Parte del proceso

Profundidad emocional. Eso es lo que evidencian todos y cada uno de los trabajos de Emilia Montañez, artista en exploración constante de un interior sensible que se vuelve trazo hacia el mar de lo colectivo.

«Estas deberían ser las únicas y las más poderosas armas en el mundo. Sin embargo, son solo un par de lápices y pinceles», afirma en su cuenta de Instagram la joven artista Emilia Montañez, quien desde un espacio casi silencioso va construyendo un camino con nombre propio. En esa misma red social, se presenta simplemente como una soñadora (dreamer), para dejar luego que sean sus dibujos, sus pinturas, las que hablen por sí solas. 

Ya en diálogo con 1591 Cultura+Espectáculos no oculta cierta timidez y un nerviosismo propio de quien prefiere dejarse ver a través de los trazos de un lápiz, aunque al mismo tiempo denota una claridad de conceptos que le permite posicionarse con seguridad, en tiempo y forma.

Desde la localidad de Chamical llegó un día a La Rioja para comenzar sus estudios en Criminalística, carrera que luego dejó atrás para iniciar el Traductorado, la Licenciatura y el Profesorado en Inglés. Hasta allí, nada parece estar relacionado con esa faceta artística que sobresale y que pone en evidencia una sensibilidad muy particular. 

«Algo que siempre digo y mantengo es que quien hace arte, de manera directa o indirecta, está vinculado a eso. Siempre dibujé y siempre me llamó la atención el teatro; desde muy chica hacía danza y siendo ya adolescente entre a la Polivalente de Arte, pero lo que me pasaba era que no lograba encontrarme allí. Me decían qué hacer, qué pintar, me daban las técnicas y yo tenía una relación muy conflictiva con eso. Fue de grande que empecé a dibujar lo que yo quería, como yo quería, para mí. No dibujo para nadie más».

Ese, a todas luces, es su lugar en el mundo, el espacio en que se siente cómoda, aunque en nada eso significa quedarse en una zona de confort. Muy por el contrario, se encuentra en exploración constante y en permanente desarrollo como parte de un proceso al que considera clave, tanto como su determinación por la práctica.  

«Creo, porque no estoy muy segura, que todo empezó dibujando mucho animé con lápiz o con pastel; luego pasé a dibujar todo lo que era aves, plumajes, sombras, líneas, todo ese entramado», afirma cuando se le pregunta por el inicio de su vínculo con el arte, con el dibujo y con la pintura. Como sea que se hayan dado aquellos comienzos, lo que se hace evidente es que hay en Emilia un talento innato, pero también la necesidad de encontrar un rumbo personal, un estilo que la defina, sin que eso se convierta tampoco en un patrón que la condicione.  

Desde ese espacio contemplativo, no obstante, deja también algunas definiciones que para ella son fundamentales. «Nada de lo que dibujo tiene si o si un significado; no nace de un mensaje, puede que se vaya dando, pero no lo pienso así. Me interesa mucho la mujer, el cuerpo de la mujer, el rostro, las expresiones, pero no sabría explicar muy bien qué es lo que me moviliza, qué es lo que me lleva al proceso. El resultado del producto es lo que ves y ahí termina; para mí le da sentido quien lo ve. Por eso la mayoría de mis dibujos no tienen título; porque al ponerle título uno le pone un significado y un sentido, y para mí lo que tiene sentido es el proceso».

¿Pero que hay detrás de ese proceso y de esa trama? Los trabajos de Emilia demuestran siempre y en todos los casos, una profundidad emocional. Van desde lo interno hacia lo externo, exponiendo así una mirada personal que termina desembocando, casi necesariamente, en el mar de lo colectivo. En la actualidad, siente que lo que la llama a dibujar es una sensación de «angustia» que, muy probablemente, esté ligada a estos tiempos y sus circunstancias, pero también al devenir de su historia. «Siempre hay algo para contar, pero no lo cuento para otro, lo cuento para mí, para terminar de masticarlo y de alguna forma verlo y aceptarlo» asegura y, a partir de allí, observa la realidad que la circunda. «Esto que nos pasa con la pandemia también tiene que ver con el comportamiento de los otros que te lleva a cuestionarte y cuestionar lo que está pasando y cuestionar al otro indirectamente. Pero es cierto, siempre hay un disparador, tal vez no lo reconocés en el momento en que lo hacés, pero después cuando lo vas viendo decís, qué pasa, qué es esto». Y va, incluso, un poco más allá: «al fin y al cabo esto que nos pasa no lo controlamos, pero el dibujo, el proceso, lo podemos controlar un poco y te ayuda a volcar todo esto que nos ocurre». 

LA MUJER, MÁS ALLÁ DE LA MUJER

«Siempre que dibujo, dibujo lo que quiero y como quiero. Si a la gente le gusta bienvenido sea, porque es un halago, porque te pueden ayudar a crear un significado, pero no lo siento como una presión el que le tenga que gustar a alguien» afirma Emilia, dejando así una pista concreta respecto de la mirada del otro en relación con su obra. Queda claro, entonces, que no se siente intimidada por eso. Muy por el contrario, se sostiene al asegurar que «disfruto sin ninguna presión y sin esperar que nadie apruebe. Dibujo para mí porque es lo que a mí me mantiene serena y porque no me imagino sin pintar, sin dibujar».  

Desde esa determinación, que va ligada también a su necesidad artística, deja entrever además uno de los ejes que considera fundamentales en su producción: la mujer. «Desde muy adolescente -afirma- siempre fui de cuestionar a todo el mundo por el trato. Cuestionaba esos modos; pero lo que más me gustaba y me gusta de la mujer es la fisonomía, la delicadeza y cómo siendo todas tan distintas, al fin y al cabo, compartimos siempre algo, una visión en particular; siempre nos tenemos que levantar y casi siempre solas. Las cosas que nos pasan a las mujeres no suelen verse importantes hasta hoy, que se están empezando a ver», reflexiona.

Pero ese pensamiento no queda allí, sino que va incluso mucho más allá, en profundidad, y en relación también al arte. «Dibujaba algo, una mujer desnuda, un rostro y eso era algo bonito, pero era solamente eso. No veían si había una frase, los colores, porque este cuerpo así y no de otra forma, simplemente lo veían bonito. Recuerdo que, siendo adolescente, tenía pegada en la pared de mi habitación una escena de un hombre y una mujer que para mí representaba la sensualidad y para otros la sexualidad. La mayoría lo ve así, siempre desde un lado sexual, o material, o bonito, pero no ven todo lo que la mujer tiene: la delicadeza, la fuerza, el salir adelante, el siempre estar cuestionando. Las mujeres tienen algo que a mí en lo personal me inspira mucho, desde el cuerpo hasta la mirada, las expresiones; es muy personal. Sigue siendo controversial, pero la mujer tiene algo que es especial». 

Y Emilia tiene -y sabe usar- además, las que deberían ser las únicas y más poderosas armas en el mundo: un puñado de lápices y pinceles. Es, en definitiva, parte del proceso. 

PANDEMIA

Nos hemos encerrado en nuestras casas, temerosos de todo, sin saber qué va a pasar, bajo mucha presión y mucha frustración. Veo que esta etapa, que esto que nos pasa en lugar de sacar lo mejor de algunos, muchas veces saca lo peor, desde la crítica, la queja, el egoísmo y eso cuando lo veo, desde mi perspectiva, me genera mucha bronca, tristeza, me duele, trato de sacar todo eso malo en el papel, en un cartón, en lo que sea y que quede como un recordatorio de todo lo que pasa y que cuando esto pase no sea solo una pandemia que pasó, un virus que ya se fue, sino para que cuando mañana lo veas digas qué mal que estuvimos, qué mal que nos portamos, qué triste lo que vivimos. 

UN CORAZÓN Y DOS CARACOLES 

Representa el tiempo que uno tarda en sanar. Los duelos que hacemos son todo un proceso, un ir y venir. Uno está siempre en proceso de sanación; en tratar de hacer algo con todo eso que te pasó. 

UNA META

Nunca me planteo algo más allá de dibujar para mí. Me gustaría seguir creciendo como meta, seguir sacando más de mí. Estoy segura de que no me gustaría y no quiero dejar nunca de dibujar, es parte de uno, pero nunca lo pensé más allá de lo que hago. 

REDES

Aprendí mucho por las redes también; si bien te contamina y por un lado hay que tener cuidado de no repetir patrones en los que el mercado te categoriza, es interesante esta cuestión de poder expresar y mostrar sin que nadie tenga la obligación de seguir o de que le guste. Hay como ciertas ganas de mostrar, pero otra cosa es que uno quiera que a los demás les guste. 

(La presente entrevista fue publicada en el suplemento 1591 Cultura+Espectáculos de diario NUEVA RIOJA)

Comparte este contenido en tus redes
Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp