Quebrar la monotonía

Una reseña para el libro «No a mucha gente le gusta esta tranquilidad», de la escritora María Teresa Andruetto

Podría ser cualquiera de nosotros. Nos podría haber pasado. Nos podría estar pasando ahora. Podríamos, en definitiva, ser parte de cualquiera de los cuentos de “No a mucha gente le gusta esta tranquilidad”, de la gran escritora cordobesa María Teresa Andruetto.
La labor literaria de la primera (y única) argentina ganadora del premio Hans Christian Andersen, sabido es, se sostiene en el complejo entramado de la universalidad a la que todo autor aspira, pero que no todo autor alcanza. Y esa universalidad, en el caso de Andruetto, hace pie sobre el terreno, sinuoso a veces, de lo cotidiano; sobre la superficie de lo común, pero no por ello menos atractivo, para fundar así las bases de una humanidad cercana y tangible.
Parece que no pasara nada pero, al unísono, ocurre todo en el día a día al que la autora da vida con tanta maestría como precisión y justeza en el lenguaje. No hay de más. Tampoco hay de menos. Hay, en delicado equilibrio, una pasmosa tranquilidad que se escurre entre las palabras y que no a mucha gente le cae bien. Y es que esa transversalidad pone al lector frente a frente con lo inexplicable de cada existencia.
Hay en “No a mucha gente le gusta esta tranquilidad” una suerte de tensión constante como instancia previa a algo que podría suceder y modificar por completo un escenario; la sensación de una sospecha anterior, radicada en un pasado que camina a paso lento hacia un precipicio en un presente inesperado, pero perfectamente presumible; el misterio que aguarda por un abrir y cerrar de ojos de frente al abismo de lo inevitable, de lo consumado. Y también de lo sentimientos consumidos por el ser humano con voracidad animal, a la espera de un sueño que se desgrana.
Ese juego que ronda la tirantez atraviesa de manera perseverante a todos y cada uno de los ocho cuentos que conforman la última creación de la ya imprescindible Andruetto. Desde el comienzo en que una lúgubre mujer (tal vez como la que ilustra la tapa del libro) derruida por la adicción al alcohol inquieta e interpela al lector, hasta el final en que queda flotando en el aire la asfixiante sensación de que no hay final, y lo inconcluso se abalanza entonces como un deseo incontrolable que se extiende queriendo alcanzar un hilo de luz.
“Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje, preciosa vida?” interpela al lector -a elección de María Teresa Andruetto- la poeta Mary Oliver, en una provocativa introducción a los relatos. Esa pregunta es la que queda flotando, en suspenso, como una duda esencial que nos asiste a todos en igual medida, letal como un destino al que debemos asumir y del que debemos hacernos cargo, aún cuando no lo elijamos.
En definitiva, así es como asume su destino Andruetto, en una especie de salto al vacío que la lleva a sumergirse en el barro de lo común para emerger luego, con inigualable oficio, en forma de delicadas e indispensables piezas literarias. Así es como, además, la escritora nos quiebra, cuento a cuento, la monotonía.

 

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