¿Acaso puede haber algo más irónico que la vida? ¿Algo más contradictorio? ¿Acaso alguien podría descifrarlo? ¿Quién pudiera? “En el huso / de la palabra / hilo mi ser”, dice como al azar, como quien dice algo, Diego E. Suárez. Y abre así, como quien no quiere la cosa, un abanico de infinitas posibilidades que se resumen, sin embargo, a una sola: estar vivos.
¿Pero acaso puede haber algo más irónico que la vida? ¿Algo más contradictorio? Quién pudiera descifrarlo? ¿Quién pudiera?
El poeta se relame las heridas de lo cotidiano y, al mismo tiempo, composta el devenir de su existencia. Recluta los desechos orgánico sobre materia seca, les agrega tierra, los mantiene húmedos, de vez en cuando los remueve. El poeta sabe, mejor que nadie, que con el tiempo todo se convierte en abono. Pesadumbres, culpas, faltas de ternura. El poeta mezcla y mezcla hasta hacer de eso algo fértil.
¿Pero acaso puede haber algo más fértil que la vida para un poeta? ¿Quién pudiera saberlo? ¿Quién pudiera?
“En el huso / de la palabra / hilo mi ser”, escribe como al azar, como quien escribe algo, Diego Suárez. Y abre así, como quien no quiere la cosa, la vida misma. La vida que es lo más fértil para un poeta, pero también la vida que fertiliza a la humanidad a la que el poeta luego escribe, describe, haciendo de la poesía un huso en el que va hilando, palabra por palabra (vuelta por vuelta), el atroz milagro de estar vivos mientras tanto, mientras la vida pasa y se vuelve desechos orgánicos sobre la materia seca.
¿Pero cuánto hay de desecho en el estar vivos?
Patricia Severín, a modo de síntesis, sostiene en la contratapa de “Compost” (Editorial Palabrava, Colección Rosa de los Vientos, 2024) que Diego E. Suárez “apela al reciclaje, a la separación de lo que no se pierde y se transforma en otra cosa, como eje para estructurar este libro de poesía”. Y agrega, además: “Como fondo de cada poema, leemos lo que queda y lo que sobra, lo que se prioriza y lo que abona una nueva forma y un nuevo contenido. El poeta selecciona, descarta, borra… y rehace. Y es así como este poemario nos introduce en una nueva manera de concebir la propia escritura, hecha de hilachas, de coloquialismos, de palabras ajenas, de tachar y volver a escribir”. Y ya en el cierre de su análisis resuelve: “Y, al final, nos quedamos con una sensación de belleza cuando el poeta nos entrega este deseo: ‘Que el poema sea un espejo de agua tallado en piedra’”.
Todo ello es absolutamente cierto. Tan cierto como que no hay nada más cierto que la incertidumbre de los retazos que vamos dejando en el camino. Los retazos de las sobras, de los descartes, de lo que vamos separando, de lo que vamos dejando a un lado de la memoria sin saber a ciencia cierta en qué podrá convertirse luego, cuando el compostaje haga lo suyo con todo lo nuestro que ya no será nuestro, sino un nuevo florecer que nos lleve hacia el fondo, hacia ese fondo improbable en el mientras tanto, en el mientras todo sucede sin que muchas veces (por no decir la mayoría de las veces) lleguemos a darnos cuenta.
Así de irónica es la vida. ¿Y puede, acaso, haber algo más irónico que la vida? ¿Puede, acaso, haber algo más contradictorio en esa ironía? ¿Acaso alguien podría descifrarlo? ¿Quién pudiera?
En este cono de duda, puede que sea el poeta quien más se aproxime a una respuesta para esas preguntas. Puede que Diego E. Suárez, en su compost de palabras, se acerque, incluso, más de la cuenta y tan peligrosamente como para dejarnos, al fin, sin ninguna respuesta. O con todas, lo que al mismo tiempo sería como ponerse frente a frente con el abismo de nosotros mismos, de nuestra existencia compostada.
Y es que su poesía, la poesía del nacido en Posadas, puede ser en si misma tanto una elevación como una caída, tanto un tejer como un destejer, hasta que solo queden los hilos de la trama de los principios que no se sostienen en nada, pero que pesan tanto.
Siempre llevo una mochila. / Se carga sola, con un revoltijo / de cosas heredadas y aprendidas. / No necesito ponérmela, trepa / invisible a mi espalda / y evidentemente no existe / quien soporte su peso, / la molestia y el dolor / en mi lugar. / Creo haberme librado de ella, / aleteo torpe, despego y caigo / rodando por el suelo; o nado / contra cualquier corriente / y de inmediato me hundo, / me rescato, / me reanimo / y acá no pasó nada. / Quienes me rodean, con o sin razón / se miran, enarcan las cejas, diagnostican. / Para mí, hasta cierto punto sufren / y aprovechan los efectos de mi carga, / sin asumir que llegado el momento / ese lastre, por la cercanía o por la sangre, / pasará -como todo- a sus espaldas.
Hay una ironía muy particular en la poesía de Diego E. Suárez. Podría decirse que se trata, ni más ni menos, que de la ironía misma de la vida.
¿Acaso puede haber algo más irónico que la vida?
Sí, tal vez. El poder decirla. El poder ponerla en palabras. El poder escribirla. El poder compostarla. El mezclarla y mezclarla hasta hacer de todo eso algo fértil. Esa es, sin más pretensiones que la palabra misma (como si fuera poca cosa), la tarea en la que se introduce el poeta, entendiendo el “introduce” como una manera de poner la piel de su vida en ese proceso, el hilo de su ser en el huso del decir para abrir, como quien no quiere la cosa, un abanico de infinitas posibilidades que se resumen, sin embargo, a una sola: estar vivos.
La poesía de Diego E. Suárez está repleta de vida. Está repleta de la ironía de la vida. Está repleta de lo contradictorio de la vida. De esa vida que se relame las heridas de lo cotidiano y, al mismo tiempo, composta su existencia hasta tomar, incluso, “el lugar de lo que no fue”. Se recicla, se vuelve otra, pero no deja de ser ella misma, al igual que tampoco deja de ser como el poeta, como este poeta que intenta descifrar la vida y, al unísono, la poesía. Y que, hasta sin proponérselo, lo logra, haciendo que el poema sea un espejo de agua tallado en piedra.
¿Y quién pudiera?
SOBRE EL AUTOR
DIEGO E. SUÁREZ NACIÓ EN 1979 EN POSADAS, MISIONES, PERO RESIDE EN LA CIUDAD DE SANTA FE, ARGENTINA. ES POETA, ENSAYISTA Y DOCENTE INVESTIGADOR. EN POESÍA HA PUBLICADO: “INFINITAEDRO / EL ARTE DE LA FUGA Y EL SILENCIO” (SAUCE VIEJO: LA GOTA MICROEDICIONES, 2013); “SUFRIMIENTO DE OTRO EN SU CUERPO” (ROSARIO: SERAPIS, 2013); “PIEDRITAS” (SAUCE VIEJO: LA GOTA MICROEDICIONES, 2018); “SIMPLE” (ARROYO LEYES: EDICIONES ARROYO, 2019) Y “LO HABITUAL” (SANTA FE: DE L’AIRE, 2021). EN ENSAYO PUBLICÓ: “UN HOMBRE ESCRIBE LA CAÍDA DE LAS PALABRAS AL POZO DE LA LUZ” (SANTA FE: UNL, 2014), QUE TRATA SOBRE LA POESÍA DE ROBERTO DANIEL MALATESTA. SUS POEMAS PUEDEN ENCONTRARSE EN LAS SIGUIENTES ANTOLOGÍAS: “43 POR AYOTZINAPA” (SANTA FE: LOS JUEGOS DEL TEMPS, 2015); “MATECOCIDO CON TORTAS (SAN FRANCISCO: LA TIRA EDITORA, 2019) Y “FLOTAR” (PARANÁ: PROYECTO CAMALOTE, 2020). TUVO A SU CUIDADO LA SELECCIÓN, EL PRÓLOGO Y LA CRONOLOGÍA DE “EN LA TERRAZA. POEMAS ELEGIDOS DE HORACIO C. ROSSI (PALABRAVA, 2021). RESEÑAS, POEMAS Y TRADUCCIONES DE SU AUTORÍA SE ENCUENTRAN EN ANTOLOGÍAS Y MEDIOS DIGITALES E IMPRESOS PROVINCIALES Y NACIONALES.