La autora de «El cruce del umbral», «Cautivos» y «Puntos sueltos» redobla la apuesta en su más reciente publicación, que recibió el Premio Literario Provincia de Córdoba 2019.
La escritura de Cecilia Pagani nos abisma, abruma y tensiona en cada palabra. Nos incomoda. Tal es la destreza y precisión con que construye los personajes e historias que dan vida a una ficción que se aproxima demasiado a la realidad, como un desesperado al precipicio, a punto de pegar el salto.
La escritura de Cecilia Pagani es cosa seria; no admite, en ningún caso, lecturas nimias, laxas, distendidas. Ese sumergirse entre las páginas de sus cuentos, de sus microcuentos, de sus novelas requiere, en todo caso, de una preparación especial.
No es un viaje placentero, no. Es, por el contrario, un derrotero peligroso, repleto de obstáculos, de accidentes geográficos, de senderos sin salida en los que uno (el lector) corre el riesgo de encontrarse con uno mismo y con los fantasmas que a cada uno le pertenecen; con esos demonios que nos persiguen, incluso, en plena luz del día, derramando -en muchos casos- tinta roja entre las páginas en blanco y negro de los diarios.
La escritura de Cecilia Pagani no acepta concesiones ni licencias. Es blanco o es negro. Se lee o no se lee. Se toma o se deja. Se abraza o se repele. Pero una vez que uno está adentro -si finalmente uno decide estar adentro, con todo lo que ello implica-, jamás podrá resultar indiferente. Porque aún en esos extremos, Pagani sabe muy bien de aquello de ir encontrando y ofreciendo los medios, esos matices que extienden una mano para evitar la caída hacia lo abrupto.
Lo hizo en «El cruce del umbral», donde en cada uno de los cuentos desnuda a los personajes con una voracidad casi criminal, sin tener por ninguno de ellos la más mínima de las contemplaciones. Esos cuentos son, precisamente, como un cross a la mandíbula que, lejos de alejar al lector, lo invita sutilmente a inmiscuirse entre las líneas de los relatos, generándole una especie de síndrome de abstinencia por el golpe, un deleite inexorable por el dolor, la crueldad y el sufrimiento.
Volvió a hacerlo en la novela «Cautivos» -de lectura absolutamente indispensable-, donde cada tramo del relato va en la dirección de una concepción ajedrecística de la historia, pergeñada por la autora de manera tal que quien se sumerja en sus páginas no pueda despegar la mirada del libro, donde no cabe además espacio para las cosas dichas a medias, lo cual le requiere establecer un claro y sincero contrato con el lector que, si bien parte de la advertencia de que los hechos y personajes de la historia son ficticios y que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no es suficiente, sin embargo, para evitar que tanta cercanía en el relato a hechos que nos resultan afines haga prácticamente inevitable ponerle otros tantos nombres a la desafortunada protagonista y a los cautivos sucedáneos.
Y lo hizo una vez más en «Puntos sueltos» (microcuentos), donde vuelve a ponernos frente a frente con la incontrastable necesidad de hacernos responsables no sólo de nuestros monstruos, sino también de los monstruos ajenos, en lo que bien podría considerarse un arrojo de vital solidaridad, aunque más no sea en clave de desgracia.
Porque si hay algo que termina por mostrarnos la escritora, es que somos tan vulnerables al amor como al odio, a la compasión como a la impiedad, a la bondad como a la perversidad, a la justicia como a la arbitrariedad. Porque si hay algo que termina por mostrarnos Pagani es que somos ángeles, pero también demonios. Héroes y villanos. Víctimas y verdugos. En esencia, seres antagónicos.
Desnudar la ambigüedad
Y ahora, como si fuera poco semejante vademécum de oficio de «contadora de historias», Cecilia Pagani nos pone entre las manos a «Interiores», novela que se hizo merecedora del Premio Literario Provincia de Córdoba 2019 y que, aunque hubo que esperar más de la cuenta (pandemia y circunstancias mediante), finalmente vio la luz para ratificar con creces todo lo anteriormente señalado.
«Calidad literaria y singular uso del lenguaje» fueron, entre otras cuestiones, las que resaltó el jurado que galardonó a la escritora riojana en «la docta». Y no sería esto en nada novedoso para sus lectores, en realidad, ya que ambas características la definen en esencia.
Pero en «Interiores», la escritora riojana hace gala, además, de una destreza y una ductilidad a la hora de trabajar con las palabras que le permite ensamblar tres historias, tres mujeres, tres miradas, tres voces. Y una voz más (una cuarta voz), fantasmagórica y transversal a cada una de las anteriores. Un laberinto múltiple en el que buscar la salida puede resultar, por momentos, una necesidad sofocante.
Así es como Pagani logra -una vez más- introducir al lector en mundos perfectamente delineados, aún cuando puedan estar envueltos tal y como suele ocurrir en lo cotidiano, en una especie de nebulosa de la memoria, generando así esa inobjetable simbiosis trascendental entre la vida y la literatura.
Da pistas, la escritora, de tiempos y espacios que no se nombran taxativamente, pero que necesariamente remiten a tiempos y espacios que nos tocan de cerca, que nos resultan conocidos, y hasta propios, que nos hacen sentir parte del escenario y de la trama. Y aquí -desesperados o no-, nos arrima al precipicio de nuestros abismos próximos.
Hay en «Interiores» -como en cada uno de los libros de Pagani- una estricta actualidad temática, por aquello, quizá, de que todo cambia para que nada cambie. Entonces, la cronología en que se desarrollan las historias en la novela llega prácticamente hasta el hoy, hasta este presente y con la misma fuerza, porque seguimos asistiendo al devenir de historias que deben ser contadas y que, como tales, Pagani las narra con tanta precisión como iniquidad. Y sacude, así, esa especie de modorra aletargada, insensible y desinteresada en la que caen la mayoría de los hechos que todos conocemos y que hablan contundentemente de la opresión machista y del poder que asfixia las libertades de miles y miles de mujeres.
Como se dijo ya, la escritura de Pagani nos abisma, abruma y tensiona en cada palabra. Nos incomoda. Es cosa seria; no admite, en ningún caso, lecturas nimias, laxas, distendidas. No acepta, tampoco, concesiones ni licencias, mucho menos frente a la violencia que se refugia, que se enquista como animal hambriento en lo que no se quiere ver. La escritura de Pagani se abre paso, precisamente, a fuerza de poner luz donde sólo cabía la oscuridad; de poner voz donde sólo se pronunciaba el silencio; de poner compañía donde sólo reinaba la soledad.
De allí que «Interiores» funcione no sólo desde su estructura como novela (por lo que en nada extraña que haya sido seleccionada para el Premio Literario Provincia de Córdoba), sino también como un rescate profundo y fundamental de las reverberaciones, de los ecos, de los sonidos de las ausencias que nacen desde el desprecio y la frialdad por esas otras (mujeres) que no pueden decir, que no logran decir y que, lo que resulta más grave e irremediable aún, mueren en el intento.
En ocasión de dialogar con 1591 Cultura+Espectáculos, la escritora riojana daba cuenta de su búsqueda constante y determinada por iluminar a través de sus historias «una realidad total, abarcadora, con todos sus matices y sus zonas oscuras».
Queda claro, en este sentido, que la voz de Cecilia Pagani, desde esos alumbramientos, trasciende las fronteras de su propio universo particular, donde entreteje las historias que nos envuelven y conmueven, que nos perturban y movilizan, que nos interpelan y nos obligan a una mirada introspectiva. Desde adentro hacia afuera, desnudando la contrariedad y ambigüedad de las personas.
«INTERIORES», EN LA CONCEPCIÓN DE SU AUTORA
«Interiores cuenta la historia de tres mujeres. Tres vidas distintas pero conectadas entre sí porque pertenecen a una misma familia abusiva, de características casi feudales. Está contada a partir de tres voces. La primera, Nora, cuenta su propia historia marcada por el abandono de su madre, se hace constantes preguntas sobre lo que le pudo suceder hasta que decide emprender su búsqueda. La segunda, Lilian, está narrada desde una segunda voz. Es un poco frívola, manipulada por su madre, por su marido pero es quien puede ver y actuar dando un giro inesperado a la historia. La última es la historia de Elba, está contada en una tercera persona pero con una focalización centrada en la subjetividad del personaje. Es una mujer grande, postrada en su cama de enferma, no puede hablar y está condenada a vivir y a recordar. Su historia recorre la historia familiar y va develando esos secretos que aparecen en las otras historias. Las vidas de estas mujeres están, además, enlazadas por la historia de una cuarta mujer, que es quien ha desaparecido desde un comienzo. La vida de este personaje de alguna manera va contándose a lo largo de toda la novela y a partir de cada una de las otras historias».
Cecilia Pagani
Nació en La Rioja. Es Profesora y Licenciada en Letras. Escribe cuentos, microcuentos y novelas. Colaboró con revistas literarias argentinas y extranjeras. Recibió premios y menciones tanto en la Argentina como en México. Es autora del libro de cuentos El cruce del umbral (Metrópolis, 2017), del volumen de microrrelatos Puntos sueltos (Macedonia Ediciones, 2019) y de las novelas Cautivos (Metrópolis, 2016) y Las preciosas (inédita). Interiores recibió el Premio Literario Provincia de Córdoba 2019, en el género novela.
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