El otro que vive en uno

Reseña para el libro «Recuerdos de cuando era el viento» del escritor riojano Julio Contreras.

Mismidad y otredad. ¿Y en el medio? ¿Qué ocurre en el medio? ¿Qué pasa en el mientras tanto? ¿Qué hay en el transcurrir de un lado a lo que queda en frente? ¿Hay, necesariamente, lo opuesto? ¿O hay, en todo caso, una continuidad tan irresoluta como inevitable e intransferible? ¿Hay la palabra? ¿Hay el silencio? ¿Hay el decir y el callar como síntesis de algo que no sabemos? ¿Hay el otro que vive en uno o el uno que vive en otro?

“Recuerdos de cuando era el viento” de Julio Contreras (Colección Poesía, Plano Editorial, 2021) arremolina un sin fin de preguntas. Como buen recuerdo, como buen viento, produce un revuelo de palabras que es, al mismo tiempo, un revuelo de sensaciones de muy difícil digestión. En nada aparece en este libro la palabra masticada. Muy por el contrario, cada una de las poesías que componen esta entrega que obtuvo Mención con recomendación de publicación en el I Concurso Libro de Poesía del Programa Letras en Conexión de la 18° Feria del Libro de La Rioja (2020), se presenta como un hueso duro de roer. El hueso con el que Contreras escribe. El hueso con el que Contreras intenta roer su propio hueso, ese que se quiebra pero que no se quiebra, ese que duele pero que despierta, ese que lo pone de pie, incluso al borde del abismo en el que se deja caer para dejarse decir, para convertirse en palabra horadando la piedra, la piel, la cabeza, el cerebro, la memoria. La memoria de lo inconcluso, de lo que permanece como una incógnita que no habrá de descifrarse ni ahora ni nunca, porque no hay nada que descifrar. De eso se trata vivir, que no es lo mismo que estar vivo, aunque sí dispuesto a buscar una respuesta entre la mismidad y la otredad. Porque de eso se trata no morir.

¿Y en el medio? ¿Qué ocurre en el medio? ¿Qué pasa en el mientras tanto? ¿Qué hay en el transcurrir de un lado a lo que queda en frente? ¿Hay, necesariamente, lo opuesto? ¿O hay, en todo caso, una continuidad tan irresoluta como inevitable e intransferible? ¿Hay la palabra? ¿Hay el silencio? ¿Hay el decir y el callar como síntesis de algo que no sabemos? ¿Hay el otro que vive en uno o el uno que vive en otro?

Anoche soñé que caía.

Y cuando caía saltaba de la cama.

Es que el cuerpo es una caída, es la gravedad.

Peso

Mi cuerpo es su propia carga.

Tiene un espesor de muro de prisión.

Relleno de agua y hueso.

Humores y sólidos que no cesan de caer y

recuperarse con redundancia. Como una reverberancia que

Pierde su origen.

Aldo Parfeniuk, uno de los jurados del I Concurso Libro de Poesía del Programa Letras en Conexión -junto a Silvia Barei y Raquel Guzmán- lo afirma con precisa autoridad en el prólogo de “Recuerdos de cuando era el viento”: “Es una poesía realista que busca producir el conocimiento de la realidad que ella misma es”. Y agrega, además, un concepto por demás interesante, cuando no absolutamente esclarecedor: “Hay que cuidarse de explicar demasiado (la poesía es ya, y entre otras cosas, “una explicación”). Aceptar el hecho de que para que ocurriera este libro Julio Contreras simplemente se sentó a escribir (a “ser escrito”); entregándose a un fluir de la escritura que fue priorizando pulsiones y a lo que hubo que ir dándole forma y ubicación no sólo en el espacio físico de las páginas, sino en ese otro (gran) espacio de la poesía, en el que pareciera que ya todo fue dicho. Y eso pesa. Y no es fácil”. Y remata: “Por lo que “ser escrito”, como antes dije (en lugar de “sentarse a escribir”, como suele decirse) lejos de ser una metáfora es una concreta realidad”.

Es estrictamente así. La poesía de Julio Contreras (que incluso resulta difícil encasillarla en un concepto de “poesía”, como suele intentar hacerse) agujerea la realidad, la atraviesa de parte a parte, volviéndola realidad. Una nueva realidad perforada por realidades subalternas, variaciones sobre algo que podría ser un vacío, una soledad, pero que termina siendo otra cosa, algo más, que tampoco se sabe, pero que podría ser un todo que nos abarque. Existencia y no existencia. Una síntesis que va mucho más allá del juego de las palabras, donde jugar no tiene nada de lúdico, sino todo de riesgo. El instante previo al salto, al estar cayendo. El instante previo al recuerdo, a cuando era el viento. Y lo que queda. La metamorfosis.

Abro los ojos y no soy hombre.

Soy algo más.

Soy otra cosa.

Y ni siquiera una cosa, soy un rejunte.

Un amontonamiento de venas azules y nervios

quebrados.

Un amarre de caños y huesos, recubierto de cuerinas

rotas.

Y todo apoyado sobre la tierra seca.

Mismidad y otredad. El otro que vive en uno. El uno que vive en otro. ¿Y en el medio? ¿Qué ocurre en el medio? ¿Qué pasa en el mientras tanto? ¿Qué hay en el transcurrir de un lado a lo que queda en frente? ¿Hay, necesariamente, lo opuesto? ¿O hay, en todo caso, una continuidad tan irresoluta como inevitable e intransferible? ¿Hay la palabra? ¿Hay el silencio? ¿Hay el decir y el callar como síntesis de algo que no sabemos?

Algo que no sabemos. Algo a lo que Julio Contreras agujerea, atraviesa de parte a parte, le da forma. En su propia metamorfosis que es nuestra metamorfosis ligada a sus palabras, a su decir de esa manera y no de otra. A su dejarse escribir que lejos de ser una metáfora es una concreta realidad. El instante previo al salto, al estar cayendo. El instante previo al recuerdo, a cuando era el viento. Y lo que queda. Ni más, ni menos: el otro que vive en uno. El uno que vive en el otro.

SOBRE EL AUTOR

JULIO CONTRERAS NACIÓ EN LA RIOJA ,EN 1980. ES DOCENTE, ESCRITOR, DIRECTOR E INVESTIGADOR ESCÉNICO. ES LICENCIADO EN ARTE ESCÉNICO POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA RIOJA Y PROFESOR DE DANZA DEL ISAC PROF. ALBERTO MARIO CRULCICH. HA ESCRITO TEXTOS POÉTICOS PARA LA ESCENA COMO “CAJA NEGRA”, “LA DIÁFISIS”, “FELICITAS LA MUJER SIN DEDOS”, “RÉQUIEM PARA CUATRO LLORONES”, “QUE BAILE LA NENA” Y “LAS FILÓSOFFAS”.

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