En clave de ópera

Con dilatada trayectoria en el género, ocupa un lugar de privilegio, conquistado en base a una meticulosa preparación y un talento innato. Silvana D’onofrio es actualmente la única mujer dirigiendo ópera en el país. Pero es, también, huella en el camino de la igualdad que se construye en base a los sólidos fundamentos que la acompañan y determinan en lo cotidiano.

Cavallería Rusticana es uno de esos clásicos que atraviesan todos los tiempos y que llegan hasta este hoy para insertarse en un cotidiano voraz, en el que las estructuras de tiempos remotos -algunas aún llamativamente en vigencia- entran en jaque. El convite a la reflexión y a poner la mirada de manera incisiva en un mensaje que, como tal, debe ser especialmente atendido, encuentra en el arte un punto de inflexión para temáticas esenciales como el género y los espacios de poder que viene a establecer, además, una cuestión paradójica en si misma, teniendo en cuenta que la ópera ha sido (y lo es aún, mayormente) un espacio destinado casi de manera exclusiva a la visión directriz masculina. Justo allí, en medio de ese enjambre de tradiciones y costumbres preconcebidas, a las que se suman otros tantos prejuicios históricos, una mujer se abre paso a fuerza de talento innato, constancia inquebrantable y la premisa de decir, como una herramienta siempre precisa a la hora de torcer los designios de un destino en la mayoría de los casos impuesto.

Silvana D’Onofrio estará ejerciendo nuevamente este viernes 13 de mayo su rol de Directora Musical de una de las obras emblemáticas del Verismo Italiano que tuvo su estreno días atrás en el Teatro Empire, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. De pie, allí, frente a la monstruosa estructura que supone el armado de una ópera de esas características, puede que probablemente ni siquiera lo note, pero estará escribiendo una vez más un nuevo capítulo para una historia que la tiene como protagonista esencial, en un contexto a todas luces complejo, más allá de los vientos de cambio de los que también forma parte. Alguien le recordará, entonces, que es la única mujer en el país dirigiendo ópera y ella, lejos de contentarse con ese dato esclarecedor, pensará que «es una gran injusticia».

Nacida en Buenos Aires, Silvana D’Onofrio completó sus estudios musicales en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla, de donde egresó con los títulos de Profesora Artística de Piano y Dirección de Orquesta, siendo además la primera alumna en egresar de esta institución dirigiendo una ópera: Dido y Eneas de Purcell, que años más tarde (el año pasado, para ser más precisos) sería la primera obra en ser estrenada, también bajo su dirección, en tiempos de pandemia. «Teníamos la necesidad de encontrarnos a hacer música. Era tan así que los cantantes ensayaban con el barbijo puesto y no se quejaron jamás», contaba por aquel entonces Silvana. Hoy, al frente de la superproducción de Cavallería Rusticana, se propone narrar la trágica situación de las mujeres (Santuzza, Lola y Mamma Lucía) que solo pueden obedecer a lo que la sociedad de la época y las creencias religiosas imponen sin poder revelarse. En la previa al estreno, y en diálogo con 1591 Cultura+Espectáculos, D’Onofrio trazó las coordenadas de su GPS artístico, un derrotero que persigue un fin determinado y que, en el andar, va marcando las huellas para quienes quieren ser parte del camino del cambio, no por el cambio en sí mismo, sino por la construcción de un universo en el que la igualdad se alcanza y es una realidad factible en base a los sólidos fundamentos que la acompañan y determinan.