La Rioja cuenta en su semillero con artistas de destacada trayectoria que, en diferentes rubros, van dejando sus huellas, marcas que se acuñan en nombres y apellidos que, en muchos casos, trascienden fronteras.
La pintura es, precisamente, uno de esos ámbitos en los que el arte ancla sus propósitos expansivos y encuentra la mano de eximios exploradores del color, en una búsqueda constante por lo distintivo, lo diferente.
Uno de esos artistas que desde el silencio y la perseverancia compone sus obras dispuestas hacia el mundo exterior y con mirada expansiva es Rodrigo Vásquez, autor que imprime su sello en cada lienzo y que trasunta el universo de la pintura entre paisajes, naturaleza muerta, retratos y desnudos.
Vásquez dio sus primeros pasos en el oficio desde muy pequeño, cuando sintió ese llamado a trazar sobre el papel sus intenciones de perpetuidad artística que no son más que sus intenciones de plasmar el universo que nos rodea y que, como tal, nos define.
En sus primeros ensayos, Vásquez fue alumno de uno de los más grandes pintores que supo dar la provincia, Federico Granillo Valdés, quien con su estilo inconfundible y su complejo dominio del color, de la perspectiva, de las luces y de las sombras, dio lugar a un ensamble que busca el equilibrio perfecto de las formas y las líneas, haciendo de esa manera que su obra se defienda por sí misma.
En ese mismo camino se inscribe la obra de Vásquez, aferrado a su creatividad creciente y a sus impulsos incontrolables tras la búsqueda del color, pero también a su fuerte dedicación a un oficio que no suele tener la recompensa que se merece pero que, bien apreciado, esgrime el tiempo y la historia de los pueblos.
Y así queda plasmado en su obra. Dibujos con carbonilla, lápiz y grafito para los retratos; óleos sobre tela con lápices al pastel; técnica mixta en algunos casos. Y una profunda pasión y compromiso con el arte y el mensaje que llega en formas y estilos que seducen al observador y, en algunos casos, lo dejan perplejo frente a los torrentes de colores y formas que invaden los sentidos.
Uno de esos artistas que desde el silencio y la perseverancia compone sus obras dispuestas hacia el mundo exterior y con mirada expansiva es Rodrigo Vásquez, autor que imprime su sello en cada lienzo y que trasunta el universo de la pintura entre paisajes, naturaleza muerta, retratos y desnudos.
Vásquez dio sus primeros pasos en el oficio desde muy pequeño, cuando sintió ese llamado a trazar sobre el papel sus intenciones de perpetuidad artística que no son más que sus intenciones de plasmar el universo que nos rodea y que, como tal, nos define.
En sus primeros ensayos, Vásquez fue alumno de uno de los más grandes pintores que supo dar la provincia, Federico Granillo Valdés, quien con su estilo inconfundible y su complejo dominio del color, de la perspectiva, de las luces y de las sombras, dio lugar a un ensamble que busca el equilibrio perfecto de las formas y las líneas, haciendo de esa manera que su obra se defienda por sí misma.
En ese mismo camino se inscribe la obra de Vásquez, aferrado a su creatividad creciente y a sus impulsos incontrolables tras la búsqueda del color, pero también a su fuerte dedicación a un oficio que no suele tener la recompensa que se merece pero que, bien apreciado, esgrime el tiempo y la historia de los pueblos.
Y así queda plasmado en su obra. Dibujos con carbonilla, lápiz y grafito para los retratos; óleos sobre tela con lápices al pastel; técnica mixta en algunos casos. Y una profunda pasión y compromiso con el arte y el mensaje que llega en formas y estilos que seducen al observador y, en algunos casos, lo dejan perplejo frente a los torrentes de colores y formas que invaden los sentidos.
El presente artículo fue publicado en el suplemento 1591 Cultura + Espectáculos del diario NUEVA RIOJA.