Un padre, un río y un viaje de regreso a la memoria

Una reseña para el libro «Parajes» de la escritora Cristina Iglesia

Quizá estuvieron allí desde hace mucho, incluso desde antes de que tuviéramos esa línea de cables que comienza en la ruta y termina en el patio y quizás también se sorprendieron cuando pudieron ver, a lo lejos, nuestras luces”.

Con estas palabras de “Fuegos”, el texto que abre Parajes (Editorial Nudista, 2021), Cristina Iglesia invita al lector a embarcarse en un viaje cargado de sensaciones, recuerdos y emociones.

CRISTINA IGLESIA
CRISTINA IGLESIA

Parajes es el tercer libro de relatos de Iglesia, quien además es una reconocida investigadora en literatura argentina del siglo XIX. Su faceta académica y su experiencia como crítica literaria nutren este libro de manera sutil pero constante. Obras anteriores como Corrientes (2010) y Justo Entonces (2014) ya habían dejado entrever la riqueza de su formación, y en Parajes esta combinación entre la narradora, la investigadora y la docente se hace más evidente.

En este sentido, cada relato parece anclado en una especie de autobiografía emocional, donde la autora conecta recuerdos, sensaciones y vivencias que toman la forma de un padre, un río o un paisaje que vuelve una y otra vez.

De alguna manera, todo ese bagaje aparece en este viaje en lo constante que ofrece la autora, pero también la lectora, la investigadora y la docente, en consonancia con la narradora que habita en cada una de las estaciones por las que discurre, y muy especialmente en las instancias a las que vuelve -en algún punto- y que toman la forma de un padre o un río, en ese viaje que emprende hacia el regreso de una memoria que abunda en detalles, pero también en sensaciones, en emociones que vienen a completar el amplio mapa de sus vivencias en ese descubrir(se) una vez más.

Es que como ocurre con el fuego, que ya estaba allí desde antes que estuviéramos, en “Parajes” todo es un sorprenderse al poder ver, aunque a lo lejos, esas luces que no se apagan y que deslumbran a propios y extraños a través de un contar que transita por diferentes espacios, por distintos momentos que, en todos los casos, es un volver a rememorar.

Desde aquella primera infancia hasta un presente no tal lejano, Iglesia transparenta su mundo interno, como ese río que corre y que, si bien nunca es el mismo, permanece en sus afectos, en lo que pudo observar, en lo que pudo escuchar, en lo que pudo ver, en lo que pudo sentir y que se vuelve evocación en cada una de las páginas que, a diferencia de lo que se supone de antemano, persiste.

Ocurre que un paraje suele ser un lugar aislado y singular. Un espacio en el que uno se detiene para luego volver a emprender el camino. Así, sin más, lejos tal vez de todo lo significativo que pueda llegar a llamarnos la atención.

Pero en estos parajes que muestra Iglesia hay mucho más que eso, porque hay una voz que repara en los detalles, que se detiene en ellos y que en ese contar lo que observa, escucha o siente, obliga a quedarse, a detenerse y a captar cada mínima particularidad, cuando no a trasladarla a las propias particularidades, en una especie de despertar esa búsqueda de lo plural que nace desde las vivencias individuales compartidas.

Desde aquel primer intento literario, a los 14 años, pasando por territorio leprosario, donde el padre de la escritora dirigía un hospital de atención (registrado por Rodolfo Walsh en “La isla de los resucitados”), o las experiencias foráneas vividas en París, Berlín, Nueva Orleans o Grecia, para luego retornar a un departamento en Balvanera, la también ensayista va concatenando una especie de autobiografía, a modo de intentar sortear, tal vez, esa pesadumbre que se afinca en lo incierto que puede resultar de perder algo que podría ser imposible de recuperar, más allá de toda cuestión vinculada con lo material.

¿Acaso puede haber algo más angustiante que perder esa memoria que se convierte en un viaje de regreso a un padre o a un río?

Ese ejercicio de rememorar es, sin lugar a dudas, el hilo conductor que hace que los viajes de Iglesia por diferentes lugares del mundo y por la Argentina misma (donde siempre vuelve a sus raíces correntinas, a su padre y al curso de un río) establezca un punto de encuentro más allá de las travesías y las temporalidades, haciendo pie en las emociones que despertaron esos periplos que ahora llaman la atención de un lector que se ubica en tiempo y forma en ese lugar en que el acto de escribir constituye una señal peculiar para aquella disposición original de aproximar la vida a la literatura y viceversa.

Esa es, en definitiva, la propuesta de la escritora, a través de la cual sostiene: “Recuerdo vagamente el río, una curva de agua que se va oscureciendo. Allí se acaba todo”. Puede que en ese punto, al mismo tiempo, Cristina Iglesia esté volviendo a empezar. Una y otra vez. Un padre, un río y un viaje de regreso a la memoria.

LA AUTORA

CRISTINA IGLESIA VIVE ENTRE BUENOS AIRES Y CORRIENTES. FUE PROFESORA TITULAR REGULAR DE LITERATURA ARGENTINA EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, Y ENSEÑÓ TAMBIÉN, ENTRE OTRAS, EN LAS DE NEUQUÉN, LILLE, ROMA, RÍO DE JANEIRO, NUEVA YORK PARÍS, SAN PABLO Y NUEVA ORLEANS. GRACIAS A UNA BECA VIVIÓ UN AÑO EN BERLÍN.

PUBLICÓ CAUTIVAS Y MISIONEROS, MITOS BLANCOS DE LA CONQUISTA (1987), EN COLABORACIÓN. ISLAS DE LA MEMORIA. SOBRE LA AUTOBIOGRAFÍA DE VICTORIA OCAMPO (1996); LA VIOLENCIA DEL AZAR. ENSAYO SOBRE LITERATURA ARGENTINA (2003) Y DOBLECES. ENSAYO SOBRE LITERATURA ARGENTINA (2018). COMPILÓ Y PROLOGÓ LETRAS Y DIVISAS. ENSAYOS SOBRE LITERATURA Y ROSISMO (1998); EL AJUAR DE LA PATRIA. ENSAYOS CRÍTICOS SOBRE JUANA MANUELA GORRITI (1993) Y EL PAÍS DEL RÍO. CRÓNICAS DE ARLT Y WALSH (2016). CODIRIGIÓ EL VOLUMEN I DE LA HISTORIA CRÍTICA DE LA LITERATURA ARGENTINA. LA PATRIA LITERARIA (2014). PUBLICÓ LOS LIBROS DE RELATOS CORRIENTES (2010) Y JUSTO ENTONCES (2014), AMBOS EN LA EDITORIAL BEATRIZ VITERBO.

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