“Todo el mundo tiene una historia para contar y todos piensan que esa historia es única”.
Puede que, de alguna manera, esta frase extraída de las páginas de “Aldao” (Random House, 2023) logre resumir la maravillosa relación complejidad-sencillez que existe en el entramado de la escritura de María Teresa Andruetto. Puede que, de alguna manera, logre sintetizar un “ella misma” siendo otra, pero en su propio centro. Tirar de ese hilo, tal vez, nos lleve a comprender cómo es que en su narrativa habitan al mismo tiempo lo extraordinario y lo corriente, lo inusual y lo cotidiano. O mejor aún: lo extraordinario y lo inusual de lo corriente, de lo cotidiano. E incluso (quizás radique aquí lo más trascendental de su decir), lo que, por resultarnos cotidiano, dentro de los absurdos mecanismos del acostumbramiento y la naturalización humana, no debería dejar de llamarnos la atención, al punto de asistir a los intentos de negacionismo de estos días aciagos por los que atravesamos.
Al decir de su autora, “Aldao aparece como un caleidoscopio de historias que se entrelazan y que exploran la pérdida de libertad, la búsqueda de un padre, la construcción de la identidad y la violencia experimentada por un linaje de mujeres a lo largo de la historia”.
Y es cierto. En definitiva, nadie podría condensar mejor que Andruetto esa concatenación de temáticas que, por otro lado, atraviesan toda su obra como ejes de una continuidad que va dando forma a un universo propio, a un universo de lo nuestro, definiéndonos en tiempos y formas.
A través de ese elemento óptico al que hace referencia, la ganadora del Premio Hans Christian Andersen, urde, no obstante, esa trama en la que se puede ver mucho más que distintas figuras geométricas que se abrazan a una simetría.
Y es que Andruetto, con su escritura, abre las puertas a lo asimétrico, entendiendo aquí lo asimétrico como la enmarañada construcción de un escenario en que nada es igual a nada, en que nada se parece a otra cosa, porque la escritora alcanza siempre, de alguna manera, lo singular. Pero es a partir de lo singular, precisamente, que sumerge al lector en ese espacio en el que muestra, en el que evidencia, haciendo gala de un oficio al que asiste como observadora plena, pero también como protagonista indispensable. Desde ese “ella misma” siendo otra, pero ubicada en su propio centro.
Esa mujer que cuenta en “Aldao”, esa mujer que narra en primera persona esa historia que va desde la década de los ‘70 hasta los recientes episodios insólitos de pandemia, es una mujer de su generación que se recuerda joven, distinta a otras mujeres de su generación que fueron contadas por otros personajes de su manufactura. Hay, allí, no solo un cambio en la voz, sino también una íntima necesidad de contar lo vivido. Siendo otra, pero en su propio centro, aproximándose quizá a lo más cercano de sí misma para trasladarse luego sobre el territorio imaginario (pero tan real) de “Aldao”.
Difícilmente, en este punto, se pueda afirmar que la escritora cordobesa haya alcanzado ese estadío de superación al que todo escritor o escritora pueda aspirar -no porque no lo haya alcanzado ya, sino porque su estatura literaria carece de techo-, pero sí se podría inferir que Andruetto está a las puertas de una nueva instancia personal: esa que viene de la mano de la experiencia, de esa madurez que anida en el saber escucharse, en el saber reconocerse, para dar vida más allá de la propia vida. Siendo otra, pero en su propio centro.
Es desde ese lugar que la autora de “Lengua Madre” pone a rodar una vez más su honda percepción del interior profundo, pueblerino, de la “pampa gringa”, pero también de su propio interior profundo, el de la vitalidad alojada en ese sentir que late acompasado y le da sustento a las voces de esas otras mujeres que también la habitan, con nombre propio: Ilaria, Azucena, Clara, Diana, tía Nena entre tantas otras (y tantos otros). Y a la reversión de los hechos: “Parir y abortar en la clandestinidad, insilio, prostitución y locura, la libertad y su pérdida, la búsqueda persistente de un padre, un linaje de mujeres unidas por las violencias de su tiempo y el regreso a Aldao”. En el ejercicio de la memoria que es, sin lugar a duda, el otro gran tópico en el que nos envuelve. No es el olvido una opción, nos dice una vez más Andruetto. Y no lo es desde ningún punto de vista.
Por eso se decide a abordar también una temática tan delicada como escalofriante: la locura traducida en el encierro, en el submundo de “El asilo” donde mayormente las mujeres se convertían en víctimas de vejámenes y aberraciones únicamente comparables con el espanto. El de la salud mental es un debate que aún no nos hemos dado con la intensidad debida y es en ese punto donde Andruetto pone, sin concesiones, una lupa que no solo amplifica, sino que además ilumina. Y en ese iluminar, obliga a ver. Y en ese obligar a ver, rescata. Igual que rescata a tantas voces de mujeres. Desde su propio centro. Desde esa singularidad que alcanza con la precisión quirúrgica de su aplomada escritura, hacia una pluralidad que, a partir de allí, no puede (ni debe) permanecer desapercibida, ni puede (ni debe) haber nadie a quien le resulte indiferente.
La lectura de esta última novela de Andruetto, al igual que ocurre con todas y cada una de las anteriores, partiendo desde la entrañable “Tama”, requiere de un compromiso intelectual, pero también de un compromiso emocional que, a su vez, implica comprometer el cuerpo ante cada sacudón de sustantividad. Ponerle el cuerpo a su palabra (intelecto y emoción de la mano, fuera de toda pasividad) es, en definitiva, el ejercicio al que nos invita a ser parte a partir de un relato que incomoda, que conmueve y que nos pone frente a los abismos de nuestro pasado más oscuro y perturbador, pero a la vez constitutivo de una memoria innegable.
Como lo afirmó alguna vez (y como bien se puede vislumbrar en “Aldao”), María Teresa juega entre los bordes de la ficción y la realidad, y en esos bordes cuenta. Cuenta como si estuviera jugando. Andruetto es, por sobre todas las cosas, una mujer que cuenta (que antes fue una niña que contaba). Y en su manera de contar hace que cada historia sea única. Es, en esencia, “ella misma” siendo otra, pero en su propio centro. En la complejidad y en la sencillez. Ella misma, contándonos quién es, quiénes somos.
SOBRE LA AUTORA
MARÍA TERESA ANDRUETTO NACIÓ EN ARROYO CABRAL, CÓRDOBA. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD INDIVIDUAL Y SOCIAL, LAS SECUELAS DE LA DICTADURA MILITAR Y EL UNIVERSO FEMENINO SON ALGUNOS EJES DE SU OBRA. PUBLICÓ NOVELAS (TAMA, LA MUJER EN CUESTIÓN, LENGUA MADRE Y LOS MANCHADOS), CUENTOS (CACERÍA Y NO A MUCHA GENTE LE GUSTA ESTA TRANQUILIDAD), ENSAYO (HACIA UNA LITERATURA SIN ADJETIVOS Y LA LECTURA, OTRA REVOLUCIÓN), CRÓNICAS (EXTRAÑO OFICIO), POESÍA (PAVESE/KODAK, BEATRIZ, SUEÑO AMERICANO Y CLEOFÉ, INCLUIDOS EN POESÍA REUNIDA), LIBROS ÁLBUM (CLARA Y EL HOMBRE EN LA VENTANA, HABÍA UNA VEZ, LA DURMIENTE, EL VESTIDO) Y NUMEROSOS LIBROS PARA JÓVENES LECTORES (ENTRE LOS QUE SE DESTACAN STEFANO, LA NIÑA, EL CORAZÓN Y LA CASA, EL ANILLO ENCANTADO, EL PAÍS DE JUAN Y SELENE). ATENTA A LA ESCRITURA DE OTRAS MUJERES, CODIRIGE UNA COLECCIÓN DE RESCATE DE NARRADORAS ARGENTINAS OLVIDADAS. OBTUVO, ENTRE OTROS, EL PREMIO HANS CHRISTIAN ANDERSEN, EL KONEX DE PLATINO Y EL PREMIO TRAYECTORIA DEL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES.