En el viento

Micaela Chauque nació en la comunidad aborigen colla de finca santiago, en la pequeña iruya, en la provincia de salta. Sin embargo, su presente sabe mucho más de universalidad que de puntos geográficos específicos marcados sobre un mapa. Con su voz y sus instrumentos -como extensiones de su humanidad- no solo ha logrado conquistar el viento que antes a las mujeres les era vedado, sino también volverse melodía en un cielo que multiplica su nombre a vuelo de quenas y sikus, como pájaros.

Su corazón late música y reverbera canciones desde que era muy pequeña, abrazada a melodías andinas que le son tan próximas como su familia, descubiertas cuando sus ojos apenas despuntaban la luz del sol en los casi tres mil metros sobre el nivel del mar de la localidad de Iruya, ese mágico pueblito casi colgando sobre la montaña, rodeado por los cauces melodiosos de los ríos Milmahuasi y Colanzulí y los pasos calmos, de sus más de 1500 habitantes, entre las callejuelas estrechas y sus paisajes de imponentes vistas panorámicas. 

Desde esas alturas, quizá, hasta las de Tilcara (una de las principales ciudades de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy) fue que creció su estrecha y profunda relación con el viento, no ya como fenómeno de la naturaleza, sino como mecanismo para surcar un cielo mucho más amplio que el que sus propios sueños pueden abarcar.

No por nada, quienes la conocen, suelen definir: «Canta con la sensibilidad de la Pachamama, pero también con la autoridad del cóndor». Micaela es esa mujer norteña que escribe la letra y compone la música de los temas con los que recorre el mundo e invita a andar, a descubrir los paisajes andinos. Pero Micaela es también su tierra en lo profundo, en la raíz misma que la conecta desde sus pies hasta la esencia del suelo que pisa, habitándose ella misma. Y es, además, docente, luthier, artista multifacética y fundadora del «Encuentro de Mujeres Artistas de la Quebrada», todo lo que le valió, entre otras cosas, compartir escenario con artistas que testifican sobre la cultura argentina: en sus inicios integró el grupo de Jaime Torres y fue invitada y anfitriona de Divididos. A los 11 años compuso su primera canción y su último trabajo, Jallalla, mereció el Premio Carlos Gardel como «Mejor álbum de Folklore Artista Femenina» de 2019. Pero Micaela es, ante todo -y como cuenta con orgullo- la primera mujer de la Quebrada de Humahuaca que fue autorizada para tocar la quena, un instrumento por tradición exclusivo de los hombres. Debió pasar una prueba de fuego para ser aceptada, aunque con la misma naturalidad con que de niña se dejó seducir por la música. Lo hizo, y desde entonces lleva a volar a través del viento y por el mundo, ese característico sonido norteño.

¿POR QUÉ DECIDISTE IR A VIVIR A TILCARA, QUÉ FUE LO QUE TE MOTIVO A DAR ESE PASO?

Para mí es como cerca. Ya tenía planificado irme a vivir a Humahuaca, por lo menos. Son lugares que yo he recorrido desde chica. Antes estuve en Salta, Buenos Aires, volví. Y cuando regresé ya no quería estar en la ciudad, entonces decidí buscar un lugar y elegí Tilcara porque acá hay mucho desarrollo de la música, de la música andina, de la música tradicional. Este lugar es uno de los centros de desarrollo más importante de la música. La movida cultural me gustó mucho, no sólo la música tradicional, sino también la movida, el movimiento nocturno de shows, de peñas que hay en esta zona. Hay bastante movimiento y eso está muy bueno, porque no es común hacer ese tipo de movimientos musicales en otras regiones, además específico de música andina, entonces me sentí mucho más cómoda en este lugar y me quedé.

TU APROXIMACIÓN A LA MÚSICA ES DE MUY PEQUEÑA, VIENE DE TU ENTORNO FAMILIAR…

Sí, mi familia en sí no son músicos de profesión, pero en estos lugares la actividad cultural ocupa mucho espacio, más en el sentido intrafamiliar, en el llevar las tradiciones en los usos y costumbres como fiestas, yerras, encuentros en situaciones rurales, en el campo, que es el festejo de la actividad del campo, donde se señalan los animales, el trabajo con la tierra, con la cosecha, todas esas actividades siempre estuvieron rodeadas de música y esa música siempre fueron coplas, bagualas, instrumentos como caja, cornetas, erquenchos, instrumentos típicos y tradicionales de las familias, que todos los practican. 

NACÉS EN ESE ENTORNO QUE TE VA LLEVANDO HACIA ESTAS TRADICIONES, PERO DESPUÉS HAY TAMBIÉN UNA DECISIÓN PERSONAL DE HACERTE CARGO DE ESA TRADICIÓN Y SEGUIR DESARROLLÁDOLA, CON TODO LO QUE ESO IMPLICA NO SOLO EN ESE CONTEXTO, SINO TAMBÍEN EN PODER LLEVARLO A OTROS ESPACIOS…

Tiene que ver con la decisión de elegir este estilo de música. En esencia, la mayoría de las familias de este lugar tienen un mismo patrón, pero luego cada uno va tomando diferentes caminos: algunos la danza, otros toman la música, pero desde otros géneros, como la cumbia, que son por ahí los más difundidos, gente que también se dedica al folklore. Es como que hay una preferencia por una actividad artística, tal vez no sea una actividad que se difunda muchísimo, no todas las personas que desarrollan una actividad más allá de que tengan relación con el arte son los más difundidos o los más importantes. Si los hubo, artistas reconocidos, pero no son la mayoría en este caso.

TUVISTE LA POSIBILIDAD DE SALIR A UNA CIUDAD COMO BUENOS AIRES PARA ESTUDIAR Y SIN EMBARGO LA GRAN CIUDAD TAMPOCO TE DESLUMBRÓ, SIEMPRE ESTUVISTE MUY VINCULADA A TU ENTORNO…

Pude conocer Buenos Aires en particular; otra ciudad en la que estuve viviendo fue Salta, pero en ninguna me sentí muy cómoda. Me refiero a la actividad en sí, de vivir en el lugar, en el contexto, la alimentación, cuestiones más cotidianas que no tienen que ver con el contexto de trabajo, porque el contexto de trabajo es mucho mejor en las ciudades porque hay más demanda, pero en definitiva la calidad de vida es distinta y uno decide, busca otras opciones. 

¿CÓMO FUE ESA EXPERIENCIA DE ESTAR EN BUENOS AIRES ESTUDIANDO, CÓMO FUE ESE SALIR DE TU LUGAR PARA INSERTARTE EN UNA CIUDAD DE ESAS CARACTERÍSTICAS?

Fue un proceso de adaptación. Lo que más me costó fue el primer año, que estuvo como muy a conocer todo, adaptarse, los códigos, la comunicación, los lugares, los movimientos. Después de haber pasado ese primer año, fue como que sabía lo que iba a pasar en el resto de los años. A Buenos Aires fui por el estudio, mi objetivo principal era estudiar, recibirme, entonces lo tomé desde ese lugar y al tomarlo desde ese lugar todo lo demás pasa a ser un poco secundario. Pero tuve la suerte de poder vincularme con gente muy linda y entre esa gente, pude vincularme con algunos artistas. Para la música que a mi me gusta o que toco, para mí fue muy importante por ejemplo encontrarme con Jaime Torres. En ese aspecto me significó mucho poder hacer un crecimiento de mi carrera musical, que en ese punto también se define respecto de qué música hago, para qué, en qué lugares.

NUNCA TUVISTE EN DUDA QUE QUERÍAS HACER MÚSICA, ¿O ALGUNA VEZ LO DUDASTE?

De dudar no, pero por ahí no me decidía en un principio porque ya venía haciendo música, pero no lo había tomado con tanta decisión. Esa fue una decisión que tomé después y la verdad es que creo que se dio también de esa manera, porque yo estaba muy…no indecisa, sino que no lo tomaba con tanta importancia, hasta que con el tiempo descubrí que la música era un ámbito que me recibía muy bien, entonces decidí seguir por ahí. 

PARTE DEL CAMBIO

Cuenta la historia que Micaela Chauque aprendió a tocar la guitarra cuando era apenas una niña, luego siguió con el charango. En la adolescencia se encontró por primera vez con un sikus y, desde ese momento, no pudo (ni quiso) desprenderse más de ese sonido: aprendió el instrumento desde cero, tanto así que construyó su primer sikus con cañas secas de bambú «por necesidad», pero así descubrió una actividad que también ama, la luthería. Hoy disfruta de elegir las cañas, cortarlas, dejarlas secar mientras el sol norteño les da color. Las afina, les da forma y toca. El procedimiento también lo enseña a sus alumnos «cuando hay oportunidad», dice, y además brinda seminarios.

Cuenta la historia, también, que llegó un día en que comenzó a transformar ese entorno tan tradicional apenas con un gesto: «Dije que quería tocar la quena y, como ya me conocían porque me habían visto, me dijeron: ‘A ver, ¡tocá!’. Esa fue la primera vez que me animaba a hacer algo así y me escucharon. Las mujeres que estaban alrededor comenzaron a cantar, armaron ruedas y bailaron ¡Fue muy lindo ver que se movían al ritmo de lo que yo tocaba! Tuve que tocar varias horas porque la costumbre es que los instrumentos se ejecuten durante muchas horas y yo quería hacerlo como ellos y mostrar que podía. Así que toqué toda la tarde, iba parando de a ratitos, iba cambiando de ruedas, de espacios y me dijeron: ‘¡Bien, bien! ¡Ahora sí podés tocar la quena!’. Esa fue la aceptación que tuve».

TU TESIS ENTRA A JUGAR UN POCO CON EL ROL DE LA MUJER, COMO VOS LO TRABAJASTE EN SU MOMENTO, ENTRE LA MUJER SIKURI Y LA MUJER COPLERA Y COMO MUJER EMPIEZA A JUGAR AHÍ TAMBIÉN UN FACTOR IMPORTANTE, SOBRE TODO PARA EL ENTORNO EN EL QUE VOS TE INSERTÁS MUSICALMENTE, MUY TRADICIONAL Y EN EL QUE LLAMA LA ATENCIÓN ESTO DE TENER QUE SER AUTORIZADA PARA TOCAR DETERMINADO INSTRUMENTO. ¿CÓMO SE FUE GESTANDO ESO DE ROMPER BARRERAS?

Se dio de una manera que yo no esperaba, no es que fui al choque. Yo venía estudiando música y arte desde chica, desde mi infancia, en mi adolescencia. En todo momento siempre la música fue una actividad que nunca dejé de hacer. Cuando me voy a vivir a Tilcara, ahí los hábitos cambian, los lugares en donde se toca, donde se puede disfrutar de la música, compartir música con la gente son en fiestas populares como el carnaval y hay distintos tipos de carnavales. Están los de las comparsas, que son los de los pueblos que hacen las invitaciones en las calles, y después están los de las comunidades, que están más alejados de los sitios urbanos, donde tocan, cantan y bailan en las casas de familias, coplas en particular. Me invitaron a cantar a una casa y me dijeron que llevara mi instrumento, entonces fuimos una cuadrilla de copleras, un grupo de mujeres que cantan coplas. Sabíamos que eran días de carnaval; fui con ellas porque quería compartir, ver cómo era eso de la copla y el festejo de carnaval. Yo ya venía cantando, ya había estado en ruedas, pero siempre con la caja. Ese día había llevado el instrumento y me dicen las señoras, todas mayores, ‘por qué no tocás la quena’ y yo dije, ‘bueno…si me dejan’. Para que una persona toque los otros que están tocando tienen que dejar de hacerlo; terminaron su parte, dejaron de tocar y me invitaron. Ellos salen de esas ruedas, e ingreso yo a tocar y ahí fue que pude hacer esa prueba de tocar delante de la gente y poder interpretar una melodía que tenía que ser larga y tenía que llegar a todo el entorno. La verdad que fue muy lindo porque me sentí feliz al ver cómo se sentían ellos, al ver cómo lo disfrutaban y ver cómo podía cubrir un rol que tradicionalmente era de los hombres y que se trataba de llevar una rueda de coplas, animar a un grupo que está cantando y bailando alrededor tuyo. Eso fue muy emocionante.

¿TE SENTÍS DE ALGUNA MANERA, Y A PARTIR DE ESE HECHO, PARTE DE LA TRANSFOMACIÓN DE UNA TRADICIÓN QUE EXISTE Y SEGUIRÁ EXISTIENDO? ¿SENTÍS QUE ESTÁS SIENDO PARTE DE UN CAMBIO GENERACIONAL, SI SE QUIERE, Y DE FORMAS?

Esas fueron conciencias que fui tomando después, varios años después. Lo de mi tesis lo escribí en el año 2015 y el evento de la copla ocurrió antes. Pasaron varios años para entender qué estaba sucediendo en la misma sociedad. Después del 2001 se produjo como un cambio general en el pueblo, donde se comenzaron a buscar nuevas maneras de poder sobrellevar una vida que la gente quiere, busca, pretende. Creo que sí ha generado cambios en los roles de las mujeres en particular, porque buscaban otras maneras de sentirse escuchadas, oídas y vistas. Creo que es un cambio, una transformación. Yo lo hice a través de los instrumentos de viento, pero otras mujeres lo han hecho en otros aspectos, en la visibilización del rol de la cocina, por ejemplo, que aquí se difundió mucho y la verdad que es muy lindo que se dé de esa manera. Luego empezaron a aparecer las bandas de sikuris de mujeres, en el mismo tiempo en que yo empecé a tocar. Eso no tiene que ver directamente conmigo, sino porque las mismas mujeres decidieron reunirse. La mayoría de los cambios se dan por parte de mujeres jóvenes, de entre 15, 20, 25 años, en edades que como aquí decimos ‘no tienen miedo’, se animan, y no está eso de ‘no, esto no se hace’, las normas. Reunirse en una banda de sikuris ya era muy revolucionario, eran tiempos en los que por ahí reunirse y salir a tocar frente a hombres era muy revolucionario. Era lindo ver esos cambios y hoy se ve como mucho más normal; se visualiza más y eso está bueno.

SI BIEN HAY MOVIMIENTOS QUE SE HAN DADO EN PARALELO A TU ACTIVIDAD, ME IMAGINO QUE TAMBIÉN DEBÉS SENTIRTE DE ALGUNA FORMA UNA REFERENTE EN ESE SENTIDO…

Eso es algo que yo no puedo decirlo, pero sí es como que me he dado cuenta que he estado en un lugar en el que no se hacían muchas cosas. Ahora sí, siento que todo lo que hago puede ser replicado por jóvenes, por estudiantes, por músicos, por quienes quieren desarrollar una carrera musical dentro del folklore. Tengo mucha comunicación y veo dentro de los trabajos de mis colegas cómo también fueron evolucionando, cambiando, modificando modos de poder entender y de expresar la música. Creo que ese es mi aporte en algún punto; el poder decir que la música, aparte de ser un lenguaje universal, es un lenguaje con el que nosotros podemos expresar nuestros sentimientos más allá de si uno es hombre o mujer, sino por lo que hace. Eso es una construcción que requiere de una disciplina y de un trabajo consciente.

LA ERA DE LA FUSIÓN

«Cantando y cantando he llegado al Luna Park / aquí todos cantan y bailan como si fuera carnaval». La voz de Micaela Chauque atraviesa el espacio en una copla y se afinca mucho más allá de su territorio natural, haciendo eco en un reducto típicamente porteño, en el que de pronto una caja se convierte en «enredadera de amores» y el tradicional «pogo» que acompaña a «Mañana en el abasto» de Divididos evocando a SUMO se detiene para escuchar un mensaje que estremece: «quebradeña soy señores, yo no niego mi nación». Pero tampoco se niega, Micaela, a una fusión de sonidos y estilos musicales que comienzan a marcar en su trayectoria una era de apertura hacia nuevos escenarios. Pero no sólo hacia nuevos escenarios, sino también hacia nuevas formas de construcción de la música, de adaptación a las nuevas tecnologías y de enseñanza, desde su otro rol: la docencia. 

TENÉS HITOS IMPORTANTES A LO LARGO DE TU CARRERA, EL HECHO DE SER UNA -LO DIGO YO- REFERENTE EN LO QUE HACÉS Y DE ALGUNA FORMA HABER SIDO RECONOCIDA EN OTROS ÁMBITOS FUERA DE TU ENTORNO, HABER TOCADO CON BANDAS COMO DIVIDIDOS, LLEVAR TU MÚSICA HACIA OTROS LUGARES, ¿CÓMO TE VA MARCANDO ESO EN TU CARRERA?, ¿TE VAN DETERMINANDO ESTAS CUESTIONES?, ¿SON PUERTAS QUE VAS ABRIENDO, TE LO VAS PROPONIENDO O SE VA DANDO NATURALMENTE?

Todo se dio de manera natural, fueron invitaciones, propuestas que se presentaron y yo he aceptado esas propuestas porque para mí es creativo hacer algo distinto, tiene mucho que ver con lo que uno puede desafiarse como propuesta artística. Cuando vino lo de Divididos fue muy impactante en ese aspecto porque tuve que enfrentarme a un género de música del que nunca había participado; hacer coplas, tocar sikus o quenas con el género del rock y en particular cuando ellos eligen la canción y deciden que sea ‘Mañana en el abasto’. Mi participación con ellos fue contrastante para los seguidores de la música de rock en ese momento, y eso a su vez fue contrastado con la copla y con la corneta. Por supuesto que son hitos que a mí me modificaron y aprendí muchísimo; los acepté con mucho amor porque me permitieron desarrollar no sólo mi carrera artística, sino también mi propuesta musical, porque hasta ese momento siempre había hecho folklore, música tradicional andina y música folklórica en todos los sentidos, con guitarra, bombo y vientos. Después de conocer a Divididos incorporo, cambio formato de guitarra y bombo a batería, bajo y guitarra, charango, sintetizadores. Desde lo musical hubo una apertura, un poder mostrar distintos recursos musicales que me permitan enriquecer la idea musical que tengo. Las canciones también fueron cambiando; de interpretar canciones de gente que me gusta mucho, que admiro desde mi juventud o de mis primeros discos, pasé a hacer mis propias canciones, a componer y arreglar canciones que me gustan. Eso fue lo que pasó a partir de esas modificaciones sonoras que también pasaron a ser modificaciones compositivas, de repertorio, porque elijo las canciones desde otro lugar. 

¿TE GENERÓ ALGÚN TEMOR EL HECHO DE INTRODUCIR SONIDOS NUEVOS, OTROS INSTRUMENTOS A ALGO QUE ERA MUY TRADIOCIONAL, RESPECTO DE CÓMO PODÍA SER RECIBIDO O PERCIBIDO?

En un principio consideraba que el género de la música andina, que acá en la Argentina se lo une con el folklore, era un género inmutable, eso no se debería cambiar, estaría mal interpretado. En aquella época la gente hacía arreglos musicales sólo porque le gustaba la melodía, porque quería ser una unidad rítmica y sobre ese ritmo y sobre esa melodía quería hacer arreglos, arreglos grandes o distintos, rompiendo las formas tradicionales. Esos arreglos, en esos años, hace unos 20 años más o menos, me parecían como muy desubicados, estaban muy mal hechos. Sin embargo, escuchaba música andina de la década de los ’60 y los ’70 y era muy creativa, porque las composiciones y los grupos utilizaban los recursos tradicionales y componían nuevas canciones y hacían nuevos géneros. Ya en esa época se tocaba música andina con batería y bajo. Es como que eran distintas formas compositivas; componían canciones que, así y todo, se parecían al género de música andina. Poco más de 20 años atrás, las composiciones o los arreglos de folkloristas que querían tomar estos ritmos ya no respetaban esas formas. Yo en ese momento lo rechazaba porque consideraba que estaban haciendo cualquier cosa, sin sentido, desde el punto de vista del arreglo. Pero no había un concepto detrás de eso. Cuando empiezo a componer y hacer arreglos encuentro que el concepto, la idea, nacen antes muchas veces que la misma melodía. Otras veces nace primero la melodía y después el contexto en donde va a anidar esa melodía; se va armando de distintas maneras. Pero creo que mi propuesta como la de muchos jóvenes que en este momento están componiendo música andina, es hacerlo a base y en contextos que respetan las músicas tradicionales. Entonces, sobreconociendo las músicas tradicionales recién se largan a componer. Yo creo que ese es el camino real, el camino que se debería utilizar, porque para cualquier género de música es así. Que toques una chacarera o una samba no significa que puedas componer huainos, cuecas, carnavalitos y bailecitos, sino que deberías saber música andina para poder hacerlo; ese debería ser el verdadero camino. Ese es un concepto que yo manejo del estudio y análisis de la música; esa es una manera de pensar que yo considero que está bien, en la música se puede tocar o instrumentar de la forma en que quieras, solo que yo lo haría de esta manera. 

¿AHORA ESTÁS INCURSIONANDO UN POCO EN LO ELECTRÓNICO?

Lo que estoy haciendo es aprender a utilizar programas de edición y mezcla con esto de que la pandemia me ha aislado un poco de la gente con la que yo trabajaba, salas de ensayo, estudios de grabación, técnicos, que se ocupaban de todo este proceso digital. Ahora me piden muchas participaciones, me invitan a tocar muchos grupos y con esto de la manera virtual, remota de la pandemia, me ha obligado un poco a aprender a manejar estas cosas, programas que me facilitan resolver melodías o formas musicales en casa.

ESA ES, QUIZÁ, LA PARTE MÁS POSITIVA DE LA PANDEMIA. DENTRO DE TODO LO NEGATIVO QUE SUPONE, TAMBIÉN HA GENERADO ESTAS POSIBILIDADES QUE QUIZÁ ANTES EXISTÍAN PERO QUE NO SE APROVECHABAN TANTO, HAY UN APRENDIZAJE PERMANENTE EN TU TAREA CON LA MÚSICA, PERO TAMBIÉN ENTRA A JUGAR TU ROL MÁS DOCENTE, ¿QUE SIGNIFICA LA DOCENCIA PARA VOS? 

Creo que la docencia fue una construcción; durante algunos años la docencia fue como un accesorio, algo que hacía cuando no tenía trabajo como música. En este momento a la docencia la elijo yo, elijo dar clases, porque más allá de que tengo una cierta cantidad de conocimientos para compartir, se trata más que todo de poder abrir estas puertas, las puertas de mi casa y de los contenidos que manejo, de los libros, la biblioteca, mis archivos, los instrumentos, poder contar y compartir. Eso me gustó mucho y me gusta, como el hecho de conocer alumnos particulares o grupales, porque de ambos nacen consultas, preguntas, me cuentan sus experiencias. Para mí es una comunicación que se está generando y un compartir conocimientos. Trato de brindar eso que la persona necesita y yo recibo de esa persona su inquietud. Esta herramienta de las clases virtuales me ha ayudado muchísimo a que personas que están en lugares remotos como México, por ejemplo, se interesen por conocer la forma en que yo interpreto la música. La música tradicional andina es muy particular; es distinta a la de otros lugares y las nuevas tecnologías facilitan ese intercambio.

HAY A SU VEZ UNA TRANSFORMACIÓN EN LA FORMA EN QUE LA MÚSICA LLEGA AL OTRO, LAS REDES SOCIALES, LAS PLATAFORMAS, ¿PENSÁS QUE PUEDE SER UNA VENTANA IMPORTANTE PARA DAR A CONOCER TU MÚSICA, TE ADAPTÁS A ESTAS NUEVAS FORMAS O PREFERÍS LAS FORMAS MÁS TRADICIONALES?

Me adapto a las nuevas formas de comunicación, a las nuevas difusiones. Sin embargo, es cierto que estoy detrás de algunos músicos que ya la tienen muy clara; veo que en algunos géneros musicales son las principales herramientas. En mi caso es solamente una herramienta que me acompaña, dejo que la misma música ocupe su espacio y que después de acuerdo a quien la quiera recibir, se duplique. Esto de la virtualidad ayuda mucho, pero creo que es todavía una fantasía. Lo real es la música en vivo, compartir una fiesta, una celebración, estar presente. La vibración correcta del sonido no es la que se procesa a través de una pantalla, sino la música que produce directamente el instrumento y que podés sentirlo corporalmente. La música en vivo es algo irremplazable. 

EL CONTACTO FUNDAMENTAL CON EL OTRO EN UN ESPACIO DETERMINADO, POR UN LADO, PERO ¿QUÉ TE PASA A VOS CON TU INSTRUMENTO, CON EL VIENTO, CUANDO ESTÁS TOCANDO, MÁS ALLÁ DE QUIEN PUEDAS TENER EN FRENTE, QUÉ TE PASA A VOS INTERNAMENTE EN ESE VÍNCULO ESTRECHO CON TU INSTRUMENTO?

A mí me parece que primero la música es un instrumento de expresión que ya está incorporado; acudo a ese medio en cualquier momento, cuando quiero tocar un instrumento y lo tengo aquí cerca, es así de básico. Tiene que ver con la convivencia y el espacio que yo le doy.

EN EL CAMINO

Micaela Chauque cuenta que «hace dos décadas se creó la primera banda de sikuris en Tilcara y se conformó con la necesidad de muchas chicas que querían tocar juntas porque estaban cada una por su lado. Hoy hay más de 2.500 mujeres sikuris y hace 20 años eran todos varones. Actualmente, de 68 bandas cinco están íntegramente compuestas por mujeres. Además, otras chicas integran bandas de varones, lo que quiere decir que ahora sí se puede tocar, que está permitido o que las chicas se animan y las familias lo aceptan. Entonces esa es la actividad que hacemos nosotras, no diría que es una actividad feminista sino una actividad de Derechos Humanos». Desde ese lugar, desde ese espacio que la tuvo y la tiene como protagonista esencial, también se proyecta.

¿QUÉ SENTÍS QUE TE FALTA LOGRAR, HACER, A DÓNDE TE GUSTARÍA LLEGAR?

En relación a la música, dejo que haga su camino. Lo que sucede ahora es que los medios son distintos. Ahora es todo muy digital y pasamos a estar dependiendo de la presencia de lo digital y eso no se genera de por sí, sino que es uno el que tiene que generarlo; es como que de pronto pasamos a ser presos de ese ámbito, donde si no producís no existís; pasamos a ser esclavos de este nuevo sistema virtual. El artista tiene que producir siempre contenido y ese contenido no va en particular a un grupo específico, sino que se entrega a la nube y después se ve; hay mucha gente que ya sigue, que se sigue enganchando, hay gente que se motiva, otra gente que no. Creo y estoy segura que en definitiva la manera de construir un contenido tiene que ser desde dos lugares: primero dejo que sucedan las cosas solas, esa es mi libertad, mi herramienta de libertad, toco mi instrumento cuando tengo ganas. Pero, sin embargo, siento que hay demanda, hay mensajes, y siento que hay que generar los contenidos. Acudo a mis canciones, a lo que ya tengo armado, estudiado, practicado. Los contenidos que genero tienen que ver con lo que siento. En enero y febrero no generé contenidos porque estuve haciendo música en vivo; me dediqué a salir a tocar, ensayar, compartir con otros músicos.

ME DECÍS QUE HA CRECIDO MUCHO LA DEMANDA RESPECTO DE LO QUE HACÉS, RESPECTO DE TU MÚSICA, ¿ESO TIENE QUE VER CON EL HECHO DE SER RECONOCIDA CON LO QUE FUE EL PREMIO GARDEL, O ES UN DEVENIR NATURAL DE TU COMPROMISO, DE TU PASIÓN, DE TU ENTREGA A LA MÚSICA?

Creo que tiene que ver con ambas cosas; una cosa lleva a la otra. La música se construye, se trabaja, se difunde; uno se esfuerza todos los días para eso. Todos los días estoy en modo musical. Se trata de un trabajo construir el público, construir la gente a la que le pueda interesar la música que uno hace. Por otro lado, aparecen estas situaciones que son por ahí nuevas para el género que hago, para la música que hago. Era la primera vez que me había presentado para concursar en los Premios Gardel y lo gano. Eso fue todo muy de repente. Hacía muy poquito que había editado mi disco y ya tenía la nominación y luego el premio. Fue todo muy rápido para mí. Eso suma, por supuesto, porque hay una demostración de que hay gente a la que le interesa este tipo de música; en realidad siempre interesó, yo nunca dudé de eso, pero lo que sucede es que por ahí se invisibiliza un género, un tipo de música y prefieren difundir otras, modelos musicales que les importa a la industria de la música, que es la música que representa más a una Latinoamérica, a un sector de público. En cambio, hay otro sector de gente a la que le gusta este tipo de música, la música andina, que es mucho más amplio y más perdurable, pero el impacto para la industria de la música es distinto. No es algo que en poco tiempo produce mucho dinero, sino que es algo que al largo tiempo se mantiene, como un sonido bajo. Estamos acá los que hacemos música andina y tenemos muchos recursos y melodías, formas, sonidos, ritmos y mensajes musicales que son muy interesantes. Hay distintas tendencias: hacia el amor a la gente, a las personas; el amor a la Pachamama, esas filosofías que son las que más se difunden en esta música; otra es la filosofía de la fiesta y el festejo del carnaval. Esas son las formas, los temas que más se utilizan.

¿CUÁL ES TU SUEÑO HOY?

Mi sueño más grande hoy es grabar un disco, me gustaría volver a eso que mucha gente dice ‘no, para qué vas a grabar un disco’. Hay que grabar discos, ensayar entrar a un estudio de grabación. Me gustaría estar mucho tiempo dentro de eso y poder grabar un disco, hacer un álbum de música. Estoy preproduciendo aquí en casa, pero no es lo mismo; quisiera entrar a un estudio de grabación y poder producir canciones de mi repertorio en un nuevo álbum y luego salir a tocar, hacer música en vivo.

¿Y CON QUIÉN TE GUSTARÍA COMPARTIRLO? 

No lo pensé. La música es la que me dice. Todos los invitados con los que he estado fue porque la música lo requería. O ellos lo sintieron, o yo lo sentí. Me pasó que cuando interpretamos ‘Florcita del cardón’, fue Ricardo Mollo el que la sintió, él dijo ‘yo tengo que cantar en tu disco’, entonces apareció y fue la canción que él quería. Cuando sacamos el Gardel, ese año también sacó el Gardel la Delio Valdez y dijimos de hacer algo juntos. Reversionaron mi canción. Fue de esa manera la mayoría de las veces. Yo estoy segura de que es la música la que genera el cambio en la otra persona que siente tu vibración, la vibración de los sonidos te llega, a la cabeza, al corazón y eso es lo que yo busco. Mi objetivo general haciendo música es llegar a las personas a través de otras sensaciones.

TIENE QUE VER ESO CON LO QUE DIJISTE ALGUNA VEZ: «AUNQUE ME TIREN AL RÍO SOBRE LA ESPUMA VOLVERE», ¿ESO ES LA MÚSICA PARA VOS?

Así es. Es una copla que claro, trata mucho de filosofía andina, ‘serás lo que debas ser’. Son frases que se utilizan mucho, y en realidad son frases muy antiguas que se fueron difundiendo y que aparecen en la copla, en las canciones, en el decir de la gente, en el pensamiento popular. «Aunque me tiren al río sobre la espuma volveré», afirma en sus coplas. Pero (lo sabe), también sobre el viento. O en el viento, donde Micaela Chauque y su música y sus canciones habitan. A vuelo de quenas y sikus, como pájaros.

SOBRE MICAELA CHAUQUE

Nació en la comunidad aborigen colla de Finca Santiago, departamento de Iruya, provincia de Salta. Posteriormente, se radicó en Tilcara, una de las principales ciudades de la Quebrada de Humahuaca en la provincia de Jujuy, razón por la cual se la incluye entre los músicos jujeños. Música, docente e investigadora del folklore andino, se orientó a rescatar y difundir de las tradiciones musicales del noroeste argentino, en especial a través del canto y la ejecución de instrumentos de viento andinos, como quenas, sikus y anatas, que, en algunos casos, como en el caso de la quena, solo son ejecutados por hombres. Ha sido considerada la mejor vientista del norte argentino. Como vientista, percusionista y bailarina, formó parte de «Jaime Torres y su gente» y con esa delegación debutó en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín, así como en festivales internacionales europeos. Formó la Banda de Sikuris de Mujeres María Rosa Mística de Tilcara. En 2010 la banda de rock Divididos la invitó a ejecutar varios temas juntos (La flor azul, Avanzando retroceden) en un recital realizado en Tilcara. En 2011 actuó tres veces en el Festival de Cosquín, acompañando primero al roquero Hugo Bistolfi en los temas Tilcara y Carnaval, luego, en la novena luna, acompañando a la coplista Mariana Carrizo y en la noche de cierre al cantante Rubén Patagonia. Luego del éxito que ambos tuvieron en Cosquín, Hugo Bistolfi y Micaela Chauque, realizaron en 2011 una gira juntos por el Noroeste. Como resultado de esa asociación artística, Micaela participó del álbum solista de Bistolfi, Valles y quebradas.

DISCOGRAFÍA

En Vivo: quenas y sikus, 2010

Cuatro Mujeres: cantos de la tierra, 2005

Crisol: música instrumental andina, 2003

Jujuy, canto y vida, con Carlos Cabrera, 2002

El del Charango, con Jaime Torres, 2001.

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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