Artista multifacético, dueño de un talento innato y una determinación que lo acompañan desde que dejó su tierra natal para ir en busca de sus sueños, Ezequiel Fernanz es hoy un referente ineludible a la hora de hablar de las voces de su generación, pero también al momento de acompañar como coach vocal de Disney y Netflix al nacimiento y crecimiento de las figuras del futuro.
La vida de Ezequiel Fernanz fue transitando por diferentes circunstancias que, a su vez, fueron marcando un camino repleto de logros personales que lo ubican hoy en un espacio y en un tiempo en el que su nombre se asocia a un concepto esencial de calidad, vinculado además con un desarrollo personal que no sólo tiene que ver con su devenir como cantautor e intérprete, sino también como formador.
Considerado como una de las mejores voces de su generación en el país, además es un gran artista que participó de reality shows como American Idol y La Voz Argentina, y también subió a los escenarios teatrales para presentar comedias musicales como «Waterloo». No obstante, lejos de quedarse obnubilado en las luces de su crecimiento personal, decidió también compartir todo lo que aprendió a lo largo de su extenso e intenso recorrido convirtiéndose en coach vocal de los protagonistas de «Bia», la serie de Disney Channel, al igual que de «Cielo grande», serie que Netflix estrenará próximamente.
Nacido en la ciudad de Rosario, en el seno de una familia en la que la música y el arte en general estuvieron siempre presentes, fue sin embargo una circunstancia dolorosa para él la que lo obligó a tener que dejar atrás la pasión por el patinaje artístico para modificar definitivamente su recorrido, repleto de situaciones puntuales y muchas veces sorpresivas o inesperadas, ligadas en algunos casos a lo fortuito, a las que supo sumar un talento innato y una fuerza de voluntad inquebrantable para vencer no sólo los límites de sus capacidades, sino también los límites geográficos: del interior hacia la gran ciudad en busca de construir un sueño tan grande como la potencia de su voz.
«La verdad que tuve…no sé si suerte. Una amiga mía hace un tiempo me dijo ‘la próxima vez que digas ‘por suerte’ te pego una cachetada, porque nada de lo que te pasa a vos es por suerte; siempre has trabajado y sembrado una semillita y eso creció paso a paso’ (risas)». Así lanza una primera definición Ezequiel Fernanz, luego de abrir las puertas de su espacio a 1591 Cultura+Espectáculos para iniciar una extensa charla que va a atravesar por los diferentes hitos que marcaron su vida como artista, para llegar a este presente en el que se erige como un referente ineludible de nuestra música, al igual que en un mentor de artistas en la elite de la televisión.
NACISTE EN ROSARIO, ¿QUÉ RECORDÁS DE TU INFANCIA, DE TU VIDA EN FAMILIA, DE LO QUE TE EMPEZÓ A MARCAR EN LO ARTÍSTICO?
Tengo dos hermanas que son más grandes que yo: una que me lleva 13 años y otra que me lleva 15. La que me lleva 13 años, Mónica, hacía patín y yo no me bajaba de sus patines, creo que el equilibrio nace con uno. Me subía a sus patines y andaba por toda la casa, hasta que me compraron un par de patines e hice patinaje artístico hasta el año ’99. Mi mamá era bailarina clásica, también cantante. Fue suplente de Lola Flores cuando empezó a ser famosa en Sudamérica. Todo lo artístico viene de siempre; en casa se escuchaba buena música: Nino Bravo, Valeria Lynch, Queen. El arte siempre estuvo ligado a mis hermanas y a mi mamá, pero también a mi papá, que de alguna manera también tenía que ver con el arte porque hacía herrería artística, pero yo fui el que tomó la decisión de decir ‘bueno, lo voy a hacer’. Todos habían llegado hasta la puerta y nadie se había animado a pasarla. También fue medio con un empuje; cantar, canté siempre en mi pieza, mientras me bañaba hacía recitales de tres horas, pero siempre pensando que nadie me escuchaba. Me acuerdo que una vez en la Secundaria se hizo como un congreso de jóvenes de distintas escuelas y quien tenía que cantar no fue. La profesora de música me dijo: ‘Exequiel necesitamos que cantes’. Yo estaba con un yeso en el brazo porque me había quebrado en patín, un yeso color azul. Yo dije ‘yo no voy a cantar’ y ella ‘si, por favor, subí a cantar’. Esa fue la primera vez que canté ante el público, que eran más de dos mil chicos. Fue tal la atención que me prestaron que yo dije ‘bueno, nadie se burló de mí, nadie me tiró un tomate, puede ser que no sólo me guste a mí como canto’. En el año 2000 me tuve que operar las rodillas; tenía que ir a competir al Mundial de Australia y no pude ir porque el dolor era espantoso; me operé pensando que podía volver al poquito tiempo, pero el dolor persistía. Así que fue medio empujado por mi mamá, que me pidió que le grabara un tema, ahora que estaba sin patinar. Una cosa llevó a la otra y terminé estudiando canto. En esa época no había YouTube, no había de dónde bajar pistas, karaoke, entonces había que buscarlo. Fui a un negocio para conseguir una pista, el chico me hizo cantarle ahí un pedacito de una canción, que era ‘Killing me softly’, y me dice: ‘vos con quién estudiás canto’ y yo le dije ‘no, no estudio canto’ y me dice ‘nene vos estudiás canto’ y yo le dije ‘no, te juro que no estudio canto’ y me dice ‘bueno, ya ponete a estudiar canto’ y me dio una dirección y un número de teléfono al que llamé, que fue mi primer profesor: Carlos Maglia Verri. Fue el primero que me metió en el mundo de la música. Empecé y él se fascinó con cómo yo cantaba y cómo era yo como alumno y me dio oportunidades de cantar en distintos lugares en Rosario, hasta que un día fui a una audición que hacía Valeria Lynch en el Teatro El Círculo de Rosario, con Nora Gonzáles Pozzi que era la directora de la Escuela de Teatro Musical y lo gano. Fui sin ninguna expectativa, porque me había anotado una alumna mía de patín que tenía 9 años. Pensaba que no iba a haber nadie y estaba lleno de gente. Cuando me escucha cantar Nora González Pozzi me dice ‘vos tenés que venir a esta escuela porque a mitad de año voy a hacer una obra de teatro musical y quiero que seas el protagonista’ y así fue como empecé a hacer teatro musical.
TE ESCUCHÉ DECIR POR AHÍ QUE LO QUE PRIMERO HABÍA NACIDO EN VOS ERA LA VERGÜENZA, ¿CÓMO HICISTE, CÓMO FUE ESE SALTO DE CANTAR PARA VOS, A CANTAR PARA DOS MIL PERSONAS, LUEGO AUDICIONAR Y GANAR?
No lo sé (risas). No tengo mucha idea porque fue así: ‘subí, cantá’ y no tuve mucho tiempo de pensar en arrepentirme. Cuando fue lo del colegio me subieron de un empujón; miré a la gente y dije ‘bueno, tengo que cantar’. Evidentemente en mi interior algo ya se venía gestando más grande que la vergüenza, algo que me motivaba a revertir la vergüenza, el no poder y sacarlo adelante. Una vuelta tuve una charla con Fabián Gallardo y con Fito Páez; tenía que grabar una canción para un musical infantil y no salía y les digo: ‘perdón estoy muy nervioso, estar delante de ustedes me pone muy nervioso’ y Fito me dice: ‘¿vos pensás que cada vez que subo al escenario no estoy muerto de miedo? El día que a mi se me vayan las mariposas de la panza no me subo nunca más a un escenario’. Yo creo que la vergüenza, que el temor, el miedo a lo que va a suceder es lo que te hace subir. Hay algo adentro de uno que es más fuerte que te dice salí y hacelo. Al menos en mi caso fue de esa manera, no hubo un análisis. En la escuela me subieron de prepo, después en lo que fue este primer encuentro en una audición de Valeria Lynch me anotó una alumna, y después en el 2005 gané el concurso de canto de la Fundación Julio Bocca, otro concurso en el cual no me anoté, me anotó una amiga. El primer evento que me llevó a ser artista y ahora vocal coach fue el romperme las rodillas. Cambió mi camino, porque en mi cabeza estaba ir al campeonato del Mundo de Patín y quedar entre los diez primeros, era lo único que había en mi cabeza y que mis alumnas fueran tan buenas como podía llegar a ser yo; ese era mi único objetivo. Y cuando me operaron las rodillas, fue como que me cortaron las piernas, no pude volver más a patinar y apareció esto que me pidió mi mamá de grabar una canción. Fue como punto y aparte en lo que venía haciendo. Al no poder más, me dije: ‘tengo que hacer algo en lo que no tenga que usar las piernas’ y empecé a cantar.
SUCESOS INESPERADOS
El devenir de la historia personal de Ezequiel Fernanz parece estar signado, definitivamente, por las vueltas de un destino caprichoso que lo fue llevando hacia un terreno en el que no había pensado cuando era niño y comenzaba a dibujar con sus patines las primeras piruetas en el aire. Allí, en esas acrobacias, Ezequiel ubicaba sus sueños, hasta que una operación en sus rodillas le marcó el final de ese camino, al tiempo que le comenzó a mostrar otros por recorrer. Lejos de amilanarse, o de sentirse signado por esa situación que hubiera desalentado a muchos, a esa cuestión inesperada, el ahora coach vocal le agregó una dosis de talento natural y una determinación propias de quienes hacen de la superación un estilo de vida. Y de la vida, una melodía.
PRIMERO FUE EL CANTO Y LUEGO EL TEATRO MUSICAL, ¿QUÉ TE FUE LLEVANDO HACIA ESO?
Lo primero fue esa audición con Valeria Lynch y Nora González Pozzi, que cuando me escuchó cantar me dijo ‘vos sos la persona que yo necesito para que protagonice ‘Había una vez’, que era como un Expreso Polar que recorría todas las obras de Disney. Ahí fue que dije ‘bueno, voy a empezar a estudiar, a ver qué es esto del teatro musical’. Me había becado, no tenía que pagar, iba a tener un trabajo. Empecé y fue rarísimo, porque me gustó; como yo ya bailaba por el tema del patinaje artístico, me resultaba fácil. Donde me encontraba bastante inquieto y un poco duro era en la parte de teatro, porque nunca lo había hecho. Para cantar uno se viste de cantante y se defiende con lo que ya sabe que puede hacer, pero la actuación es vestirte de otra persona, es darle el cuerpo a un personaje que escribió otra persona y muchas veces ese personaje no está de acuerdo con lo que es uno, entonces uno tiene que ir tras ese personaje con cosas que a lo mejor uno no está de acuerdo y el miedo a que la persona que te está mirando piense que sos como ese personaje. Todos esos miedos que ya no los tengo, gracias a Dios, aparecían. En el 2004 va a Rosario a dar una clase de teatro musical Ricky Pashkus, que es un director de teatro musical muy importante, y yo voy a tomar esa clase, eramos como 300 personas, el se sienta y yo me siento delante de él y así, de la nada, me dice: ‘vos tenés algo’ y le dice al resto ‘mírenlo, es el único que está sentado de la manera que está sentado en el piso’. Pasó la clase, eso fue en 2004. Al año, en el 2005, gano el concurso de canto en la Fundación Julio Bocca, donde él era el director y cuando me mira me dice ‘viste que te dije que vos tenías algo’. Se acordaba de mí y me dice ‘vos te tenés que venir a Buenos Aires, vos sos del teatro musical, vos vas a ser alguien en el teatro musical’. En ese momento tenía unos problemas económicos muy fuertes y no podía irme a vivir a Buenos Aires, pero seguía en contacto con el vía mail y siempre me motivaba a ir. Me pude ir en 2007 y el me becó en su escuela para que yo estudiara teatro musical. En ese año entro en American Idol, pero cumplí tan bien su beca que en 2008 me ofrecen trabajar con Julio Chávez, manejar su estudio como empleado, como asistente. Obviamente empiezo a estudiar teatro con Julio también. Ahi fue cuando me empecé a soltar un poco como actor; empecé a audicionar para comedias musicales y empecé a quedar.
PERO EN EL TRANSCURSO TENÍAS TAMBIÉN TODO EL TEMA DE LA ADAPTACIÓN A BUENOS AIRES, ¿CÓMO FUE ESE CAMBIO DE ROSARIO A LA GRAN CIUDAD?
El primer año me vine con dos amigas de Rosario que fueron las que me anotaron para el concurso de canto de la Fundación Julio Bocca. Vivíamos los tres en un monoambiente de 27 metros cuadrados. Ese año fue una locura, con la locura de tres artistas viviendo en 27 metros cuadrados. Al año siguiente me tuve que ir a vivir a una pensión, no tenía garantías, no tenía plata, no tenía un trabajo fijo, iba haciendo cosas, pero todo muy chiquito. Meterse en el circuito artístico era muy complicado, difícil, no imposible, pero sí difícil. La verdad es que tuve más sí que nos en mis audiciones. La primera comedia musical que hice fue ‘El diluvio que viene’, que se hizo primero en Mar del Plata y después dos temporadas en el Lola Membrives y el Teatro Nacional y a partir de ese momento empecé a audicionar. Yo elegía la audición a la que quería ir, eso fue lo que me hizo tener más sí que no. Si sentía que iba a ser un sí, iba. De todas las veces que audicioné para lo que no quedé fue para ‘El fantasma de la ópera’, que después se terminó suspendiendo y para ‘Los locos Adams’, que llegué hasta el final para el personaje del Tío Lucas, que fue una audición que me sorprendió, porque yo había ido por ensamble, porque no había un personaje para mi edad. Hice la primera audición y cuando salgo la productora me dice ‘Exequiel a partir de mañana empezás a audicionar para Tío Lucas’. Empecé a audicionar y los dos perfiles que viajaron a Estados unidos fueron el mío y el actor que finalmente fue elegido. Fue como tirarme a la pileta y nadar para ver hasta dónde podía nadar y así se fueron dando las cosas.
UN LUGAR DE PRIVILEGIO
El talento siempre termina por imponerse, más allá de las situaciones particulares. La compleja adaptación que supone el vivir en la gran ciudad no fue, sin embargo, impedimento para que la voz de Ezequiel Fernanz obtuviera un lugar de privilegio dentro del intrincado universo de los reality, al mismo tiempo que su carrera en el teatro musical avanzaba a paso firme, para derivar luego en su arribo al gigante televisivo Disney, ya en su rol de vocal coach. A solo tres meses de haberse radicado en Capital Federal, Fernanz integró el grupo de finalistas del Programa Televisivo «Latin American Idol», emitido por Sony Entertainment Televisión, convirtiéndose en el favorito del Jurado integrado por Jon Secada, Mimi Hernández y Gustavo Sánchez. Punto de partida para una historia personal que no deja de escribir capítulos entre el aprendizaje constante y las conquistas que perduran.
¿CÓMO FUE QUE SE DIO ESA EXPERIENCIA EN AMERICAN IDOL?
Yo audicioné en 2006, viviendo aún en Rosario, llegué muy alto en la primera vuelta que me presenté y en la última audición antes de llegar al programa me sacaron; me sacó una de las jurados que después al año siguiente ya no estuvo. Para entonces ya me había dado cuenta de algunas cosas. En 2007, ya viviendo en Buenos Aires aparece nuevamente la audición y dije ‘bueno, voy, si total no tenía nada que hacer, hacía tres meses que había llegado’ y quedé. Creo que eso tuvo que ver con que ya tenía la experiencia de la primera vuelta, sabía lo que querían, lo que no querían, lo que les gustaba escuchar, lo que no, y fui con otra energía, el miedo ya no era tanto.
A PARTIR DE AMERICAN IDOL EMPIEZA PARA VOS UNA ETAPA DE MUCHA ACTIVIDAD…
No por el programa en sí, sino por lo que dejó el programa en mí. En realidad el programa me cerró más puertas de las que me abrió, porque hay productores que tienen ganas de verte y escucharte y hay productores que piensan que porque fuiste a un reality querés fama y nada más. Estar en un reality te cierra más puertas que las que te abre, a menos que estés en Gran Hermano, que es más exposición todavía. El primer tiempo fue como que me deprimió mucho, porque fue como el primer cachetazo y la primer muestra de todo lo que se iba a venir después, porque en lo artístico el público ve lo que se ve arriba del escenario o en la pantalla, pero no ve el trasfondo de lo que pasa y hay cosas que son lindas, que son muy agradables y otras que tenés que tener mucha fuerza para bancártela, como cualquier otro trabajo; hay trabajos en los que vos amás lo que hacés pero tenés un jefe que te mata la cabeza, por ejemplo. Después que pasó esa etapa de dolor, a mí el haber estado en American Idol me hizo decirme ‘bueno, yo no puedo bajar de esto’. El haber estado en Latin y el haber estudiado con Julio Chávez también. El trato que nos daban en American Idol era el trato de un cantante internacional, de hecho cada uno tenía su guardaespaldas, una vida de Ricky Martin, que yo nunca había tenido; para cruzar la calle cortaban el tráfico, cosas que uno ni imagina. Cuando salí de ahí lo primero que pensé era que tenía que llenar un estadio, no tenía eso de volver a cantar en un bar como la primera vez. Me conocía gente de América, de Europa. Me motivó a decir ‘para atrás no vuelvo’. Y el estudiar con Julio me ayudó a bajar a la tierra; Julio tenía un elenco de actores no conocidos que dirigía con obras que escribía él y que se montaban en lugares para 50 personas máximo. Eran actores increíbles y en el público no había más de 50 personas, entonces me dije: ‘hay otra manera de hacer arte, no tenés que ser Ricky Martin para ser artista’. Ser artista es otra cosa, no es tener seguidores o el teatro lleno de personas; ser artista es una decisión personal, es un estilo de vida. Ahí empecé a caer en qué era ser artista, ser cantante, actor, bailarín o lo que fuera, y me enamoré mucho más de lo que estaba cuando salí de American Idol. La alegría y la pasión que me da subir a un escenario no me la saca nada ni nadie.
¿ESO TE LLEVÓ A METERTE EN OTROS ÁMBITOS COMO EL DE LA DIRECCIÓN, EL DEL VOCAL COAHC, TE EMPEZÓ A ABRIR ESE OTRO CAMINO?
Fue también medio como todo lo que pasó en mi vida. Cuando estaba con Julio Chavez, mis mismos compañeros de teatro que sabían que también cantaba me empezaron a preguntar si daba clases y yo de caradura dije ‘sí’, pero muy tímidamente porque yo sabía que hay que trabajar muy seriamente con el tema del canto, porque se pueden dañar las cuerdas vocales de una persona muy fácilmente si no sabés. Entonces empecé muy despacito, con uno o dos alumnos, a medida que iba incorporando conocimientos de cómo transmitir eso. Es muy difícil enseñar canto, porque no solamente está este hecho que no lo ves, sino que también están todos los temores que tiene una persona al cantar.
PERO ADEMÁS EL CANTO EN VOS SIEMPRE SE HABÍA DADO DE UNA MANERA MUY NATURAL, SI BIEN DESPUÉS ENTRASTE EN EL ESTUDIO, EN VOS ERA ALGO QUE SALÍA SIN PENSARLO SIQUIERA…
La primera vez que estudié con Carlos Maglio, el me tomó una prueba, me hizo cantar un bolero que en ese momento lo hacía Luis Miguel, ‘La Historia de un amor’ y cuando termino de cantar me dice Carlos ‘bueno, vos cantás muy bien, va a ser muy difícil darte clases a vos, porque vos cantás muy bien, pero lo peor no es eso, lo peor es que vos sabés que cantás muy bien y cuando tengo un alumno que sabe que canta muy bien y logra cosas fácilmente por las condiciones que tiene para el canto, es muy difícil enseñarle a que modifique algo para que eso salga mejor’. Fue suficiente para que todo fuera al contrario de lo que él pensó. Esto es lo que me lleva hoy a tener un gran poder de comunicación con mis alumnos. De hecho con los chicos de Netflix todos tienen su profe de canto y muchos me han dicho ‘es la primera vez que entiendo algo de lo que me explican sobre canto’. Eso viene con uno también, el saber transmitir y el ser docente viene con uno o no viene con uno, no se puede aprender. En esto si me pongo muy orgulloso y muy egocéntrico: yo miro a la persona y me doy cuenta de lo que está necesitando primero que yo me entere y después lo que necesita para sacar su voz. Cuando miro al alumno me doy cuenta si tuvo un mal día, si tuvo un muy buen día, si viene de rendir, si está nervioso por algo, si se peleó con alguien; todo eso lo detecto en la mirada y a todos esos problemas los tengo que disolver antes de comenzar la clase porque cualquier cosa que tengan en su cabeza los afecta en su voz. El canto es netamente mental, si hay algo que te está molestando en la cabeza, seguramente no vas a cantar bien.
¿CÓMO FUE ESO DE VERTE, DE PRONTO, TRABAJANDO EN DISNEY?
Fue rarísimo. Me estaba yendo de viaje y me llama Fernando Améndola y me dice ‘qué vas a hacer este verano’, y yo le digo ‘nada, me estoy yendo de vacaciones’, y él me dice ‘bueno, el 8 de enero arrancás a trabajar conmigo en Disney, en la nueva serie que vamos a hacer, Bia’. Me fui de vacaciones y mientras estaba en la playa iba pensando en lo que tenía que hacer, súper feliz porque fue algo también inesperado. Antes de ser vocal coach en Disney, había sido actor en ‘Soy Luna’, con un personaje muy chiquito, pero quien era vicepresidenta de Disney me llama después del rodaje para preguntarme qué me había parecido filmar y yo le dije que me había encantado, que me gustaría seguir, porque se trabaja muy minuciosamente, como en el cine, es maravilloso. Y en ese momento me dijo que le había gustado lo que había hecho, pero que al margen de eso, ‘no hubo una sola persona que no me dijera lo bien que vos trabajás, todos me hablaron de diez de vos, de tu forma de trabajar, de lo profesional que sos’. Yo creo que eso fue lo que influyó para que después me llamaran como vocal coach. Cuando hago un trabajo, lo hago lo mejor posible. Ser coach va más allá de saber o no sobre canto, es entender a quien tenés en frente; bajarte de ser artista y ponerte en el lugar de qué necesitás de mí. Eso creo que es lo que todo coach tiene que tener, entender que uno trabaja para la otra persona, para sacar lo mejor de otra persona.
ESO HACE UNA MUY BUENA SÍNTESIS DE TU PERSONA, DE TU CARRERA…
En el momento en que soy artista, pongo el ego donde lo tengo que poner, a veces, no siempre, pero cuando soy coach sé que trabajo para que esa persona sea la mejor, eso es lo que hace la diferencia, que yo sé que la persona que está delante mío tiene que ser la estrella y apunto a que lo sea.
SOBRE EZEQUIEL FERNANZ
Nacido en la ciudad de Rosario en una familia donde la música estuvo siempre presente comenzó sus estudios de canto allá por el año 2000 y Teatro Musical en el 2005 luego de haber ganado un Concurso de Canto organizado por Nora González Pozzi (Directora de ECM del Teatro El Círculo) y la Internacionalmente conocida Valeria Lynch.
Confiando en su talento decide probar suerte en Buenos Aires y gana el Concurso de Canto realizado por la Fundación Julio Bocca donde conoce al famoso Director Ricky Pashkus quien lo incentiva a dedicarse de lleno a su carrera artística.
En el 2007 se radica en Capital Federal y a los tres meses de esto integra el grupo de finalistas del Programa Televisivo «Latin American Idol», emitido por Sony Entertainment Televisión, convirtiéndose en el favorito del Jurado integrado por Jon Secada, Mimi Hernández y Gustavo Sánchez.
Ese será el comienzo de una larga carrera dentro del mundo del Teatro Musical tanto como actor, director y vocal Coach. Obtuvo papeles en Obras como: El Diluvio que viene, El Loco de Asis (obra por la que fue nominado a los Premios Hugo), Pasos de Amor, Waterloo, Te llevo en mi Sangre, Shrek entre otras.
Su música llega de la mano del gran compositor y productor Facundo Monti para su disco Buena Fortuna el cual lo destaca como el gran cantante que es dentro de una selección de canciones que van desde la balada al pop.
En el año 2015 abre su propia Escuela de Teatro Musical, Show Choir y Danza que suma a su reconocido Estudio de Canto con el que lleva más de 15 años desarrollando cantantes y actores.
Se suma como actor a la exitosa serie Soy Luna emitida por Disney Channel y al año siguiente se convierte en el vocal Coach de los actores de la serie Bia también del mismo canal. Desde ese momento se convierte en uno de los Profesores de Canto más reconocidos del medio y es convocado para la serie Cielo Grande que se emitirá por la plataforma Netflix. Su carrera como Vocal Coach crece sin vacilar y actualmente tiene a su cargo actores y cantantes de Argentina, Brasil, Italia y Colombia.
(La presente nota fue publicada en el suplemento 1591 cultura+espectáculos de diario NUEVA RIOJA)