La profundidad en la mirada. La mirada que se detiene, que queda en pausa. Pero también la mirada que continúa. Que acciona. Que invita a desandar el camino por recorrer. El gesto desafiante que abraza a un tiempo pasado que ahora trasunta hacia el presente. La conquista de la diversidad, a partir del respeto y la valoración de la humanidad, más allá de todo color, fuera de todo signo, de toda imposición. La mirada que confluye y que se vuelve sinergia. Concordancia en el decir y en el perpetuar de una imagen que es encuentro. Palabra y fotografía. Fotografía y palabra. Alicia Corominas y Diego Díaz. Diego Díaz y Alicia Corominas. Un telón que se abre hacia un mundo nuevo, anhelado, que día tras día se construye entre todos, bajo el rasgo definitivo de la consciencia que une, que aglutina, que atenúa las diferencias, aun en las diferencias. Invitación a ver. Pero también a hacer…
No hace mucho que, invitado por su enorme generosidad a ser parte de una nueva publicación de su autoría, escribí: «Hace un buen tiempo ya que Alicia Corominas asumió el desafío de atravesar sus propios límites y convertirse en una expansión que va desde su conciencia plena hacia su sentir insondable, para plantar bandera, finalmente, en un territorio que resulta absolutamente fundacional: es, ella misma, el lienzo que nace y se abre no hacia la verticalidad, hacia el firmamento anhelado por tantos, sino hacia la profundidad, hacia la raíz, hacia el origen».
Vueltos a encontrar en un mismo punto del camino, estas palabras a las que hago referencia ahora, cobran un marcado valor, muy especialmente a la hora de trazar un recorrido que para la escritora es tan vital como para nosotros resulta vital la lectura de una obra que desde su concepción misma apela a la memoria, pero no a la memoria contemplativa, pasiva, sino a la memoria como un llamado constante hacia la acción.
Destino de palabras, el suyo. Impulsos, señales, premoniciones. Y esa necesidad que llama a reconocerse, a admitirse, a comprometerse, y a darle forma al ciclo de la vida, como al ciclo de la escritura. Cabalgar hacia las estrellas para derribar las estructuras, con la poesía como estandarte, y esa inquebrantable convicción del encuentro como una búsqueda fundante. Ser, desde la mirada que habla. Hablar, desde la ofrenda de un corazón abierto de par en par. Así es de permanente y generosa su entrega. Como escritora. Pero también desde su humanidad toda. Y desde la intensidad de su propio ser.
La escritora vive a consciencia plena su propio tiempo, el tiempo merecido. Extiende sobre el lienzo de su trascendental existencia el conglomerado de interrogantes mudos, no con la pretendida intención de hallar las respuestas, sino más bien con la visión liberadora de que ya no las necesita. Da lugar, así, a una visión superadora de la vida y de su propia vida, fuera ya de todo preconcepto, de toda mirada previamente establecida, de toda definición impuesta. Fractura al aire con precisión y justeza poética y, al igual que una hoja desprendida al viento, se abraza a la grandeza del cielo que la habita, con sus manos tiritando emociones, pero también con la paz luminosa que mitiga los huecos, las esperas, los entretiempos que aturden los relojes, hasta sentir caer sobre la hoja en blanco la última gota que perfore la piedra y encienda, una vez más (y siempre) la luminaria que pone claridad a su destino ya asumido.
Ese destino en que la inunda la luz, en que la tiñe el ocaso, en que el fuego le enciende la intimidad de sus juegos profundos, que la cubre de color, que sabe entretejerle los lamentos y las alegrías, y que la fortalece en el amor. Ese destino donde los trueques de verdades por sueños le multiplican los anhelos, con música como telón de fondo para el escenario tantas veces sombrío de la vida.
Un país de maravillas y para tomar consciencia
Alicia tiene en sus ojos una nostalgia alegre; o una alegría nostálgica. Atraviesa el tiempo a su pensamiento entre memorias de islas y montañas; de horizontes impuestos por las circunstancias y de territorios elegidos por el amor al aire de su Rioja natal y originaria. Alicia tiene en sus ojos una tristeza con sus nombres y sus apellidos, pero también el optimismo del camino recorrido a pasos certeros, letra a letra, palabra a palabra. Dice. Y dice sin temores, sin timidez, sin arrepentimientos. Dice. Y dice porque ya no calla, porque ya no se entrega a los designios ni al orden prestablecido, porque aprendió a quebrar los límites y a romper las cadenas que, alguna vez, intentaron aprisionar su naturaleza de mujer entre mandatos machistas y patriarcales.
Alicia tiene en sus ojos la convicción de que no van a poder con ella y sabe, con la misma determinación, que entre sus manos la escritura le trae los vientos de un cambio que comenzó a pergeñar hace ya muchos años y que hoy, aún sin tener la dimensión real de lo que acontece, es parte de cada línea de su búsqueda de alivio, de paz, de tranquilidad y de liberación. Porque Alicia tiene en sus ojos un país de maravillas: hijos, nietos y bisnietos de un viaje tan apasionante como extenso, tan intenso como elocuente, tan prolífico como particular. Mujer fecunda. Mujer transparente. Mujer de luz. Mujer que lucha. Mujer tormenta. Mujer que siembra. Mujer que escribe. Mujer que ama. Alicia. Alicia. Resonando en el eco de sus sueños vueltos realidades. Retumbando en el vacío de los anhelos por concretar. Nombrando entre las líneas de una poesía la corriente sanguínea de su existencia comprometida con la existencia de los demás. Alicia. Alicia y sus ojos que nos cuentan…
El tiempo y su paso irremediable le han dejado huellas en el rostro; surcos como recuerdos que vuelven una y otra vez a ponerla frente a frente con su propio derrotero, pero también la visión clara de un futuro al que asistir con la convicción y la valentía de una guerrera en permanente combate, de una luchadora que no va a bajar los brazos, ni siquiera a pesar de los dolores de una espalda que se empecina en recordarle su vulnerabilidad, esa porción de realidad que no le impide, sin embargo, entre almohadones, cabalgar a la par de su “Tatita”, como llama a su padre, rumbo a sus anhelos de alturas y estrellas en las montañas.
«Tenemos que tomar consciencia de todos los males que arrastramos históricamente. Todo lo que ocurre me afecta anímicamente, me da pena, tristeza, impotencia y me pregunto si servirá lo que estoy haciendo. Pero al mismo tiempo me reconforta sentir que estoy haciendo lo que me gusta. Quiero poder dejar algo. Hay una necesidad de otro tipo de sociedad, de gente más pacífica. Es un momento de cambio total, sin dudas. El movimiento es el que se impone. Estamos en un momento de transformación y de una lucha compulsiva, pero creo que se entiende más con la reflexión serena, que con los gritos y la violencia. Para comenzar, nos hace falta definir nuestra identidad. Hemos negado un montón de raíces».
Identidad, aparece aquí como una palabra clave. Identidad como una manera de recobrar la memoria perdida. La memoria, como una invitación a la acción que la caracteriza en cada uno de sus trabajos, más allá de los géneros que elija para expresarse. Autora de libros esenciales como «Desandando La Rioja» y «Severa Villafañe. Una historia inconclusa», Corominas supo también llegar a la poesía con «Como el ave», «Lágrimas celestes», «Tres indecisas lágrimas» y «Gota a gota», para desembocar luego en su más reciente publicación: “Persistente esclavitud: Formas Actuales de Discriminación y Sometimiento”.
Una vez más, la escritora riojana nos conmina a reflexionar, a pensar. Pero por sobre todas las cosas, nos invita a recordar, para que a partir de ese recuerdo recobremos lo fundamental de nuestra identidad.
«Lo que noto es que hay en una parte de la sociedad el rechazo directo, de frente, el negacionismo y hasta la violencia. Hay otro sector como indiferente, como que no le toca, como que no sabe, como que no está enterado de toda esa problemática, que no le interesa. Y están por supuesto los que luchan por volver hacia atrás, retroceder en todo lo que ha significado la adquisición y la práctica de determinados derechos, que son los derechos humanos. Si estuviesen en práctica los derechos humanos como corresponde, esta sociedad estaría más unida, estaría más tranquila, no habría tanta violencia, también por las grandes diferencias económicas que todavía se dan y se van acentuando, por cómo se niega al pobre y se lo rechaza. El pobre ha venido a reemplazar lo que sería el esclavo en cierta medida. Está para trabajar, romperse el lomo, pero se dice que es pobre porque no trabaja, porque es un vago, porque es un bruto; todas esas cosas que se escuchan todavía me hacen pensar que no hemos progresado hacia un futuro mejor», afirma. Y lo hace desde un lugar que convoca, una vez más, a tomar consciencia. Esa es, en definitiva, la fuerza de su voz: «Primero en necesario conocer. Conociendo podremos valorar. Y si valoramos vamos a respetar y proteger aquello que conocemos y valoramos».
Comprender de dónde venimos
Y esa voz, a su vez, la convierte en una mujer esencial a la hora de pensar en los pilares que sostienen el armado de un acervo cultural que nos define en la riojanidad pero que, al mismo tiempo, nos amplifica hacia un universo al que no somos ajenos y del que formamos parte en la construcción de un concepto de lo social que se elabora en las formas de lo colectivo a las que muchas veces no prestamos atención, desconocemos o ignoramos, cuestión que en definitiva termina por convertirnos en cómplices de un devenir que, en ocasiones, nos deshumaniza.
Alicia Corominas asiste a la historia con mirada aguda y con un sentido de responsabilidad que se traduce, necesariamente, en obras que marcan un antes y un después a la hora de comprender, esencialmente, de dónde venimos. Pero incluso un poco más: a la hora de trazar una línea hacia el dónde vamos. O al menos conocer, valorar y respetar aquello que finalmente conocemos y valoramos, cuando nos dejamos atravesar por las páginas de “Persistente esclavitud” y nos ubicamos en un presente que, sin aquel pasado, sería casi imposible poder comprender. Comprender, una vez más, para actuar.
Es a partir de allí y de la construcción de un imaginario que se ha valido -como se hizo mención anteriormente- de diferentes recursos literarios que la escritora se erige en esa ofrenda permanente que solo puede ser concebida a partir del salirse de uno mismo, del arrancarse las vestiduras del paso del tiempo y sus circunstancias, para convertirse en la geografía de un todo.
«Izar y arriar banderas. Sentir que se eriza la piel. Eso es la Historia», nos dice con brevedad y contundencia. Pero al mismo tiempo sabe y nos hace saber desde su palabra siempre generosa, que la historia es mucho más que eso. Que la historia, para que sea historia, debe ser nombrada con la claridad de los nombres que la escribieron. Mujeres y hombres (y sobre todo mujeres) a los que les devuelve entidad suprema desde una valoración mayúscula que se fundamenta, en su esencia, en lo inherente a su propia existencia: Alicia Corominas es tierra. Es siembra y cosecha. Es lluvia. Es el horizonte que se amplía ante nuestra mirada. Es la sombra de los árboles recostándose sobre la hierba. La brisa clara. Pero es también la fuerza del zonda. La contundencia y el magnetismo de la montaña. Es la mujer india. Es la mujer negra. Es la mujer que escribe. Es la memoria. Es la consciencia.
Y es, también, en el decir certero de sus palabras: «Hoy nos convoca salvar la vida del planeta, hacer lo posible para lograr un mundo de paz, donde se respeten los derechos de todas las personas y termine la discriminación y la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Todo lo que hagamos con ese objetivo, es urgente y necesario. Hoy nos sacuden las guerras con armas visibles y letales y otras incorpóreas que dañan igualmente y destruyen. ¿Cuándo seremos conscientes de la dimensión del problema en nuestra Tierra que a gritos nos dice: ¡Basta! ¿Cuándo reconoceremos el verdadero poder que no implica privilegios para pocos y subordinación de muchos? ¿Cuándo reconoceremos la dignidad de la persona humana y procuraremos el respeto y la igualdad en el goce de todos los derechos? Cuando eso ocurra, será el momento de empezar a vivir sin lamentos ni odios, sin soberbia ni abusos, con responsabilidad y sabiduría. Un grito conmovedor se alza desde nuestro interior y estremece. Es tiempo de confiar en la humanidad que construye porque ama. Es hora de que impere la justicia y la paz en el mundo».
Es hora, como bien nos lo hace saber y nos invita a ser parte, de recobrar la memoria. Y, al igual que ella, emplearla como un mecanismo de acción.
SOBRE ALICIA COROMINAS. Nació en La Rioja. Su campo de acción abarca la educación, el arte y la investigación. Escribió artículos y documentos publicados en diarios provinciales y en la «Revista Latinoamericana de Innovaciones Educativas». Elaboró el Proyecto «La integración de las áreas disciplinares en la escuela primaria. Núcleo generador de aprendizaje EL CÓLERA. Uso del diario como recurso educativo». Seleccionado por el Ministerio de Cultura y Educación de la República Argentina y publicado en la «revista latinoamericana de innovaciones educativas», Año IV, N° 9, de la O.E.A. (1992). Integró la Comisión de Elaboración, Producción, Diseño y Evaluación de la obra «Enseñar a pensar modos de conservar produciendo», (6 tomos) destinados a capacitación docente. Publicó los poemarios. «Como el Ave», «Lágrimas Celestes», «Tres Indecisas Lágrimas» y «Gota a Gota» (poemas y textos breves). Antologías. «El amor de los riojanos», «Voces con Alas», «Antología Federal de Poesía. Región Noroeste», Consejo Federal de Inversiones (CFI); «TU» Tercera Antología Poética del Tercer Concurso Internacional de Poesía. Madrid, España. Antologías «Los Imagineros» I, II y III. Publicaciones en revistas y libro digital Proyecto BCR, «100 Poetas por la Paz» entre otros. Publicó las obras de investigación histórica «Técnicas Artesanales. Conservación y Desarrollo en La Rioja». Investigación sobre artesanías tradicionales de la provincia. «Desandando La Rioja» (2 ediciones). Investigación interdisciplinaria sobre las culturas prehispánicas que ocuparon el actual territorio de la provincia. «Severa Villafañe. Una historia inconclusa». Investigación histórica sobre una mujer riojana. «Persistente esclavitud. Formas actuales de discriminación y sometimiento».