Las palabras de la reconocida y destacada escritora Selva Almada -nada más y nada menos- para la ópera prima de Florencia Curi y Marianela Müller (texto e ilustraciones, respectivamente), a las que se suma la editora Maite Diorio, trazan un mapa para un recorrido que se torna indispensable frente a un hecho que no deja de ser una interpelación en lo constante, creando un contexto de temor e incertidumbre que solo puede ser dimensionado (si es que puede llegar a ser dimensionado) por quien atraviesa por ese territorio repleto de abismos, de profundidades imponentes y peligrosas de las que solo se puede salir con una fuerza de voluntad inquebrantable, pero también con el acompañamiento de seres capaces de iluminar en los intersticios de una oscuridad que no cesa, y de seguir iluminando una vez que se pudo cruzar al otro lado del precipicio, sin más pretensiones que el hecho de ofrecer una mano que sea, al mismo tiempo, un refugio.
Ya fuera de lo puntual, y aproximándose a lo particular y esencial de esta obra, uno está obligado a hacer mención de que “Montaña. Crónica de un cáncer” trasciende de lo individual para hacer pie en un encuentro de tres corazones, de tres amigas que decidieron responderle al tratamiento de la enfermedad con arte, para convertir justamente a esa enfermedad en un puente, narrando minuciosamente el recorrido que Florencia inicia desde el momento del diagnóstico, para comenzar a subirse luego a esa montaña de emociones y bajar tiempo después renovada, destacando el apoyo fundamental de la amistad y la familia.
Precisamente, es Florencia Curi quien da las primeras claras señales respecto de este camino que demandó más de 8 años, y que hoy la muestra fortalecida en su ser, pero también en su decir, sin dejar de lado el hecho fundamental de “estar viva para contarlo”, mucho menos el hecho de continuar interpelándose frente a las circunstancias de esa situación que la puso en un lugar en el que no esperaba estar, pero desde el que pudo migrar hacia una mirada constructiva y amplificadora.
¿Por qué escribir otro libro sobre el cáncer?, se preguntó y le preguntaron en muchas ocasiones. A esa pregunta, Florencia responde con honestidad plena: “Se podría pensar que no es el tema más popular y convocante, de hecho cuando comencé a escribir, fue más bien para poner en palabras toda la incertidumbre, enojo y miedo que producía la interrupción de mi vida, tal como la conocía hasta antes del cáncer. Porque en cuestiones de salud, hay un antes y un después de cualquier enfermedad que viene a recordarnos la finitud de la vida. No es que no lo sepamos, claro. ¿Existe, acaso, algo más humano que el miedo a la muerte? Pero cuando te llega la noticia de un cáncer, casi siempre inesperada, ese miedo se vuelve compañía diaria y la vida adquiere un sentido muy distinto”.
Desde ese lugar en el que habita lo genuino de su sentir, Florencia recuerda también aquellos primeros pasos, en los que lo catártico se imponía, pero también tiene bien presente el proceso en el que otras personas fueron sumando sus miradas, aportando a una transformación en lo personal, al igual que en lo creativo.
“No pienso que lo que me pasó a mí sea único, al contrario. Siento que esa montaña de emociones que produce cualquier enfermedad, en este caso el cáncer, pero que no se reduce a él, puede y debe ser una experiencia compartida, porque hay muchas cosas que nadie cuenta y me hubiera gustado saber antes”, remarca la autora de “Montaña”, apelando a un expresar que va desde lo individual hacia lo colectivo, ofreciendo “una voz que dice que no vas solo o sola en esas subidas y bajadas, porque también vivió eso que muchas veces cuesta poner en palabras. Una voz que dice: vayamos juntas, compartamos esto que nos pasa, porque al fin de cuentas, eso es lo más lindo de la vida”.
Esa voz es, en esencia, la que también ofrenda en el encuentro con 1591 Cultura+Espectáculos, abriendo no solo las puertas de su sentir, sino también reafirmando conceptos y definiciones en los que se sigue encontrando, incluso después de haber llevado a cabo la presentación de “Montaña. Crónica de un cáncer” en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dando paso así a nuevas instancias que, sostiene: “Me cuesta procesar todo todavía; siento que no dimensioné lo que se iba a armar, todo lo que iba a pasar, me costó mucho llegar a entender que íbamos a terminar en este libro”.
Desde ese punto de partida, Florencia no duda en señalar que “uno de alguna manera idealiza, proyecta, fantasea en el buen sentido, camina y después cuando se materializa, cuando empiezan a aparecer las devoluciones, la gente que lo compró y lo leyó, o que va a una presentación con una devolución de ese libro, cuesta un montón procesarlo”.
¿CÓMO VIVÍS ESTE TIEMPO POSTERIOR, PRECISAMENTE? ¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE EL HECHO DE HABER TERMINADO EL PROCESO DE CREACIÓN, PARA PASAR AL TIEMPO DE LA PRESENTACIÓN? ¿QUÉ TE PASA CON LAS DEVOLUCIONES QUE VAS RECIBIENDO?
No creo que nadie vaya a una presentación a darte una devolución negativa; es medio difícil que te digan: ‘Mirá, me pareció horrible tu libro’, pero puede pasar que a alguien le pueda afectar la temática, aunque es justamente todo lo contrario: todo lo que vengo recibiendo son mensajes de mucho abrazo, de mucha contención, de sentir esa validación para esas preguntas que uno siempre tuvo en cuanto a si no había esa cuota de egocentrismo, de si estaba bien, si íbamos bien. Nosotras siempre pensamos que el libro no tenía que ser una receta ni ningún manual de instrucciones, de decir que esto estaba bien o que esto estaba mal, que era por acá o era por allá. Cuando nos parábamos en las reflexiones, en cada una de esas cosas que uno planteaba de lo que fue cada una de las etapas del tratamiento de la enfermedad, y siempre parándonos desde la experiencia y de sentir que uno estaba tratando de hacer para que alguien no se sintiera solo, un poco es lo que me está pasando ahora, ver que eso es lo que pasa, que viene gente y te dice ‘che me sentí re bien, como que esto también me pasó’, entonces creo que el fin de alguna manera está cumplido. Hablábamos también esto de que a veces nosotros decimos ‘mensaje’ y no es un mensaje, porque no hay un mensaje para dar, pero de alguna manera todas las obras hablan de un mensaje, entre lo simbólico, lo real y lo palpable.
ME QUEDÉ PENSANDO EN ESTO QUE DECÍAS DE QUE SABÍAN QUE EL LIBRO NO TENÍA QUE SER UN MANUAL DE INSTRUCCIONES Y CREO QUE ESA PUEDE SER LA PARTE MÁS COMPLEJA, SI SE QUIERE, SALIRSE DE ESE LUGAR DESPUÉS DE HABERLO VIVIDO, SIENDO QUE UNO SIEMPRE TIENDE A PONER POR DELANTE SU EXPERIENCIA, LO QUE A UNO LE PASA Y QUIZÁS A QUERER “EDUCAR” DESDE ESE LUGAR…
Sí, teníamos mucho miedo respecto de eso de venir a dar, a decir que esta es nuestra verdad, y lo trabajamos mucho. El libro llevó ocho años, y también en esos ocho años yo cambié mucho; cambió la forma de mirar, cambió lo que me pasaba, lo que pensaba. Hubo una primera etapa, una primera versión, un primer borrador que tenía que ver con la génesis, que fue en pleno tratamiento, que no tiene nada que ver con el libro que es hoy, porque esa génesis tenía otro tono, con mucho enojo, con algo que tiene que ver más con el desahogo. Yo en las palabras encontré un refugio como para hacer catarsis, pero cuando uno en ese proceso de transformación, a lo largo de los años, toma la decisión de avanzar en el proyecto libro, en el proyecto obra y en convertir esto en un proyecto diferente, sin ponerse en ese lugar de verdad, de decir ‘yo vengo con esta palabra a instruir al otro’, te ponés a trabajar en qué forma uno quiere decir y qué es lo que uno quiere decir en cada capítulo. Eso nos hacía repensar lo que nos pasaba, nos ponía a reflexionar y buscábamos quizás más interpelar y poner en duda y debate un montón de cuestiones que tienen que ver con el cuerpo de la mujer, que tienen que ver con el sistema de salud, que tienen que ver con las decisiones que hay que tomar a una velocidad abismal porque el tiempo corre. Para dar un ejemplo: yo tomé la decisión de hacerme la mastectomía en un tiempo muy rápido, aunque había otras opciones; no sé si fue la mejor decisión, pero yo la tomé, y quizás para otro no era la mejor decisión en ese momento, entonces no digo: ‘esto fue lo mejor’, digo: ‘yo tomé esta decisión’. La interpelación y poner en debate tiene que ver con qué es lo que nos pasa como mujeres.
ES DECIR QUE ENTRAN A JUGAR OTROS CONCEPTOS MÁS ALLÁ DE LA ENFERMEDAD EN SÍ…
Exacto, hay muchas cuestiones en el medio y el libro no busca decir qué está bien o qué está mal, si no poner todas esas emociones en debate, interpelarte, cuestionarte y que cada uno saque sus conclusiones de alguna manera.
“MONTAÑA” TIENE UNA PARTICULARIDAD, QUE ES EL HECHO DE QUE SI BIEN PARTE DE TU EXPERIENCIA PERSONAL, CON TODO LO QUE ESO SIGNIFICA, NO ESTUVISTE SOLA EN ESE PROCESO, ¿QUÉ SIGNIFICÓ PARA VOS CONTAR CON LA COMPAÑÍA DE MARIANELA (MÜLLER), DE MAITE (DIORIO), EN ESTO DE LA VISIÓN DEL HACIA DÓNDE VAMOS?
La primera que apareció fue Maite (Diorio), la ‘Chano’, que de hecho tenemos un capítulo en el libro que se llama “Las Chanos”. Ella fue la que me incitó a escribir el libro y para mí fue un pilar enorme, un motor, me motivó a focalizarme, a decir ‘vamos para allá’. En esa primera instancia Maite fue ese motor de poner una veta, de caminar en paralelo, y poner la energía en algo como lo que es el arte. Además, las dos venimos de ahí, de la rama del arte y ponerte a crear te focaliza; uno se pone en ese mundo en el que te olvidás de todo, y eso me ayudó un montón. Después tuvimos otras etapas en donde fuimos soltando. Marianela (Müller) se incorpora después de mi tratamiento; si bien con ella nos conocimos también creando en otra etapa, en una obrita de teatro, se incorpora después a este borrador que te contaba. Con ella también forjamos un lazo de amistad muy fuerte, y la verdad es que no sé si hubiera sido posible hacerlo de otra forma. Nos atravesó de una manera tan fuerte desde el lugar de mujer… Mari siempre cuenta que ella se identifica en el lugar de que sentía que esa historia le podía pasar a ella, o que le podía pasar a cualquiera de sus amigas, o una hermana, entonces la hizo muy propia, y aparte nos tenemos mucho afecto. Para mí era muy cómodo hablar con ellas y poder transmitir todo.
¿CÓMO FUE, PRECISAMENTE, EL HECHO DE PODER COMPARTIR EN ESE CONTEXTO QUE SUELE SER TAN COMPLEJO, TAN DIFÍCIL Y TAN ÍNTIMO?
Yo no tengo mucho problema de compartir (risas), no soy muy pudorosa, y tengo un humor bastante ácido que me ayuda un montón, pero sí hay cosas que son del ámbito más íntimo y que con ellas me sentí muy cómoda, ese espacio me lo dieron ellas. Las chicas hablan de la historia o hablamos del personaje ‘Flor’ y no de mí, y cualquiera de las tres puede hablar de ese personaje ‘Flor’ y decimos las tres lo mismo. Llegamos a hacerlo tan propio que a cualquiera de las tres nos hacés una misma pregunta y las tres respondemos lo mismo. Es increíble la forma en la que hemos trabajado, con esa sinergia y armonía de decir por qué escribí esto que escribí, qué es lo que quise decir, cómo lo podemos llevar a la ilustración, qué sacamos del texto, y qué sería mejor desde el simbolismo, y todo eso desde el nunca perder el qué es lo que estamos queriendo decir. Me parece que eso es lo que hizo que llegara un momento en el que pude decir que no fueron en vano esos ocho años.
OCHO AÑOS ES UN MONTÓN DE TIEMPO, EN ESE TIEMPO HAY UNA TRANSFORMACIÓN EN TU PERSONA, EN LAS CIRCUNSTANCIAS QUE UNO VA VIVIENDO Y QUE NOS VAN CAMBIANDO Y QUE TAMBIÉN DEBEN HABER INFLUIDO EN UNA TRANSFORMACIÓN DEL LIBRO, EN SUS DIFERENTES VERSIONES, ¿CÓMO SENTISTE ESE CAMBIO? ¿CÓMO LO FUISTE VIVENCIANDO? ¿FUE DE MANERA CONSCIENTE O TODO FUE PARTE DE UN PROCESO QUE TAMBIÉN TUVO MUCHO DE VORÁGINE?
Yo creo que tuvo de las dos cosas: un poco de la vorágine y otro poco lo consciente, porque me fueron pasando cosas, tuve otras enfermedades que también me hicieron volver a sentir miedo, entonces también las conclusiones que uno saca son distintas y también muchos capítulos los reescribí, a otros los saqué directamente. Siempre estuvo también la delicadeza, el respeto por la enfermedad y por lo que vive el otro. Yo hablo, además, desde la experiencia de una persona que tuvo mucha suerte, que hoy está viva, que lo está contando y que hizo un tratamiento en tiempo y forma, que todo me salió bien, que tuve una obra social, que tuve contención, eso es mucha suerte. También hubo muchas cosas que me hicieron dudar, porque en ese camino se te muere gente, por ejemplo, y eso hace que la escritura cambie. De hecho, en el camino a lo largo de estos años hubo un momento en que les dije a las chicas: ‘démosle un cierre, porque si no lo vuelvo a cambiar’. Es más: siempre, digo que no sé qué me va a pasar con ‘Montaña’ dentro de un par de años cuando lo vuelva a leer. Seguramente voy a cambiar, y seguramente voy a decir por qué escribí esto (risas).
HAY UN ANTES Y UN DESPUÉS QUE TIENE QUE VER CON TU DIAGNÓSTICO, Y SI BIEN PLANTEÁS ESTO DE QUE NO TE GUSTA LA PALABRA “MENSAJE”, EN ALGÚN MOMENTO ME PARECE QUE TE LO HABRÁS PREGUNTADO, QUE TE LO HABRÁS PLANTEADO, ¿QUÉ TE GUSTARÍA, EN TODO CASO, QUE AQUELLAS PERSONAS QUE ATRAVIESEN POR UNA SITUACIÓN SIMILAR PUEDAN ENCONTRAR EN “MONTAÑA”?
Para mí es un lugar de refugio, es un libro que a mí me hubiera gustado leer; me hubiera gustado que alguien me dijera de manera un poco más cruda lo que iba a vivir, porque hay mucha romantización alrededor, y creo que eso a veces no ayuda. Y no lo digo desde un lugar de victimización, porque tampoco está bueno ese lugar, y tampoco va por ahí el libro. Por eso creo que es un lugar de refugio, un lugar más empático, de decir: ‘bueno esto es una mierda’, porque no hay otra palabra para describirlo; que con las herramientas que se tiene se la pasa mal y con la tristeza, con todo, poder salir adelante hasta donde se pueda y con lo que se pueda. Pero para mí es eso, es un lugar de refugio. Muchas veces hablamos de ‘compañero de viaje’ respecto del libro y lo han leído muchas personas que son familiares y dijeron: ‘entendí lo que le pasa a mi hermana, entendí lo que le pasó a mi papá’, es un universo que desconocían, entonces no deja de ser un lugar a donde refugiarse un poco.
¿Y VOS PUDISTE ENTENDER, DESDE TU LUGAR, QUÉ TE PASÓ? HAY UN TRATO MUY HONESTO Y SIN EUFEMISMOS SOBRE LA ENFERMEDAD, PERO TAL VEZ UNA COSA ES TRANSCRIBIRLO, PONERLO EN UN LIBRO Y OTRA MUY DISTINTA ES VIVIRLO, ¿PUDISTE COMPRENDER DE ALGUNA FORMA TODO ESO?
Sí y no… por un lado está lo que a uno le pasa anímicamente y por otro lado está lo que le pasa físicamente, hay dos universos ahí que compiten, que luchan, y a veces uno sana más que el otro. Y está también el espiral en el que uno va viviendo y que por ahí te toca más de cerca y se aleja, y se acerca y se aleja, y a veces creés que la re comprendiste y de golpe y porrazo descubrís que no entendiste nada, y creo que también de eso hablo un poco en el libro: de que uno no la tiene clara. Y está eso de decir: ‘Ay, bueno, ahora doy vuelta de página’ pero ¿qué es dar vuelta de página? No sé qué es dar vuelta de página, por eso me gusta hablar de ‘espiral’, porque por ahí hoy me sirvió y me sirvió para seguir hacia adelante, pero decir que comprendí completamente qué pasó… Sé que la pasé mal y punto, y que me hizo aprender muchas cosas: aprendí el valor de la amistad, el valor de la familia. La amistad es increíble lo que hace; siempre la valoré, siempre para mí era importante entender lo que es capaz de hacer un amigo en esos momentos, pero es impensado las cosas que hacen los amigos, y sé no me alcanza la vida que me queda para devolver.
VEO QUE HAY TAMBIÉN EN TUS FORMAS DE EXPRESAR, DE DECIR, ALGO DE HUMOR, Y HACÍAS REFERENCIA JUSTAMENTE A QUE SOS UN POCO ÁCIDA, ¿HAY LUGAR REALMENTE PARA EL HUMOR EN ESAS INSTANCIAS QUE TE TOCÓ VIVIR? ¿PUDISTE TRASLADAR DE ALGUNA MANERA ESO AL LIBRO?
El otro día en la presentación lo charlábamos con Maite (Diorio). Ella me conoce desde hace muchos años y a mí durante la enfermedad se me había potenciado ese humor ácido en un nivel muy alto, y hacía unos chistes que no eran graciosos, y me reía yo nomás. Me daba cuenta de que por ahí le tenía que entregar el botón del ‘momento risa’ a la gente porque nadie entendía que era un chiste, pero creo que también me ayudó a descontracturar el reírme de mí misma o de ciertas situaciones. Igual, me salía natural, no es que lo pensaba; a mí siempre me salió reírme de mi misma y hasta el día de hoy me doy cuenta de que si bien es parte de mi personalidad, eso incomoda; o sea, a la gente le molesta que yo hable de cáncer. Para mí es tan natural que en algún momento digo: ‘bueno, me doy cuenta de que le incomoda más al otro que lo que me incomoda a mí’. En aquel momento quizás sí lo hacía desde el dolor y quizás ese tono ácido en el libro se notaba y quedaba violento, y ahí es donde yo lo leía dos años después y decía: ‘pero qué enojada que estaba’. Hoy no, hoy realmente es en el marco de un chiste, entonces digo que el humor a veces ácido tiene su doble cara.
PENSAR QUE “MONTAÑA” HABLA UNICAMENTE DE CÁNCER SERÍA CIERTAMENTE INGENUO, Y ME PARECE QUE AHÍ PUEDE ESTAR JUSTAMENTE LO IMPORTANTE DE COMPARTIR ESA VIVENCIA, SIN CAER EN LO DEL “MENSAJE”, QUE NO TE CIERRA…
‘Montaña’ habla mucho más que del cáncer: habla de la familia, habla de la amistad, habla de los vínculos, habla de lo que nos pasa con el cuerpo como mujer, de lo que tenemos que afrontar. Cualquiera que esté pasando por un proceso de enfermedad se puede sentir identificado. Yo creo que atraviesa otros temas que son por ahí mucho más fuertes que la enfermedad en sí misma. La enfermedad creo que es el motor del relato, el relato que te va llevando, pero el trasfondo de la historia creo que es otro: estoy contando los vínculos, que son mucho más fuertes.
EN ESE CONTEXTO, ¿CUÁL ES EL ROL QUE JUEGAN LAS ILUSTRACIONES? ¿QUÉ LAS LLEVÓ A DECIDIRSE POR ADOPTAR ESE FORMATO?
Somos dos autoras; si bien la historia es mía, yo soy la escritora, Marianela (Müller) es la ilustradora. Desde la génesis, cuando pensamos el libro en pleno tratamiento, lo pensamos como una novela gráfica. En ese momento ‘Chano’ me había regalado un libro que se llama ‘Arte’, un libro hermosísimo. Me había llevado un montón de cosas para la primera quimio y la verdad es que lo único que pude agarrar fue ese librito, porque era ilustrado, entonces yo lo podía calzar en la pierna y hojearlo, y me re sirvió porque dije: ‘bueno, menos mal que tenía algo para mirar’ porque la verdad es que al libro de texto no lo podía leer, las revistas tampoco, todo me molestaba. Entonces dijimos: ‘sería hermoso que pudiéramos hacer algo que si alguien estuviera haciendo una quimio pudiera verlo’, que la narrativa sea una ilustración. Después el texto creció de una forma que no pensé que iba a crecer y fue mutando y lo fuimos acompañando, y terminó en esta versión, pero siempre se pensó en que la ilustración tuviera ese peso importante. Las ilustraciones están cargada de simbolismo, hay personajes construidos desde el miedo, la incertidumbre, hay un montón de elementos como los pañuelos, cosas que aparecen que por ahí alguien las puede llegar a ver y otras personas no; hay otro relato que atraviesa el libro que tiene que ver más con lo poético y que acompaña de alguna manera, por eso digo que quizás si vos no podés leerlo, podés leer las imágenes.
EN ALGÚN MOMENTO DESCRIBISTE LO QUE TIENE MÁS QUE VER CON EL SISTEMA DE SALUD, QUE AFIRMASTE QUE EN TU CASO TUVISTE SUERTE RESPECTO DE ESO, RESPETO DE LOS TIEMPOS DE LA SALUD, DE LOS OBSTÁCULOS QUE FUISTE ENCONTRANDO EN EL CAMINO, ¿QUÉ DESAFÍOS EN RELACIÓN A ESO FUERON APARECIENDO QUE SIENTAS QUE PUDISTE REFLEJARLOS EN ESTE LIBRO?
En el libro describo todo. Creo que el proceso más largo fue desde que te dicen que es cáncer hasta poder darte un diagnóstico definitivo; a vos te dicen que tenés cáncer y decís: ‘bueno, listo, chau, dame el tratamiento’ y no es así, y a eso lo describo con lujo de detalles porque creo que eso es lo que a mí me hubiera gustado saber: que hay un tiempo enorme de estadificación, que te hacen un millón de estudios y que si te encuentran una pequeña manchita, una pequeña cosita, te van a hacer un estudio y hasta que esa manchita no diga que no es cáncer, o que no es metástasis no van a parar. Hasta que eso sucedió pasaron como cinco meses y mientras tanto estaba sin tratamiento, y mientras tanto uno tiene la suerte de que eso no siga avanzando. Para mí eso fue lo más largo del mundo. Y lo mismo la desesperación por querer tener el turno con el oncólogo ya y no; nosotros vivimos en el interior, y en el interior no existen los turnos con el oncólogo ya, son a 20, 30 días, porque son tres los oncólogos en la provincia. Hay todo un desafío también en esto de vivir en el interior. Y todo eso para mí era importante ponerlo en el libro porque también tenés esa cuota de realidad. También es un desafío no victimizarse, pero es una realidad.
¿QUÉ CREÉS QUE HACE DE “MONTAÑA” UN LIBRO ÚNICO O DIFERENTE RESPECTO DE OTROS MILES Y MILES DE LIBROS QUE PUEDEN EXISTIR RELACIONADOS CON EL TEMA?
Yo creo que la combinación de texto-ilustración y la crudeza con la que se habla, porque la verdad que de todos los libros que yo busqué en ninguno se habla de esa manera. No me creo única tampoco, pero sí buscaba que el libro reflejara eso que decía anteriormente, eso de que alguien no se sienta solo como yo me sentía porque no encontré un libro, una referencia. Pero uno no se cree único ni nada de eso, al contrario: me encantaría ser única en otras cosas de la vida.
SOBRE LAS AUTORAS
FLORENCIA CURI
NACIDA EN LA CIUDAD DE CHAJARÍ (ENTRE RÍOS), LICENCIADA EN REALIZACIÓN DE CINE (UNLP), FOTÓGRAFA PROFESIONAL Y DOCUMENTALISTA. SE HA FORMADO EN DIVERSAS ÁREAS AUDIOVISUALES DE LA ESCUELA INTERNACIONAL DE CINE Y TELEVISIÓN DE CUBA.
EN 2016 RECIBIÓ LA BECA BICENTENARIO DEL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES POR SU PROYECTO DOCUMENTAL “LA RÉFERI” Y EN 2021, LA BECA DE FORMADORES PARA BRINDAR TALLERES SOBRE CINE CON PERSPECTIVA DE GÉNERO. SU CORTOMETRAJE DOCUMENTAL “MUJER DE TIERRA” FUE FINALISTA EN NUMEROSOS FESTIVALES INTERNACIONALES.
ES CREADORA Y DIRECTORA DEL LARGOMETRAJE “SOÑANDO A MADAME EDITAH”, GANADOR DEL FESTIVAL INT. DE CINE DE ENTRE RÍOS Y SELECCIONADO EN EL CONCURSO GLEYZER 2020 POR EL INCAA. OTRO DE SUS PROYECTOS DE FICCIÓN, “PALOMA Y DORA” RESULTÓ GANADOR DEL FICER EN CATEGORÍA DESARROLLO Y SELECCIONADO EN EL CONCURSO GLEYZER 2021. AMBOS PROYECTOS PARTICIPARON EN DIFERENTES MERCADOS COMO NEXOS (CABA), ENTRE FRONTERAS (PARAGUAY), Y PULSAR (SANTA FE).
DESDE 2012 COORDINA Y DICTA TALLERES DE FOTOGRAFÍA PARA DIFERENTES NIVELES, TANTO DE FORMA INDEPENDIENTE COMO EN DIVERSOS ESTABLECIMIENTOS EDUCATIVOS. FUE AUXILIAR DOCENTE DE CÁTEDRAS DE ESTRUCTURA DEL RELATO AUDIOVISUAL I Y III (FBA-UNLP).
MARIANELA MÜLLER
ES ILUSTRADORA, ARQUITECTA GRADUADA EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL DE LA CIUDAD DE SANTA FE Y TRABAJADORA CULTURAL NACIDA EN LA CIUDAD DE CHAJARÍ (ENTRE RÍOS). EN EL AÑO 2012 ESTUDIÓ BECADA EN LA UNIVERSIDAD FEDERAL DE PARANÁ EN CURITIBA (BRASIL). TAMBIÉN CURSÓ SUS ESTUDIOS DE ARTES VISUALES EN LA ESCUELA SUPERIOR DE BELLAS ARTES MANUEL BELGRANO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES.
LUEGO DE DESARROLLAR DIVERSOS PROYECTOS, ES EN 2018 CUANDO SU CARRERA DA UN GIRO PARA DEDICARSE PLENAMENTE A LA ILUSTRACIÓN Y ADENTRARSE DE LLENO EN EL MUNDO DE CONTAR CON IMÁGENES. LA NATURALEZA, LA IMAGINACIÓN, LO FEMENINO Y LOS ESPACIOS SON ALGUNAS DE LAS TEMÁTICAS QUE DESARROLLA EN SUS ACUARELAS E ILUSTRACIONES DIGITALES. ILUSTRA PARA DIFERENTES PROYECTOS NACIONALES Y DEL EXTERIOR TALES COMO PROYECTOS DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, ANIMACIÓN INFANTIL (LINUEN, PAKA PAKA, 2023) Y PUBLICIDAD. SE INTERESA POR EL DESARROLLO Y GESTIÓN DE PROYECTOS ARTÍSTICO CULTURALES COLECTIVOS CON UNA MIRADA INTERDISCIPLINARIA. FUE GANADORA DE LA BECA DE CREACIÓN DEL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES CON EL PROYECTO DE JUEGO ILUSTRADO “CRIATURAS MÁGICAS, PERSONAJES E HISTORIAS PARA ARMAR”.
MONTAÑA, POR SELVA ALMADA
A LOS 35 AÑOS FLOR RECIBE UNA NOTICIA QUE PONE PATAS PARA ARRIBA SU VIDA: TIENE CÁNCER. ESA PALABRA QUE INCLUSO EN ESTOS TIEMPOS DONDE HABLAMOS DE TODO CUESTA PRONUNCIAR Y A VECES ESCONDEMOS DEBAJO DE FRASES HECHAS COMO “UNA PENOSA ENFERMEDAD” O LA MÁS CANCHERA “LA GRAN C”. FLOR ELIGE NOMBRARLA CON TODAS SUS LETRAS Y TAMBIÉN LLAMARLA “SU ALIEN”.
TODO ES MUY PARTICULAR EN ESTE LIBRO, TAL VEZ PORQUE EL CÁNCER ES UNA ENFERMEDAD PARTICULAR Y CADA PERSONA LO ATRAVIESA, LO PELEA, LO SANA, LO TRANSITA A SU MANERA. FLOR LO HACE ACOMPAÑADA DE SU MADRE (UNA SEÑORA DE CAPA ROJA A LA QUE LLAMA WONDER WOMAN), DE SUS AMIGAS Y AMIGOS, DE SU PAPÁ, DE TODA SU FAMILIA, DE LOS PAISAJES AMADOS. SIN PERDER NUNCA EL SENTIDO DEL HUMOR (ÁCIDO Y BURBUJEANTE) ESCRIBE LA CRÓNICA DE UN CÁNCER, EL SUYO PROPIO, Y EN EL CAMINO NOS MUESTRA UN SISTEMA DE SALUD COLAPSADO, CON ESPERAS LARGUÍSIMAS CUANDO LO QUE MÁS APREMIA ES EL TIEMPO; LOS RITOS, AMULETOS, CREENCIAS QUE SON UN SOSTÉN; LAS COMPAÑERAS QUE CONOCE EN ESE LIVING DE SILLONES DONDE CHISMOSEAN EN VEZ DE ENTRE MATES, ENCHUFADAS A LAS MANGUERITAS POR DONDE PASA LA QUIMIO. ELLA CUENTA Y SU AMIGA MARIANELA DIBUJA Y COLOREA CON MUCHA BELLEZA.
MONTAÑA. CRÓNICA DE UN CÁNCER ES UN LIBRO PRECIOSO SOBRE UNA DE LAS COSAS MÁS ATERRADORAS Y ALUCINANTES DE LA VIDA: ESTAR CERCA DE LA MUERTE.
(TEXTO DE UNA DE LAS ESCRITORAS CONTEMPORÁNEAS MÁS DESTACADAS DE LA ARGENTINA Y AMÉRICA LATINA, INCLUIDO EN LA CONTRATAPA DE “MONTAÑA. CRÓNICA DE UN CÁNCER).