El caudillo

Facundo Oliva es marca registrada de Tango en La Rioja. Su nombre es sinónimo de danza, desde muy pequeño, pero es también referencia ineludible a la hora de hablar de pasión y empeño; de entrega y determinación. Y de poner a volar sueños por el aire, hasta tornarlos una realidad palpable, tangible. De eso se trata, en definitiva, su quehacer imparable.

Facundo Oliva es marca registrada de Tango en La Rioja. Su nombre es sinónimo de danza, desde muy pequeño, pero es también referencia ineludible a la hora de hablar de pasión y empeño; de entrega y determinación. Y de poner a volar sueños por el aire, hasta tornarlos una realidad palpable, tangible. De eso se trata, en definitiva, su quehacer imparable. De transformar, de convertir, de vislumbrar, de percibir las señales de una posibilidad, de una oportunidad por medio de pequeños indicios o señales. Como cuando empieza a trabajar con los más chiquitos, en pos de formar bailarines que trasciendan, incluso, su tiempo de profesor, de maestro.

Facundo Oliva lleva más de 30 años ligado a la danza y otros tantos (muy probablemente más del la mitad de los años con los que cuenta) haciendo del Tango su lugar en el mundo, su día a día, su vida. En todo ese tiempo, ha dado a La Rioja no sólo su dedicación y su profesionalismo inquebrantables, sino también una gran cantidad de exponentes del 2×4 que supieron trascender los límites de nuestro territorio para instalarse en la catedral del Tango: Buenos Aires. Esa es la batalla a la que asiste desde siempre con fuerza inclaudicable, con la misma fuerza inclaudicable de nuestros caudillos, en esa intención de federalizar el Tango, de hacerlo parte de nuestra cultura, más allá de ese centralismo porteño que, por sus naturales orígenes, tanto le pertenece y lo caracteriza.

«Siempre reconozco que el Tango nació en Buenos Aires, pero es argentino y todos deberíamos saber bailar algo de Tango. Somos tierra federal, somos tierra de caudillos y estoy dando mi pelea por un Tango federal; las provincias tienen que tener más Tango», afirma Facundo con firmeza y cuenta, sobre esto, que «estamos tratando que a nivel nacional las políticas también cambien y los bailarines tangueros comiencen a circular más por las provincias, porque consideramos al Tango como una industria cultural». 

¿Pero quién está detrás de estas afirmaciones? ¿Quién se despierta en cada nueva mañana pensando en extender los dominios de esa danza que tanto prendió en otros países pero que aquí, en el nuestro, se sigue circunscribiendo a una cierta y determinada geografía? 

Facundo Oliva tenía apenas 6 años cuando solo y por sus propios medios se inscribió en los Talleres Libres de la Municipalidad. Su madre quería que aprendiera a tocar el piano, pero su instinto le decía que los suyo era la danza, el folklore, en esa primera instancia de aprendizaje. Nacido en Buenos Aires -más precisamente en Tigre-, vivió los primeros tres años de su historia personal respirando, tal vez de manera inconsciente, esos aires tangueros, hasta que sus padres (ambos oriundos de la localidad de Milagro, en el sur provincial), decidieron volver a su tierra natal. Así fue como pudo desarrollar sus estudios primarios y secundarios en la Capital riojana, donde fue forjando, en paralelo, su estrecha relación con el baile.

De aquellos primeros tiempos, recuerda que asistía a la Escuela 54, que estaba ubicada por la Avenida Alem, donde dictaba cases el profesor Nicolás Martínez. «Me metí solo a tomar clases», afirma, al tiempo que cuenta que no hay en su familia antecedentes artísticos. «Veía bailar y me gustaba la danza y mi mamá se enteró después de un tiempo que yo iba todos los sábados a la escuelita. Allí fueron mis inicios en la danza. Estuve muchos años en el Ballet Pozo de Vargas, que ahora está por cumplir 30 años. Siempre en folklore, hasta que un día me pidió el profesor si podía hacer algo de Tango. Y dije que sí». Antes, recuerda, había venido un profesor de Catamarca que se quedó en La Rioja a dar clases y comenzó a difundir el Tango. Yo habré tenido unos 12 años en aquel momento y me inscribí; sólo éramos dos varones y el resto mujeres. En ese momento el profesor vio que yo tenía condiciones y me tomó como ayudante. De esa manera me marcó el camino del Tango, que para mí era algo desconocido. Me enganché enseguida». 

Entre lo fortuito y lo buscado. Así fue el devenir de la historia de Facundo con el Tango, ese baile que tanto le llamaba la atención cuando en la tele veía el programa «Grandes valores del Tango», que conducía Silvio Soldán. Una especie de simbiosis. «Me gustaban las orquestas, los bailarines», cuenta. Y, de inmediato, viene a su memoria el día en que «el profe Martínez me propuso hacer una coreografía de Tango; el estaba en el Ballet Argentino de Córdoba; entonces me empieza a pasar pasos de Tango y armo esa coreografía para participar en el Pre Cosquín, en la instancia provincial; ganamos y fuimos a participar en Cosquín. Éramos muy principiantes, no había en ese momento nada relacionado con el Tango en La Rioja», recuerda.

Sin embargo, es a partir de esa experiencia que comienza a interiorizarse más y más respecto de esta disciplina, al tiempo que comienza capacitarse con viajes permanentes a la provincia de Córdoba, también como integrante del Ballet Argentino, aunque allí se desarrollaba mucho más todo lo que tenía que ver con el folklore. «Empecé a tomar clases con profes de Córdoba y luego comencé a ir a Buenos Aires a capacitarme», cuenta a modo de ir trazando un recorrido junto al Tango que se hizo cada vez más intenso. 

No obstante, aclara una y otra vez: «soy profesor idóneo». Y con una muy extensa trayectoria que comenzó cuando tenía apenas 16 años, oportunidad en la que comenzó a trabajar en el Centro de Animación Socio Cultural de la Costa, junto a otra incansable gestora de nuestra cultura: Virginia Hansen. «Iba a la secundaria todavía. Trabajaba todos los domingos en Los Molinos a la mañana, y en Aminga por la tarde y esos fueron mis inicios como docente. Virginia era y es una gran formadora y una gran luchadora por la danza. Empecé con niños y jóvenes; y así fue también como me empecé a independizar de muy chico. Fue una muy linda experiencia; sobre todo ver cómo los chicos venían a las clases; algunos en colectivo, otros los buscaba Virginia en su auto, otros llegaban en caballos, en burro. Fueron mis primeras experiencias y eso me enseñó mucho. Lo que tiene la gente del interior es que son muy respetuosos y muy dedicados; no faltaban nunca y de ahí salieron un montón de bailarines».  

Posteriormente, y ya con esa experiencia en la mochila de sus sueños, llegó la oportunidad, a los 18 años, de ingresar a la Escuela Municipal de Arte. «No había Tango en ese tiempo, y la directora me sugirió que abriera ese espacio. Enseñaba a la tarde y luego de un año comencé con los adultos; en ese tiempo no había nadie», remarca. Una vez más, se ubicaba en el rol de quien es pionero a la hora de impulsar la actividad. De allí para acá, suma más de 20 años junto a la docencia y la enorme satisfacción de haber dado lugar al nacimiento de muchos bailarines que ahora son profesionales y de poder transmitir a la gente lo que es el Tango, lo que significa no sólo a nivel danza, sino también a nivel historia, a nivel social. 

«En el 2000 me citaron para hacer una gira a España y que armara toda la parte de Tango; empecé a formar esos bailarines para esa gira en Logroño. Viajamos en 2001, volvimos de España y nos fuimos a México», cuenta a través de esa cronología que va marcando los diferentes hitos personales en su memoria, más allá de que no suele tomar una conciencia real de lo que su nombre significa para la danza en La Rioja. «No tomo dimensión de las cosas, siento que falta mucho todavía, pero la gente me lo hace sentir, incluso en otras provincias en las que estuve. Aquí en La Rioja fui muy criticado al principio porque la gente grande decía que lo que yo hacía no era Tango, porque comenzaba con el tango escenario; con el tiempo me fue gustando también el tango salón, pero nunca hice caso a lo que los demás decían», afirma Facundo entre risas. Y no es para menos, ya que quien ha marcado el pulso de su crecimiento y de su evolución, ha sido el tiempo y su esfuerzo por dar al otro, por transmitir al otro una pasión que es única. 

De allí que nunca se negó a abrir una nueva puerta, siempre que esa nueva puerta lo llevara a continuar alimentando su amor por el Tango y su amor por enseñarlo, por transmitirlo desde su experiencia tan particular. Así es como en 2005 nace «Taconeando», la escuela que ya cumplió 16 años en la promoción y difusión del Tango Argentino en toda la provincia de La Rioja, esto último, una característica de su manera de hacer y de ofrecer, abriendo siempre el juego.  

«Taconeando comienza en el 2005, cuando salgo de la Escuela Municipal y algunos padres me propone armar un grupo de Tango; en aquella ocasión comencé también con niños y luego incorporé a los adultos. Daba las clases en el Club Social, en la Vieja Estación de trenes; por calle Santa Fe, en el Club Güemes, o donde fuera necesario que lo hiciera», rememora Facundo, siempre con ese orgullo particular por lo hecho, por lo conquistado. Y recuerda también que con «Taconeando empezó una linda historia con los chicos; porque iba siguiendo su crecimiento. Hasta ahora tengo gente que comenzó a los 9 años y sigue en el Tango», afirma. Pero al margen de la escuela, que es también una marca registrada del Tango en La Rioja, en el 2008 surge también, a través de la iniciativa del actual gobernador Ricardo Quintela -por aquel entonces intendente capitalino- de formar el Ballet Municipal de Tango, y en ese mismo año se hace el primer espectáculo. «Los bailarines fueron los juveniles de Taconeando; en la actualidad, la mayoría de los bailarines son de Taconeando», sostiene y se sostiene en sus fundamentos que, además, lo llevaron a desandar aventuras que, por aquel entonces, eran prácticamente imposibles de imaginar. «Antes de que se formara el Ballet Municipal de Tango, con Taconeando hicimos un viaje; llevé un grupo de 32 personas, entre niños, jóvenes y adultos a México; armamos una linda delegación con bailarines y llevé también a un cantante, Kike Álamo. Eso fue en 2007, cuando me entregaron un premio como el director más joven de todos los países, entre los 60 que habían participado. Luego fuimos a Costa Rica, con una delegación más pequeña». 

Esos sueños convertidos en viajes (y que hoy serían prácticamente imposibles de concretar, dada la particular situación social y económica por la que atravesamos) no eran otra cosa más, sin embargo, que el impulso constante de un hombre por hacer que el Tango como danza, como disciplina, creciera en La Rioja. Lo hizo desde pequeño cuando comenzó a bailar y lo ratificó algunos años más tarde, cuando siendo un adolescente aún, arrancó con la docencia, dando todo de sí a pequeños que, en la Costa riojana, no tenían demasiadas oportunidades de poder desarrollar una actividad artística.

Por eso, cuando se le pregunta qué le ha significado ser el portador de una tradición tan especial como la del Tango para llevarlo a los diferentes puntos geográficos del territorio provincial, no duda en afirmar que «transmitir el tango en La Rioja me ha costado, al ser una provincia tan folklórica; pero siempre fue insistir e insistir para que a la gente le empiece a gustar, promocionarlo, que lo vean. Y por suerte la gente siempre se prendió mucho. Supe hacer clases con 100 personas, seminarios en los que empezó a sumarse mucha gente. Siempre fue un poco más difícil por el hecho de estar lejos de Buenos Aires y había que invertir mucho en capacitación, en traer gente de allá, maestros que capaciten a la gente. Al principio fueron los niños y los jóvenes, luego los grandes, pero al principio no se animaban mucho. Fue entonces cuando me di cuenta que lo que teníamos que transmitir era el tango tradicional, el tango a piso, el tango social, el de la milonga, el que la gente va a bailar en el sentido contrario a las agujas del reloj; fue complicado en un principio, pero a la gente le comenzó a gustar. Primero fue aquí, en la Capital, pero luego se fue expandiendo hacia el interior y la respuesta de la gente en el interior fue bárbara; era algo nuevo, algo que no conocían».

Para Facundo, en este punto, cada anécdota es una vivencia y cada vivencia, un afirmarse en su amor por el baile, por la danza, por el Tango. Esa pasión que lo caracteriza y que lo define a la hora de ser quien lleva hacia la gente esos conocimientos que fue adquiriendo gracias al empeño puesto en formarse, en capacitarse, pero no sólo para una satisfacción propia, individual, sino con la idea de poder ofrecer todo eso a los demás y, desde ese lugar, verlos crecer. 

«Más allá de lo coreográfico, de lo técnico, se transmite mucho lo que es la historia del Tango, los códigos que tiene; hay que enseñar toda la esencia desde su historia, hasta la forma de abrazarse. Siempre explico desde la manera en que se vestían los bailarines, en cómo comenzó; más allá de la danza, está también la música, los cantantes, las orquestas que fueron evolucionando a través del tiempo. El Tango tiene muchos códigos a la hora de bailar. En una milonga, se sigue usando el cabeceo, por ejemplo y se trata siempre de un ambiente familiar, muy lindo», explica. Y si a eso se le suma el corazón…

A Facundo le brota la emoción. Y los ojos se le humedecen cuando la pregunta tiene que ver con qué significa el Tango para él; qué es esa danza en su historia. Y la respuesta, es igualmente lógica, en una misma dirección: «El tango es mi vida, me crié con el Tango, vivo del Tango. Muchos dicen que de la danza no se puede vivir, pero en mi caso vivo de esto. Le puse mucha pasión desde un principio y aposté a esto, por eso es mi vida, es todo. Es mi profesión y me encanta porque yo también aprendo de la difusión del Tango, de la enseñanza, del conocer los cuerpos de las personas, su lenguaje corporal. Soy muy perceptivo en todo, lo hago con mucha pasión, con mucha dedicación, y no lo digo yo, lo dicen el tiempo y las personas». 

El tiempo y las personas. Y su propia experiencia. Esa manera de vivir el Tango que tanto tiene que ver con su manera de vivir la vida, y viceversa. Sin vacilaciones y dando todo. Como cuando se pone en el papel del bailarín. «Cuando bailo es como mi momento maravilloso sobre un escenario, en la pista, en la calle, o donde sea. Comienzo a volar, a soñar, es un momento mágico en el que soy yo. En las clases trabajo para que la gente sea la protagonista, pero cuando bailo soy yo y lo hago con mucho profesionalismo, siempre tratando de disfrutar y que disfrute también quien me está viendo, es un momento mágico» asegura. Y va, en esas emociones, un poquito más allá: «lo que no pierdo todavía son los nervios a la hora de bailar. Creo que cuando pierda esos nervios, voy a pensar entonces que está pasando algo que hace que ya no esté sintiendo; esa adrenalina de antes de bailar es porque lo estoy sintiendo, porque quiero dar un buen show, la antesala del show. Si no lo sintiera, algo raro me estaría pasando. Nunca me pasó hasta ahora y sigo sintiendo los mismos nervios cuando voy a competir que en una fiesta familiar».

Esa manera de sentir, esa manera de vivir, es la que lo lleva también a través de esa búsqueda constante con la que construye su día a día junto al Tango, viendo también como día tras día esos objetivos que se fue planteando fueron tomando forma. «Lo más lindo que me pasó con el tango es que he conocido mucha gente buena, gente que me ha seguido desde mis principios», asegura. Pero no se queda únicamente en eso. «He podido desde La Rioja. en este tiempo, hacer que La Rioja sea conocida como una provincia en la que también se baila Tango. Ese fue mi objetivo desde el principio: demostrar en Buenos Aires que La Rioja baila Tango. Desde el Mundial de Tango, que es muy difícil y que pude llegar a semifinales en dos ocasiones, aún cuando el objetivo no era buscar un premio, sino llevar el Tango de La Rioja a Buenos Aires. Quería que nos conocieran y lo he logrado. Nos reconocen, reconocen el Tango riojano y mucha gente se ha sorprendido por nuestro nivel. Eso también es toda la dedicación de los chicos que yo preparaba. Ahora estoy en organizaciones nacionales, donde también me aboqué a meter el Tango de La Rioja; en la Red Nacional, en el Movimiento Federal de Danza, donde soy el representante de Cuyo. Vengo luchando desde hace mucho tiempo para que el tango sea federal, descentralizarlo un poco de Buenos Aires. No puede ser que se baile más tango en otros países que en nuestras provincias. Sacando Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, después no hay nada», sostiene. Y ese «después no hay nada», reafirma su objetivo de ser «alguien», no desde la individualidad, sino desde un colectivo en el que el Tango prime y se fortalezca. Desde La Rioja hacia Buenos Aires, federalizando la danza. Esa es la batalla que, en cada embate, lo convierte en caudillo. 

«NO ME CONFORMO»

Siempre siento que me falta algo, no me conformo. En la docencia, por ejemplo, soy idóneo, me falta ese título y esa es una meta que me puse para sentirme, a la vez, un poco más completo. Ahora también me dedico más de lleno a la gestión cultural, para empezar a meter al Tango por otros lados. La idea es poder hacerlo y trato siempre de gestionar cosas por el Tango, apoyar a las academias, a los bailarines en la formación artística y profesional. Hay bailarines riojanos que están viviendo en Buenos Aires y están viviendo del Tango y esa es una de las satisfacciones más grandes que tengo. En lo personal tuve muchas propuestas, pero no las pude concretar por diferentes circunstancias; como no pude irme de La Rioja busqué capacitarme en Buenos Aires para formar a la gente desde aquí. A mis bailarines, a los que les veo perfil profesional, les insisto para que hagan su carrera en Buenos Aires. 

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