La soledad de estar vivos

Una reseña para el libro «Qué solos se quedan los muertos», del escritor Mempo Giardinelli

Una trama absorbente, atrapante. Un hecho policial y una investigación improvisada. Un amor abandonado y un amor que no se olvida. Una mezcla de sensaciones y sentimientos como un revoltijo patriótico. Y mucha, mucha incertidumbre. Todos estos, resultan condimentos indispensables para desarrollar una historia que cala en los huesos. En los de sus protagonistas, especialmente José “Pepe” Giustozzi, pero también en los del lector, muchas veces absorto ante la maestría de Mempo Giardinelli para llevarlo a atravesar lugares y tiempos con el filoso nervio de una daga.
“Qué sólo se quedan los muertos”, del reconocido y prolífico escritor chaqueño, es mucho más que una novela policial capaz de llevar al lector a un espacio geográfico lejano y desconocido como Zacatecas -en México-, hasta hacerle sentir que es una tierra de su absoluta familiaridad. Es mucho más, aún, que una compleja historia que entrelaza a aquel pueblo y su entramado de idiosincracias con la violencia vivida en Argentina en plena época de dictadura militar, trazando punzantes paralelismos que ponen al hombre frente a su mejor y su peor versión al mismo tiempo.
“Qué solos se quedan los muertos” es, por sobre todo aquello, una exacta radiografía de la especie humana (argentina) frente a su impulso autodestructivo constante (con o sin militares) y la indagación permanente del ser frente a sus cuestionamientos sin respuestas; esa maratón de dudas que se intentan disipar corriendo a ciegas y con las zapatillas atadas una a otra con anudados cordones.
El hombre frente al hombre y sus circunstancias, pero también frente a las circunstancias de los otros, rodeadas siempre de las miserias éticas y morales que atrapan a las buenas intenciones en un paquete de situaciones inesperadas. “Yo engaño, tú engañas, el engaña, nosotros simulamos, vosotros aparentáis, ellos ocultan” son las conjugaciones de la vida del personaje al que Giardinelli da vida con precisión de cirujano y, al mismo tiempo, las conjugaciones de nuestras existencias en la intensa trama de un respirar profundo y cotidiano.
Después de todo, cada muerte que se va sucediendo -en este libro o en el devenir de los días- nos convierte, como a Giustozzi, en un improvisado detective que recorre las calles de una ciudad cualquiera siguiendo pistas nunca del todo claras. Y mientras lo hace, no deja de hacerse las mismas preguntas de siempre sobre un pasado que se sacude la modorra y traslada las respuestas hacia este presente en el que nos ancla una vulnerabilidad implacable superior, incluso, a la soledad de los muertos: la soledad de estar vivos.

MINI BIO

Nació en Resistencia, Chaco, el 2 de agosto de 1947. Traducido a 26 idiomas, fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos en 1993 en Venezuela y recibió también diversos premios en México, España, Italia y Chile. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers, Francia, por la Universidad del Norte (Asunción, Paraguay) y por la Universidad Nacional de Formosa (Argentina).

Qué solos se quedan los muertos fue publicado en el presente año por Editorial Comunicarte (Córdoba).

 

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