Desafiando los límites

Entre el descubrir la danza, el baile, como una vocación vital y el explorar las infinitas posibilidades que le ofrece su cuerpo como una herramienta única de expresión artística, Luzmila Pastrán escribe una historia que tiene un punto de partida reciente, pero que a fuerza de pasión, perseverancia y dedicación, se proyecta hacia un futuro en el que no caben los estereotipos ni los condicionamientos.

No hay un tiempo, no hay una edad ni una fecha de vencimiento para ponerle fin a las estructuras preconcebidas y trazar, a partir de esa ruptura consciente, un recorrido hacia nuevos caminos, hacia nuevos espacios por descubrir, por explorar y, sobre todo, por compartir a partir de una experiencia individual que, sin embargo, termina de construirse en lo colectivo. De lo que se trata, en definitiva, es de ir corriendo cada día un poquito más los límites, en un desafío que no sólo tiene que ver con lo netamente existencial, sino también y fundamentalmente, con la amplitud de pensamiento que, a su vez, amplía la variedad de puertas por abrir y de horizontes por abarcar.

Así, de esa manera fundacional, es como Luzmila Pastrán (22) inaugura cada uno de sus días desde el momento preciso en que se decidió a indagar su propio más allá, desafiando los límites de lo ya conocido para adentrarse en un universo del que nada sabía hasta ese momento, pero que en el aquí y ahora por el que actualmente transita, se ha tornado en un respiro vital para su despertar a lo desconocido, a lo que hay para descubrir y aprender, con la mente puesta siempre en el compartir esa experiencia corporal que, una vez otorgada en ofrenda, se convierte en una experiencia plenamente sensorial que la completa, que la hace sentir íntegra, plena y siempre dispuesta a dar un paso más. Hacia adelante, siempre.       

Desde ese lugar es, precisamente, que se convence día tras día: no hay un tiempo, no hay una edad ni una fecha de vencimiento para ponerle fin a las estructuras preconcebidas y lanzarse a la aventura de descubrirse en todas las dimensiones posibles, aún cuando ese proceso implique dar algún paso en falso, tomar alguna decisión desacertada, retornar sobre las huellas y dar a luz otro camino. Después de todo, como bien afirma a 1591 Cultura+Espectáculos, «el límite es el que se pone uno mismo». Y si de romperlos se trata, quien mejor que esta joven bailarina (que así es como se define) para compartir la fórmula.

Hay en Luzmila Pastrán una multiplicidad de posibilidades, tal como la flexibilidad que habita en su cuerpo. Su formación, cuenta, es en Yoga Integral (se recibió en el año 2019), pero como carta de presentación, esa única disciplina resulta acotada. Si de puntos de partida se trata, su descubrimiento del baile, de la danza, es el impulso que la ha llevado hacia una búsqueda constante respecto de los entrenamientos que le permitieran mejorar en lo que, considera, es lo que más la apasiona. De allí hacia la amplitud del movimiento, sólo fue cuestión de dar un simple salto, igual que cuando dibuja en el aire con sus extremidades alguna figura que, para la mayoría de los mortales, sería prácticamente imposible de lograr. 

«Todo viene después de una crisis», afirma Luzmila inaugurando una especie de viaje a través de una aventura personal que, como tal, merece ser contada. «Estudiaba Licenciatura en Gestión y Recursos Humanos; la llevaba muy bien. Hasta ese momento no bailaba, no había ido a una academia, nada. A mediados de segundo año de la carrera tuve un problema de salud, estuve internada y perdí la regularidad en muchas materias. Empecé a buscar entonces qué hacer para poder estar bien, porque había caído en una especie de depresión. Yo pensaba en lo típico: terminar el secundario, seguir una carrera y terminarla en cuatro años, tener un trabajo. Pero todo eso se había derrumbado, así que tenía que buscar algo. Así fue que viendo videos en YouTube vi a una chica bailando y no sabía qué danza era. Me salió el video y me encantó. Nunca en la vida había hecho danza, aunque tengo fotos de muy chiquita vestida para hacer danza clásica; tengo fotos, pero no recuerdos. En casa nunca hubo estímulo artístico, pero fue a partir de allí que decidí ver qué pasaba. Le dije a mi mamá y ella se acordaba que donde ella había ido alguna vez daban lo que yo quería. Pensaba en ir a una clase, probar, ver qué pasaba. Fui a esa clase y me sorprendió que aún sin haber pegado una, salí tan contenta de ahí que sentí que había algo que me gustaba y que no sabía que me gustaba. Lo vi ahí, lo sentí en ese momento».

Así fue como Luzmila rompió el primero de sus límites, ingresando a un mundo que le era desconocido pero que, por evidente ensamble, le resultó absolutamente natural, al punto tal que hoy no puede imaginar el devenir de sus días sin la danza, mucho menos sin la búsqueda de otras posibilidades, cuestión que la fue llevando desde el jazz contemporáneo hacia diferentes escenarios en los que poder desplegar su arte.

En este punto, precisamente, es que recuerda la primera vez que participó de una obra y aquella sensación de «querer seguir» que le hizo notar que ya no le bastaba con lo que estaba haciendo. «Por ese tiempo empecé el instructorado de Yoga», cuenta, mientras recuerda que su mamá «estaba muy metida en el ámbito holístico. Me decidí por Yoga y me recibí como instructora, pero siempre sentí que era más bailarina. Fue en 2020 que decidí meterme más de lleno. Tomar más clases, quería mejorar, pero justo comenzó la pandemia. A pesar de ello, seguí tomando clases y comencé a meterme más en Instagram; buscaba formas de asociarme con alguien y todo se empezó a dar. Me llegó la posibilidad inclusive de una beca con Laura Aredes, para danza clásica. Quería mejorar. Me llegó también un ofrecimiento de un profesor de Brasil. De a poco iban apareciendo ofertas; la posibilidad de probar clases y empecé a aprender un montón. En ese tiempo también la conocí a Carolina Sotomayor, lo que para mí fue una luz, porque hasta ese momento no me encontraba como bailarina, sentía que algo me estaba faltando y sentía que eso que me faltaba no iba solo por el lado de la técnica. Necesitaba un apoyo extra, alguien que me ilumine. Carolina fue mi mayor influencia en ese sentido, aunque recién la conocía. Así fue que seguí tomando clases, también de contorsión, de flexibilidad y eso me llevó a empezar a repensar cómo yo me entrenaba. Empecé a mezclar entre contorsión y danza, y sentí que me era funcional». 

Otra barrera que quedaba atrás. Otro límite desafiado. Y un nuevo espacio por conocer: el de su propio cuerpo como un instrumento con infinitas alternativas. «Siempre tuve facilidad para la flexibilidad, pero nunca había tenido entrenamiento flexible, no tenía una guía, alguien que me dijera cómo entrenar mi flexibilidad. Empecé a encontrar gente y encontré un método que se llama «fitcontor», con una profe de Córdoba, Vanesa Nieva. Empecé a encontrar similitudes entre lo que ella decía y lo que yo podía perfeccionar en danza. Encontraba todo en ella y todo estaba asociado a la contorsión. Personalmente soy partidaria de entrenar sin dolor, entrenar cada parte en conjunto, a su tiempo, para poder llegar a un lugar y no buscar ir hacia una postura. Yo no quería enseñar posturas, sino la manera de poder llegar a esa postura», cuenta Luzmila que, por ese entonces, comenzaba a plantearse otras miradas otros recorridos, siguiendo siempre el camino de la intuición que le decía que no era por el Yoga. «No me sentía cómoda porque sabía que no era la forma; hay otras formas de entrenar el cuerpo de manera más saludable».

AMPLITUD DE MOVIMIENTO, LEJOS DE LOS ESTEREOTIPOS

Por definición, la amplitud de movimiento (ADM) es el rango de movimiento de una o varias articulaciones. La flexibilidad, en tanto, es la capacidad que tiene una articulación para realizar movimientos con la máxima amplitud posible. El aparato que suele utilizarse para medir la ADM de una articulación en grados es el goniómetro. O, para ser incluso mucho más exactos, la manera en que Luzmila desafía los límites de su propia humanidad, llevado a una instancia a la que tampoco había asistido: la docencia. Y ella misma lo define: «Lo que hago se puede llamar amplitud de movimiento. La amplitud del movimiento no busca la flexibilidad como punto clave, sino como punto limitante. En el concepto de amplitud del movimiento la flexibilidad solo va a limitar hasta qué grado vas a poder llegar, pero no es el único factor involucrado. La fuerza es muy importante para que la persona pueda ampliar su rango de movimiento articular. Empecé a pensar en este entrenamiento; era lo que yo quería dar en mis clases y allí fue que comenzó a cobrar más sentido lo que yo estaba haciendo. Cuando pude empezar a dar clases, arranqué con amplitud de movimiento y empecé a tener mis primeros estudiantes regulares». 

En Luzmila abunda la claridad de conceptos tanto como la flexibilidad con la que puede manejar su cuerpo. «No solo trabajamos en flexibilidad; los ejercicios son tanto de flexibilidad como de fuerza. Si la persona quiere mejorar en danza, necesita ambos; si la persona quiere hacer tela, necesita ambos. Inclusive en contorsión: si no tenés la fuerza para sostener una postura no podés ser contorsionista; no se trata solo de ser flexible», asegura con la misma sencillez con que sonríe. Y con la misma contundencia con que se encuadra, cuando se le pregunta sobre cómo se definiría dentro de la multiplicidad de actividades que realiza: «Yo siento que soy bailarina y siento que si encuentro en otra disciplina algo que me sirva para el baile, lo voy a aplicar. Por eso yo siento que la contorsión me ayudó a aplicarlo en mi danza. La contorsión tiene algo muy similar al Yoga que es la parte de la postura, pero no sabría cómo hacer una contorsión. Lo que sí puedo hacer es usar algo similar de esa contorsión para aplicarlo a mi danza. Hay entrenamientos que hago para mí, que en algún momento espero poder darles a mis alumnos».   

Allí radica su esencia. Allí se funda. Desde lo individual hacia lo colectivo. Desde la indagación de su cuerpo hacia el ampliar perspectivas. «De pronto me encontré con que me gustaba dar clases y me encontré además con un grupo en la misma sintonía. Siempre me pregunté dónde entraba la danza en mi vida y es desde ese lugar que sigo trabajando. El año que viene voy a ingresar al Profesorado de Danza, con orientación en Contemporánea porque siento que todo se empezó a dar para eso. Actualmente estoy en una obra de danza teatro; siento que se está dando, que es el camino para poder tener influencias en esto. Es levantarse todos los días y pensar qué hacer para llegar a donde quiero llegar». 

Allí radica, también, su punto de partida, su iniciación y la matriz de su perseverancia. Por eso no duda en afirmar, cuando se le pregunta por sus motivos: «El impulso es eso, pensar todo lo que se puede lograr. De repente estoy en una obra de danza teatro, estoy dando clases, estoy pensando en dar clases en el interior, voy abriendo puertas. Siento que por ahí puedo hacer varias cosas, pero principalmente soy bailarina y el baile me dio vida, literalmente; me sacó y me hizo replantear todo. Por eso busco perfeccionarme, tomo clases, es algo de todos los días moverse, ver cómo promociono mis clases, es analizar todo el tiempo dónde estoy y a dónde quiero ir. Me encantaría ir a otros lados a dar clases, a Buenos Aires, que me llamen para algún proyecto, audicionar. No quiero algo estable, quisiera participar en muchas cosas: videos, obras, escenarios, pero no siempre lo mismo. Me gustaría recorrer el mundo mostrando lo que hago. No quiero quedarme en un lugar, estoy completamente alejada ya de ese estereotipo». Después de todo, de lo que se trata para Luzmila no es sólo tener amplitud de movimiento, sino también amplitud de mente para seguir desafiando sus propios límites.

CLASES PERSONALIZADAS

Yo no voy a exigir más de lo que un cuerpo puede en ese momento. Todo es un proceso y cada cuerpo tiene su proceso. A cualquier edad, en cualquier momento y de cualquier forma se puede. Trabajo personalizado porque cada cuerpo es diferente. Cada persona, dentro de la misma clase grupal, a veces tiene ejercicios diferentes. 

«LOS LÍMITES LOS PONEMOS NOSOTROS»

Con mi cuerpo experimento un montón; es experimentar siempre. Ver qué puedo hacer. A veces funciona, a veces no tanto. A veces hay ejercicios que los hago para mí, pero que no puedo dárselos a mis alumnos. Conmigo hago todos los experimentos. Los límites los ponemos nosotros. Con mi cuerpo el límite está hasta donde yo le digo que hoy puede y mañana puedo un poquito más. Es un proceso, la forma en cómo te entrenás. Trabajo hasta mi límite hoy, pero no mi límite para siempre. El cuerpo cree todo lo que la mente le dice. 

CÓMO TRANSMITIR LA INFORMACIÓN, LA CLAVE

Siento que me encantaría tener a alguien que me entrene, tener mi guía, una persona a la que confiarle mi cuerpo. Sigo en la búsqueda. Analizo a dónde voy. Sé que quiero tomar más formaciones. Me pongo horas y horas a ver videos, saco de ahí. Es algo de todos los días. No es solamente hacer, es pensar cómo se hace. Al cuerpo trato de darle descanso, porque un cuerpo cansado no puede funcionar. Cada clase es diferente. Ser profe es pensar cómo voy a transmitir lo que yo sé a otra persona para que lo piense de la misma manera, ese es el punto clave, cómo transmito esta información. Con cada cuerpo el ejercicio puede ser distinto.

CONTACTO // IG: luz_mila_pastran

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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