El lado «B» de la música

Flor Castro Llanos es una de las voces privilegiadas con las que cuenta La Rioja. No sólo en su caudal, sino en su decir. Lejos de todo encasillamiento, la cantante va desandando su camino a partir de una exploración constante y el desafío a los límites culturales y geográficos.

Con saludable rebeldía. Así podría definirse, en pocas palabras, la manera en que Flor Castro Llanos encara su vida ligada a la música y al canto, ámbitos en los que viene desandando su camino a partir de una exploración constante y el desafío a los límites culturales y geográficos. Completamente ajena a las zonas de confort, desde sus cortos 13 años hasta el día de hoy, ha desarrollado su carrera con un horizonte claro y seguro, en el que supo exponerse además a las dificultades que sugería una capacitación que no se detiene y que le abre la mente a nuevos retos y metas. 

Es, sin lugar a dudas, una de las voces privilegiadas con las que cuenta La Rioja, no sólo en lo que respecta a su caudal, sino también en su decir, desde donde sencillamente expresa sus pareceres sin concesiones y siendo siempre consecuente con su quehacer, ese que la ha llevado a cruzar las fronteras. Las territoriales y las costumbristas. Y también las propias. En permanente viaje.  

LA MÚSICA, ESA UNIVERSALIDAD

Desde su hogar, rodeada de sus mascotas, Flor Castro Llanos abre las puertas virtuales al encuentro con 1591 Cultura+Espectáculos. Pero esa apertura, es mucho más que una simple apertura al diálogo. Sitúa cada palabra en el lugar exacto, aunque sin encorsetarlas. Simple, pero contundente; sencilla, pero profunda al mismo tiempo. Ante la pregunta obligada en relación a cómo viene llevando el aislamiento, no duda en afirmar estar «cansada de escuchar la palabra cuarentena». Y es lógico. La pandemia no sólo la afecta en el hecho de poder hacer lo que le gusta, sino que también le impide dar clases con normalidad. «Suelo tener entre 50 y 60 alumnos por año y este año creo que no llego ni a la mitad de la mitad», cuenta a modo de ilustrar la difícil situación por la que está atravesando.   

Sin embargo, no se queda allí. La cuarentena, afirma «me sirvió para dar forma a proyectos que tenía guardados, que no los había puesto en la realidad. Cuando se pueda volver a la normalidad, empezaré a hacer esas cosas; muchos de esos proyectos tienen que ver con el tema de la educación y otros con lo personal, con encarar otras cosas, otros géneros musicales que los terminé de cocinar en este tiempo». Y en este punto, se permite reflexionar: «estuve un tiempo en Brasil y allá aprendí muchos géneros. Estoy estudiando portugués, y en diciembre estaría rindiendo mi examen internacional. Por ahí va también ese lado bueno de la cuarentena, que me dio tiempo. Tengo más tiempo, me siento y puedo leer más». 

Con la música, igual. En este tiempo de confinamientos, Flor aprovechó también para entrar en contacto con el descubrir otras canciones en otros idiomas. Ya lo había hecho con la música brasileña y ahora con la música en italiano. Fuera de la ópera, a la que ya había explorado, «ahora descubrí cosas más populares. Me gustan mucho los idiomas. Empecé a buscar música en otros idiomas e intentar cantar de la manera mas fidedigna posible. Eso es algo que siempre me gustó: sentarme a ver qué hay y qué puede llamar la atención del otro», cuenta. Del lado «B».

Y desde ese lugar, precisamente, se abre el espacio hacia nuevas reflexiones y puntos de vista respecto de las costumbres culturales riojanas y las resistencias que pueden encontrar otros géneros que no estén ligados al folklore. 

«En La Rioja hay mucha gente que consume música en portugués; buscando, interiorizándome, descubrí muchos artistas aquí que me encantan y que ya conocía, que también tienen una idea y me orientaron, como Andrea Aventuroso. Ella me ayudó, me orientó para otros estilos; pero soy consciente que no se puede ser tan elitista. Un Caetano Veloso no a todo el mundo le gusta. Por eso me gusta buscar, recorrer qué fue lo que en su momento hizo el boom, en sus idiomas, eso también me lo dio la cuarentena. Y ahora voy viendo quiénes pueden ser los músicos que me acompañen; tienen que ser personas a las que les guste y que quieran hacer algo diferente».

Tal vez precisamente allí esté una de las claves para dimensionar a la cantante. En lo «diferente». «El riojano es medio conservador en ese sentido, pero está bueno empezar a cambiarle la cabeza» afirma, y recuerda: «me pasó el año pasado cuando hicimos Ópera en el Teatro. Cuando se armó, las primeras semanas fue muy desalentador, la gente no quería hacer publicidad. Desde acá solo se promociona lo riojano, lo argentino en cuanto a lo que es folklore; yo apoyo eso, pero está bueno abrir la cabeza a otros géneros. En algunos aspectos la cultura sigue muy cerrada y desde los órganos que nos rigen también; pero veo que se van abriendo de a poco. Estaría bueno que en algún momento se hagan otras cosas, como ocurrió con el Colectivo de Mujeres, que fue algo que se apoyó desde la Secretaría de Culturas y estuvo muy bueno».

La universalidad de la música, como ella misma lo expresa, es la que en algún punto rige su andar. De allí que pueda plantarse y desarrollar una mirada crítica no sólo respecto de su labor, sino también en relación a lo que ocurre a su alrededor, siempre hablando del ámbito en que se mueve.  «Hay cosas que se hacen aquí que me parecen interesantes y otras que son un poco más de lo mismo; en este tiempo hubo más unión de los músicos en general por hacer cosas, o al menos es lo que yo sentí. Ese tipo de proyectos me copan, se pueden mixturar cosas. Hay otros proyectos, suelo ver folklore, que me parece genial, pero me parece más de lo mismo. Creo que hay que darle espacio a otras cosas, hay tanto en la música, que para qué encasillarse. No somos solo folklore, entiendo que es el género que prima, tenemos la Chaya que es un festival reconocido hasta internacionalmente, es emblemático, pero no somos solo eso. Tenemos un montón de otras cosas. Lo mismo ocurre con los bailarines». 

El concepto, para la cantante riojana, sigue siendo el mismo: «la música es tan universal, es tan amplio el abanico, las opciones que hay, ¿por qué cerrarse en una sola? Desde mi lado lo veo así, respeto a quien no lo ve de esa manera. Pero no me voy a encasillar; voy descubriendo y es cuestión de práctica», afirma. Por eso, cuando se le pregunta respectó de cómo proyecta su tiempo y su actividad pospandemia, Flor no duda en afirmar: buscando un espacio para cantar, alguna propuesta que salga, que de hecho hay varias, aunque son todas hipotéticas. Me imagino cantando, pudiendo volver a dar clases como a mi me gusta, en el estudio, ser dueña de agarrar mi auto y salir a dar una vuelta; pero obviamente cantando». Y va, incluso un poco más allá: «fuera de La Rioja, si por mi fuera. Amo mi provincia, amo mi país, pero me gusta mucho viajar y conocer. Mi idea es seguir viajando cuando todo esto pase. Adquirir cosas que tengan que ver con vivencias personales y hacer música. Este año estuve en Río y el año pasado en Salvador, haciendo música. Me imagino si Dios quiere, pudiendo viajar y seguir conociendo, pero siempre volviendo. Necesito volver, me considero super riojana, nunca escondo eso».

DESDE LA RAÍZ Y FUERA DE LAS CASILLAS

Si hubiera que buscar una imagen para intentar ejemplificar la relación que existe entre Flor Castro Llanos y la música, esa imagen debería ser la de un árbol aferrado al mundo desde sus raíces y, a partir de allí, buscando alcanzar con sus extensiones el cielo. Como cuando eleva su voz detrás de una nota que parece inalcanzable, aunque no para ella. Pero, ¿de dónde vienen esas raíces?

«Desde bebé», cuenta y sonríe. Y luego deja fluir la historia. «La música viene por el lado de mi papá. A los 14 años se fue a vivir a Córdoba y allí trabajaba en una disquería que se llamaba ‘Don disco’. Luego volvió a La Rioja también con una disquería y a los 3 o 4 meses nací yo. Como no tenían con quién dejarme, me llevaban a la disquería y de allí mis recuerdos de estar sentadita con mi papá, atendiendo. Sí, diría que es desde que tengo uso de razón que es música por donde yo ande».

Flor reconoce así, en su padre, a la gran influencia. Su padre y la pasión con que atendía en su disquería; todo lo que sabía y expresaba de la música. Y de allí en más, apela a sus memorias: «me acuerdo que siendo chica, tenía unos 3 años, me calmaban sentándome en una silla alta y me ponían videos de Pink Floyd, del disco ‘The Wall’. Me podía pasar de todo y yo no respiraba mirando eso. Eso fue siempre algo que marcó. Me gustaba, me calmaba». El canto vino algunos años después, a los 13, cuando ingresó en el Coro Provincial de Jóvenes, de la mano de Viviana Matta. «Me hizo amar la música, siempre se lo agradezco; siempre tuvo eso de hacer que la música nos guste. Y yo esperaba ansiosa los días de ensayo. Nunca más deje de cantar, de hacer coros, a medida que me iba despegando un poco sola. Estudié música y después me fui formando hasta lo que soy hoy».

Precisamente, si de formación se trata, el camino emprendido por Flor Castro Llanos en su vínculo esencial con el arte, da cuenta de su manera de concebir el hacer música, el ponerle voz a un mensaje que va mucho más allá de una simple canción interpretada al límite de la perfección. «Mi formación comenzó aquí, en La Rioja, pero después decidí en función de que siempre me pasó que me considero media rebelde y voy contra la corriente. Aquí terminé de estudiar con una formación más folklórica, pero luego se abrió la Licenciatura en Música y eso fue otra vuelta de rosca; conocí más lo que es la música clásica y descubrí que me encanta. Me sentía completamente libre cantando ese tipo de música», cuenta, rememorando aquellas épocas. 

«Luego me fui a Buenos Aires y estuve haciendo música clásica con Clásica del Sur, con profesores del Colón, comedia Musical en la escuela Variete de Buenos Aires, que pertenece a Julio Bocca, donde ingresé a través de una beca a nivel nacional. La comedia musical me encanta y pude actuar en la calle Corrientes, en teatros de Buenos Aires, con una obra que se llamó ‘Prohibido suicidarse en primavera’, donde hacía canto y baile. El hecho de buscar formarme en otros lugares que no sean solo en La Rioja, es que La Rioja carece en algún punto de una formación que no sea popular. No quería solo folklore, quería ver qué más había. En Brasil, por ejemplo, estuve en la escuela de Olodum. La curiosidad de ver más allá es lo que siempre me termina llevando por otros lados. No sé si estará bien o mal, no me gusta encasillarme. Me gusta la música y me gusta cantar; puedo cantar una cumbia, un cuarteto, folklore; considero que el verdadero artista tiene que saber hacer todo», sostiene. 

Y desde ese lugar de respeto y valoración por cada uno de los géneros musicales, Flor se afirma y se sostiene. «Esa cosa de encasillarse en un género yo lo respeto, pero considero desde lo personal que un verdadero artista tiene que hacer de todo. Yo aprendí a bailar, aprendí cosas de clown, que en mi vida imaginé que iba a aprender, aprendí actuación, y tuve que reforzar lo que ya tenía de canto. Es muy bueno poder saber actuar, bailar. Me gusta ser integral, no encasillarme en una sola cosa».

DOCENCIA Y ADAPTACIÓN

Si algo queda claro luego de la charla con Flor Castro Llanos, es que no existen para ella los encasillamientos. En la música como en la vida, y viceversa. Pero también en su rol de docente, el otro eslabón donde la cantante deja fluir su pasión, en el formar a otros. «Cuando mis alumnos llegan, llegan con miedo, con vergüenza y yo les explico que no les voy a hacer cantar ni hacer cosas que no quieran hacer», remarca y recuerda algo que la marcó: «me tocó que algún docente me hiciera hacer algo que no quería hacer y no me gustó estar en esa situación, entonces yo no voy a poner a nadie en ese lugar». 

«Trabajo en base a lo que al alumno le guste cantar o hacer, aún cuando sea un género que me convenza menos. Me adapto a las exigencias de ellos. Como docente, soy amiga de mis alumnos, no pongo barreras. Siempre creo relaciones humanas, me gusta más ir por ese lado. Me gusta ser una persona a la que el día de mañana pueden recurrir».  

Y es que para Flor Castro Llanos no se trata solo de música, sino de encontrar el otro lado de la música,  el lado «B», adaptándose a esa universalidad a la que se trepa en cada nueva mañana, desde las raíces hacia el cielo, para tocar al fin esa nota que parece inalcanzable, aunque no para ella.

«NO IMAGINO MI VIDA SIN HACER MÚSICA»

¿Y SI NO FUERA LA MÚSICA?

Estudié otras carreras, me faltaba un año para recibirme de Licenciada en Criminalística, con el mejor tercer promedio de la carrera. No sé si hoy ejercería de eso, pero me llama mucho la atención eso de investigar, saber, ver a dónde lleva cada cosa. En la Secundaria quería hacer Medicina; no sé si hoy me sentaría a estudiar Medicina. Por otra parte, siempre supe que me gustaba, pero descubrí ahora, durante esta cuarentana, que me encanta la cocina, probar, inventar. Pero siempre con música, siempre tendría como cable a tierra la música. No imagino mi vida sin hacer música, desde que me levanto estoy con música; no puedo estar desconectada de la música».

LA MUJER Y LA MÚSICA

Nunca me victimicé. Apoyo y estoy en el Colectivo de Mujeres, pero sé que las chicas tampoco se victimizan, tienen una fuerza terrible. Con mi forma de ser, siempre educada, sin llevarme a nadie por delante, siempre hablando bien, he llegado a donde quise. Creo que hablando la gente se entiende, sin ofender y sin buscar pisar la cabeza de nadie. Nunca me cerraron puertas por ser mujer, al contrario. He tenido apoyo, capaz que hay otras mujeres que lo han sufrido y es lamentable que pase, pero en lo personal, como tengo una postura muy fuerte de lo que quiero y a dónde quiero ir, no he sufrido eso. Lamentablemente la mujer es medio bastardeada en la música; sé que se sufre, y por eso se creó el Colectivo de Mujeres y se han hecho cosas. Tenemos el mismo derecho a tener las mismas oportunidades, pero todo depende también de lo firme que una se ponga. Hay que estar convencida de lo que una quiere».

¿QUÉ MÚSICA TE ACOMPAÑÓ EN LA CUARENTENA?

Escucho de todo; este último tiempo estuve escuchando mucha música en portugués. Estoy escuchando también a una cantante, Aitana, que me la hizo conocer una alumna y a Cami, una cantante chilena. 

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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