En el tango, como en la vida

“Lo que tiene en particular el tango es que es un baile de abrazo, de contacto”, afirma Christian Squeo y desde allí sienta las bases de su relación con la danza. Referente ineludible del tango en La Rioja, su forma de vivir va de la mano con su forma de bailar, pero también con su forma de decir, que es igual a su forma de ser: genuino y sin vueltas.
Si hay que buscar un sinónimo para el tango en La Rioja, ese sinónimo es también un nombre: Christian Squeo. Referente de la danza por estas tierras, supo trazar un recorrido que, lejos aún de la línea de meta, lo llevó no sólo por todo el país, sino también por otros países en los que sumó experiencia a una pasión innata que lo sigue acompañando.

Pionero junto a un grupo de jóvenes que delinearon la renovación para el tango en nuestra Provincia, Squeo se fue convirtiendo a lo largo de los años en un faro que iluminó el recorrido de muchos alumnos que pasaron por sus clases, al igual que en conquistador de diferentes hitos que marcaron su vida al estilo de un género que lo lleva en la sangre, latiendo en su corazón, en lo más profundo de su ser.

Así es como Squeo vive su relación con el compás del 2×4 y, desde ese lugar, ofrece su visión genuina y honesta. En un tiempo en el que la reflexión ocupa un espacio muy particular en su día a día -atravesando un momento de salud muy particular-, el bailarín riojano acepta el convite de 1591 Cultura+Espectáculos para hacer un recorrido por su memoria más emotiva y traer a la mente, pero también a las sensaciones, imágenes que lo acompañaron en su aventura tanguera, y que lo siguen acompañando en lo que está por venir, en la proyección inevitable de un amante de la danza que no cierra ninguna puerta, sino que se abre siempre a nuevas oportunidades.

Desde su primer contacto en el baile hasta este presente en que la milonga sigue siendo su lugar en el mundo, desde La Rioja hasta Buenos Aires, desde Buenos Aires hacia el mundo, Squeo se muestra de par en par consustanciado con sus ideas, con sus conceptos, y también con ese compromiso contante por un hacer incansable. La danza, la docencia, la gestión cultural, el trabajo, los viajes, el compartir: todo ocupa un lugar especial en su historia y toda su historia se resume en un tango. El tango al que llegó un día. El tango al que siempre vuelve.

«No había influencia familiar; mi padre escuchaba tango los domingos mientras hacía el asado, esa es la única referencia que tengo de la música del tango».

¿CÓMO LLEGAS AL TANGO? ¿CÓMO LLEGÁS A ESE LUGAR DEL QUE YA NO TE PUDISTE IR?

Empiezo a bailar tango en el año 2000. Pertenecía al cuerpo de baile del Instituto Mis Montañas, un grupo muy tradicionalista. En ese grupo, en el año 2000 nos invitan a viajar a Europa, a España, tenía 20 años en ese momento y tuvimos que aprender a bailar tango para llevar un show. En ese grupo estaba el profe Facundo Oliva, que fue mi primer referente y después nos transformamos en amigos, en colegas, trabajamos muchos años juntos, compartimos muchos espacios de tango, de clases, de escenario, de viajes, de anécdotas. A partir de ahí empezó… Hace 24 años había una camada de chicos: estaba Facundo, Guadalupe Olivera, Érica Reinoso, y éramos un grupo de chicos jóvenes que empezábamos a bailar. Para mí fue un poco la renovación…

¿ANTES DE LLEGAR A ESE LUGAR, TU RELACIÓN CON EL BAILA, CON LA DANZA, POR DÓNDE VENÍA?

Empecé bailando folklore. No había influencia familiar; mi padre escuchaba tango los domingos mientras hacía el asado, esa es la única referencia que tengo de la música del tango, nada más. Empecé a los 14 años a bailar folklore, hasta los 20. A los 20 empecé con el tango.

¿QUÉ TE ATRAÍA DE LA DANZA? ¿QUÉ ENCONTRABAS EN ESE LUGAR?

Fue casualidad, suerte o destino. Iba al colegio San Martín, donde había materias artísticas y me anoté en guitarra. Fui a una clase de guitarra y me di cuenta de que no era para mí. ‘Esto no es para usted me dijo el profesor’, y lo entendí. No había otras opciones y fui a folklore, y en la primera clase de folklore aprendí a bailar chacarera… ‘esto es para mí’, me dije.

¿FLUYÓ DE ESA MANERA, CON ESA NATURALIDAD?

Entendí que ese profe de guitarra que me dijo ‘esto no es para vos’ fue muy importante, porque creo que la visión que tuvo fue muy buena como docente. Entonces fui a la clase de folklore y en una clase aprendí el paso básico, la chacarera y el zapateo.

ANTES DE ESO, ¿HABÍAS HECHO ALGO QUE TUVIERA QUE VER CON LA DANZA?

Nada; nada de nada. La danza era nada para mí.

¿QUIERE DECIR QUE ESTABA AHÍ, EN VOS?

Destino, suerte, no sé…

¿QUÉ TE ACORDÁS DE ESE MOMENTO, DE ESA PRIMERA CLASE, QUÉ SENTISTE?

Creo que en esa clase de folklore me sentí más cómodo, que era más accesible, más fácil entender y aprender a bailar que entender y aprender a tocar un instrumento, que es otra habilidad completamente diferente. Años después un músico amigo me dijo ‘para la guitarra vos tenés que nacer’…

PERO HAY MUCHOS QUE DICEN QUE PARA EL BAILE TAMBIÉN TENÉS QUE NACER…

Creo que es más fácil agarrar a una persona de cero y enseñarle a bailar, que enseñarle un instrumento. Para el instrumento creo que hay que tener un don especial, pero son puntos de vista.

«En mi juventud el baile era hobby, era entretenimiento, era alegría. Uno va evolucionando emocionalmente con la danza y la danza es un camino que te hace evolucionar emocionalmente».

LO QUE SENTISTE EN AQUEL MOMENTO, ESA CONEXIÓN CON LA DANZA, ¿LO SEGUÍS SINTIENDO DE ALGUNA MANERA?

La conexión emocional con la danza se va transformando, es como el amor, como la relación de pareja; algo te gusta, algo te atrae, te vas enamorando, te vas descubriendo. También hay que ver qué tipos de experiencias te hace vivir la danza. Las experiencias de un bailarín a los 14 años, a los 20, a los 30, a los 40 son diferentes. En mi juventud el baile era hobby, era entretenimiento, era alegría. Uno va evolucionando emocionalmente con la danza y la danza es un camino que te hace evolucionar emocionalmente. Hoy vivo la danza de otra forma; a los 35 la vivía de otra forma, me fui a vivir a Buenos Aires, a vivir del tango. A los 30 creía que sabía bailar y en realidad sólo me movía. A los 20 era puro empuje y entusiasmo, entonces creo que la madurez que te va generando el baile es de acuerdo a cada momento de tu vida.

VOLVAMOS A ESE CRUCE DEL FOLKLORE HACIA EL TANGO, ¿QUÉ PASÓ EN ESE MOMENTO, QUE ENCONTRASTE EN EL TANGO QUE TE HAYA MOVILIZADO?

Siempre hablamos con amigos bailarines que también han pasado del folklore al tango, o que incluso hacen las dos actividades y son diferencias muy abismales. No hablo de la pasión, porque la pasión está tanto en el que baile folklore como en el que baila tango. Lo que tiene en particular el tango es que es un baile de abrazo, de contacto al cien por cien. En una chacarera bailás, pero no tenés contacto físico; en una zamba, que es la danza más linda y romántica del folklore tampoco tenés contacto físico, es un lenguaje diferente, el de los pañuelos. El tango tiene esa proximidad de los cuerpos, de las personas, la música, las letras, ese combo que si a vos te gusta y te atrapa, se queda con vos. Una vez que el tango llega a tu vida y te gustó, te acompaña siempre. Siempre hay un tango para cada momento de tu vida; el tango tiene diferentes formas, sensaciones, manifestás alegría, tristeza, conventillos…

A PROPÓSITO DE ESTE PUNTO EN PARTICULAR AL QUE HACÉS MENCIÓN, ¿SE VIVE DIFERENTE EL TANGO EN LA RIOJA, O ES EL MISMO TANGO?

En el interior se vive de una forma diferente. No es mejor ni peor, es diferente, es una idiosincrasia diferente. Eso me di cuenta a mis 35 años, cuando me fui a vivir tres años a Buenos Aires, en pareja con María Eva Guerrero. Sentíamos que en La Rioja ya no podíamos dar más; bailábamos, dábamos clases, hacíamos exhibiciones. En La Rioja es fácil llegar a un techo artísticamente, por eso grandes artistas se van de La Rioja para triunfar. Nosotros nos fuimos a vivir el sueño tanguero; muchos bailarines del interior van a Capital a buscar eso. En Capital es diferente todo: tenés milongas todas las noches, tenés donde ir a bailar todas las noches, tenés acceso a formación, a clases con grandes maestros, con grandes milongueros, tenés competencias, cada fin de semana tenés campeonatos de baile, campeonatos de milonga y eso, una vez que entrás en ese círculo, te obliga a estar bien, a ponerte en forma, a mantenerte activo. Esa es la gran diferencia: en La Rioja somos muy autodidactas. Hace 24 años éramos chicos de 20 que aprendíamos a bailar como podíamos, porque no teníamos profesores. La única referencia que tenía era el doctor Oscar Llanos, que tenía el club y tenía un espacio para clases. Pero éramos chicos de 20 años que habíamos tomado alguna clase en otra provincia, o había venido algún profe de otra provincia a dar un taller. Con lo poco que aprendimos empezamos a practicar y a dar clases, empezamos a bailar, se empezaron a visibilizar parejas jóvenes bailando, y después te preguntaban: ‘dónde das clases’ y no dábamos clases, entonces un día dijimos: ‘enseñemos’. Hace 25 años, recuerdo, las reuniones del tango eran en el Jockey Club con Los Caballeros del Tango, 30, 40 personas, todos adultos mayores, era un público muy estancado.

«Hace 24 años éramos chicos de 20 que aprendíamos a bailar como podíamos, porque no teníamos profesores».

¿SE PUEDE DECIR DE ALGUNA MANERA, ENTONCES, QUE FUISTE TAMBIÉN UN PIONERO?

Fuimos, fuimos. Esa camada del profe Facundo, de Érica Reinoso, de ‘Tino’… El tango nos generó primero esa inquietud de salir a bailar, de decir: ‘hay una fiesta, quiero bailar; hay un acto, quiero bailar; hay una peña, quiero bailar’. Y después fue: ‘quiero enseñar lo que hago’, así fueron creciendo las escuelas. En La Rioja llegamos a tener cuatro, cinco, seis escuelas de tango que supieron ser espacios para jóvenes y adultos.

ME INTERESA ESTO A LO QUE HICISTE REFERENCIA DE TU EVOLUCIÓN JUNTO CON EL TANGO, DE TUS ETAPAS, ¿QUE TE FUE PASANDO CON EL TANGO Y, EN PARALELO, CON TU VIDA?

A mí me costó muchos años entender que el tango es una forma de vida; lo escuchaba en las películas, lo escuchaba en la tele, en series, en entrevistas a bailarines… ‘una forma de vida’. No lo entendía. Eso es algo que lo terminás de entender ya de grande. A los 35 me fui a vivir a Buenos Aires y en ese momento me preguntaba por qué no había tenido esa inquietud antes; ojalá la hubiera tenido antes, pero creo que no estaba maduro emocional y artísticamente, entonces cuando llega el momento sentís que lo que hacías por hobby pasa a ser un estilo de vida, pero el estilo de vida necesita del entorno. Es muy difícil que ese estilo de vida no sea en Buenos Aires, salvo que te vayas al exterior, que el exterior es un mundo aparte.

PERO TAMBIÉN ESTUVISTE EN EL EXTERIOR…

Lo bueno del tango es que también es un puente; el arte en general es un puente. Si no fuese por el tango, por la danza, no hubiera conocido mi país, el interior de La Rioja, España, México, Turquía, Alemania, Noruega… El puente importante que es el tango, la danza, eso es valiosísimo.

¿TIENE QUE VER TAMBIÉN CON LA MADURACIÓN DE CADA UNO?

El puente es Buenos Aires…

TUVISTE UN PRIMER QUIEBRE QUE FUE ENCONTRAR EL TANGO Y DE AHÍ COMENZÓ UN RECORRIDO…

El recorrido fue empezar como bailarín, después como profesor, con muchos años dando clases en diferentes espacios, en clubes, en centros vecinales. En el medio fue ir cambiando de compañera también, porque el tango es de a dos. Me ha tocado también mi vida emocional con mi vida artística de la mano. Casi todas mis parejas de vida fueron bailarinas; ahora estoy viviendo una experiencia diferente con una pareja de vida que no es bailarina y me encanta, porque es completamente diferente, pero también es diferente acorde a este momento de mi vida.

ESE PRIMER RECORRIDO, ¿QUÉ TE FUE MOSTRANDO, QUÉ FUISTE DESCUBRIENDO?

Empezamos a profesionalizar el tango. En el año 2005 empecé a trabajar en la Escuela Municipal de Arte como profesor de tango. Trabajé durante 9 años con chicos de entre 6 y 12 años. Ese era mi trabajo principal. Paralelamente siempre dimos clases a jóvenes y adultos. A partir de 2004 comenzamos a ir una vez al año a Buenos Aires, a los mundiales de tango, que todos los bailarines riojanos hemos andado por ahí. Y es ahí que empieza a crecer, cuando empezás a competir, más allá del resultado. Salir de La Rioja, ir a Buenos Aires, estar en un evento que reúne a bailarines de todas partes del mundo; son 10 días en los que estás bailando, tomando clases, participando en conciertos, en conferencias, en charlas de grandes maestros y referentes. Te nutrís de otra manera.

«Yo creo que hay público para todo. Lo importante es que se siga haciendo visible. Que vos sepas quiénes bailan, quiénes cantan, quiénes dan clases».

¿CUÁL FUE LA PRIMERA GRAN DIFERENCIA QUE NOTASTE ENTRE LO QUE SE HACÍA ACÁ, EN LA RIOJA, Y LO QUE PASABA EN BUENOS AIRES?

A nivel laboral la diferencia es la dedicación. Allá hay bailarines que se despiertan y bailan, almuerzan y bailan, meriendan y bailan. Acá el bailarín es empleado de comercio, de un negocio, o es docente, no es una vida de lleno con el tango porque aquí no están esas posibilidades laborales. En Buenos Aires tenés turismo y el turismo es el primer ingreso para el tango. En Buenos Aires podés dar clases a extranjeros y esas clases se pagan en dólares, por ejemplo. Hay accesos a más espacios en los que trabajar, donde mostrarte, shows, eventos, competencias. Lo que nos pasa en La Rioja es que nosotros tenemos que autogestionarnos los espacios; si nosotros no organizamos una milonga no tenemos a dónde ir a bailar, no tenemos a dónde ir a practicar. Muchas veces nos ofrecemos para bailar. Con el tiempo ha sido bueno que se han profesionalizado muchas cosas en la danza riojana y eso tiene que ver mucho con la gestión política, con la gente de Culturas que conoce a los artistas y siempre genera espacios para que puedan mostrarse.

¿DE ALGUNA FORMA TE SENTÍS COMO UN PARTÍCIPE NECESARIO DE ESA EVOLUCIÓN EN LA DANZA EN LA RIOJA?

En el tango puntualmente siento que somos pocos los que tomamos la posta hace más de 20 años. Ahora hay otro grupo de chicos jóvenes que están haciendo lo mismo que nosotros hicimos hace 20 años. Creo que esa es la clave de la renovación del tango. Ahora nosotros vamos a pasar a ser los viejos milongueros (risas). Creo que es un cambio generacional necesario.

¿QUÉ VIENE EN ESE CASO PARA EL TANGO EN LA RIOJA? ¿QUÉ OBSERVÁS RESPECTO DE ESO?

Yo creo que hoy, a diferencia de lo que ocurría hace 20 años hay muchas cosas que antes no había. Hoy querés aprender a bailar y tenés la Escuela Municipal de Tango, tenés espacios, milongas. El que quiera incursionar tiene profes referentes, cosa que nosotros no teníamos. Nosotros aprendíamos dos o tres pasos y era practicar y practicar para salir a bailar. Teníamos que formar nuestro propio ambiente, invitar a los alumnos, porque los alumnos iban a la clase, pero después tenías que generar la milonga para que esos mismos alumnos vayan a bailar, a practicar; había que generar ese clima, ese ambiente, crearlo porque acá no existía ese ambiente.

UNA TAREA COMPLEJA ESA EN LA RIOJA, CON TANTA PRESENCIA DEL FOLKLORE, DEL CUARTETO…

Yo creo que hay público para todo. Lo importante es que se siga haciendo visible. Que vos sepas quiénes bailan, quiénes cantan, quiénes dan clases. En el momento en que no es visible, desaparece. Por eso nosotros seguimos organizando las milongas, aunque a veces tenemos sólo diez personas que van a bailar. Las seguimos haciendo porque el espacio tiene que sostenerse. Así es como hemos tenido milongas con 200 personas; como organizador hay que estar tranquilo y preparado para hacer un evento en el que si te va bien pueden venir 200 personas y cuando no te va tan bien y vienen diez personas, también disfrutarlo y sostenerlo.

ESA PARTE TIENE QUE VER MÁS CON TU ROL DE GESTOR CULTURAL, QUE YA PROFUNDIZAREMOS, PERO NO QUIERO IRME DE TUS SENSACIONES, DE TUS EMOCIONES CON EL TANGO Y QUÉ TE FUE PASANDO HASTA LLEGAR A ESA INSTANCIA EN LA QUE SENTISTE QUE HABÍAS LLEGADO A UN TECHO Y QUE NECESITABAS PROBAR OTRA COSA, ¿QUÉ FUE PASANDO EN ESE CAMINO?

El techo mío… sentí que fue en el años 2015, a mis 35 años. Ahí empezamos a trabajar con María Eva y se generó la inquietud de ir a Buenos Aires. Ahí fue el quiebre, el despegar de acá con todos los miedos y prejuicios de cualquier provinciano. Irte a Buenos Aires es ir a empezar de cero, a trabajar de cero, alquilar una habitación, vivir con lo justo, trabajar en la calle, bailar a la gorra…

«En Buenos Aires entendí que eso era un trabajo y entendí por qué los bailarines son buenos en Buenos Aires: porque uno tiene que bailar bien para llamar la atención de la gente.»

¿HABÍAS HECHO ESO ANTES?

Nunca, nunca. Eso acá está visto como algo raro, como: ‘este está pidiendo plata en la calle’. En Buenos Aires entendí que eso era un trabajo y entendí por qué los bailarines son buenos en Buenos Aires: porque uno tiene que bailar bien para llamar la atención de la gente, para que la gente te ponga la moneda en la gorra, para que vos al final de dos o tres horas de bailar te vayas con tu moneda del día. Eso pasa en Florida y Lavalle, en Puerto Madero, en Caminito. El famoso Caminito es un lugar de explotación para los bailarines, pero es lo que hay. Hay bailarines que están desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la tarde bailando en una tarima, atrayendo a la gente para que venga a sentarse a consumir, pero es un espacio laboral, aunque no sea el mejor.

¿CÓMO FUE PARA VOS ESA PRIMERA VEZ BAILANDO TANGO EN LA CALLE?

Inquietante, emocionante. Cuando llegás a Buenos Aires llegás con todas las ganas de bailar, pero tenés que entender cuáles son los códigos de los espacios; trabajar en la calle tiene sus códigos, no se puede invadir el espacio del otro, hay que saber que trabajás y tenés que esmerarte mucho. No es lo mismo tener un sueldo fijo de bailarín acá, donde vas y ensayás dos horitas a la semana. En Buenos Aires si no te esforzás… esa es un poco la diferencia. Trabajar con el turismo es hermoso porque conocés gente de otros países y es una manera de hacer contactos también. Gracias a eso yo llegué a Rusia. Iba a las milongas, donde es muy común encontrarte con extranjeros que van a bailar. Saqué a bailar a una chica rusa, y cada vez que ella venía, nos encontrábamos en la milonga. Me fui a Alemania a trabajar y ella sabía que yo estaba en Alemania, entonces me dijo ‘venite a Rusia, vas a tener casa, comida, das unas clases’… Eso es trabajo.

¿QUÉ TE DIO BUENOS AIRES DESDE ESE LUGAR? ¿EN QUÉ TE NUTRIÓ?

Buenos Aires me hizo abrir los ojos a lo que es el tango, a lo que es la vida del tango, a lo que es vivir como bailarín y a las posibilidades artísticas. Todo lo que no hay acá. La magia que tiene Buenos Aires es única y para los que estamos locos por el tango, los que amamos bailar, los que escuchamos música todo el tiempo, los que consumimos tango, que tenemos esos dos o tres tangos en la cabeza que siempre nos representan, es una locura. Ir a una milonga y escuchar una orquesta en vivo, cosas así.

¿SEGUÍS ESTANDO LOCO POR EL TANGO, O YA LO SENTÍS DE OTRA MANERA, LO VIVÍS DESDE OTRO LUGAR?

El tango está más loco que yo (risas). Me tatué en un brazo la frase de ‘La balada para un loco’: ‘Quereme así piantao’ y en el otro brazo el recitado de La Cumparcita de Julio Sosa: ‘Yo me hice en tango’, porque el tango es macho… así dicen.

¿Y CÓMO LO DEFINIRÍAS VOS AL TANGO?

Yo no tengo una definición para el tango: yo me aferro a las definiciones ya hechas. Estas son dos de esas definiciones, por eso me las tatué. El tango es un sentimiento triste que se baila, siempre hay un tango para cada momento de tu vida.

¿IMAGINÁS TU VIDA SIN EL TANGO?

En menor medida sí. Ahora estoy en una transición, en un impasse, por una cuestión de salud. Hoy por hoy, a la vida profesional del tango no me voy a dedicar más. A viajar, a hacer giras… ya no. Pero mañana voy a ir a la milonga a bailar. Desde el lado social siempre lo voy a compartir.

¿QUÉ FUE LO MEJOR QUE TE PASÓ CON EL TANGO?

Lo mejor: viajar y conocer muy lindas personas. No hay nada más lindo.

¿LO HABÍAS SOÑADO ASÍ?

No. Hay una frase que dice ‘si cabe en tu mente, cabe en tu mundo’. Si no tenés la visión, la idea, nunca lo vas a proyectar. Pero hay un momento en el que uno dice ‘puedo hacer esto con el tango, qué lindo’. Y para mí lo más lindo fue viajar. Desde irme de La Rioja a Buenos Aires, irme a encuentros, a festivales a nivel nacional, desde haber tenido la suerte, la dicha de haber viajado al exterior por el tango. No fue por otra cosa; no fue que ahorré plata o saqué un pasaje con tarjeta, el tango me sirvió de sustento para poder viajar. Hay mucha gente que lo hace, es un estilo de vida.

ESA ES LA PARTE BUENA, ¿PERO HAY ALGO QUE HUBIERAS PREFERIDO QUE NO TE PASARA, TAMBIÉN LIGADO AL TANGO?

No puedo arrepentirme de nada… Hoy sí estoy viviendo una experiencia diferente desde lo emocional con el tango, porque decidí no volver a mezclar el tango con el amor. Es una decisión que tomé de manera tajante. No voy a decir que fue feo, porque he disfrutado a mis parejas, pero elegí vivir una experiencia diferente. El tango es una moneda de dos caras, y las dos caras son tango. Te pueden pasar cosas muy lindas, pero también tiene su lado de sacrificio, como la vida del artista en general. Hay muchos bailarines riojanos que se fueron hace muchos años a vivir a Buenos Aires y siempre lo hablamos. ¿Cuál es el costo? Dejar todo acá: mamá, papá, tío, tía, y decí que en mi caso no tengo hijos. Hay varios bailarines jóvenes que se fueron hace diez años de acá y decidieron tener esa vida.

«Soy un tipo más terrenal, soy de extrañar y extrañaba mucho. Extrañaba La Rioja, extrañaba mi casa. Creo que la vida de viajar cien por cien no es para mí».

EN TU CASO DECIDISTE VOLVER…

Yo elegí volver, decidí volver…

¿Y QUÉ TE PASÓ EN ESE MOMENTO?

Soy un tipo más terrenal, soy de extrañar y extrañaba mucho. Extrañaba La Rioja, extrañaba mi casa. Creo que la vida de viajar cien por cien no es para mí, por eso yo siempre que me iba, volvía. No podría hacer lo que hace otra gente que se va y no vuelve. El último viaje que hice sabía que iba a ser el último. Estoy grande, tengo 44 años, y el tango a nivel internacional se mueve mucho con gente joven, con la imagen. Si no tenés la compañera, además, es difícil moverse solo, no es imposible, pero es más difícil. Al último viaje decidí disfrutarlo a pleno; estuve en Alemania, en Noruega, en Estambul…

¿CÓMO TE MARCARON ESAS EXPERIENCIAS, MÁS ALLÁ DE LO QUE PUEDAS EXTRAÑAR DE TU TIERRA, DE TU RAÍZ, DE TU GENTE?

Es hermoso. Esa es la palabra. Creo que viví cosas que no sé si voy a volver a vivir. El bailarín que se dedica a viajar lo hace por eso. Hay que tener un alma muy voladora para vivir así, pero es hermoso. Me fui sin ser una persona reconocida mundialmente; soy un bailarín de La Rioja, profesor que baila, que enseña. En Europa el respeto que hay por el arte, por el tango, es otra cosa, aunque es súper comercial también. En Alemania una clase privada se paga 80 euros. Podés dar diez horas de clase por día.

HABLEMOS UN POCO DE LA DOCENCIA, ¿QUÉ LUGAR OCUPA EN TU ESPACIO PERSONAL EL TRANSMITIR LO QUE SABÉS?

Después de mucho enseñar a niños, a jóvenes, a adultos, en estos últimos años he decidido dejar de hacerlo. Decidí tomar una pausa. Hay una renovación en el tango, hay otros espacios, otros profes con otra convocatoria y eso también hay que saber entenderlo. La enseñanza acá tiene que ver mucho no con quién enseña mejor, sino con quien cobra menos, esa también es una realidad.

¿TIENE QUE VER ESO CON LA FALTA DE VALORACIÓN RESPECTO DE LO QUE PODÉS OFRECER DESDE TU EXPERIENCIA?

En este sentido no. Creo que acá la gente se mueve más por afinidad, por cercanía. Los grupos de alumnos siempre son grupos sociales. Armarlos no es difícil, pero sí es difícil mantenerlos. Me pasó empezar en marzo con cuarenta alumnos y terminar con diez. Lo toman como un hobby y de cada diez alumnos solo uno lo hace porque tiene la vocación de la danza, del baile.

¿AL MARGEN DE ESO, QUÉ SENTÍS QUE TE DEJÓ LA DOCENCIA?

Es muy linda la docencia artística, porque por ahí podés tener la suerte que algún alumno tuyo en el futuro se convierta en un artista y te queda eso de decir: ‘yo fui su profe’. Hay muchos bailarines que pasaron por tus clases, por tu espacio y eso es lindo, es lo más lindo que te puede pasar. La experiencia con los niños durante nueve años en la Escuela Municipal de Arte la disfruté, pero también sentí que era un ciclo que estaba terminado.

ES EVIDENTE QUE NO TENÉS PROBLEMAS EN PONER PUNTO FINAL A LOS CICLOS…

Yo creo mucho en los ciclos. Trabajé desde 2005 al 2014 en la Escuela Municipal de Arte y fue una experiencia muy linda. Desde la docencia lo más lindo es ver que algunos alumnos siguen bailando hoy.

¿Y RESPECTO DE LA GESTIÓN CULTURAL? ¿CÓMO SE FUE DANDO?

Se fue dando por consecuencia. Estuve muchos años en el elenco del Ballet Municipal como bailarín, también como coreógrafo en algún momento. Cuando llegó el tiempo de receso por la pandemia y luego empezamos a volver a las actividades, ese fue mi último año en el Ballet y de ahí me fui a Gestión Cultural, en la misma Secretaría de Cultura, y descubrí un mundo diferente. La gestión cultural también es muy linda y tuve a una compañera como Guadalupe Olivera, con una gran capacidad intelectual, y trabajamos en la gestión de Inés Brizuela y Doria. Para mí fue algo diferente, un cambio muy grande, pero me supe adaptar, supe aprender y eso hoy me sirve para muchas cosas en la vida en general, para gestionar actividades, eventos.

¿CUÁL SENTÍS QUE ES TU LUGAR, NO SOLO EN TU HACER, SINO DESDE LA MIRADA DEL OTRO? ¿TE SENTÍS UN REFERENTE?

Christian es el profe de tango…

¿ESE SENTÍS QUE ES TU ESPACIO? ¿TE SENTÍS CÓMODO CON ESE RECONOCIMIENTO?

‘Ahí va el profe’, me dicen. El profe, el colega, el bailarín. Me siento bien con eso hoy. Hoy mis ambiciones están calmadas; siento que ya estoy en la vuelta, en el segundo tiempo, aunque sé que falta.

IMAGINO QUE DEBE SER DIFÍCIL PARA UNA PERSONA COMO VOS NO PROYECTARSE…

Hoy por hoy me proyecto en mi vida emocional…

¿LE ESTÁS DANDO A ESO UN LUGAR QUE ANTES NO LE DABAS?

Eso, sí. Al estar antes cruzado lo emocional con lo artístico, cuando uno no funcionaba iba con lo otro, total era la misma persona. Ahora le doy prioridad a lo emocional y estoy con una persona que me ayuda a eso. Me estoy dando otro espacio en mi vida.

AHORA… NO ME RESPONDISTE SI SENTÍS QUE SOS UN REFERENTE…

No sé… cuando nos juntamos entre pares y hablamos del pasado, de las cosas que hicimos, puede ser, pero en general… La huella que deja uno se ve con el tiempo.

«Estuve muchos años en el Ballet Municipal de Tango y algún día me gustaría dirigirlo, pero por cuestiones políticas, y no por capacidad, aún no me ha tocado».

¿TE GUSTARÍA QUE SE VEA ESA HUELLA, O ES ALGO QUE NO TE DESVELA?

Creo que el reconocimiento más lindo es entre los pares. Si un par tuyo reconoce tu trabajo, eso es bueno. Que te lo diga alguien que no sepa lo que hacés y te lo dice por compromiso, eso no sirve.

LA MIRADA DE LOS COLEGAS A VECES TAMBIÉN PUEDE SER DE COMPROMISO…

Obvio, pero te das cuenta. Necesitás gente que te diga lo que está bien y lo que está mal, un amigo que no sepa mentir.

¿SENTÍS QUE LO DISTE TODO DESDE TU LUGAR, O TE QUEDA ALGO PENDIENTE?

Me queda algo pendiente, sí, pero no depende de mí. Estuve muchos años en el Ballet Municipal de Tango y algún día me gustaría dirigirlo, pero por cuestiones políticas, y no por capacidad, aún no me ha tocado; me seguiré preparando. A veces cuando la vida te dice ‘no’ en algo, se abren otras puertas. Y quedan puertas por abrir. Entendí el juego de la política trabajando en la gestión cultural. En política no siempre vas a tener como jefe al mejor, sino al que se supo ubicar. Es un juego político que hay que saber entender. Hay mucha gente con muchas cualidades que no tiene la oportunidad; hay que saber esperar y mientras tanto prepararse para ese momento. Aprendí a ser paciente, aunque ya quiero que sea viernes para ir a la milonga (risas).

¿CÓMO ES SABER QUE VAS A IR A BAILAR, QUÉ TE GENERA?

Alegría. Yo creo que el encuentro social que se da en el tango es alegría. Mucho más que aquí tenemos que esperar dos o tres fines de semana para que tengamos una milonga. Hay un grupo de milongueros que tenemos esa sed de bailar. El espacio social, el encuentro, compartir una mesa con amigos, bailar… creo que el tango tiene que ser eso: compartir.

TE VAMOS A ENCONTRAR SIEMPRE DE ESE LADO…

Mientras tenga vida… si me muero, me quiero morir en la milonga, bailando. A mi mejor amigo ya le pedí que en mi velorio ponga música de tango todo el tiempo…

¿Y CUÁL ES EL TANGO QUE TE ACOMPAÑA EN ESTOS DÍAS?

Ayer lo estaba escuchando: ‘Sin palabras’, en la versión del Chino Laborde, que es hermoso. Me gusta; habla de un desamor, pero me gusta. El tango siempre te genera esa cosa de nostalgia, pero esa nostalgia en el buen sentido, me acuerdo de todas las cosas lindas que me pasaron con el tango.

¿HAY ALGÚN TANGO PUNTUAL AL QUE NECESITES VOLVER?

No, un tango no. Sí una orquesta: la de Juan D’Arienzo. A veces los bailarines tenemos momentos de acuerdo a las orquestas y de acuerdo a los ciclos de nuestras vidas. Pero siempre tango. Al que le gusta, lo está escuchando todo el tiempo. Pero para mí el volver tiene que ver con volver a un espacio, no a un tango en particular; volver a un espacio, que es la milonga. Hay veces que uno necesita ir a bailar, como quien necesita ir a dar una vuelta en moto, un viaje de fin de semana.

¿CÓMO DEFINIRÍAS AL TANGO EN TU VIDA?

Te podría decir que el tango siempre fue un puente; un puente para conocer, para viajar. No una herramienta no un trabajo, porque el que dice que el tango es un trabajo es porque no le gusta el tango. Es como esa frase que dice: ‘encuentra un trabajo que ames y no trabajarás nunca en tu vida’. Si el tango es un trabajo es porque no te gusta. A esa frase la entendí cuando en Buenos Aires bailaba en la calle desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde en Caminito, salía y me tomaba un colectivo porque de las 19 hasta las 23 trabajaba en Florida y Lavalle; iba feliz.

«El aplauso es lo que más te llena; no te llena el bolsillo, te llena el corazón».

VOLVEMOS A LO DEL ESTILO DE VIDA…

Ahí terminé de entenderlo.

¿LO VOLVERÍAS A HACER HOY?

Hoy no, porque te rompés todo. En ese momento no lo sentía así. También me rompía, pero no me dolía. Bailás con frío, con calor, con hambre, con sed, pero son experiencias hermosas. El que se sube a un escenario es porque le gusta que lo vean, sentirse mirado, mostrar lo que sabe hacer. Tener la posibilidad de subirte a un escenario, de bailar para la gente, generar emociones en la gente es algo único.

¿TE PASÓ DE SENTIR ESAS EMOCIONES?

Yo me emocionaba; teníamos un saludo final en El Querandí, donde bailábamos con la orquesta, la gente aplaudiendo, te genera tanto. El aplauso es lo que más te llena; no te llena el bolsillo, te llena el corazón. Me pasó muchas veces estar triste, enojado, cansado y cuando bajaba del escenario ya estaba cambiado. El aplauso te cambia.

“El aplauso te cambia”, afirma Christian Squeo. Y a lo largo de su carrera como bailarín, supo recorrer tantos aplausos como tanta pasión le puso a cada presentación en cada escenario. Sin embargo, todos esos aplausos pudieron cambiar sus emociones, pero no su esencia, es la que le permite hacer un recorrido por su memoria más emotiva y traer a la mente, pero también a las sensaciones, imágenes que lo acompañaron en su aventura tanguera, y que lo siguen acompañando en lo que está por venir, en la proyección inevitable de un amante de la danza que no cierra ninguna puerta, sino que se abre siempre a nuevas oportunidades. Y a un nuevo y merecido aplauso.

 

Comparte este contenido en tus redes
Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp