Los desafíos de hoy, se sabe, no son los mismos de hace 20 años atrás (aunque dicen que 20 años no es nada), cuando la Feria del Libro despuntaba sus primeras ilusiones, gracias al impulso de un puñado de hombres y mujeres que visualizaron futuro en un evento que, año tras año, fue convirtiéndose en un hecho de referencia ineludible, tanto a nivel regional como nacional.
Pasó una nueva edición de la Feria del Libro de La Rioja que no fue, a todas luces, una edición más. Fue, por sobre todas las cosas, la celebración de 20 años de una apuesta diaria por sostener un espacio de excelencia no solo al servicio de los libros y de sus autores, sino también al servicio de todas las expresiones culturales que se congregan en torno a la lectura, al tiempo que tanto los libros como las formas de consumo van atravesando profundos procesos de transformación, a la par de la sociedad toda.
Los desafíos de hoy, se sabe, no son los mismos de hace 20 años atrás (aunque dicen que 20 años no es nada), cuando la Feria del Libro despuntaba sus primeras ilusiones, gracias al impulso de un puñado de hombres y mujeres que visualizaron futuro en un evento que, año tras año, fue convirtiéndose en un hecho de referencia ineludible, tanto a nivel regional como nacional. Es así como a nadie puede escapar hoy que la Feria del Libro de La Rioja se ubica con merecimientos propios en el podio de las más consideradas a nivel país, al tiempo que atrae cada vez más, constituyéndose en una vidriera cultural en la que todos quieren, y pueden, estar.
Y es aquí, justamente, donde la palabra «pueden» se convierte en un plus en el que la organización a cargo de la Secretaría de Culturas de la Provincia hace pie, se sostiene y se proyecta, apalancada tal vez en lo que significó la experiencia de la virtualidad a la que de alguna manera obligó el tiempo de pandemia que, entre otras cosas y dejando de lado ya su costado dramático, permitió abrazar definitivamente un concepto de amplitud que desbordó completamente lo local, lo regional, y se expandió hacia una aldea global que hoy, al recobrar la presencialidad plena, trajo aparejada la posibilidad concreta de un hecho colectivo aferrado a las puertas abiertas que supone un libro, ese viaje a universos antes inexplorados que de pronto tenemos al alcance de la mano, gracias a los puentes de encuentro que tiende la Feria del Libro.
Y es que no se trata únicamente de un evento que constituye un punto de confluencia entre la oferta (prestadores de productos editoriales) y la demanda (lectores-compradores) que podría ser, en una básica primera instancia, el concepto primigenio para un evento de este tipo: una gran ocasión para vender libros y generar lectores. En sí misma, la Feria lo es. Sin embargo, quedarse solo con esa concepción sería un completo error, ya que el efecto expansivo y multiplicador de una Feria del Libro debe ir definitivamente mucho más allá. Y la Feria del Libro de La Rioja lo hace. Constituye, tal como se expresó anteriormente, un punto de encuentro, pero a la vez rompe las fronteras y se acerca a otras demandas. Sirve como creadora de hábitos de lectura y tiene un poder de atracción sobre personas que a veces no son lectores y a las que puede -«puede» una vez más- «convertir».
Las distintas funciones de la Feria del Libro reflejan, al mismo tiempo, la responsabilidad que dicho evento debe asumir al constituirse en un espacio no solo para la lectura, sino esencialmente para la cultura, que va siempre de la mano de la educación. Promover el libro y la lectura es además trasladar la cosmovisión sociocultural de unas generaciones a otras. Fomentar la lectura es, así mismo, introducir a los niños, adolescentes y adultos a una mayor familiaridad y naturalidad en el acercamiento a los textos escritos.
Una Feria del Libro es un evento que puede llamar la atención de los ciudadanos hacia la lectura, pautando e introduciendo ese tema en la agenda cultural y en las intervenciones del espacio público de la ciudad que, a su vez, se extienden hacia la región. Además de comercializar y difundir, la Feria del Libro se orienta también a promocionar la lectura en sus diferentes soportes. A través de una programación cultural y educativa, la Feria ofrece a los niños, jóvenes, adultos, momentos de actividades dinámicas que despiertan el interés y el gusto por la lectura. Una Feria del Libro es, en si misma, una especia de libro abierto. En definitiva, una fiesta. Nuestra fiesta. La fiesta de todos.
HISTÓRICA. POPULAR. FEDERAL.
Por varios motivos, la 20° Feria del Libro de La Rioja será recordada como histórica. En primer lugar, el hecho de cumplir sus primeros 20 años fue en sí mismo un motivo de celebración que atravesó a todo el evento. Pero no se trató solo de un número simbólico. La recuperación de la presencialidad plena constituyó también un acontecimiento de trascendencia que, por otra parte, vino a solidificar definitivamente al Paseo Cultural Castro Barros – Kilómetro Cero de la Ciudad Capital- como un espacio en el que vive nuestra cultura en sus diferentes expresiones y sobre el que el Ministerio de Turismo y Culturas, a cargo de Gustavo Luna, viene trabajando intensamente.
Así fue como del 16 al 30 de julio la riojanidad desbordó todos los espacios previstos, pero incluso un poco más, a partir de un programa que ofreció acciones formativas y de entretenimiento como talleres, conferencias, presentaciones de libros, espectáculos escénicos, conversatorios, intervenciones, proyecciones documentales, homenajes, distribuidas en diferentes instancias como Juventudes Diversas, Infancias Creativas, Espacio Federal y los Puntos Feria que nacieron como tales, precisamente, en tiempos de pandemia.
La vuelta a la presencialidad permitió concentrar a más de sesenta stands de venta y exposición de libros en el mencionado Paseo Cultural (Sobre calle Catamarca y dentro de la Nave Central) que vendieron alrededor de 20.000 libros durante los quince días que duró la Feria; 12 stands de artesanos y artesanas, nucleados por el Mercado Artesanal de la provincia de La Rioja; y los stands institucionales provinciales, nacionales y regionales. También, la Secretaría de Comunicación y Planificación Pública montó un «Espacio de Comunicación» donde trabajadores del área, como así también de medios de comunicación contaron con un lugar de trabajo, un estudio de televisión que transmitió gran parte de la Feria del Libro por la plataforma de Lateplay y una cabina de radio, para poder realizar programas de diferentes radios riojanas desde la nave central.
Pero además, y fuera ya del espacio central, las actividades se desarrollaron de manera descentralizada en diferentes puntos del territorio: Espacio de Arte Contemporáneo, Espacio 73, Casa de Culturas, Archivo Histórico Provincial, Museo Folklórico, Cinemacenter, Biblioteca Mariano Moreno, Biblioteca Marcelino Reyes, Sociedad Sirio Libanesa, Rayuela Libros & Café, Teatro La Kanoa de Papel, Orígenes, Freddo – Cerro Cruz, Universidad Nacional de La Rioja, y en el interior de la provincia en el Museo Castro Barros y la sede académica de Catuna – UNLaR. Diferentes acciones formativas contaron con puntaje docente y también se trabajó con distintas escuelas durante la semana de regreso a clases.
Histórica. Y también popular, concepto este que ancló en la manera en que desde la Secretaría de Culturas a cargo de Patricia Herrera se concibió un evento que, lejos de las élites que suelen rodear a ciertos y determinados espacios, desplegó un amplio operativo de inclusión bajo un concepto de democratización del acceso a la cultura, muy especialmente en los barrios, donde se desarrollaron diferentes talleres de oficios culturales y espectáculos escénicos y musicales. La descentralización de la Feria del Libro de La Rioja, en este punto, se asocia a un concepto de federalización que deja de lado las declamaciones por todos conocidas, para llevar a la acción real y concreta la concepción de una política que, como tal, debe ser interpretada y sostenida en el tiempo y que no solo tiene que ver con acercar la cultura a los barrios, sino también con consolidar el evento como el lugar de participación y acción de los departamentos que integran la Provincia y que estuvieron representados a partir de diferentes expresiones artísticas que se desarrollaron durante los días de Feria, en un espacio de amplia visibilización para cada una de ellas.
HISTÓRICA, POPULAR, FEDERAL… Y MUY EXITOSA
El sábado último (30 de julio) finalizó la vigésima edición de la Feria del Libro con el lema «Histórica, popular, federal», organizada por la Secretaría de Culturas del gobierno de La Rioja que marcó el retorno a la plena presencialidad luego de dos años de pandemia. Fue también la más extensa de todas, entre el 16 y el 30 de julio, y quizás la más concurrida, alrededor de seis mil visitas diarias según estimaciones oficiales. Un dato sobresaliente fue la presencia de numerosos turistas.
Además del Paseo Cultural Castro Barros, donde se concentró la mayor parte de las actividades, fueron habilitadas para conferencias y demás propuestas el Espacio 73, la Sociedad Sirio Libanesa, las Salas del Cinemacenter, biblioteca Mariano Moreno, Museo Folclórico, el Archivo Histórico, Casa de Culturas, la sala Joaquín V. González de la Universidad Nacional de La Rioja, las sedes universitarias de Catuna y Olta, el Museo Castro Barros de Chuquis, librería Rayuela, sala El Andén,
Los stands y expositores sumaron alrededor de setenta, todos en el Paseo Cultural. Se presentaron alrededor de ciento diez libros y en quince barrios de la ciudad capital se realizaron treinta y cinco actividades, entre obras de teatro y demás espectáculos y conversatorios, iniciativa denominada Punto Feria. En el Espacio Infancias Creativas se realizaron alrededor de cincuenta y cinco actividades y otras tantas en el Espacio Juventudes Diversas.
A sala llena se presentaron los libros «Crónicas de la patrulla perdida. Amor, deseo y muerte en los ’70» de Luis Fucks; «Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar», de María Isabel Santos Caballero, «Este canto es América» de Héctor David Gatica, «El tinkunaco, la fiesta del Encuentro. De La Rioja a la Patagonia», de Sofía Oguic, «El país indiviso. Poblamiento y conflicto por la tierra en Los Llanos de La Rioja durante la Colonia, «Nosotras en libertad» de Diana Quirós, María Argentina López y María del Valle Illanes, «Cuesta colorada» de Marcelo Casarín, «La Rioja mágica y misteriosa» de Teresita Flores, «La luz descapotable» de Samuel Bossini, «Felipe Varela: vida de un montonero», de Víctor Robledo…
Con motivo de los veinte años de Feria se homenajeó a los integrantes de la primera comisión de Cultura que organizó la primera edición en 2002 al frente de la cual estuvo Gabriela Pedrali y se recordó a referentes fundamentales como Miguel Bravo Tedín y Ricardo Mercado Luna. En este acto, denominado «Veinte años no es nada: los pioneros», estuvieron presentes el ex gobernador Eduardo Ángel Didí Maza y el gobernador Ricardo Quintela.
Entre otros conceptos se resaltó la cultura de La Rioja como resultado de una gran tradición y la importancia de la continuidad de una política cultural a través de dos décadas, en las cuales se sucedieron cuatro gobernadores y ocho funcionarios a cargo del área de Cultura; la actual Secretaría Patricia Pini Herrera en su segunda gestión.
Afortunadamente, otra vez la Feria del Libro fue una verdadera fiesta para los riojanos.
ROBERTO ROJO – HISTORIADOR
REAFIRMAR OBJETIVOS
«La Feria del Libro también concibe un acto político, y por esa razón nos parece un momento más que oportuno para reafirmar todos nuestros objetivos de gestión, que abarcan la recuperación, sostenibilidad y crecimiento».
«Decimos Popular porque nuestro compromiso es y será siempre con la gente, ofreciendo espacios para todos los gustos e intereses. Decimos Federal porque no podemos centrarnos en un sólo lugar para siempre, hay que ir a los barrios, viajar a los pueblos, trabajar mancomunadamente para que a cada riojano y riojana le llegue esta invitación. Y decimos Histórica, porque hace ya dos décadas que no paramos de crecer».
«Fueron muchos meses de trabajo arduo y mucha dedicación en los detalles, pensando en todos los eventos: en el sonido, el protocolo, la comodidad, los elementos de trabajo y el público. Para nuestro equipo fue muy importante ver a gente con el programa, buscando los espacios descentralizados, aprovechando cada acción».
«La Feria del Libro de La Rioja es un encuentro que ya se volvió tradicional, y aun en pandemia tomamos la decisión de seguir haciéndola, porque la comunidad la espera y la siente propia; más que un evento que hace el Estado, es un evento que hace la gente».
«El 30, cuando al terminar la última actividad y ordenar la foto final con los trabajadores y trabajadoras, nos despedimos sabiendo que este lunes comenzamos a pensar la edición 2023, esa continuidad la garantizan todas las generaciones».
PATRICIA HERRERA – SECRETARIA DE CULTURAS DE LA RIOJA