Ana Sincich nació en Alemania, pero la vida la llevó primero por Córdoba y luego por Chamical, hasta llegar a La Rioja capital, donde actualmente vive y cursa sus estudios en la Universidad Nacional de La Rioja. Con apenas 19 años, sabe con asombrosa certeza que su futuro traza caminos entre partituras. La música, esa raíz, es la que ancla sus sueños y le pone acordes a la melodía de un proceso que recién comienza en lo formal, pero que lleva ya varios años de complicidades, búsquedas y encuentros.
Cuenta con orgullo que su madre es alemana y que su padre nació en San Isidro (Buenos Aires), pero que su vida tenía destino chamicalense. Y allí llevó también sus melodías desde un piano que quedó trunco con el paso del tiempo. “Cuando yo tenía 14 años papá quiso comprarse un piano nuevo porque extrañaba tocar; lo compró para él, pero nunca pensó que lo iba a garrar yo”, narra detrás de una sonrisa tímida. Y continúa: “mi papá me enseñó, pero luego llegó un punto en que la alumna superó al maestro y fue en ese momento que me quedé sin profesor y estuve varios años siendo una especie de autodidacta”.
Con esa premisa de crecer desde casi la soledad musical, Ana terminó la secundaria en el Polivalente de Arte de Chamical, donde le dieron las herramientas para aprender a estar frente al público. El año pasado ingresó a la Universidad Nacional de La Rioja, para dar rienda suelta a sus estudios en la Licenciatura en Música, en el área de Composición.
En un mundo caracterizado por la inmediatez, por la búsqueda de un éxito basado en lo superfluo y, como tal, efímero, Ana apuesta con firmeza a crecer en un ámbito casi extraño para el común de los mortales.
“Tiene que ver con mis objetivos y con la inspiración”, asegura, y luego de pensar con detenimiento cada palabra, afirma: “componer es hacer música, es conocer todos los secretos de la música y tener esas herramientas para poder usar la creatividad; me parecía mucho más interesante que tocar Beethoven porque no me veía como concertista; ser concertista es interesante también, pero es como ser un tocadiscos: usas tus habilidades y tu talento, pero no tu creatividad”.
Su juventud contrasta con su madurez, apuntalada tal vez por el hecho de estar desandando la vida de estudiante que resuelve en solitario en el día a día, aun cuando afirma que sus padres están siempre cerca. Su juventud contrasta con su madurez, también en la contundencia de sus aspiraciones. “Yo quiero dedicarme a hacer música cinematográfica, quiero orquestar, componer para orquesta, para diferentes instrumentos, pero siento también que no estoy aprendiendo del todo para lo que quiero; debería estudiar luego en otro lado, porque quiero componer música de película, música para videojuegos; quiero poder componer a pedido”.
Ese deseo la lleva a recordar su infancia, su adolescencia y sus primeros pasos con la música. “Cuando empecé a tocar el piano veía películas y siempre estaba escuchando más la música que viendo la película; entonces me dije ‘que bueno que debe ser hacer esa música tan linda y específica’ y es, además, todo un desafío; entonces supe que me gustaría hacer lo mismo”.
Pero nada viene dado de arriba, ni siquiera cuando el talento surge con espontaneidad, o hace pie en la creatividad que surge de herencia familiar. En ambos casos, Ana reconoce las influencias de su padre y también de su bisabuelo alemán, a quien califica como un “verdadero prodigio”, pero sabe que el camino de la música requiere de mucho esfuerzo, dedicación y estudio.
“Me gusta estudiar y estudio lo que quiero estudiar, y no estoy tan lejos de mi casa, con lo cual no me resulta tan complicado y estoy súper agradecida con mis padres que también me apoyan; es parte de la vida tener que volar del nido, es un paso. Estoy terminando segundo año y estoy haciendo algunas materias de tercero, me gusta y siento que no me resulta tan difícil”, afirma.
Proyecciones
Como cualquier joven con una visión amplia hacia el futuro, Ana tiene sueños, pero pone también los pies sobre la tierra y, desde allí, desde su territorio plagado de partituras, proyecta. “No presenté aún composiciones mías, es algo sobre lo que estoy trabajando, pero tengo que trabajar aún más porque un concierto debe durar una hora y aún no lo tengo”, cuenta.
No obstante, siente que comenzó a trazar un camino con sus interpretaciones y que ese camino ya le abrió algunas puertas, como ocurrió ya con algunos medios de comunicación. “Creo que mis composiciones son muy académicas como para mostrarlas en medios masivos como la tele; la primera vez que toqué, hice un ejercicio de velocidad, y sé que la gente aplaudió por mi habilidad, pero no sé si pudo entenderlo. La segunda vez hice un cover de Queen y siento que me fue mucho mejor en ese sentido”.
Sin embargo, y aun cuando lo más “popular” pueda redundar en la elección de un espacio efectista y efectivo, Ana vuelve siempre a sus raíces. “Me críe escuchando Vivaldi; en mi casa nunca se escuchó folklore, y sé que en ese sentido tengo que abrir un poco la cabeza. En casa se escuchaba Vivaldi o Bach, mientras mamá lavaba los platos, pero ya en mi adolescencia escuche un poco de Queen, o The Beatles. Ahora siento que volví a Vivaldi, que es como mi raíz y mis profesores me dicen que debo salir de esa zona de confort; me dicen que lo que hago está demasiado bien, que haga otra cosa”.
Pero en ese determinar lo que está bien o lo que está mal, lo que es lindo o lo que no lo es, Ana no duda en afirmar que se siente cómoda con la música académica. “Los compositores tenemos que componer para los instrumentos que tenemos a disposición; compongo para piano y para cuarteto de cuerdas, pero un compositor tiene que saber y poder componer para todos los instrumentos”.
Un camino a largo plazo
El camino elegido por Ana Sincich es, tal vez, el más complejo. Entre tanta vorágine musical consumida por los jóvenes actualmente, la composición aparece como un verdadero desafío que busca, entre otras cosas, destino de perdurabilidad. “Prefiero o preferiría que mis composiciones se las toque y sean escuchadas en el Teatro Colón, a que sean escuchadas en la radio y luego se olviden en poco tiempo; es un camino a largo plazo el que elijo”, afirma, al tiempo que se aferra a los procesos que sustenten su deseo: “cuantas más herramientas tengas, más fácil va a ser; la complejidad es hacer realidad lo que tenés en mente, pero cuanto más sepas de técnica, de método, mejor te va a salir lo que querés, más fiel a tu pensamiento”.
Sobre estas afirmaciones surge, con cierta lógica, la pregunta que indaga sobre los misteriosos recovecos de la inspiración. “No puedo componer si no estoy inspirada, si no estoy tranquila; es una tarea que demanda mucha tranquilidad, porque es muy caprichosa la inspiración. A veces estoy comiendo y se me ocurre algo y tengo que dejar todo; puedo estar haciendo cualquier cosa, pero cuando viene la inspiración hay que correr a anotar antes que se olvide”.
En cuanto a los procesos por los que atraviesa la música para arribar a una instancia de masificación, Sincich tiene en claro que “en lo que respecta a cuestiones técnicas, no se necesita una licenciatura para ser Beethoven; lo que tiene la música en general, que no lo tiene la música académica, es la parte comercial, la manera en cómo impacta en la gente y cómo la gente la consume; la música clásica, es como una música de museo, no es algo que se consuma con tanta masividad”.
No obstante, Ana no duda en afirmar que “la música que se consume masivamente, no significa que sea mejor; creo que trabajando para los músicos de acá se puede hacer un aporte; por más que elijamos un estilo que no es el que más identifica a la gente de aquí, nuestros compositores son también un reflejo de nuestra gente, de nuestra provincia. Aportando a los músicos, haciendo música específica, estamos haciendo un aporte”.
Ese aporte del que habla Ana tiene que ver también con sus raíces y el agradecimiento a su tierra, aun cuando sus orígenes la transporten a Alemania. “Soy adoptada por La Rioja y estoy agradecida de todo lo que La Rioja me dio a mí y a mi familia. Mi abuelo (Bernardo Sincich) fue un pintor cuyos cuadros llegaron hasta el Vaticano; él era de Buenos Aires y vino aquí y se enamoró del paisaje. Mi papá es ingeniero, pero siguió un poco los pasos de mi abuelo; tiene hecho el Viacrucis de Chamical, que lo hizo casi a mi edad”.
Sin embargo, Ana es consciente de sus posibilidades por estos pagos y no descarta buscar nuevos horizontes en pos de un crecimiento personal en relación a la música. “Me gustaría antes de tener que irme poder hacer algún aporte, así como La Rioja me lo hizo a mí; me gustaría estudiar en Berckley (Estados Unidos), en una universidad privada en Boston. Ese es mi sueño y estoy trabajando en eso porque hay que tener un currículum muy importante y aún soy joven; tengo que hacer mis conciertos, mis grabaciones, mis composiciones y hablar muy bien en ingles”.
ALEMANIA EN EL CORAZÓN
ECuando era chica no le prestaba mucha atención a mi origen alemán, pero ahora de grande le doy mucho valor. Es parte de mí y me siento orgullosa; es parte de la historia de mi familia también. Este año fui parte de un proyecto de extensión universitaria, un proyecto de encuentro cultural argentino-germana; es una antigua cultura germana en la que la gente se sentaba a debatir cosas de la cultura. Allí nos encontrábamos todos los que estuviéramos interesados en la cultura alemana; aprendí muchas cosas y conocí gente muy buena. Hay mucha más gente alemana en La Rioja de lo que pensaba. Me encantaría estudiar en Alemania; de allá y de lo alrededores surgieron los grandes músicos. Me encantaría poder prepararme allá, con gente que siente la música desde muy pequeños, porque la tienen muy inculcada. Ellos leen partituras, es algo obligatorio como saber matemáticas.
PERFIL
NACIÓ EL 10 DE AGOSTO DE 1998 EN MÖNCHENGLADBACH (RENANIA DEL NORTE-WESTFALIA) ALEMANIA. CRECIÓ EN CÓRDOBA CAPITAL Y TUVO SU ADOLESCENCIA EN CHAMICAL AL IGUAL QUE SU PADRE. EGRESÓ DE LA ESCUELA POLIVALENTE DE ARTE Y ACTUALMENTE ESTUDIA LICENCIATURA EN MÚSICA (COMPOSICIÓN) EN UNLAR. ESTE AÑO PARTICIPÓ EN UN CONCIERTO INTERNACIONAL EN CHAMICAL LLAMADO ANDES GUITAR FESTIVAL, EN EL QUE REPRESENTÓ A CHAMICAL Y A LA RIOJA TOCANDO CON MÚSICOS DE ITALIA, BRASIL, BUENOS AIRES Y CAPILLA DEL MONTE. TUVO PEQUEÑAS APARICIONES EN TV NACIONAL Y REGIONAL: UNA CON PAULA MONSBERGER EN SU PROGRAMA “CON PAULA A LA NOCHE” (CANAL 9) Y EN “MUNICIPIO CULTURAL” (CANAL 8). TAMBIÉN FUE ALUMNA EXTENSIONISTA DEL PROYECTO DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA STAMMTISCH: ENCUENTRO CULTURAL ARGENTINO-GERMANO.