Carnaval a flor de piel

Gema Corzo Villafañe es una de nuestras referentes ineludibles a la hora de hablar del carnaval. Pero no del carnaval del que siempre se habla en la rioja, sino del otro carnaval, el de los corsos, el de las comparsas, el de las batucadas, ese que juega un trascendente rol social. De ese carnaval que cada año le hace sentir esa vibración en el cuerpo, como un llamado desde el más allá. Y salir, ser, vivir. Bailar.

El carnaval en La Rioja tiene aroma a albahaca y rumores de harina espolvoreando el aire. El carnaval de La Rioja tiene historias de Chaya inundando febrero, en esa conjunción de tradiciones e historias que trascienden límites y tiempos, para que el futuro sea siempre hoy. Pero el carnaval en La Rioja tiene también otros colores, otros ritmos, otras formas. Y cultores que, año tras año, le imprimen otros sonidos entre batucadas y carrozas y esa danza que se lleva a flor de piel y que no resiste más motivos o explicaciones que el hecho de sentir esa vibración en el cuerpo, como un llamado desde el más allá. Y salir, ser, vivir. Bailar.

En lo formal, Gema Corzo Villafañe nació en La Rioja y creció en barrio San Martín; es Licenciada en Turismo y trabaja en el Paseo Cultural Castro Barros, donde a fuerza de compromiso y dedicación se va haciendo un lugar, un espacio para desarrollar una profesión que en la Provincia es tan necesaria como el agua, en un contexto en el que el turismo, a partir de las incontables bellezas naturales con las que cuenta La Rioja -algunas, incluso, aún sin desarrollarse como tal-, se viene convirtiendo en un factor de desarrollo económico de peso.

Fuera de lo formal, Gema Corzo Villafañe es una de nuestras referentes ineludibles a la hora de hablar del carnaval. Pero no del carnaval del que siempre se habla en La Rioja, sino del otro carnaval, el de los corsos, el de las comparsas, el de las batucadas, ese que juega un trascendente rol social. De ese carnaval que cada año le hace sentir esa vibración en el cuerpo, como un llamado desde el más allá. Y salir, ser, vivir. Bailar.

En esencia, y aun cuando pueda hacerlo, Gema no se imagina haciendo otra cosa que no sea bailar. Y en esencia, es lo que hace cada día de su vida, incluso cuando los alocados tiempos de la pandemia hayan archivado, al menos por un tiempo, esos trajes y eventos a los que ya extraña y a los que desea, anhela volver pronto.

La danza, en rigor de verdad y tal como ella misma lo expresa, la acompaña de toda la vida. Ese particular llamado le llegó desde muy pequeña, incluso sin tener en su familia antecedentes ligados a esa rama del arte, cuestión que, claramente, no le impidió hacer su camino. «Bailaba en casa, me metía en academias, pasé por todos los géneros. Me gusta mucho la cultura, me gusta mucho el arte, me gusta mucho expresarme», afirma y, desde ese lugar, brinda a 1591 Cultura+Espectáculos las primeras señales de lo que para ella continúa siendo una elección inclaudicable. 

«Soy muy tímida y buscaba esa salida para mostrar lo que hay en mí. La danza es como una máscara. Cuando salgo a bailar, cuando me maquillo, cuando me pongo las pestañas, de alguna manera me siento como otra persona, una persona diferente, que es la que yo quiero mostrar, la que muestra lo que en mi vida no puedo mostrar. La que es más liberal, la que hace movimientos que no haría en lo cotidiano; poder mostrarme, sonreír. Cuando empiezo a bailar es como que mi vida es otra».

De esa manera lo vive, también, desde pequeña, cuando era «la nena que estaba en todos los actos». En toda convocatoria relacionada con el arte, allí estaba Gema. Y a pesar que el estudio de la danza se le fue negando por diferentes circunstancias, nunca dejó de capacitarse en talleres, en algunos centros de danza, en centros gratuitos como Danzarte. «Hice diferentes talleres que también me ayudaron a salir; que me permitían conocerme, y así seguí hasta el año 2011. Ya son 10 años que estoy dentro de los carnavales, gracias a Emanuel Martínez. En 2011 fue mi primer carnaval y la verdad es que no me imaginaba bailando en un corso. Con 23 años ya me consideraba grande para eso, al margen que nunca había bailado en un carnaval. Lo veía de afuera y todo me llamaba mucho la atención: el maquillaje, las plumas, pero siempre de afuera. En aquel momento, cuando recibí la invitación, lo consulté con mi familia y me presenté en un ensayo». 

Así, casi casualmente (aunque en la vida nada es casual), Gema tuvo su debut en los carnavales. Hasta ese momento, había pasado ya por la danza urbana, por el movimiento drag queen, junto a Fabián Quiroga Romero y había comenzado folklore en el Ballet Pozo de Vargas donde, cuenta entre risas, «me hacían ir una hora antes porque debía aprender lo básico». Lo cierto es que surgió esto del carnaval y lo tomé como algo para hacer ese año, como para sacarme el gusto. Tenía que hacer mi vestuario, que hasta el día de hoy lo hago», recuerda, no sin señalar especialmente que es muy detallista.

«Esa primera vez fue muy loco», afirma con cierta nostalgia. «Empezar a aprender a coser una lentejuela. Me maquillaron, mucho brillo y la primera salida fueron muchos nervios; había mucha gente. Era bailarina grupal en ese tiempo, porque no sabía nada. Nos habían puesto una coreografía y yo sentía muchos nervios, pero también tenía muchas expectativas. Ya en la segunda noche me solté y lo disfruté mucho. En ese momento me dije: ‘tal vez un año más’. Es que fue como una transformación; sentía que era una lady, veía una cámara y posaba por más que no me saquen la foto a mí. Me sentía divina, aunque el traje era horrible (risas). Me pude mostrar, me pude soltar, hacer lo que me gusta, que es bailar, y a partir de allí siempre buscaba ese gustito de ir por un poco más».

Y es ese «ir por un poco más», precisamente, el que la trajo hasta aquí, hasta este hoy en el que el sueño se va haciendo cada vez más grande, pero también cada vez más cercano, tal y como lo siente. Por debajo del puente, pasó mucha agua, pero también mucho sacrificio, mucha dedicación, y un profundo amor por danzar en el carnaval, que la llevó a dejar toda otra posibilidad para apostar a un crecimiento que, en pandemia, se profundizó aún más. 

«El año pasado tomé el tema de la pandemia como algo negativo en primer lugar, porque venía de bailar en los corsos de Aimogasta y de ganar por primera vez como passista; venía además de conocer el interior de Catamarca, donde me fue muy bien y se me abrieron muchas puertas. Teníamos que defender los títulos y una semana antes del duelo se decretó la pandemia. Quería defender el título y demostrar todo lo que había crecido en un año», se sincera. Ese parate, al igual que para la mayoría, fue un verdadero cimbronazo, sobre todo porque los carnavales, que atraen siempre a una importante cantidad de público, quedaron supeditados al devenir de una situación sanitaria que no ha dejado de complejizarse con el paso del tiempo y que, al día de hoy, no vislumbra una salida aparente.

No obstante, y después de ese primer mal trago, Gema supo encausar su pasión por la danza en el universo de posibilidades que otorga la virtualidad. «Comencé a hacer cursos on line, a tomar clases virtuales, en especial de ‘Samba no pé’ y empecé con los seminarios, que llevan un año de preparación. Empecé a formarme, desde otro lugar y en ese momento pude sentir que era ese el lugar, el momento, para poder hacer el estilo que me gusta, que me hace sentir otra persona, y mostrar algo diferente. Mi marca hoy como bailarina va por ese lado, por el de la ‘Samba no pé’; tuve todo un año de formación. A principios de este año pensé que íbamos a poder salir con todo y el mundo me pegó de nuevo, pero seguí haciendo mis trajes para Chilecito, para Ohana (Aimogasta). Fui poniendo en práctica lo aprendido en los cursos, porque además tenía todo el tiempo del mundo para poder hacerlo». 

En ese lapso, y teniendo en cuenta las dificultades impuestas por la pandemia, Gema pudo mostrar algo de todo lo aprendido en Catamarca, durante los carnavales de la vecina provincia y luego pudo también volver a Chilecito, donde participó junto a la comparsa Ohana, protocolos mediante, del encuentro que tuvo como jurado a Marisol Sánchez, referente de la comparsa Ara Yevi, elegida durante dos años consecutivos como la mejor passista del carnaval de Gualeguaychú. Hacia allí, hacia Gualeguaychú, precisamente, va el sueño de esta referente de nuestro carnaval. Y la ilusión no es en vano. «Mi sueño es Gualeguaychú, la comparsa Ara Yevi» afirma, al tiempo que cuenta que dentro de poco podría convertirse en la primera bailarina de La Rioja en tener una entrevista para formar parte del denominado «Carnaval del País», también conocido como el mayor espectáculo teatral a cielo abierto de Argentina».

Esa posibilidad única, sin embargo, no hace que Gema despegue los pies de la tierra, mucho menos que pierda de vista lo que ocurre con el carnaval en La Rioja, donde la valoración por el esfuerzo que realizan las comparsas no es tomada en esa misma dirección. «Aquí se piensa que el carnaval es un chico tocando un instrumento y una chica poniéndose un traje y bailando, y en realidad es mucho más que eso; hay que ver el trabajo social que se hace con los chicos. En lo personal, me tocó conocer historias muy duras de los chicos que integran mi batucada. Estar allí es mucho más que pararme al frente y ponerme a bailar; la gente no conoce la realidad de los chicos de una comparsa», reflexiona y, de inmediato, agrega: «El carnaval me lleva a conocer las historia de los otros y a hacer lo que me hubiera gustado que hicieran conmigo, que cuando comencé tuve que hacer todo a prueba y error. A Gualeguaychú lo veo como posible, sé que lo que estoy haciendo me puede llevar a eso; son posibilidades que en algún momento se pueden dar. Hace diez años no hubiera pensado que había alguna chance, pero con el estudio, con los ensayos, con la perseverancia se puede lograr».

EL BAILE Y GEMA. GEMA Y EL BAILA

Fusión. Conjunción. Ensamble. Carnaval a flor de piel. Así es como podría alcanzarse una definición para la estrecha relación que existe entre el baile y Gema. Entre Gema y el baile. Esa necesidad de danzar que la acompaña en su día a día y a la que debe saciar con el abrazo caluroso de los aplausos. «Necesito estar; necesito bailar. Siempre digo que va a ser mi último año, pero yo escucho una batucada y siento que tengo que estar, es eso». Así lo define, con mucha más simpleza y sin tantas palabras, como cuando con absoluta naturalidad afirma que al carnaval lo piensa todo el año. ¿Pero en qué piensa, qué siente Gema cuando danza? La respuesta, surge igualmente natural.

«Todos los sentimientos están ahí, en ese momento, cuando bailo. Sin embargo, debo decir que el momento más especial de todos los corsos, a lo largo de todos estos años, es que yo sé que al final me doy vuelta y están mi mamá y mi papá. Es lo más importante, tener el apoyo de ellos no lo comparo con nada», cuenta con la emoción brotando lágrimas en sus ojos. «Termino un corso, mi papá me está esperando y el abrazo es el llanto seguro. Sé que voy a ser madre y mi niño va a estar ahí», se reafirma y, por otra parte, se sostiene en su decir. «La Gema que baila se anima a todo; para mí sentir la batucada es show». 

Simbiótica. Así es la relación que, desde muy chica, estableció con la danza. Por eso no duda en afirmar que «a todo lo vivo muy natural y todo me lleva a esto, a mostrarme, desde que era pequeña. Mi vida bailando siempre fue un personaje; mi vida es un personaje diferente siempre que salgo a bailar. Es creerme algo que no me lo creería en lo cotidiano, aunque al mismo tiempo sé que soy muy autoexigente. No necesito un premio para sentirme la número uno; lo que más me importa es que la gente me recuerde por todo lo que doy». 

Y es ese dar, precisamente, lo que más la retribuye. El camino recorrido, el esfuerzo brindado, hacen que hoy Gema Corzo Villafañe no sólo sea una referencia a la hora de hablar de los carnavales en La Rioja, sino también una proyección concreta hacia un futuro que le depara nuevos logros y, también, nuevos corsódromos en los que brillar. «Lo que más extraño es la previa, el juntar a las chicas. Las chicas me hacen sentir que soy una referente. Eso es algo que siento mucho con los chicos de Ohana; aprendí mucho con ellos y ellos me hacen sentir importante, aunque no esté. Me tienen en cuenta para todo», sostiene cuando se le pregunta qué es lo que más extrañó y extraña a lo largo de este tiempo de pausa, de este tiempo detenido en pandemia. 

Y es ese rememorar, al mismo tiempo, el que le permite reafirmar conceptos: «Las primeras tres pitadas es el comienzo de todo, y largar, y ver que esté lleno de gente; eso se extraña un montón. El momento de la previa, de saber que estamos todas y que detrás mío se forman 30 personas y que todos dependen de mí y yo dependo de ellos. Divertirme y esperar el jurado. Darlo todo, aunque no tenga aire, que no se te note. Jugar todo el tiempo, a la gente le gusta eso y eso es también lo que se extraña». El carnaval a flor de piel.

«EL AÑO QUE VIENE NO VA A SER EL ÚLTIMO»

Soy muy crítica y mi papá también lo es; soy muy de ver los videos. Necesito verme para ver qué tengo que cambiar, qué tengo que corregir. Estoy implementando todo lo que vengo aprendiendo y me gusta, lo que quiero mostrar me gusta. El momento me hace sentir que lo que voy mostrando está bueno y me da ganas de seguir tomando más clases. Sé que el año que viene no va a ser el último, porque todo lo que estoy aprendiendo me lleva a pensar eso. 

«SOY DE BUSCAR LAS OPORTUNIDADES»

Estudié Licenciatura en Turismo; al principio fue por meterme en una carrera, la verdad es que no estaba muy decidida. Le tomé el gusto en el último año de la carrera. Me puse todas las pilas y le empecé a buscar la vuelta. En 2015 entré en el Paseo Cultural y empecé a estudiar más sobre La Rioja, comencé a guiar a los turistas y se abrieron nuevas oportunidades de trabajar. Siempre busco, soy de buscar las oportunidades y soy una convencida de que las oportunidades llegan. Me pasó también con la danza.  

«ES LO QUE SOY»

Soy muy perfeccionista en lo que hago y en los trajes también. Cuando me visto, cuando me pongo en el personaje y me saco una foto, todo lo que hice para tener ese traje es lo que soy. Me falta que lleguen las oportunidades y tomarlas cuando llegan. Ir, tirarme a la pileta. A diez años ya no tengo que dudar, tengo que ser más segura. 

LA EVOLUCIÓN, EN PRIMERA PERSONA

Estuve dos años con la comparsa La Bella Unión (entre 2011 y 2012) y se me dio la oportunidad de ir a los carnavales de Chilecito. En el 2013, por cuestiones de Universidad dejé, solo hice presentaciones chicas, no en el carnaval. También en el 2013 entré a bailar con la comparsa Los Elegantes del 4, en los carnavales de Capital. Ahí conocí a Elisabeth Casimiro, que es la passista de mayor trayectoria de La Rioja. En 2014 fui la reina de Los Elegantes del 4 y me consagré como Miss Elegancia de los Corsos Municipales. Ya en 2015 entré a la comparsa La gringada, y fue mi primer año como passista, como bailarina destacada. De bailar en escuadra y después libre, de un día para el otro ser passista era una responsabilidad enorme; más traje, más baile. Ahí descubrí definitivamente que eso era lo que quería hacer. Hacer show con la batucada, siempre me complemento mucho con ellos. A esa instancia la tomé como un paso más individual, más importante y me empezó a picar el bichito de querer aprender más, de estar más. En 2016 me convocaron para una comparsa de Chilecito. En 2017 me convocaron de la comparsa de San Vicente, para representarlos como su reina, y me consagré como reina de los carnavales de Sanagasta. Estuve ese año bailando con ellos. En 2018 ya entro en la comparsa Los Legales, pero también se me empezaron a abrir las puertas en el interior, especialmente en Chilecito. En 2019 también estuve con Los Legales, como passista. Fue un año muy complicado, porque hay un límite de edad para ser passista. Ese fue mi último año y, por una enfermedad, no pude dar lo que en realidad pensaba que podía. Me quedé muy frustrada. Pero en 2020 se me da la oportunidad de ingresar a Ohana, donde buscaban a una passista y bailé como solista. En ese mismo año se llevó a cabo el primer encuentro de pasisstas y batucadas, un encuentro de once comparsas de capital e interior. Ahí gano por primera vez un duelo como passista. Ese año se me abrió la puerta para mucho, para poder dar clases gratuitas, por ejemplo, o que me busquen desde el interior. Mi objetivo siempre fue estar en todos los corsos. En mi carrera fue como un antes y un después de haber ganado un duelo. A esa altura ya había conocido un poco lo que era la ‘Samba no pé’ (samba en el pie) que es el arte que vemos en las bailarinas de Río de Janeiro o de Gualeguaychú. Siento que mi estilo va por ahí; el poder marcar una diferencia respecto de otras bailarinas es por ese lado. El año pasado, antes de la pandemia se me dio la oportunidad de ser passista otra vez de Ohana, que es para mí la más importante de todas las comparsas por las que yo pasé. Me consagré como bailarina y como campeona por primera vez en diez años. Somos una familia en todos los sentidos. Es un sentido de pertenencia y lo sigo sintiendo así.

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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