Memorias de andén

Una reseña para el libro «San Solano – Una historia trazada por el tren» de Carlos Aguirre.

La historia de muchos pueblos o pequeños asentamientos de los que hoy sólo queda el delgado, fino hilo de una memoria referencial o testimonial (según se cuente, o no, con la palabra de algún sobreviviente) está, en la mayoría de los casos, directamente asociado con el recorrido trazado por las vías del tren, hacia un horizonte tan inalcanzable como las ilusiones de progreso que se despertaron en la intensidad de un amanecer y se extinguieron en el atardecer del paso de los años.

La de San Solano, poblado rural ubicado a unos 316 kilómetros de la Capital de La Rioja, no es una historia ajena a la del ferrocarril que, como tal, alteró la percepción del mundo como un todo, acumuló nuevas nociones en el espacio físico y temporal (donde anteriormente no existían nociones de espacio físico ni de tiempo), y dio luz a una nueva dimensión que cobró vida en el significado de un traslado, al tiempo que concibió un fenómeno territorial-urbano-arquitectónico de gran relevancia en la ocupación del territorio y en la consolidación de un Estado desde el punto de vista físico.

Fue a partir de esa concepción, precisamente, que coemnzaron a fundarse pueblos y ciudades, en una cadena que atravesó bosques impenetrables, llanuras y montañas en busca de las capacidades productivas de la región.

Así, el impacto económico producido por el ferrocarril tuvo sus consecuencias en el espacio y produjo tanto el surgimiento de nuevas poblaciones como el crecimiento de otras, lo que favoreció la incorporación de actividades urbanas no registradas anteriormente.

De esto nos da cuenta, precisamente, Carlos Aguirre en su libro «San Solano – Una historia trazada por el tren» (Editorial Librea), trabajo exhaustivo que ya va por su segunda edición y que se constituye en valor de carácter netamente testimonial y de consulta indispensable frente a los embates del olvido a que estos pueblos fueron sometidos desde el momento en que se vio el paso del último tren, del que ya no hubo retorno. Luces y sombras contrastando entre la importancia repentina que adquirió el ferrocarril que se extendió rápidamente a la conformación de nuevos asentamientos urbanos y sin duda a importantes transformaciones en los ya existentes, provocando alteraciones morfológicas en las trazas, y el ocaso producido como consecuencia del vaciamiento de la conformación típica de los tejidos poblacionales en torno a la estación que jugaba un papel preponderante.

Los poblados surgidos en el Noroeste argentino como consecuencia de la instalación del ferrocarril, tal como se desprende de la investigación desarrollada por Aguirre, pueden clasificarse según las actividades económicas primarias o secundarias que los generaron. Así nacieron, según las funciones predominantes que ejercieron, los siguientes asentamientos: poblados ferroviarios, agrícolas, de la agroindustria azucarera, de la explotación forestal y minera. Los poblados ferroviarios fueron aquellos pueblos nuevos que se formaron a partir de la instalación de una estación de ferrocarril, en cuyos alrededores se erigieron asentamientos urbanos, tal lo ocurrido con San Solano, localidad que en la actualidad atraviesa sus días «lentamente, quizá por la quietud causada por las pocas personas que lo habitan».

«La aridez y el aspecto seco de su tierra, inseparables del viento constante, pintan un paisaje de soledad, que apenas siente un instante de alegría diario por el sonido que los alumnos realizan en sus matutinas jornadas escolares», cuenta el autor en una especie de radiografía del abandono que sufrió San Solano, a partir del despoblamiento que experimentó con el levantamiento del Ramal A9 del Ferrocarril General Belgrano, a fines de la década del ’70.

De allí hasta el día de hoy, la resistencia como bandera, enarbolando la entereza de sus habitantes, testigos directos de la diáspora que se configura entre un barrio de emergencia, casillas de estación, la plaza pública, la represa, una cancha de fútbol, una escuela y un jardín de infantes, una sala de primeros auxilios, la oficina municipal y de policía, la capilla y el cementerio. De allí hacia atrás, las memorias de un andén que comenzó a configurarse entre los años 1935 y 1936, a partir del trazado del ferrocarril al que los habitantes de la zona identificaban como «El Quinero». Aquella línea unía las provincias de La Rioja con San Luis. Iniciaba en Milagro, pasando luego por: La Isla, San Solano, Aguayo, El Caldén y La Candelaria, para finalizar en la localidad de Quines, siempre bajo la idea de llevar adelante la explotación forestal que terminaría por arrasar al monte virgen, algarrobos y quebrachos de la zona que fueron talados sin piedad alguna, tal como narra Aguirre, acompañado de fragmentos de autores fundamentales como Héctor David Gatica, Luis Aníbal Quintero, Juan Carlos Reyna, Luis Perazzo, Carlos Relamendez y Alfredo Aguilar. Sin piedad; muy probablemente, de la misma manera en que los habitantes de aquellos tiempos vieron cómo se iban esfumando sus sueños de progreso.

Y es en este punto, precisamente, que la obra de Aguirre cobra, tal como lo afirma en su prólogo el ya mencionado Luis Aníbal Quintero especial riqueza en, al menos, dos aspectos: «el uno su rigor histórico, que le otorga el estatus de consulta obligada para otros autores que deseen incursionar en la historia regional, examina la evolución social jalonada con la aparición de las instituciones estatales y analiza el inapelable determinismo que ejerce sobre la industria de la gente un factor económico tan poderoso como el ferrocarril. La otra es su valía literaria específica, describe con maestría una sociedad que tenía su núcleo medular en la familia, indispensable inculcadora de valores y buenas costumbres. Su lectura nos transporta a un paisaje de sosiego, a los lectores que hayan pasado sus años felices en este lugar del mundo los transportará sin escalas a sus atardeceres, a sus amaneceres, a los días nublados, a oír aquí el mugido de una vaca, a oír allá el relincho de un caballo, al olor a tierra mojada que trae el viento sur, al olor de la flor de la pichana en primavera, a oír el silbato del Quinero y otros deleites de ese estilo».

«Pinta tu aldea y pintarás el mundo» solía afirmar el extraordinario escritor León Tolstoi. De eso se trata, en síntesis «San Solano – Una historia trazada por el tren» de Carlos Aguirre. Desde su particular mirada de un espacio que hoy subsiste gracias a la resistencia de sus habitantes (y el acompañamiento estatal que evita la diáspora), el autor nos deja ver un amplio panorama que, a partir de allí, logra trascender los límites de una territorialidad propia, para convertirse en un mapa de similitudes de historias y vidas compartidas que van más allá, incluso, de un registro fotográfico.

El recuerdo, en definitiva, subsiste en este vital testimonio, igual que las memorias de los andenes se resisten a dar vuelta la página para siempre.

EL AUTOR. Carlos Aguirre es Licenciado en Psicopedagogía, graduado en la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR). Trabaja como docente en diferentes niveles educativos (secundaria y terciario), tiene a cargo diversos espacios curriculares (Psicología General, Filosofía, Sociología de la Educación), en las siguientes instituciones: Escuela de Comercio «Juan F. Quiroga» (Chepes), Escuela Agrotécnica «Virgen de la Merced» (El Totoral), Escuela Agropecuaria «General Belgrano» (Ulapes) y el ISFD «Ariel Ferraro» (Ulapes).

LA OBRA. Este trabajo tiene dos eventos institucionales como base para su posterior reconversión en formato de libro. En primer lugar, un proyecto de indagación escolar: «El éxodo de un pueblo, Historia de San Solano», en el marco de la Feria de Innovación Educativa, presentado por los alumnos Brisa Corzo y Dilan Ramírez de nivel secundario de la Escuela de Comercio «Juan F. Quiroga» en el año 2018, y en segundo lugar un proyecto denominado «Enseñando la Historia de los Pueblos», trabajado en el año 2019 por los alumnos Mayra Cataldo y Esteban Más del ISFD «Ariel Ferraro». En ambas propuestas Carlos Aguirre tuvo el rol de asesor general.

(La presente reseña fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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