarme. El estar solo era algo normal para mí, siempre me crié solo, mi mamá trabajaba todo el día y yo hacía todo solo, por lo que cuando me tocó estar solo no fue un problema. Además está ese fuego, o como le quieran llamar, de hacer lo que te gusta y entonces decís no me importa nada; voy en busca de algo y no me importa nada».

Esa claridad de conceptos frente a su anhelo musical es la que lo llevó a vivir uno de los momentos más importantes en su breve pero importante carrera, acompañando a Nati Pastorutti. «La verdad que es una experiencia muy importante; son hermosas personas, muy piolas, y poder trabajar con ellos a ese nivel significa aprender muchas cosas en el sentido profesional, de cómo manejarte, cuestiones sobre las que yo no estaba tan al tanto. Hay a partir de allí otros factores que van de la mano y que no se aprenden en la escuela, se aprenden en la calle, en el hacer, esas experiencias no te las dan en la escuela. Abrir puertas, conocer otra gente del mismo ambiente es algo lindo, gratificante, más allá de las razones laborales. Conocer y aprender de otras personas es muy lindo».

Y es que así entiende la vida Diego Cuello, como un aprendizaje constante, en el que no sólo se dedica a su instrumento, sino también al estudio y al dictado de clases de guitarra, de música, de talleres de producción y de composición. «Estoy con Nati, con Nacho y Daniel, como músico sesionista tocando y grabando y además está lo mío, lo que también me gusta, que es componer música. Estoy terminando una obra para guitarra clásica que en estos días la voy a estar subiendo a las redes», cuenta y traza, así, una radiografía de su propio universo, en el que enseñar es también un norte para su brújula. «Me gusta enseñar porque el hecho de poder transmitir lo que aprendés a otra persona es muy lindo; mientras más matemos la ignorancia, mejor. Yo aprendo y mis alumnos también, es algo mutuo. La enseñanza es como darle una caja de herramientas a las personas para que se puedan defender. A mis alumnos siempre les digo: ‘yo les doy una caja de herramientas como si estuvieran en un taller y quisieran arreglar su auto, esa caja tiene que estar llena de herramientas, en el sentido que puedan tocar lo que quieran y resolver lo que quieran'».

EN LA MÚSICA NO TIENE QUE HABER PREJUICIOS

«Soy una persona a la que van a ver tocar música clásica y al otro día la van a ver tocando temas de La Nueva Luna. Salto de extremo a extremo. El tema, para mí, es el siguiente: la música es música; toda música bien hecha es válida, entonces la búsqueda está en encontrar la esencia de cada música. Es como si vos en tu casa tenés un jardín con distintas flores y plantas; cada planta tiene un tratamiento distinto, cada flor tiene su forma, su belleza y su cuidado particular. Lo mismo pasa con la música: no tiene que haber un prejuicio porque es cumbia, cuarteto, jazz, música barroca, música clásica, etc.; la música es música. Si está bien hecha y la tratás de forma adecuada, va a ser hermosa de la manera que sea. Además la música trae valores culturales tremendos. Si decís que vas a tocar una bossa nova, detrás de la bossa nova tenés toda la cultura brasileña; decís: ‘me voy a tocar una chaya’ y la chaya trae toda la cultura riojana, y de ahí voy a tocar funk o blues y trae toda la cultura de la música afro. Lo malo es que la gente tenga prejuicio sobre la música. La música es música y si está bien tratada es hermosa y está hecha para disfrutarla, no para estar criticándola constantemente».

EXTRAÑO A MIS AMIGOS, A MI FAMILIA

«A Aimogasta fui el año pasado para esta fecha, cuando fui a tocar con Fernando Bladis. Extraño a mis amigos, a mi familia, extraño el sentarme y reírme con ellos. En mi paso por La Rioja hice muchos buenos amigos, hermosas personas que me siguen escribiendo; cuando me pasan cosas acá, me digo ‘cómo me gustaría que esté alguna persona’, pero son ciclos que hay que cerrar, aunque mi corazón está abierto a que vuelvan».

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