«El poema hace lo que quiere»

Lucía Carmona es, sin lugar a dudas, una de las grandes referentes de la poesía riojana. Afincada desde siempre en Chilecito, la escritora supo construir desde ese terruño puentes que la llevaron a ser reconocida también en el país, cosechando tantas amistades como palabras.

Llueve en Chilecito cuando Lucía Carmona atiende el teléfono. Ese acontecimiento, el de la lluvia que baña los jardines de su casa, puede resultar insospechado en aquellos pagos del Oeste riojano. Igual que la llegada de la poesía. Y la escritora lo sabe, mejor que nadie. Ha habitado ambos universos, el de la tierra que la abraza y el de la palabra que la conmueve, desde siempre. Y continúa habitándolos, en vigilia constante, tal como la nieve que cubre al Famatina en sus alturas, en perpetua y tenaz permanencia. 

Hay, en la cadencia de su voz, una dulzura y una calma que envuelven. Y esa predisposición tan natural al decir, al contar, al narrar desde una mirada profunda e intensa; desde una visión actual y comprometida, pero también nostálgica, rodeada de las memorias que conforman su existencia y le otorgan plenitud a esa mujer cuyo nombre es sinónimo de inspiración, de sensibilidad y de encanto. Y también, referencia ineludible a la hora de enumerar a los grandes escritores y escritoras de La Rioja.

Los tiempos de la pandemia (tan insospechados como la lluvia chileciteña y la poesía que la abarca en toda su esencia) impiden el encuentro frente a frente, cara a cara. Sin embargo, la entrañable poeta chileciteña establece de inmediato, con la impronta de su expresión, una cercanía palpable, tangible. Puentes que acortan las distancias, al igual que lo ha hecho a lo largo y ancho de cada uno de los días de su vida, tendiendo letras sobre el blanco. Es, se sabe, una viajera incansable. En cuerpo y mente. En pensamiento y en acción. Y esa vocación por diluir fronteras le ha permitido, entre otras cosas, construir lazos inquebrantables de amistad. Desde su Chilecito natal, al que siente como raíz, hacia la amplia geografía que la poesía contiene. E incluso un poco más allá, porque aún queda mucho camino por desandar.

«Es tan insospechada la poesía. A veces toca un día así, como el de esta mañana de lluvia, y no escribo una letra y otros días estoy muy ocupada y el poema llega. El poema hace lo que quiere». Así es como Lucía arroja una primera definición, tan contundente como la existencia misma. Así es, también, como la escritora abre el juego a un diálogo que discurrirá entre pasado y presente, entre vivencias actuales y recuerdos, entre rememorar tiempos de juventudes y afincarse en el hoy. Reflexiva y consciente, pero también aferrada a la emoción, al sentir, al fluir en palabra, por sobre todas las cosas. 

«Yo soy de muy poco salir de mi casa, aquí en Chilecito», afirma rápidamente cuando se le pregunta por cómo viene atravesando la situación de cuarentena. «Mi salida son los viajes, soy muy viajera. No me extraña mucho el encierro, el quedarme en mi casa, pero me preocupa mucho la situación del país. Nunca he visto una situación así, una crisis tan profunda, que no se sabe cómo se va a reaccionar en lo económico. En lo espiritual la gente está muy mal, la gente está con mucho miedo. Yo no tengo miedo, en ese sentido soy muy fuerte, afronto las cosas, pero veo gente con mucho miedo», reflexiona. Y va, incluso, un poco más allá: «los medios de difusión contribuyen mucho a la incertidumbre; la televisión, las redes contribuyen a la confusión. No se puede leer un rato sin caer en el desaliento. Es una situación fea. Hace mucho que no veo al país así».

Su visión de la realidad es un punto de partida. Y lo es desde el instante mismo en que se muestra consustanciada con lo que nos ocurre actualmente como sociedad, insertos en una realidad que muy pocos hubieran imaginado y que también la afecta, aunque no (y por fortuna) en lo literario. Lucía escribe. Lucía continúa escribiendo y esa es una muy buena noticia entre tanta información de desaliento que nos rodea. Y mejor noticia aún, es la de un nuevo libro en camino.

«Terminé el último libro que está ya para publicar. ‘Tiene cuerpo el silencio’, se llama, y son casi 30 poemas. He estado escribiendo mucho todo este tiempo, más de lo habitual. La poesía a veces se me presenta como quiere. Hay tiempos de mucho escribir, después hay tiempos de mucho silencio, pero yo la espero, tranquila, se que va a volver. Y ahora viene casi todos los días. Desde que esto empezó en marzo, prácticamente he escrito todos los días» cuenta, y deja traslucir un gesto de satisfacción interna, profundo, que se completa aún más cuando sostiene: «está listo; en el libro no cabe una letra más, es como si se cerrara un círculo. Siempre me ha pasado así, de saber que el libro está terminado. No se por qué, porque no es una cuestión continuada ni es un ciclo. Uno siente adentro que el círculo del libro se cerró y no cabe una palabra más». «Tiene cuerpo el silencio», según ella misma explica, «no se afianza sobre una temática específica, sino que es más bien la construcción de una sensación, más que un tema. Cualquier idea que se cruza puede derivar en un poema, pero la verdad es que nunca he vivido una cosa así, la sensación de caída o de derrumbe.  Sin embargo, y paradójicamente, el libro es muy esperanzador porque tengo esperanza, tengo mucha fe», resume. 

TODA LA VIDA

«La potente voz poética de Lucía Carmona, que se entreteje enraizada a su pueblo como región esencial de su alma viajera, se abre al resplandor de su canto como un don de libertad», afirmaba la licenciada María Isabel Saavedra en ocasión de la presentación del libro «Raíz de extraño árbol» (2018) de la escritora chileciteña, en paralelo con la celebración de los 50 años de su vínculo con la poesía. Esa relación de una de las embajadoras culturales de la Perla del Oeste y de la Provincia con la escritura es, precisamente, motivo de indagación constante, aún cuando la propia poeta no atine a alcanzar una precisión. 

«Nunca lo pude saber», sostiene Carmona cuando se le pregunta el cómo y el cuándo nació su vínculo con la escritura. «Empezó desde muy temprano, desde los primeros escritos con lápiz», recuerda, mientras echa a volar sus memorias en los aires de una dulce nostalgia. «Luego venía primero, primero superior y en segundo grado recién nos ponían en los bancos los tinteros y comenzábamos a escribir con la lapicera pluma. De ese tiempo de escribir con lápiz, en primer grado, son los primeros poemas que aún conservo». Toda la vida, podría decirse, sin temor a equivocaciones. 

No hace mucho, en una entrevista concedida al diario La Gaceta de Tucumán, Carmona daba, incluso, alguna señal más: «la poesía viene de mi abuelo materno, trabajador de socavón en Carbonera y analfabeto que dictaba sus poesías a los familiares que sabían escribir». Ese dictado, quizá, haya permanecido y atravesado tiempos y distancias, hasta abrazarla. «Tenía un mundo interior no precisamente muy feliz, o fácil, sino muy conflictivo. Era muy tímida, muy solitaria. Y de ahí creo que viene como un refugio la poesía», cuenta ahora a 1591 Cultura + Espectáculos, arrojando así otra pista. Pero en rigor de verdad, no hay en la vida de Lucía un único hecho que funcione como disparador creativo, sino una concatenación de sucesos que marcaron su devenir, y también el de su escritura, asidos uno y otro a una historia familiar que la define.  

«Mis padres eran andaluces de nacimiento; nacieron en el pueblo de Carbonera, al sur de la provincia de Almería, un pueblo de pescadores y mineros, y se casaron en Tucumán, donde se conocieron. Allí arribaron como tantos otros, buscando mejorar su suerte. Luego, por motivos de salud de mi hermano mayor, salieron a buscar una tierra propicia para trabajar, para la agricultura, porque mi padre era agricultor, y mi madre, madre, ese era su oficio, su trabajo. Fueron entonces detrás de una zona seca y fértil. Primero fueron a Jesús María (Córdoba) y después alguien les habló del clima de Chilecito y viajaron hacia este lugar, donde se afincaron hasta su muerte, viviendo una especie de enamoramiento con esta tierra».

Al recordar a sus padres, Lucía se detiene en cada pulsación para poner un énfasis particular a cada palabra. Lo mismo que cuando rememora sus tiempos de escuela, estrechamente ligados a su creación literaria. «Mis padres eran muy lectores, pero no estaban en ese mundo de la poesía, estaban en el mundo del trabajo, pero siempre me apoyaron y se sintieron muy felices con lo que yo hacía. No sentí la soledad en ese contexto, en mi familia, pero si a nivel escolar», cuenta mientras continúa buscando evidencias para su quehacer poético. «Eran escuelas muy tradicionales. Aquí, en la Escuela Normal ningún profesor jamás me dio una palabra de aliento o de guía; yo les mostraba a ellos mis escritos. Tuve como profesores a grandes poetas chileciteños como Alberto Ocampo por ejemplo, o Julián Amatte, y sin embargo no recuerdo una frase aleccionadora. Nunca nadie me dijo ‘va bien’, ‘no va bien’, ‘hace falta esto’. Entonces cuando fui docente lo primero que hice fue tratar de detectar en los alumnos a los que tenían vocación literaria y así fue como empecé con los primeros talleres y como surgió también el grupo Mamaquilla». 

Aquí, como al pasar, aparece la otra gran vocación de Lucía Carmona, la docencia, actividad que se cristalizó entre las clases de Ciencias Biológicas y los talleres literarios, que fueron y son también una de sus marcas registradas. «Amé y amo la docencia que relacioné siempre con la poesía porque traté de evitar que mis alumnos sufrieran la indiferencia hacia esas primeras composiciones poéticas, tal como había pasado conmigo. Así creé un taller literario que recogió las inquietudes de un grupo de 25 jóvenes desde los 12 a los 20 años. Bautizamos al taller «Mamaquilla» y la tarea fue fructífera; publicamos ocho números de una revista con igual nombre y un libro colectivo con poemas de un nivel insospechado. Simultáneamente dictaba clases de Literatura y Biología. Las Ciencias Biológicas fueron una opción obligada porque en Chilecito sólo existían dos carreras de nivel terciario: Ciencias Biológicas y Ciencias Económicas. El título de profesora me permitió trabajar en las escuelas secundarias». La docencia fue, para la escritora, «la gran ayuda» y sus alumnos «han sido un poco los hijos del alma. Al estar en contacto con los jóvenes vencí todo y me dispuse a que ellos no pasaran por esa etapa de timidez. Estuve siempre al lado de ellos en los conflictos que tenían y fue mi gran salvación también. La ayuda para ellos y la ayuda para mí misma. No podría haber sido otra cosa más que docente, aunque siempre muy ligada a la poesía», afirma. 

«Mis alumnos me conocían y hasta me daban lugar para escribir en clases; me decían ‘termine profe y luego seguimos’. Era un intercambio de cariño y ayuda entre ellos y yo. De marzo a noviembre que eran las clases en los talleres yo no escribía una sola letra. En los talleres lo daba todo. Muchas veces me ausentaba unos minutos del salón donde tenía el taller y ellos me pedían que vuelva. No había influencia, porque nunca jamás les leí un poema mío en los talleres; de los grandes poetas del mundo sí, pero míos no. Y no hubo influencias. Cada uno tenía su estilo. Pasaba toda una corriente de creación que llegaba a ellos y yo no escribía nada, hasta que terminaba en noviembre, recién allí empezaba yo, hasta marzo». 

LO ES TODO

Entre Lucía Carmona y la poesía no hay fisuras ni distanciamientos, mucho menos desencuentros ni abandonos. Como ella misma lo explica, ni siquiera es posible establecer el momento en que esa relación se puso en marcha, estableciendo desde el primer instante una continuidad que ha dado como resultado la aparición de muchos libros en los que la escritora nos ofrenda su visión particular del mundo. «La poesía es el terreno en el que vivo. Cada uno de esos poemas son un pedazo de realidad de esta tierra, no he vuelto nunca la espalda a esa realidad; no puedo vivir sin escribir, escribo para vivir. Me es muy pesada la realidad actual y ese pequeño mundo que forman mis poemas me ayuda a sobrevivir» supo afirmar alguna vez Carmona, con la naturalidad propia de quien ha hecho de la poesía su vida y viceversa. Y lo reafirma.

«La poesía lo es todo. Creo que hay un momento de entrega muy claro, muy definido en la vida, que la poesía te exige esa entrega y yo siento que me entregué a ella y que ella me ha devuelto toda esa entrega en amigos, en satisfacción, en conocimiento; los poemas fueron creciendo, se fue tejiendo una red de amigos en todo el país. No podría decir cuánta gente ha incursionado en mi vida desde entonces porque es mágico el mundo de la poesía y mágica la forma en que se va, justamente, tejiendo esa especie de red. Te diría que la poesía en mi vida es todo. No sé si viviría si no escribiera. No me imagino haciendo otra cosa». 

Con la misma contundencia y precisión con que afirma su pertenencia a la poesía, sumándole una cuota de afecto y nostalgia especial, Lucía recuerda su primera publicación, editada en la provincia de Tucumán, con la que guarda también una estrechez profunda. «Fue muy hermoso; a mí me habían publicado ya un folleto, luego de haber sido seleccionada en un concurso de poetas del NOA y eligieron 11 poemas para publicar. Lo publicaron en la Universidad de Tucumán, eso fue lo primero, y se llamó «Era de noche y junio». En aquella ocasión decidí publicar porque la misma gente que me publicó el libro, las Ediciones Tarco, había publicado antes un cartón de poesía, una cosa muy novedosa, impreso de ambos lados, con grabados, acuarelas, óleos y poesía». 

Aquella determinación se asocia, inevitablemente, con el terruño en que ese primer libro vio la luz, ligado también a sus padres y a sus hermanos. «Mi relación con Tucumán, creo que es inacabable. Viene desde el origen mismo» asegura. «Allí publiqué mi primer libro, ‘Hacia una tierra oscura’, con Ediciones Tarco; aquel primer libro fueron 27 poemas divididos en nueve series de tres poesías cada una. Y para mí fue una gran felicidad. La primera presentación de ese libro fue también en Tucumán, en la Peña el Cardón, en el año ’72», recuerda.  De igual manera, Lucía es una asidua participante de los acontecimientos literarios tucumanos, como el Encuentro de Poetas de Monteros, donde ha estrechado vínculos con poetas como Manuel Aldonate, María Elvira Juárez, Salvador Chaila, Isabel Santiago Casbas, Lía y Alberto Rojas Paz «y muchos otros que se fueron sumando con el tiempo y mis viajes permanentes a Tucumán. Fueron los poetas de la primera juventud y por lo mismo, artífices conmigo del camino».  

Un camino que no se detiene, y en el que sigue cosechando las palabras con las que pone a girar su mundo, su pequeño gran mundo de poesías que la acompaña, sin importar tiempo ni espacio. «Ahora la poesía me visita muy seguido. En cualquier lado, pero casi siempre en el instante que Juan Ramón Giménez llamaba la ‘duermevela’, esa mezcla entre el sueño y la vigilia. En el momento en que me estoy durmiendo el poema sale completo, si tengo la fuerza de voluntad de levantarme, sería una gran cosa, la más de las veces no la tengo, sigo en el sueño, pero lo recuerdo. Antes se perdía para siempre y no lo recuperaba», cuenta sobre su experiencia actual con la escritura, una práctica que se ha ido modificando con el paso de los años, pero que nunca la abandona. «Cuando era más joven, entre los 20 y los 40, el poema me llevaba, me imponía su mandato, usaba palabras que no entendía, y después buscaba en el diccionario y era exactamente lo que quería decir el poema», contó alguna vez Lucía Carmona. Hoy, la poesía la visita como en sueños, aunque no duda en aclarar que «muchas veces ocurre así, pero nada es permanente y fijo en la poesía, nada es siempre igual, siempre me sorprende de alguna manera, pero siempre estoy dispuesta y preparada para recibirla».

DE AQUÍ Y DE ALLÁ. DE TODAS PARTES

«Mis padres tenían vocación de trashumantes y de trabajadores de la tierra», afirmó en otro tiempo Lucía Carmona, cuando se le preguntó por sus progenitores. «Trashumantes y trabajadores de la tierra». Allí se conjugan, seguramente, dos de las razones de ser de la escritora. Su amor por los viajes, por el camino, pero también su amor por la tierra que la vio nacer y que es su eje, su centro. 

«Yo soy más amante de los caminos que de Chilecito mismo, me dan un camino y yo soy feliz», afirma. No obstante, desde lo profundo de su existencia sostiene al mismo tiempo que «nacer en Chilecito y también a veces, morir en él, influye como un sello de piedra y nieve en mi espíritu. Sólo escribo cuando estoy en mi tierra. Mis poemas han sido siempre una indagación subjetiva y cósmica acerca del hombre, su origen y su destino. El presente pasado y el pasado futuro. Yo hago lo que el poema manda. No admito ningún encasillamiento que me aleje de la voluntad del poema. Una idea me atrae, me subyuga y el poema nace, libre como ansía nacer».

Libre como ella misma, y como su escritura, que en definitiva es de aquí, de allá, de todas partes. «La poesía es un viaje hacia uno mismo sobre todo, es la mayor forma de recorrerse interiormente. Hacia el exterior no escribo lo que se puede llamar paisajístico, nunca describo paisajes, muy raramente; hacia el interior todo. Siempre he dicho que nosotros los que somos de tierras como estas, muy bendecidas con el paisaje, aunque parezca mentira no somos contemplativos. La gente debe creer que lo somos, y no, porque es tan fuerte el paisaje que se sumerge en vos, que es otro órgano más de tu cuerpo; aflora cuando menos lo pienses, pero no en base a la contemplación, sino en base a que forma parte de tu propio cuerpo. Entonces en cualquier tema ahí está la piedra, ahí está la montaña, aunque no lo hayas pensado siquiera». 

Llueve en Chilecito cuando Lucía Carmona atiende el teléfono. Ese acontecimiento, el de la lluvia que baña los jardines de su casa, puede resultar insospechado en aquellos pagos del Oeste riojano. Igual que la llegada de la poesía. Y la escritora lo sabe, mejor que nadie. Ha habitado ambos universos, el de la tierra que la abraza y el de la palabra que la conmueve, desde siempre. 

Por eso, en la cadencia de su voz nombrando el aire, el poema se vuelve territorio para descubrir, para habitar y aferrarse, como esas gotas que ruedan por el cristal, aún a sabiendas de la cercanía y profundidad del precipicio. Por eso, en la suavidad con que sus manos esculpen las palabras, el poema cobra vida y se vuelve sustancia, forma que atraviesa todo espacio y deja atrás toda distancia para construir los puentes que elevan su existencia. La existencia de la poesía y de la poeta.

«El poema hace lo que quiere», afirma Lucía Carmona. Pero sin embargo, todos sabemos, todos somos conscientes, todos estamos convencidos y persuadidos con que si no fuera por ella…

«SI TUVIERA QUE VOLVER A VIVIR HARÍA LO MISMO»

¿CONSIDERA QUE HAY AUTORES O AUTORAS QUE PUEDEN HABER INFLUIDO EN SU ESCRITURA?

No, no reconozco influencias; si lo he querido siempre mucho a César Vallejo, a Fernando Pessoa, por ser muy originales, pero no reconozco influencias, no creo tener influencia de nadie, afortunadamente, porque es muy difícil deshacerse de la influencia de alguien a quien admirás. He admirado, si, pero no creo tener influencias. He sido y soy una gran lectora, pero no tanto de poesía como de narrativa. Me gusta mucho leer narrativa, cuentos más que novelas y realismo fantástico más que nada. Los cuentos que tengo pertenecen al realismo fantástico todos, me encanta ese camino de Rulfo, de García Márquez, siempre me ha atraído mucho. 

¿EL HECHO DE SER MUJER CONDICIONÓ EN ALGÚN PUNTO EL DESARROLLO DE SU TAREA COMO ESCRITORA Y  DOCENTE?

El hecho de ser mujer no ha sido nunca un impedimento para mí, al contrario. Siempre he sentido protección por el hecho de ser mujer. Mi timidez hacía que sin darme cuenta me apartara de los que podían darme una palabra, una guía. Era mi forma de ser, pero a mí me quedó marcado eso. Pienso yo que mis docentes se abstenían de decir una palabra sobre mis trabajos porque habrán pensado que me iba a doler, que me iba a lastimar, porque era una criatura muy sensible y vulnerable. 

¿QUÉ VISIÓN TIENE RESPECTO DE LA LITERATURA RIOJANA?

La Rioja tiene grandes poetas indudablemente, como (Héctor David) Gatica, (Ariel) Ferraro; siempre ha habido un mutuo respeto entre ellos y yo. Con Héctor Gatica tengo una relación mucho más entrañable que con nadie, pero siempre he tenido una muy buena relación con todos, pese a que tenía menos contacto, menos cosas compartidas con la gente de La Rioja que con gente de fuera de la Provincia, lo cual puede resultar una paradoja. 

¿QUÉ LUGAR CONSIDERA QUE OCUPA DENTRO DE ESE UNIVERSO LITERARIO RIOJANO?

No sé, eso tendrían que decirlo los demás, no sé qué piensa La Rioja de lo que yo hago. Eso tendría que contestarlo la gente de La Rioja. Sé que en otros lugares soy muy bien acogida, muy querida, eso es lo más hermoso que me ha dado la poesía, pero cuando entrás a tu tierra ya es más difícil catalogarse a uno mismo. Yo no puedo decirlo. Pero lo que sí es seguro es que una de las cosas que más me interesa, y que la tengo afortunadamente, es el contacto con la poesía joven. Siempre me ha pasado; tengo un grupo de jóvenes en todo el país que me sigue en la poesía y siempre están cerca mío, eso es algo hermoso para mí, es mucho más importante que ningún otra cosa, porque si a ellos le gusta lo mío está logrado todo. Si los jóvenes no aprobaran lo que hago diría entonces que no estaría tocando los puntos justos. El ser acogida por los jóvenes me llena de felicidad. Siempre tuve ese contacto muy íntimo con los jóvenes. Siempre, pero a nivel país, incluso. Muy cerca mío en todos lados.

¿AL PRINCIPIO DE ESTA CHARLA, CONSIDERABA USTED QUE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LAS REDES APORTAN A LA CONFUSIÓN EN ESTOS TIEMPOS QUE NOS TOCAN VIVIR; CONSIDERA TAMBIÉN QUE LOS MISMOS MEDIOS Y REDES HAN CONTRIBUIDO A BRINDAR NUEVOS ESPACIOS A LA ESCRITURA, A LA POESÍA?

Sí, claro, porque a nivel virtual se han hecho muchos encuentros. Personalmente he participado en siete u ocho encuentros, en Buenos Aires, en Junín, en Córdoba, en Tucumán. En ese sentido, la virtualidad ha evitado la incomunicación en la poesía. Pero hay que decir que también ha sido mucho el ingenio de los poetas para comunicarse pese a los impedimentos. Y que hay una necesidad de comunicarnos de otra forma también.  

¿QUÉ LUGAR VISITARÁ NI BIEN SE PUEDA VOLVER A VIAJAR?

Tengo tantas ganas de verlos a todos, que no se a dónde iría. He viajado mucho, llegué hasta Europa, en un viaje de busqueda del pueblo de mis padres, en Almería, al sur de España, el pueblo donde habían nacido ellos. Pero uno lejos siente que es argentino de corazón, no cambio mi país por nada. Chilecito tampoco, es mi identidad, mi refugio, es el lugar donde escribo, no escribo nada en otro lugar. Nunca he estado mucho tiempo en otro lugar y cuando estoy, estoy por cosas puntuales. Chilecito lo es todo, es la identidad que está forjada aquí.

¿SI PUDIERA HACERLO, CAMBIARÍA ALGO DE SU VIDA? 

No sé, no lo he pensado, pero creo que no. Si tuviera que volver a vivir haría lo mismo, tal vez con un poco menos de vulnerabilidad, ser un poco más fuerte, un poco menos sensible, aunque si hubiera sido menos sensible no hubiera nacido la poesía tampoco. Por eso no cambiaría nada, estoy muy satisfecha. Pienso que todavía queda mucho para dar, tengo la esperanza de poder seguir publicando, si Dios me lo permite, uno nunca sabe. Quiero seguir en el mismo camino, pero voy dejando que las cosas surjan, porque estoy segura que hay como una simbiosis entre el poema y yo, y yo sé que con demora o sin ella el poema va a volver, aunque a veces se demora bastante. Antes me inquietaba, ahora lo espero con tranquilidad, se que el poema va a venir en cualquier momento. Es insospechada la poesía, sé que vuelve. A veces pronto, a veces demora, hace lo que quiere de mí. 

PERFIL: LUCÍA CARMONA nació en Chilecito. Poeta, ensayista y cuentista, sus poemas han recorrido la Argentina, al igual que países como Chile, Uruguay y Cuba, entre tantos otros. Se recibió de Profesora en Ciencias Biológicas y Maestra Normal Nacional, siendo docente en su ciudad natal. Asistente Técnica de la Secretaría de Estado de la Nación, dictó cursos como tal en la Universidad de Comahue (Bariloche), Chilecito, Aimogasta, Chepes y Salicas. Dirigió el Primer Taller Literario de la Rioja en 1976. 

LIBROS EDITADOS: «ERA DE NOCHE Y JUNIO» (POESIA); «HACIA UNA TIERRA OSCURA» (POESIA); «DE ESTA FOSFORESCENCIA Y ESTA DANZA»; «MISERERE» (POESÍA); «LAS INFINITAS PALABRAS»; «Y DIOS ENTRE LOS PÁRAMOS…»; «POESÍA 1967-1987»; «PUEBLOS DE LA MEMORIA»; «TIEMPOS DE LA CASA»; «REGRESOS»; «POR EL CORAZÓN DE LA TIERRA»; «EL TIEMPO Y OTROS POEMAS»; ANTOLOGÍA POÉTICA; «FLORES SOBRE LA HERIDA» y «RAIZ DE EXTRAÑO ÁRBOL». 

PREMIOS OBTENIDOS: Premio Publicación del Concejo Pcial. De Difusión Cultural – Tucumán 1968; Tercera Mención Especial Concurso de Poesía – Ministerio de Cultura y Educación – Buenos Aires 1969; Tercer  Premio XVII Juegos Florales Juvenilia – Tafí Viejo – Tucumán; Primer Premio Concurso de Poesía Año del Niño y la Familia – Secretaría de Cultura y Educación – La Rioja – 1979; Premio Palmas Joaquín V. González – Producción Poética – La Rioja -1982; Premio Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores – 1988 (Poesía); Premio «Famatina de Plata» – Dirección Municipal de Cultura – La Rioja; Gran Premio de Honor – Fundación Argentina para la Poesía – Noviembre 2014; Designación como Socia Honoraria por A.P.O.A. – 2018; PREMIO ESTEBAN ECHEVERRÍA – «GENTE DE LETRAS» 2018.

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura + Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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