Obrero del Metal

A punto de cumplir 20 años al frente de una de las bandas legendarias del género en La Rioja, y con la misma energía de siempre, Alejandro Barros cuenta a 1591 Cultura + Espectáculos el proceso de grabación de los nuevos temas de Mekala, pero también los acordes de una vida dedicada a la música y a mantener vivos los sueños que trajo a La Rioja desde su natal Comodoro Rivadavia.

Un laburante de la música. Tal vez sea esa la mejor manera de calificar a uno de los referentes ineludibles en La Rioja para uno de los géneros más intrincados dentro del amplio universo del Rock al que, en realidad, no le caben los compartimentos estancos. Y es que no resulta para nada fácil poder definir la hibridez que lo caracteriza, aún cuando las inclinaciones puedan ser tan variadas como gustos y nombres existan. Pero si de gustos se trata, para ser más precisos, el Metal tiene quien lo venere por estos pagos, con tanta pasión como convicción por sus principios rectores.
Porque si de Metal se habla en tierras riojanas, inevitable resultará entonces hablar de Alejandro Barros, quien supo hacer de Mekala su lugar en el mundo, pero de la música en general todos y cada uno de los universos paralelos en los que habita como un cultor de melodías y un estudioso (aunque él mismo afirme que el estudio no es lo suyo) de todo lo que a música concierne. A mitad de camino en su vida personal -entre el tiempo que vivió en Comodoro Rivadavia, donde nació, y lo que lleva vivido en La Rioja- el líder de una de las bandas más longevas en la Provincia abre las puertas de sus vivencias a 1591 Cultura + Espectáculos, entre papas fritas con queso cheddar, hamburguesas y unas birras; entre Rata Blanca y Héroes del Silencio sonando en el ambiente y el tiempo que transcurre en el devenir constante de las anécdotas. Y esa forma tan particular de tomarse la vida a carcajadas.
La excusa del encuentro, vale decirlo, no es un dato menor: Mekala está grabando por estos días una nueva lista de temas (serán cinco, estiman), sobre los que cuenta que están probando las letras y las melodías, para luego lanzarlos al ilimitado espectro visual y auditivo de la red de redes. “El sueño de todo músico es tener el disco físico; para una banda siempre es más complicado, para una banda de Rock es más complicado aún y para una banda de Metal, más todavía”, afirma a manera de trazar el mapa de las producciones musicales en La Rioja. Sin embargo, el Metal no sabe ni admite nada que tenga que ver con eso de bajar los brazos. Y el “Ale” Barros, tampoco. De allí que lleva ya casi 20 años al frente de una banda que cuenta con 25 de trayectoria ininterrumpida y que es marca registrada del género en estas tierras.
He aquí, entonces, la otra excusa: la de dialogar no ya con el líder de Mekala, sino con el músico que supo atravesar por diferentes instancias personales, pero que nunca echó por tierra el sueño de realizarse entre bandas de amigos, covers, metal, folklore y tango. Sí, así es como surge la primera sorpresa. Un metalero de ley que no reniega de su pasado vinculado a la música popular por excelencia de los argentinos, y que tampoco duda al afirmar que volvería a hacerlo. Es así, en definitiva, como comienza el viaje hacia las raíces.
“El folklore entra en mí desde muy chico, recuerdo a mi hermano tocando la guitarra; a mi viejo. La música viene con mi familia. Todo el tiempo había música en casa. Los recuerdos musicales son muy fuertes, y desde distintas vertientes: el pop rock ochentero que traía mi hermana y el metal rock de Kiss o AC/DC que traía mi hermano. El folklore estaba presente en el asado en familia, mi tío guitarrero cantando, parientes, se formaba toda una banda”, cuenta. La referencia, claro está, tiene que ver con su infancia en Comodoro Rivadavia, donde atravesó también toda su adolescencia.
Y puesto a recordar, la memoria le trae hasta aquí a su hermano, el de la guitarra; ese que cuando se iba a trabajar dejaba el tesoro al alcance de las manos. “Tengo el recuerdo de robarle la guitarra eléctrica a mi hermano y tengo también el recuerdo de armar la batería con las ollas de mi madre, cuando era muy chico. Más tarde apareció también un piano y desde entonces es como hoy, todo el día con la música”.
Así discurre la vida de la voz de Mekala: entre melodías. Pero también en el saberse parte de una historia que lo determina. El apoyo constante de sus padres para que haga lo que le gusta, y una obstinación permanente (a la que él denomina “terquedad”) para no dejar que se diluyan los sueños de acordes. “No sé muy bien de dónde viene eso del canto”, afirma, pero de inmediato recuerda que su mamá cantaba en el coro de la escuela y que alguien le contó alguna vez que siempre que volvía de clases pasaba frente a un sitio baldío en el que la música rebotaba y él se quedaba allí cantando. Era pequeño, pero internamente sabía -tal como lo confirma ahora- que “sin música no le encontraría sentido a nada”.
“La primera banda fue con dos amigos del barrio. Hacíamos temas de V8, de Hermética, de Logos; ellos eran músicos muy virtuosos. Ahí entré un poco como suplente. Con ese guitarrista tocamos también algunos tangos y temas de Horacio Guarany que yo había sacado. Las cuestiones mías con la música en la infancia eran algo así: llegaba mi hermano con un disco, el Kiss Alive; AC/DC y todo era cuestión de curiosear. Con eso fui aprendiendo, siempre fui un autodidacta. Estaba en mí aquello de la obsesión: cuando llegaba un disco a mis manos, con el folleto y las letras, era escucharlo infinidad de veces. Los discos de Hermética, de V8, de los Guns, Maiden, de AC/DC. Sigo volviendo a esos discos un poco por cariño, otro poco por nostalgia, pero sobre todo porque me influenciaron mucho”.

FUENTE DE JUVENTUD
Al finalizar la adolescencia llegó el tiempo (inesperado) del exilio. “Mi papá consiguió trabajo en La Rioja y yo aún estaba en Comodoro Rivadavia, estudiando Analista de Sistemas”, recuerda. “Vivía con mis hermanos. Mi hermano más chico terminó la secundaria y fue entonces que decidimos venirnos. Después de insistir un tiempo con la misma carrera, terminé ingresando a Diseño Gráfico”. La adaptación a estos pagos fue lo que más le costó. “Venirse y no conocer a nadie fue muy duro, hasta que al fin logré acomodarme”, explica. Mucho tuvo que ver en eso, seguramente, la música y los primeros contactos que lo fueron llevando hacia el lugar en que se quedaría a vivir hasta hoy: su lugar en el mundo. “Yo entré a Mekala en el año 2000, pero la banda ya existía desde el ‘95. Era puro power, estaba de moda en esa época…y a cantar como nena (risas). Toqué por primera vez en la UNLaR, en un programa de radio que se llamaba La Muralla de Humo, que salía en vivo. Esa fue mi primera vez con la banda”.
Luego, vinieron los tiempos de dispersiones y la salida de alguno de los miembros de Mekala modificó el panorama para quien hasta ese entonces acompañaba, pero luego tuvo que tomar las riendas. Así fue como comenzó el tiempo de “remarla”, tal como lo afirma. “Abrí más el juego hacia la composición conjunta. Si bien las letras son mías, la idea es siempre tratar de armar para que entre en la estructura que ya tenemos y que musicalmente aporten todos. Viene uno con un estribillo, otro con una base, y vamos tratando de darle sentido. Es un laburo más democrático, aunque debo reconocer que me cuesta mucho cuando me pasan una letra no cambiarle algo, o no cambiar una melodía”, aclara. “De la formación original -cuenta- no quedó nadie. De la formación cuando entré, tampoco. Pero los que se fueron, se fueron bien, por cuestiones laborales, o cuestiones de amor (risas). Cuando falta alguien te tira todo para atrás; pero siempre pasa eso; organizar algo entre cinco personas no es fácil. Pero dejar de tocar nunca se me cruzó por la cabeza. Es una satisfacción muy copada”.
Puesto a elegir, no tiene ninguna duda: la música es su vida y Mekala, su corazón latiendo con pulso metalero. Por eso, cuando se le pregunta qué significa para él su banda, no demora en afirmar: “Mekala es una fuente de juventud. Uno ve a la gente que deja de tocar y que se marchita. Si dejo de tocar, siento que dejo de hacer lo que me gusta. Y creo que algo tiene que ver hacer lo que te gusta con mantenerte vivo. Yo no puedo imaginar mi vida sin música. No entiendo a la gente que vende su instrumento y se dedica a otra cosa. O sos o no sos. Hay gente que cambia sus hábitos y eso es lo que no entiendo. Hacer música, es como tratar de mantener vivo el sueño. Cuando tocás en vivo es sentir que está bien lo que estás haciendo. Laburo todo el día y a la noche me voy a ensayar, es una manera de descomprimir. Es un oxígeno muy necesario”.
Elección de vida, en definitiva, que lo lleva a superar una y otra vez las dificultades frente a las que se siente absolutamente consciente. “Hay que remarla muchísimo. Más haciendo Metal y sin tener plata. Lo que hice yo siempre, y sigo haciendo, es tratar de organizar recitales y atender bien a las bandas que vienen, porque a mí me gusta que me traten así, que haya una buena predisposición. Siempre pido que nos vaya bien para darle a las bandas lo que se merecen”.

AUTO SUPERACIÓN
El sueño de todo músico es poder vivir de su oficio. En eso, coinciden -en mayor o menor medida- absolutamente todos. Sin embargo, no sólo se trata de eso, sino también de mantener encendida la llama de la música como una manera de subsistencia. “Me gusta mucho, al punto de soñar música. Me pasa que a veces voy en la moto escuchando música y se me ocurre algo. Tengo que frenar y grabar audios. Así tengo muchas cosas mezcladas y cuando componemos vuelvo sobre eso. A veces tirás alguna palabra que es un disparador para un tema. También leo mucho, pero el problema es que no memorizo”, cuenta, y agrega: “el sueño de todo músico es poder vivir de la música, poner su propio bar y tener a la banda que quieras tocando ahí”. Sin embargo, no duda en sostener que el trabajo del músico “no es algo que se valore; la verdad es que no le podemos dedicar el tiempo que le dedican las grandes bandas y eso te tira para atrás, en algún momento, hasta musicalmente”.
Pero, una vez más, no es una opción para el obrero del Metal bajar los brazos. Incluso, cuando el análisis se traslada a la realidad de lo cotidiano que se entremezcla con las composiciones de la banda. “La auto superación es una temática que siempre vuelve. Eso de pensar que está todo mal, pero se puede; tiene que ver con mi personalidad. Veo mucha depresión en los jóvenes ahora. Por eso recurre mucho en mí el tema de la auto superación. Me lleva lo que veo. Cuando escribís algo acerca de alguien a veces puede ser personal, pero otras veces tenés que meterte en el personaje”, afirma con conocimiento de causa, y suma: “Las letras vienen de ahí, de letras escuchadas antes, de los mismos conceptos, de vivencias también. Debería ser más depresivo (risas). Me río mucho de todo, todo el día, porque lo decido”.
Esa determinación frente a la vida y sus circunstancias, sin lugar a dudas, es la filosofía que lo define y que encuentra en sus pares a un sostén de esos que bien pueden ser considerados fundamentales. “Siempre tuve compinches en la banda (y en su pareja, a la que menciona especialmente) y eso hace que no te sientas solo. Alguna vez he llegado a pensar si no estaré perdiendo el tiempo, y es justo cuando llega un mensaje que te da la respuesta para seguir. Esas son las cosas que te ponen las pilas”, afirma. Y la adrenalina. Esa sensación tan particular que sigue sintiendo a la hora de subir a un escenario.
“Yo siempre lo disfruto, aunque soy muy autocrítico. Pero la verdad es que me siento tranquilo. Hago lo que me gusta y lo que hice, siempre lo hice con ganas y tirando para adelante. O vas por todo o no vas”.

Ficha del artista
Nació en Comodoro Rivadavia el 17 de marzo de 1979. Es Técnico Diseñador Gráfico, Músico, Compositor y Autodidacta. Se crió en el barrio al que cariñosamente llaman “Barrio de los Locos”, en el que hizo sus primeras armas como músico, descifrando y estudiando en primer lugar la guitarra, hasta que los amigos del barrio armaron su primera banda, la que fue bautizada con el nombre Reché, por Rubén Patagonia (Folcklorista Argentino). Juntos interpretaban covers de Logos, V8 y Hermética, haciendo las veces de fan, plomo o comodín (cuando faltaba el cantante o el baterista, ocupaba su lugar). Más tarde se sumó a Utopía, banda de Km. 5, en la cual ocupó el rol de cantante, interpretando temas de Iron Maiden. Tras la disolución de la banda, formó parte de Abismal, formación con la que realizaban covers de Iron Maiden, Visceral, V8 y Hermética. En su arribo a La Rioja ingresa a Mekala (banda con la cual sigue hasta el día de hoy), con un estilo más power metalero, con temas propios y también realizando covers de Kamikaze, Rata Blanca, Stratovarius y Helloween. Con Mekala visitó Catamarca, Córdoba, Belén, Malanzán, Chepes, Aimogasta y varias localidades más. Como cantante, compartió escenario con muchas bandas: Logos, Tren Loco, Ian, Lorien, Las Pelotas, Efigie, Exerion, Pablo Soler, Ariel Gómez, Lordowar, Vientos Nocturnos, Furiah, Miel Silvestre, Blafemo, Itrio, Garfios, Dogma Dorsal, Herejías, Percutánea y un largo etc. Fue invitado, junto a Laura Torres por Fernando Viano, a participar de la presentación de su libro titulado “Los días imposibles”, en el marco de la feria del libro, interpretando “The house of the rising sun”, y “Tears of the dragon”, de Bruce Dickinson. Participó junto a Martín Cerkvenih del cierre de ciclo de la Academia de Danzas Étnicas Jade, en el show llamado Karunesh, en el cual interpretaron El sueño de la gitana (Rata Blanca) mientras la Bailarina Jade danzaba. Dicho número fue repetido en el festejo de los 22 años de Mekala. Junto a Gonzalo Arrascaeta y Martín Cerkvenih fueron invitados nuevamente por Fernando Viano, esta vez en el marco de la mesa de poesía de la Feria del Libro La Rioja 2018. En Comodoro Rivadavia, fue parte de una banda tributo a Metallica, e invitado a cantar con la banda de Thrash Metal Cromo. Formó parte también de Appetite, banda tributo a Guns & Roses, en tanto que fue invitado a cantar con la banda de soul/funk/disco Delorean.ar. Al día de hoy sigue componiendo para Mekala, trabajando en el nuevo material de la banda, con varios proyectos a futuro, tocando y subiéndose a cualquier escenario en el que sea invitado o tenga un lugar.

(La presente nota fue publicada en el suplemento 1591 Cultura + Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

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