Cuando entona a capela las estrofas de “Luna Cautiva”, a Natalia Barrionuevo la invade una emoción que detiene el tiempo y todo el movimiento a su alrededor.
Así, la Avenida Rivadavia, casi al final de su trazado, siendo poco más de las 11.30 de la mañana, pasa a formar parte de un paisaje en el que en el barrio Hospital, allí en frente, vuelve a escucharse aquella pequeña voz que se va descubriendo a sí misma detrás de los acordes de una guitarra que le trae, además, el tierno y caluroso abrazo paterno.
Desde allí, todo parece fluir de otra manera en su decir que, además, la muestra con una madurez de conciencia y una solidez emocional que le permiten dibujar su recorrido, aún sin proponérselo. De alguna manera siempre fue así. Todo fue llegando a su vida gracias a esa predisposición natural y particular por aceptar su destino artístico, pero también por desplegar esa rebeldía tan propia que no sólo le dio un nombre a lo largo del viaje, sino que también le permite proyectarse en su hacer y construir de manera independiente, para seguir siendo una referente ineludible -¿quién podría dudarlo?- de nuestro cancionero popular.
Para Natalia Barrionuevo “la música está todo el tiempo, completamente” y junto a las personas que ama, es su forma de hacer frente a un cotidiano que plantea desafíos y dificultades, pero que no deja de afianzar su pasión por el canto.
“Recuerdo que vivía en el barrio Hospital, era muy changuita y veía a mi viejo los fines de semana, porque él trabajaba en el campo. Él era de Santiago, se vino a vivir a La Rioja y conoció a mi mamá; yo soy la séptima hija” cuenta Natalia a 1591 Cultura+Espectáculos a modo de comenzar a delinear sus raíces familiares y musicales, siempre concatenadas. Aquellos recuerdos de su padre retornando a casa luego de la incansable faena la llevan a rememorar también que lo primero que hacía “era agarrar su guitarra. Mi papá era de Frías, de Santiago del Estero y era guitarrero de pasión. Tocaba y yo me le sentaba al lado, era muy chiquita. Esos pequeños recuerdos tengo de las canciones que cantaba”. También recuerda, casi al unísono, que siempre pedía a su papá que le cantara “Cuando llora mi guitarra”, otro clásico del folklore que corre por su sangre y que activa sus emociones, esas que la llevan a aquella infancia en la que su papá comenzó a escucharla cantar y a llevarla todos los fines de semana al coro de la Iglesia de la Merced. Natalia contaba por aquellos días con 8 o 9 años y ya se animaba a cantar en público, aunque para aquella pequeña e incipiente voz, esa experiencia solo se trataba de “cantar en la Iglesia para Dios, muy relajada”.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar de manera sustancial al ingresar al Polivalente de Arte, donde comenzó a conocer a futuros músicos que ya se estaban preparando, más los profesores que también fueron marcando su camino. “Fue ahí que se despertó algo”, recuerda. Y en ese despertar fue que se encontró -nada más y nada menos- con Pica Juárez, que la invitó a participar de un certamen. “Vamos, dije; fue en Saldán, un certamen al que iban colegios de toda la Provincia y de todo el país, y todos mostraban sus talentos. Ahí, antes de subir al escenario, sentí una adrenalina muy especial; creía que no iba a poder, pero cuando subí al escenario sentí que ese era el lugar en el que quería estar”, cuenta Natalia como una manera de reafirmarse en ese camino que inició aquel día y del que ya no se bajaría jamás. “Sentí una felicidad que no había sentido nunca arriba del escenario cantando, aunque nunca había cantado un tema de folklore completo; Pica me enseñó, me preparó, era changuita, tenía 14 años”, rememora. Y desde ese rememorar que le ilumina la memoria, se sostiene en este presente que la encuentra buscando siempre esas emociones: “Nunca había sentido lo que sentí en ese momento en ninguno de los lugares en los que había andado. Había hecho coro, había cantado en un escenario con un coro, pero nunca sola. Me encantó”.
Esas sensaciones a las que no puede terminar de describir son las que aun la acompañan. Ese sentirse “elevadísima” al momento de cantar en Saldán no sólo le valió imponerse en los rubros dúo, grupo vocal y solista vocal femenino (logro que repetiría al año siguiente), sino que la marcó para siempre en un devenir que no se detiene y que la invita a seguir definiendo su día tras día con la música, detrás de esas “sensaciones hermosas que no había sentido nunca; por eso es que amo cantar y estar en los escenarios”.
EN EL PRINCIPIO
Natalia Barrionuevo trae a la memoria a su padre, lo trae al presente. También evoca a su madre, que la hizo chayera y le heredó parte de esa rebeldía que la llevó a conquistar hitos inolvidables, partiendo por la determinación de ir a Saldán, aun cuando su padre no estaba de acuerdo.
Esas vibraciones que experimentó sobre aquel escenario en Córdoba le abrieron las puertas al deseo de ir por más, de descubrir otros espacios y vivir otras experiencias. “Quería cantar en un escenario más grande, para más gente, porque me gustaban esas sensaciones”, recuerda antes de dar lugar a otro de los capítulos trascendentales de su relación con la música: el Pre-Cosquín 1997 que no sólo la consagró como ganadora, sino que también marcó un antes y un después en su novel historia.
“Era mucho placer, esa adrenalina que te da hacer algo que te gusta mucho, aunque no sabés cómo te va a ir. Lo puedo comparar con lo que siente un deportista de algún deporte extremo: lo das todo, te preparás para darlo todo y si te va bien, genial, y si te va mal viviste la experiencia y las sensaciones que eso provoca”, narra Natalia a medida que las imágenes de otros tiempos la van invadiendo.
Así, cuenta que la primera vez que se presentó en el Pre-Cosquín le fue “mal” y que en el segundo año le fue “más o menos”, pero también trae a su evocación el verse sentada en ese lugar “escuchando con atención a todos los competidores. Sabía que tenía poca experiencia y que no podía ganar”, se sincera. Sin embargo, y como suele decirse por allí, la tercera fue la vencida. “Me preparé, fui y gané, y aparte de haber cantado y ganado en un escenario grande y para toda la gente y para todo el mundo por medio de la televisión, de un día para el otro tuve también a toda la prensa del país; estaba sentada al lado de Mercedes Sosa (desde entonces su madrina artística), al lado de representantes de compañías discográficas, no entendía qué pasaba”.
Desde allí es que, precisamente, reflexiona sobre aquel hecho superlativo: “Tenía 18 años y cero calle. Ni siquiera lo había soñado, no fue algo por lo que yo fui. Yo fui a cantar. Obviamente que fue bienvenido, porque quién no admiraba a la “Negra” (Sosa). Pero todo lo que vino después fue como que el universo me lo puso sobre la mesa y me dijo: ‘vaya, si esto la hace feliz, es un regalo’”.
Para Natalia Barrionuevo, a todas luces, aquella experiencia fue como un torbellino para el que “no estaba preparada” y que sólo pudo procesar con el paso del tiempo. “Era mucho, porque ni siquiera me lo había imaginado. Después de ganar el Pre-Cosquín vinieron otros escenarios, discos, cantar en el Gran Rex, en el Buenos Aires Vivo, en festivales grandes, en muchos lugares que algunos ni siquiera sabía que existían. Creo y reconozco que no tuve en ese momento la madurez y el acompañamiento para poder mantener todo eso”, se sincera para luego agregar: “Perdí muchas cosas por inexperiencia, era todo muy nuevo para mí. Cuando hice el click, vi que perdí muchas oportunidades o no las pude aprovechar al 100 por 100 por la falta de acompañamiento. Es un mundo muy complejo para moverse y era difícil. Sin embargo, y más allá de mi poca experiencia, la rebeldía me ayudó. Hay mucho de rebeldía en mí. Creo que es mi esencia principalmente”.
En ese hacer referencia a su rebeldía, la cantora riojana trae nuevamente a su madre a la escena. “Me bancó todas. Creo que ha sido la persona que más aguante le ha puesto a toda mi vida”, destaca y al mismo tiempo considera que “no es fácil mantenerse sabiendo que el Gobierno no te contrata porque podés decir alguna cosita que no les cae bien, o porque ya dijiste alguna cosita que no les cae bien. A mí no me importa, me siento demasiado fuerte y sé que cualquier objetivo que me ponga lo puedo llegar a cumplir. Nunca he bajado los brazos y si los he bajado fue por unos segundos. Muchas cosas me dolieron; cuando voy a otras provincias a hacer una producción independiente, me abren las puertas, pero como suelen decir, no es fácil ser profeta en tu tierra”.
CON LA BANDERA BIEN ARRIBA
Desde ese punto de vista que va más allá de lo que a simple vista se puede ver, Natalia Barrionuevo no duda en afirmar que es “riojana hasta el dolor”, haciendo uso de una frase que pertenece a la obra “Padrecito de los pobres”, que hace referencia a uno de los caudillos riojanos por excelencia: el Chacho Peñaloza. “Sus luchas, sus peleas, sus batallas, todo; no fue fácil, pero es un riojanazo. En distintas épocas, con distintas luchas, con distintas metas, me siento también una luchadora que lleva su bandera bien arriba, más allá de que las cosas no salgan como podrían ser, vamos a pelearla, a lucharla por nuestros derechos como riojana, como artista. Soy riojana hasta el dolor”.
Ocurre que a Natalia Barrionuevo la enorgullece poder por ella misma, por el sacrificio propio, por la lucha constante que ha dejado una huella indeleble en su recorrido como artista independiente. “Poder lograr muchas cosas me hace sentir orgullo de mí y de la gente que trabaja conmigo” resalta, al tiempo que remarca que “con mis músicos tenemos un producto y trabajamos duro, más allá de lo que nos da placer. Es un sacrificio bastante importante, pero cuando trabajás en equipo reunís todas esas fuerzas y vas para adelante. Hemos logrado un sonido con la banda y realmente soy muy feliz con ese sonido”.
Esa percepción de su hacer musical es la misma que la acompaña desde que era muy joven y a medida que fue experimentando en diferentes instancias de una carrera que está plagada de logros y reconocimientos, al igual que de canciones que quedaron registrados en trabajos como “Donde Se Gesta El Amor (1997)”, con los arreglos y dirección de Nicolás Colacho Brizuela, “Sueños (2000)”, con los arreglos y dirección de Luis Chazarreta en la mayoría de los temas y con invitados como Mercedes Sosa, Alfredo Ábalos y Ramón Navarro, y “Alivio Para El Alma (2003)”, que tiene a artistas invitados como Raly Barrionuevo y Orellana Luca (ex Dúo Terral).
Sin embargo, y más allá de esas conquistas que dan cuenta de la trascendencia de su voz, Natalia no deja de hacer hincapié en la adrenalina que le recorre el cuerpo cada vez que sube a un escenario. Ese sigue siendo su combustible y su llama para hacer frente, muchas veces, al azar de “no saber cómo subsistir” en un país tan complicado como el nuestro. “El desafío es que mi producto guste, porque si alguien me dice ‘no me gusta’ me da un poquito de dolor, porque es un trabajo que lo hago con muchísimo amor. De todos modos, eso me ayuda a seguir aprendiendo. No tiene por qué gustarle a todo el mundo lo que hago, es imposible que eso pase, en la vida en sí es así”.
A todas luces -y sonidos-, las canciones son para Natalia Barrionuevo ese refugio en el que se recuesta día tras día para encontrar el impulso que la lleve a continuar marcando el camino desde una obsesión inquebrantable por alcanzar la perfección y desde la humildad de una visión contemplativa de quienes han sido y siguen siendo sus referentes.
Es justamente esa capacidad de escuchar la que la va llevando además a dar unos pasos más allá. “Me he animado a componer, que era algo a lo que me limitaba”, expresa a 1591 Cultura+Espectáculos ya en una instancia en que su voz se va soltando lo suficiente como para dejarse ser tal y como es: directa, frontal y sincera. “Soy muy perfeccionista y admiro a grandes compositores de la música folklórica y me comparaba mucho con ellos. Admiro tanto la buena poesía, el decir de algunos personas que eso no lo encontraba en mi poesía. Pero me he animado a componer por una cuestión de distintas situaciones por las que uno pasa en su vida y la necesidad de decir, como un desahogo”, agrega para completar ese círculo de búsquedas que la tienen siempre activa y dispuesta a más.
“Estando en una guitarreada con maestros de la música y la poesía riojana, tomé coraje. Estaba Pancho Cabral, Pica Juárez, Carlitos Paredes, entre otros y les mostré lo que había hecho. Me dieron mucho coraje y creo que de eso se trata: de que los más grandes impulsen a los que empiezan a hacer su camino. La experiencia te va dando eso. Tengo un montón de canciones grabadas. En tiempo de pandemia estuve creando un montón, que aún no puedo sacar. Ya están grabadas, pero hay que trabajarlas. Soy exigente, busco a la persona indicada y quiero el producto mejor logrado”, concluye.
Esa exigencia, no obstante, no le impide seguir creando como lo viene haciendo desde siempre y, muy especialmente, durante el tiempo de pandemia, cuando se convirtió en pionera de los streaming junto a su socio de toda la vida, Pica Juárez. Así es como Natalia Barrionuevo también se adapta con naturalidad a las nuevas formas en que la música nace y se da a conocer, gracias a las nuevas herramientas digitales.
“Me parece bien porque las plataformas te dan oportunidades que antes no tenías. Obvio que era bueno trabajar con las compañías discográficas, que hacían todo el trabajo, pero lo de las plataformas nos dio un plus a los artistas. Para cualquier artista que recién sale, tener esas herramientas para mostrar su música y que no cueste tanto, es genial”.
CANTORA
Todos los caminos de Natalia Barrionuevo conducen a la música. En ese ir y venir por su memoria, desde aquellos primeros días de crecimiento hasta este presente de madurez, todo termina por convertirse en una composición de su propia vida vuelta melodía, en un contexto en el que todo se va modificando a su alrededor, a excepción de su figura referencial para las nuevas generaciones. Y aun cuando le cuesta ponerse en ese lugar desde su propia perspectiva en la que prima la humildad de quien entiende que hay que seguir apostando a alcanzar la perfección, la cantora riojana no deja de marcar una huella a la que, seguramente, seguirán muchos.
De allí que cuando se le pregunta por cuál considera que es su lugar, su espacio ganado en La Rioja en base a la ofrenda de su voz, Natalia no duda en asegurar que “es difícil decirlo, porque podría llegar a sonar como egocéntrica la respuesta”. No obstante, desde su analizar cada paso en su carrera, reconoce (y se reconoce) que “hemos trabajado mucho con la banda y personalmente también. Desde el lugar en que estoy, que no me sobra nada para poder producir, para poder pagar escenarios, para poder pagar viajes de promoción y que no tengo el apoyo de nadie para poder hacerlo, creo que hemos logrado un montón y siento, por el trabajo previo que he hecho, que estamos arriba, representando bien a nuestra provincia, a nuestro folklore”.
Ese representar a la riojanidad en toda su plenitud sigue siendo para Barrionuevo uno de los ejes fundamentales de su persistir sobre un escenario, al margen del placer que eso le provoca. “Cuando subimos al escenario se trata de La Rioja. Por ahí la banda no suena tan folklórica, pero la mayoría de las letras que canto en mi repertorio es Rioja, hablan del paisaje, de las costumbres, de los personajes. Considero que hemos trabajado mucho y que con ese trabajo estamos bien, pero hay que seguir aprendiendo, seguir sumando”.
En otras palabras, Natalia Barrionuevo continua construyendo su esencia de cantora popular, tal y como lo hizo prácticamente desde sus comienzos, aunque ahora con una capacidad de discernimiento que le permite ver un poco más allá y, en definitiva, verse de la manera en que se quiere ver: en franco y constante crecimiento y buscando siempre sostener esa identidad que la define y la diferencia.
“Curiosamente, cuando empecé a cantar, nunca me incliné por el sonido o por las formas de algún artista que me gustara. He sacado de mí lo que había en mí y fui para adelante”, subraya cuando se le pregunta por los referentes que pudieron, de alguna manera, marcarla. Y es al volver sobre sus pasos que reflexiona: “Me he dado cuenta, analizándome, que he sacado un poquito de Mercedes Sosa en su calidez al decir las cosas, o por lo menos he intentado hacerlo al cantar una zamba; he sacado la tierra que tiene Horacio Banegas al cantar la chacarera, porque la sangre tira; y hay algo muy curioso, que lo cuento poco, pero toda mi vida, desde que era changuita, amé la forma de cantar de Alejandro Sanz, más allá de que podamos discutir su voz. Siempre me gustó su forma desgarradora al cantar, eso que te hace sentir de verdad lo que está diciendo”.
En esencia, esa ha sido desde siempre una de sus metas fundamentales. “Esa emoción, siempre dije que quería cantar con esa emoción, quiero sentir así, quiero expresar así”, confirma Natalia a modo de sentencia. Y, de inmediato, da cuenta de esa tarea que, por otra parte, es su constante.
“Eso toma una práctica, analizar la canción, leer, saber de qué se trata cada palabra. Que la canción me provoque sensaciones y que yo pueda expresar esas sensaciones y hacerle sentir al otro, ese es el trabajo más difícil. Cuando canto alguna zamba, luego tengo que hacer un parate. Es difícil volver de una canción dolida, que te hace brotar las lágrimas, que te emociona, que te hace salir el corazón. Es como meterte en esa historia, vivirla. Solo viviéndola vas a poder decirlo. Me encanta poder hacerlo, siento que es un desahogo también. Puedo estar muy angustiada por situaciones límites, pero necesito cantar, voy y lo doy todo; después vuelvo livianísima, con otra energía. Es por eso que no existe la posibilidad de pensar en mi vida sin música”.
CIELO, MONTAÑAS, ÁRBOLES, SUEÑOS
“La vida nos enseña a todos, más a las personas sensibles”. Con esta frase, Natalia Barrionuevo abre otra puerta que la lleva hacia otra instancia en su pensamiento que, en este caso, tiene que ver con su manera de ver la vida. Otra constante, teniendo en cuenta su trayectoria y que nunca se aferró a las conquistas, a los logros, como zonas de confort, sino que siempre estuvo dispuesta a seguir explorando, tanto en su interior, con sus búsquedas, como hacia el afuera, en donde su nombre no deja de resonar.
“Para hacer música hay que tener sensibilidad, más allá del talento. He aprendido a ver que la vida no va por las cosas materiales, aunque eso te brinde confort. No es el tener por tener. Yo quiero tener un millón de amigos, pero quiero tener a los amigos a los que yo les pueda dar cosas con todo mi corazón, siendo yo, y que ellos me puedan brindar”, proclama. Y en ese proclamar va dejando también las señales de su concepción del universo que la rodea.
“Me fui a vivir a Sanagasta y no tenía amigos allí, pero entendí que eso es lo que me da mucho placer, estabilidad emocional, estando sola prácticamente. No necesito una gran casa, sino mi metro cuadrado en el que mire para arriba y tenga hectáreas de cielo, hectáreas de montaña y árboles. Me energiza. Aprendí que la vida va por ahí, con la gente que uno ama alrededor, sin falsear nada”.
Sinceridad, ante todo. Esa parece ser una de las premisas que acompaña a Natalia Barrionuevo desde siempre, desde el comienzo mismo de su historia y en esta actualidad en la que se confirma a sí misma, desde sus necesidades: “Sinceridad, bienestar emocional, poder amar sin freno. Hay que dar, porque por algún lugar va a volver, por la satisfacción propia de haber dado. Al ser solidario se lo puede ver de dos maneras: por la necesidad del otro o por la necesidad propia de sentirse bien; de eso se trata”.
De eso se trata. De pararse en un punto en el que el decir concuerde con el hacer y el ser con el existir. No solo para uno, sino también y fundamentalmente para los otros. Así ha sido la carrera musical de Natalia Barrionuevo: una concatenación con la realidad que percibe a su alrededor, de la que forma parte y a la que también le da forma, sin más pretensiones que la de ser una voz que se eleva para decir lo que es necesario decir, sin guardarse nada. Cielo, montañas y árboles en su horizonte. Y la misma consigna: “Hacia donde me lleve el viento”.
Así es como la cantora riojana responde cuando se le pregunta ¿Hacia dónde va? ¿Cuál cree que será su recorrido de aquí en adelante? “No tengo un camino marcado; quiero seguir haciendo música, quiero seguir compartiéndola con la gente. De eso se trata mi arte: de ir cumpliendo algunos sueñitos, como lo hice siempre”.
“Sueñitos” que fueron grandes realidades, como el hecho de poder cantar para mucha gente, subir al escenario de Cosquín y hacerse del premio mayor, cantar, cantar y cantar; poder grabar un disco, algo que no estaba al alcance de sus posibilidades, pero que no sólo lo pudo hacer, sino que tuvo también a la inmensa Mercedes Sosa como madrina de ese proyecto. Cantar, cantar y cantar. Llegar a Buenos Aires, subir al escenario del Gran Rex, descubrir tantas cosas que ni siquiera sabía que existían. “Mi vida fue así; llamale sueños, antojos, siempre cantando y queriendo compartir la música. No me cansaría nunca de hacerlo. Soy mi manager, mi representante, mi todo y a eso voy”. A los sueños, aún sin soñarlos.
¿Pero cuáles son los sueños de hoy? “Poder vivir tranquila, disfrutando, sin preocupaciones económicas, lo cual es una pretensión muy elevada en este país (risas). Poder seguir cantando y llevando mi música a cualquier lugar. Es muy lindo cuando te llaman. Fuimos a Bolivia, me llamaron de Chile, de Perú. Qué bueno es que la música traspase tantos límites. Fui a Rusia a cantar chayas y terminamos en un patio chayando, quemando un pujllay. Esos son sueños cumplidos. Pasan, no los planifico. Cantar la música de nuestra provincia, llevarla, que la gente la entienda, que pueda sentirla como si estuviera acá, disfrutando de los paisajes, ese es el objetivo. Estoy mostrando algo que no conocés y qué bueno que puedas disfrutarlo conmigo porque tu imaginación te lo permite y yo puedo llegarte. Ese es un sueño”.
“De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia, igual que la calandria que azota el vendaval, y traigo mil canciones, como leñita seca, recuerdo de fogones que invitan a matear”…
La voz de Natalia Barrionuevo queda flotando en el aire, junto con esa mirada que se prolonga hacia las calles del barrio de su infancia, donde aún se puede escuchar esa melodía compartida con su padre, una guitarra y el tiempo que permanece en su memoria. Hay aun tanto por cantar, tanto por decir. Hay tanta música en su emoción, en su sentir. Tanta Rioja en su piel de cantora, hasta el dolor.
“AGRADEZCO POR HABER VIVIDO, NO ME ARREPIENTO DE NADA”
Creo que si me dan la oportunidad de volver a los 18, 19 años, tomaría las cosas desde otra perspectiva, corregiría muchas de las cosas que hice mal, pero las cosas que hice mal me llevaron a mejorar muchas otras. Si me dieran la oportunidad, corregiría un par de cositas, pero como no existe esa posibilidad lo tomo como una gran experiencia, una enseñanza inmensa y agradezco por haber vivido. No me arrepiento de nada. Ya está, lo viví, lo pasé, lo disfruté o me amargué, pero después aprendí. Sé que en algún momento esto va a llegar a un límite, pero me siento enérgicamente al 100 por 100. Tengo mucha energía y esa energía es la que me dice que puedo seguir haciéndolo.