Del lado de la inocencia

Reseña sobre el libro «Palabra concisa», de Miguel Ángel Oviedo Álvarez.

Concisa, pero contundente y precisa es la palabra en la poesía de Miguel Ángel Oviedo Álvarez, quien desde una delicada, suave mirada logra transportar al lector a escenarios disímiles, como si se tratara de un viaje en el que los paisajes se van entremezclando, desde lo verde hacia lo gris, pasando luego por lo oscuro, y nuevamente hacia lo verde, hacia la luz, como un dejo esperanzador que trastoca la más negra de las tormentas en verbo que viene a poner brillo a las sombras.

Palabra concisa (Ediciones del Dock, 2018) constituye a lo largo y ancho de su territorio de palabras, un amplio y conmovedor espectro de sensaciones que se van afincando en los jardines de una memoria sensible, vital y comprometida con el entorno en que convive, esa especie de isla en la que el poeta planta bandera de resistencia frente a la sequía de la vida, en un florecer en el amor al que acude urgente, al igual que la primavera estalla en el patio de la casa, a donde llega presto el perfume del Famatina.

Allí es donde habitan las presencias como jazmines en las plantas pero también, y en extraña paradoja, las ausencias que no dejan de retornar para recordarle al poeta que el tiempo es la falta de tiempo y que existe también otra orilla que trae y lleva la tempestad y, al mismo tiempo, inaugura siempre una vez más el asombro de los ojos.

Oviedo Álvarez va dando cuenta así de las heridas que perduran, suavizándolas tal vez, con la vida que crece en la caricia a esa criatura a la que vela por las noches para fundar una caligrafía que mitigue el estampido voraz de las agujas en el reloj de su existencia.

Porque las circunstancias -y sus inevitables consecuencias- existen y hay que «seguir en el camino a tientas, sin brújula y sin antena», cargando el «equipaje de vivir», a la espera del regalo de otro amanecer en el que todo permanezca en ese delicado equilibrio,  pero al borde de un abismo casi inevitable que lleva hacia la intemperie sin fin, donde el dolor y el horror atraviesan de lado a lado a una humanidad que cuece sus heridas en el fragor de la guerra que busca imprimir el billete vil de sus crueles ganancias.

Es aquí donde el poeta ahonda su pertenencia al costado de la lucha -esa lucha que lleva el nombre de Madres y Abuelas-, al refugio de la proclama que se construye con los iguales y que se escribe con tinta de sangre en los pizarrones del pueblo, porque no puede haber futuro sin pasado, ni se puede seguir andando sin perspectivas de revoluciones, como un desahogo del escritor para con el hombre, elevando «los sueños de los latidos que nos faltan».

«Hablamos para que se haga la luz», afirma Oviedo Álvarez; «para nombrar la libertad». Con concisa, pero contundente y precisa palabra transformadora. Porque en la palabra va la luz, el verbo que aclara las sombras y que de lo oscuro vuelve a iluminar el jardín, a regarlo de esperanza, luego de haber dado la mayor de las batallas: la de la consciencia de un ser colectivo que se construye desde la individualidad solidaria, desandando las calles, derrotando los silencios, esos que pretenden imponernos cada vez que hablamos.

Después de todo, como bien afirma el escritor Aldo Pellegrini, «la poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque lo tiene todo».

Basta con leer Palabra concisa para confirmar y reconfirmar de qué lado de la puerta se encuentran Miguel Ángel Oviedo Álvarez y su poesía.

EL AUTOR. Miguel Ángel Oviedo Álvarez nació en Villa Dolores, Córdoba. Hace 25 años reside en Chilecito. El profesor y Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctor en Letras por la Universidad de El Salvador. Publicó en poesía: Razones de poesía (1990) mediante préstamo del Fondo Nacional de las Artes. De las Breves Voces (1999) con el auspicio de la Municipalidad de Córdoba. Escritura de caminante, Ediciones del Dock 2012. En ensayo: Del Romanticismo al Naturalismo. Lectura de la Literatura del siglo XIX, 2001. Participó en numerosas antologías y obtuvo premios. Es docente de la Universidad Nacional de Chilecito y la Universidad Nacional de La Rioja.

(El presente artículo fue publicado en el suplemento 1591 Cultura + Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp