La libertad

¿Qué hay más allá del horizonte? ¿Qué hay detrás de lo que no podemos ver? Cuando el camino y la curiosidad se unen, el viaje resulta un devenir casi necesario y, al mismo tiempo, un espacio destinado a la libertad de elegir vivir en la ruta. De esa experiencia, y de un aprendizaje constante nos habla «rulos en ruta», el joven riojano que ya recorrió parte de latinoamérica y ahora descubre las bellezas de argentina.

Cuando atiende a la videollamada está en San Miguel, una pequeña localidad de Corrientes con calles de tierra y no más de 10 mil habitantes entre los que se mezcla, hasta convertirse en uno más de ellos. Allí, con una sonrisa que lo caracteriza y una paz existencial que lo envuelve, arma el mate y se dispone al intercambio de palabras con 1591 Cultura+Espectáculos, como si no hubiera de por medio una pantalla ni más de mil kilómetros de distancia. Tal es la cercanía que se genera desde su sonrisa. 

Jorge Gatica, que así es como se llama, es un joven riojano licenciado en Trabajo Social que supo desarrollar su tarea en el Hospital de la Madre y el Niño y que, como cualquier otro vecino de esta Capital, bien podría cumplir con los estereotipos y mandatos que le valdrían el poder insertarse en un contexto social, tal y como lo concebimos en la mayoría de los casos. Sin embargo, hay mucho más en Jorge Gatica que ese sentido de pertenencia a una profesión y un trabajo. Es por eso que afirma entre risas que, cuando lo llaman por su nombre, ya no sabe si se dirigen a él. Sí responde, en cambio, a la denominación de «Rulos en ruta», que es como se lo puede encontrar en sus redes sociales. 

Y él mismo lo explica: «Jorge Gatica es mi nombre; Rulos, en cambio, se podría decir que es como un personaje, un personaje que rompió con todos los prejuicios, los estereotipos y que sea donde sea puede ser genuino». Esa palabra, «genuino», es tal vez la que mejor logra defirlo. Así se muestra desde su decir y su vivir, a partir de un proyecto -«Rulos en ruta»- que tiene ya varios años y que lo llevó a recorrer países de Sudamérica y, actualmente, el territorio nacional.

«Voy midiendo mi viaje en diferentes proyectos, dentro de uno grande que es Rulos en ruta. Rulos en ruta comienza el 12 de marzo de 2018, en la travesía por Sudamérica. Recorrí Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y de regreso también por esos países hasta llegar a La Rioja. Al mes de haber vuelto comencé con la ‘Travesía al fin del mundo’, donde atravesé todas las provincias argentinas y la Carretera Austral en Chile hasta llegar a Ushuaia. Regresé a La Rioja el 7 de marzo del año pasado y el 14 declararon la pandemia. Con este proyecto, al que denominé ‘Travesía Litoral’, empecé hace tres meses», cuenta «Rulos» (que es como le gusta que le digan) mientras apela a una memoria sensitiva y emocional que se traduce, ahora y desde lo ya vivenciado, en la posibilidad de estar muy cerca de los portales del Parque Iberá, «que es uno de los objetivos que tuve desde un primer momento, poder documentarlo; es el segundo humedal más grande del mundo». 

Y es que, como él muy bien lo explica, no se trata tan sólo de aventura o de alcanzar hitos que tengan que ver con cierta cantidad de kilómetros recorridos. Va, en realidad, mucho más allá de eso y, muy especialmente, desde un punto de vista que intenta abarcar el todo por sobre las partes. «Me baso mucho en parte de mi profesión, en las relaciones sociales, en la parte cultural y social, en las historias. El objetivo de ‘Rulos en ruta’ es agarrar mi moto y salir en busca de esos paisajes y esas historias que las personas creen, piensan que no existen; documentar Sudamérica y el mundo en moto. Uno de los errores que cometí fue salir de mi país sin saber la belleza que tenía y cuando regresé de Sudamérica me propuse recorrer Argentina, como si hubiera sabido que iba a ocurrir una pandemia y que no iba a tener otras posibilidades de salir. Cuando llegué de Sudamérica me dije que iba a recorrer y documentar mi país y en eso estoy; ya fui para la parte del Sur y quería reflejar esta cultura litoraleña que es muy marcada, muy fuerte». 

EN LOS ORÍGENES, EL CAMINO

¿Pero de dónde nace esta afición por los viajes, este amor por la ruta? «Rulos» no necesita pensarlo demasiado. Hay, en su concepción del día a día, un sentir que fluye desde las emociones y las vivencias que lo fueron marcando en esa búsqueda de lo que puede haber más allá del horizonte, donde a simple vista no alcanzamos a ver. «Mi moto es una Zanella de 200 cc que se llama ‘La Mona’ en honor a mi abuela Charo que era cordobesa, fanática de la Mona Jiménez. La moto fue un regalo de mi mamá, antes que egresara de la Universidad. En el 2014 la compra en Chilecito y me dice ‘esto es para vos, para llevarla a La Rioja vas a tener que contratar un transporte’. Pero mi abuela decía que no, que tenía que ir viajando en la moto. Así comenzó todo, con ese viaje de Chilecito a La Rioja. En ese momento descubrí la libertad que me daba la moto. Entonces dije ‘le voy a hacer un homenaje a mi abuela nombrando a la moto con algo que a ella le gustara, algo típico de ella, por eso se llama ‘La Mona'», recuerda con cierta nostalgia.

Sin embargo, no es tampoco en su estrecha relación con esa máquina que le permite viajar, donde «Rulos» quiere hacer foco, sino, esencialmente, en el concepto de libertad. «Nunca lo pensé llevar tan profundo al tema de la moto en sí; mi objetivo es transmitir historias, paisajes, formas de vida, no netamente lo que la moto puede hacer. Tengo un público bastante fuerte respecto de eso, pero no es mi objetivo; no obstante, y sin lugar a duda que no me imagino otra forma que no sea viajar en moto, porque me permite vivir del punto A al punto B, el camino, sin importar el trayecto, porque el trayecto es el viaje mismo, y la moto me hace vivir el trayecto. Cuando hice ese viaje de 200 kilómetros de Chilecito a La Rioja se me despertó esa inquietud de poder viajar en moto. El segundo viaje lo hice a Fiambalá, con mi novia. Y el primer recorrido por Sudamérica lo hice también con Rosario; salimos los dos. Descubrí la curiosidad por el mundo con la moto, ya que la moto me podía llevar a donde yo quería. Yo tenía mi trabajo en el Hospital de la Madre y el Niño; trabajaba de lunes a viernes y en ocasiones de lunes a sábado, pero cuando yo tenía la oportunidad de salir, salía y descubría esa libertad que me daba y la curiosidad a partir de esa movilidad. Descubrí algo que me salía de adentro y me dije ‘¿y si esto lo adopto como mi estilo de vida? ¿qué habrá afuera? ¿qué tengo yo para dar al mundo y que tiene el mundo para mí?’, y yo sabía que eso no lo iba a encontrar en mi zona de confort».

En los orígenes fue el camino. Y lo sigue siendo. El camino no sólo como un recorrido, sino también y fundamentalmente como una manera de indagar eso que está fuera de lo habitual, de lo que brinda seguridad, comodidad. Así es como «Rulos» fue marcando un recorrido que lleva ya tres años y que no va a detenerse, al menos mientras mantenga esa capacidad tan particular por dejarse sorprender. «Me marcó eso de salir a buscar qué tenía yo para el mundo y qué tenía el mundo para mí; algo personal. Una vez que de cierta forma lo encontré, me di cuenta que las historias que vivía, que vivenciaba, los caminos, que todo eso le podía servir a otras personas en historias de vida. Los paisajes van a estar siempre ahí, pero lo que me moviliza son las historias de las personas, eso que me hace creer en la humanidad. Cuando uno está en la ruta ve cosas realmente muy diferentes: ve a una familia que sin conocerte te ofrece un hogar, una tarde de torta frita con mate, te muestran cómo los niños desde edad temprana empiezan a trabajar en el campo, el respeto; diferentes familias que han tenido procesos de resiliencia únicos, diferentes historias que pasan, que son reales y eso es lo que me moviliza, poder contar esas historias que voy descubriendo, que me van pasando». 

MUCHO MÁS QUE KILÓMETROS, SEGUIR ANDANDO

El proyecto «Rulos en ruta» lleva recorridos ya entre 75 mil y 80 mil kilómetros. De lo que se trata, no es simplemente de llegar a un determinado punto geográfico, sino de recorrer todo lo que se pueda de cada uno de esos lugares. Esa es, en sí misma, la posibilidad que otorga la moto, tal como «Rulos» lo señala. «Puedo conocer la cultura; me gusta ser uno más, no ser el turista. Me gusta ser un observador participante y poder documentar lo real; hacer las mismas actividades que ellos, documentar de una manera mucho más profunda, más allá de lo que siempre se ve, desde adentro», afirma al tiempo que va dejando señales de un propósito que va mucho más allá de los kilómetros que se puedan recorrer arriba de una moto. 

Es por eso también que, con la pausa que significó la pandemia, luego de haber retornado a tierras riojanas, Jorge decidió replantear «Rulos en ruta» y adquirir nuevas herramientas que le permitieran documentar de una mejor manera esa travesía que va hacia el corazón de los pueblos. «Adquirí conocimientos de edición de video; anteriormente escribía y sacaba fotos. Me gusta hacerlo, pero siento que no puedo llegar a las personas al 100 por ciento, ya que ahora es todo muy visual. Por ese lado la pandemia no me condicionó, pude ejercer mi profesión nuevamente, reunir fondos para continuar en ruta y estando en la ruta tampoco; los lugares por los que yo me muevo no tienen ese freno que supone la pandemia». 

Sin embargo, más allá de los nuevos conocimientos y un nuevo equipamiento para captar todo aquello que desea compartir, la esencia continúa siendo la misma: la libertad. El poder elegir estar en un determinado lugar, en un determinado momento sin que ni siquiera el tiempo se convierta en un condicionante. 

«Arriba de mi moto llevo todo lo necesario para poder vivir: mi cocina, mi carpa, mi bolsa de dormir, ollas, provisiones, repuestos para la moto, ropa, productos con los que trabajo. Todo lo necesario para tenerlo todo. Todo lo que necesito para vivir está en mi moto y eso es algo que me planteo todos los días: estando en mi casa, en La Rioja me surgen muchas necesidades, nuevas necesidades, pero cuando estoy en ruta me digo que todo lo que necesito está acá», afirma «Rulos». Y no se trata de un cliché, sino más bien de un aprendizaje constante en el que también se asume, entre el estar aquí y allá, donde el camino invite. 

«En La Rioja está mi familia, que es lo que me llama, pero también siento que este proyecto, lo que yo hago, me convierte en un intercomunicador, en un nexo entre las historias y las personas; siento que trasciende a lo que yo puedo hacer, me llama más fuerte. Creo que en algún momento todos tenemos que ser un poco egoístas y escuchar esa voz que me dice ‘Rulos para esto viniste, este es tu objetivo’. Estoy dejando todo por poder transmitir este mensaje y aportar mi granito de arena al mundo». 

Por eso, también, es que no hay un tiempo. La «Travesía por el Litoral» fue planteada para ser realizada en dos meses. Sin embargo, el recorrido, que recién ha llegado a la mitad, lleva tres meses y continuará en tierras «coloradas», en Misiones. «Uno de los aprendizajes más fuertes que me dejó el viaje es elegir la vida que uno desea. En tres meses puedo estar ejerciendo mi profesión de nuevo, estar con mi familia, en mi casa, tratar de elegir la vida que quiero o al menos luchar por ese objetivo. Siempre y cuando yo lo elija; uno tiene que elegir, no sentirse condicionado. En este momento yo elijo esto, pero no tengo miedo a ejercer mi profesión 8 o 10 horas al día, si es realmente lo que me gusta. Por el momento me veo en esto un tiempo más. No quiero decir que lo voy a hacer toda mi vida, porque creo que todos los extremos son malos. Es como cuando te dicen que elijas bien tu carrera porque de eso vas a trabajar toda tu vida y, en realidad, en otro momento se puede elegir otra profesión, seguir formándose». 

Así es como «Rulos» concibe y da forma a una experiencia única y que no sólo se ajusta a un GPS. Es consciente de sus elecciones y así, de esa manera, las asume como una manera de reafirmarse: «Creo que el mayor aprendizaje es la posibilidad de elegir la vida que yo quiero. Elegir lo que quiero hacer, de acuerdo a mis posibilidades, que parece algo muy normal, pero no siempre ocurre; vivimos en una estructura social en la que estamos estudiando 17 años o más, y luego cuando egresamos nos dicen que tenemos que tener una familia, una casa, jubilarnos y recién después comenzar a vivir. Si la persona eligió eso está perfecto, mientras no sea algo impuesto. Pero ese es para mí uno de los mayores aprendizajes: la posibilidad de elegir. Y después la posibilidad de confiar en mí mismo. Muchas veces surge el tema económico, cómo hacer y creo en mí, en decir que lo que me proponga voy a luchar por cumplirlo; buscar la posibilidad de seguir adelante». Y siempre, con libertad.

UN LUGAR PARA QUEDARSE A VIVIR

Estuve en un pueblito, en Tena, en la selva amazónica ecuatoriana. Allí dije ‘acá me podría quedar a vivir’. Por su riqueza cultural, la cultura nativa quichua, por tanta diversidad, por tanta vida, una cascada, una caverna, una laguna, animales, pura diversidad. Dije, ‘me veo acá, en esta magia, que todos los días es algo diferente’. Lo pensé también en el Portal Carambola; me gustaría hacer un voluntariado de tres meses acá, preservar el lugar, la fauna nativa. Muchas veces paso por lugares maravillosos y la gente me pregunta si voy a volver. El corazón me dice que sí, pero la cabeza me dice que tengo todo un mundo para recorrer. Le quiero dar la vuelta al mundo en moto. Primero quiero terminar con Sudamérica, como una meta cultural. Me falta Paraguay y Brasil. Poder vivenciar la cultura de cada país. Luego organizaría mi viaje al otro continente. Me gustaría comenzar por África o el sudeste asiático.

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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