La vida en una pieza de cerámica

Jorge Jabif es parte de la historia artística de La Rioja. Con casi 50 años desarrollando la actividad, es uno de los hombres con profundo conocimiento de la cultura local y regional, al tiempo que un hacedor incansable que va dejando huellas con cada una de sus obras.

El tiempo se puede medir según la caprichosa convención del hombre, que afina su mirada sobre las agujas de un reloj o deshoja calendarios, como si fuera posible adueñarse de las horas y los días; o se puede medir, también, según la ardua tarea de quien va dejando huellas de una historia compartida a partir de la noble tarea de dar forma y persistencia a un material que, una vez transmutado en artesanía, dará cuenta del compromiso del autor con su presente, pero también con el pasado que se traslada hacia un futuro posible.
Jorge Jabif es sinónimo de arte en La Rioja y es parte de la historia artística de la Provincia, a fuerza de un trabajo incansable que demanda no sólo de la entrega firme y constante (en cuerpo y alma), sino también de un profundo conocimiento de la cultura local y regional, lo que le permite transportarse hacia los orígenes de nuestros antepasados para, al fin, explicarnos en el aquí y el ahora a los que asistimos.
Con casi 50 años de trayectoria en la actividad, Jabif puede trazar, en un abrir y cerrar de ojos, todo nuestro devenir histórico y mostrar la sustancia primitiva de la vida en una pieza de cerámica. Y ese material, que se extiende de manera natural desde sus manos, como si fueran parte de una misma trascendencia, habla también de su propia existencia, entregada a dejar un legado de memoria para las generaciones futuras.
Recientemente el artesano riojano recibió un importante reconocimiento a su trayectoria en la Feria Internacional de Turismo, donde en las últimas once ediciones representó a la Provincia, exponiendo al país y al mundo parte de su trabajo estrechamente ligado a la cultura diaguita, pero también a la riojanidad toda como parte de su esencia, a pesar de saberse catamarqueño de nacimiento.
Ese reconocimiento, precisamente, fue una de las tantas (entre otras) excusas para que 1591 Cultura + Espectáculos dialogara con el artesano que hizo un repaso de su historia vinculada a una actividad que, pensando hacia el afuera, sabe mucho más de sacrificios que de satisfacciones. En el adentro, en cambio, Jabif da forma a su disfrute, como si de cerámica entre sus manos se tratara.
Parte de la historia
La evocación obliga al artista a agudizar la mirada. A llevarla hacia atrás y compenetrarse con un pasado que parece quedar muy lejos pero que, sin embargo, es ineludible en este presente de reconocimientos. En ese proceso, justamente, la voz se estrecha y se hermana con los recuerdos, y las raíces fluyen hacia una superficie emocional que lo abarca, como las manos abrazan a la cerámica.
“Cuando era niño me gustaba hacerle a mis compañeros de clase unos llaveros de madera; tenían formas de caritas; estamos hablando de los 13 años más o menos”, narra el artesano a modo de introducción y, al mismo tiempo, da cuenta de una habilidad innata, asociada al gusto por trabajar y elaborar piezas de calidad. Así fue como con el correr de los días fue adquiriendo parte de la práctica que no lo abandonaría más y que hoy es marca registrada en todas y cada una de sus creaciones.
La figura paterna, en este camino, surge con cierta naturalidad, al igual que el recuerdo de su paso breve por Buenos Aires, antes de afincarse en La Rioja, con un cabello tan largo (que llamaba la atención) como las ilusiones de poder desarrolar su actividad y aportar al negocio familiar de regionales que su padre instalaría por estos pagos. Concatenado a ello profundizaría también su pasión por la montaña, cuestión que lo llevó a concretar, hasta el día de hoy, más de 600 travesías por los cerros riojanos.
“Comencé a trabajar con el cuero”, recuerda. “Hacía marcos de espejos, carteras; mi papá tenía un negocio de regionales y yo le abastecía cosas a él, y también vendía por mayor. Por aquel entonces era como una máquina trabajando, había adquirido una práctica extraordinaria”, afirma y hace pie en su capacidad de crecer en su tarea como un autodidacta, lo que además le permite hacer pie en lo suyo y sostener: “no reniego de nada de lo mío”.
Luego llegó el tiempo de los metales, de dar forma al cobre. Jabif recuerda que comenzó con cosas chicas, para luego meterse de lleno con la cartelería. “Hoy en día hay más de 80 carteles en La Rioja que fueron hechos por mí”, expresa con orgullo, al tiempo que cuenta que, en simultáneo, continuaba trabajando con el cuero, lo que por aquel entonces gustaba mucho a las autoridades de Gobierno y, en muchos casos, redundaba en obsequios para los embajadores que visitaban la Provincia y se llevaban de regreso a sus tierras algún trabajo del artesano riojano.

Raíz indígena
Pero el tiempo fue llevando al artista hacia su vocación definitiva, como símbolo de la busqueda de una raíz mucho más profunda y, muy probablemente, ligada a una genética que corre como torrentes de sangre por sus venas. Los altos costos del cobre y el cuero fueron tal vez -visto hoy, a la distancia- una excusa simple para que Jabif comenzara a experimentar con la arcilla y a dar forma, en simultáneo, a sus sueños de artista. Era aquel, para el artesano, un universo desconocido pero que de alguna manera lo conectó estrechamente con las razas indias y, muy especialmente, con la cultura diaguita.
“Cuando comienzo a dedicarme a la cerámica no sabía con qué estaba trabajando. Tuve la suerte, sin embargo, de que como ya estaba dentro de la Asociación de Artesanos y Artistas Populares de La Rioja y trabajaba en el Museo Folklórico, pude adquirir una experiencia muy grande y eso me sirvió mucho. Pero la verdad es que era un novato en la cerámica; trabajaba, pero sin saber”.
Esa búsqueda casi a ciegas sería la que, en definitiva, le abriría nuevas puertas y lo llevaría a recorrer caminos impensados, siempre con convicción inquebrantable. “En ningún momento, desde que empecé, claudiqué. Aún en la adversidad, la costancia tiene que prevalecer. Eso lo aprendí de la montaña; no me puedo quedar quieto, tengo que seguir”, afirma Jabif como si de una carta de presentación se tratara.
Esa convicción, precisamente, es la que hoy lo muestra como uno de los representantes fundamentales de la cultura riojana en todos y cada uno de los puntos geográficos por los que atraviesa y a pesar incluso de considerar que los artistas “estamos en el último peldaño; en la cerámica hay un espectro enorme para trabajar, pero los artistas tenemos muchas cosas en contra”.
Es por eso que reflexiona, desde una consciencia individual, pero también desde una mirada que se torna radiográfica en lo colectivo, que “cuando la cosa va mal, muchos deben elegir y muchos fueron los que dejaron la actividad; sin embargo, yo creo en la constancia y en la perseverancia que me trajo hasta aquí”.
Hoy, muchas de sus creaciones habitan en diferentes puntos del globo terráqueo y cumplen con su sueño de “hacer que la cerámica trascienda al mundo” y muestre a la cultura diaguita, “que es la que nos representa”. Y que, en su caso en particular, demuestran que la vida bien puede caber en una pieza de cerámica.

ENTRE LO SUSTANCIAL Y LO ANECDÓTICO

Muchas veces suele ocurrir que apenas un gesto puede modificar el rumbo de nuestra historia. Así lo recuerda Jorge Jabif cuando se remonta a una anécdota que lo marcó para siempre, cuando apenas comenzaba a despuntar su tarea con la cerámica. “Fue en una exposición en Buenos Aires cuando llegó un señor de barba, con bastón, observó mis piezas y se interesó por ellas; entonces me preguntó por el material que utilizaba, y yo no sabía; eran mis primeros pasos. Me preguntó por la composición del material y no me quise quedar callado, pero sé que le mentí. No sabía nada. Entonces el hombre sacó una tarjeta y me la dio; era profesor de la Universidad de Bellas Artes. Sentí mucha vergüenza; ese fue el punto sobre la i. Después de ese episodio vine a La Rioja, hice copia de todos los libros que a mí me interesaban; empecé a estudiar todas las culturas una por una. Visité los museos de aquí a Machu Pichu y hoy puedo hablar de todas las culturas, siento que estoy preparado. Empecé a estudiar también mucho turismo. A los 10 años exactos de aquella ocasión me surgió la posibilidad de exponer en Casa de La Rioja, con la presencia del presidente Carlos Saúl Menem. Hice una pieza muy linda pensando este hombre, para decirle que todo lo que había hecho era gracias a él, y debajo de esa pieza puse su tarjeta. Mi exposición había sido muy buena, sin embargo me sentía triste porque quedaba muy poquita gente y no lo había visto a él. Hasta que se me acerca una persona que me manifiesta su asombro. Le dije a esa persona que a todo se lo debía a un hombre y le conté aquella anécdota, aunque sin entrar en tantos detalles. ‘Yo soy ese hombre’, me dijo. Estaba muy cambiado; sin barba y sin bastón. ‘Me hiciste vivir una emoción distinta’, agregó. Entonces le pedí que eligiera una pieza de todas las que había en la presentación y él , sin saberlo, eligió la que estaba justo sobre la tarjeta y que para mí era la mejor de todas. Desde entonces, todo lo que he logrado hacer a través de muchas exposiciones me fue llevando a hacer más y más”.

 

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