La danza como una manera de vivir, el baile como una forma de trascender, la música como una referencia ineludible, y las palabras ancestrales como un viaje entre idiomas. Así es el universo de Jade Sol Salina. Entre un aquí y un ahora y la tradición de las culturas milenarias que se fusionan en cada uno de sus movimientos.
Habla como si danzara. En su mente, las palabras se van sucediendo entre figuras; coreografías que se fusionan como raíces de una historia profunda, pero latente, anudada a culturas ancestrales que, humedecidas por la memoria emotiva, florecen en la primavera de los movimientos de su propia existencia, brotando en el baile de su tiempo: el ahora.
Sí. Jade Sol Salina habla como si danzara. Y es que la danza, el baile, es como el aire que respira, la esencia de una vida dedicada a un viaje hacia el interior, hacia los orígenes de su propia historia, ligada a las culturas milenarias que, en sus pensamientos, trazan melodías, músicas como geografías para su mundo particular: el “otro mundo” en el que asegura habitar aunque, también consciente de las melodías cotidianas, mantenga los pies en este.
Habla como si danzara. Y en ese danzar, se entremezclan las palabras como idiomas diferentes a los que asiste para lograr aprenderse. Desde el principio hasta hoy. Desde el fundamento, la base, hasta el aquí. Y en ese diccionario personalizado, se queda con un término que, de manera sustancial, la autodefine: fusión. Su universo, individual y colectivo, se caracteriza por la unión de universos diferentes que confluyen en la academia de Danzas Árabes y Étnicas que por casi 20 años viene trazando su trayectoria en La Rioja, pero que forma parte de ella desde su nacimiento.
Precisamente, en referencia a sus orígenes, Jade Sol Salina cuenta que nació en Catamarca y que tiene a sus padres y parientes dispersos por todos los departamentos de la vecina provincia. Y si de raíces se trata, gitanos de Andalucía, Moros, y una abuela originaria, “bien india”, habitan en la sangre de sus antepasados y corre como torrente por sus venas, tal vez, explicándolo todo.
Aunque sólo tal vez, porque en definitiva se trata siempre de las búsquedas propias y de trazar el camino en el que los equipajes son necesarios, pero no definitivamente determinantes, ya que si de buscar antecedentes va el juego, sólo un abuelo paterno se liga con las tradiciones que, a su vez, tienen que ver con las culturas que hoy la deslumbran.
Sangre gitana. “Todo me llama la atención ahora y necesito saberlo; recuerdo que de chica se hacían fiestas y ya se me daba por bailar, pero me perdí de preguntar de dónde venía todo aquello”, narra la mujer danza, mientras en su cabeza se suceden las imagenes de otros tiempos, siempre aferrados a su “necesidad de buscar”, a sus viajes en el tiempo. “En Catamarca, en aquela época, no había mucho y lo descubrí por la tele; programas que eran nacionales y que ahora no recuerdo bien, pero si recuerdo esos espectaculos televisivos. Siempre estuve muy ligada a la danza árabe, porque lo que más me llamaba la atención de chica era la cultura de los gitanos, todas esas cosas siguen estando ahí. Siempre me interesó esa cultura, en todas sus costumbres”, afirma desde su rememorar.
Y desde ese lugar, se sostiene: “tengo mucha influencia de mis padres, de la música que ellos escuchaban, de Grecia, de España. Las melodias, los instrumentos, la música me llamaban mucho la atención; la radio, el tocadiscos. Escuchaba horas y horas las melodías, los instrumentos y eso me conmovía, incluso hasta las lágrimas, y me sigue emocionando. Influencias de esa música, de la cultura gitana, que cuando eramos chicos era muy común que nos asustara, a mi me agradaron desde siempre”.
Todo aquello la hace sentir parte de una cultura que, al mismo tiempo, le abrió sus puertas y diseñó en su concepción de enseñanza una mirada diferentes, mucho más amplia y profunda a la vez. “Me gusta no solo la danza, sino entrar a una clase como si fuera entrar a otro mundo, aprender otras culturas. No es el concepto tradicional de academia el que desarrollo. Se trata de entrar en contacto con un entorno que te envuelve”, define, pensando muy probablemente en su propio entorno, el que en sus días de pequeña evoca aquellas fiestas de dos o tres días en El Rodeo, con asado, música, baile, festivales y mucho folklore argentino. “Desde chica estoy metida en los festivales; toda mi vida está empapada de las culturas, con la música y la danza, repleta de influencias varias”.
Un punto de partida
La vida de Jade Sol Salina podría resumirse entre Catamarca y La Rioja. Sin embargo, en su camino hay un punto intermedio, una intersección en la historia que la ubicó en Córdoba, punto de partida para su recorrido con la danza. “Se dio la oportunidad de adolescente de ir a Córdoba y allí descubrí infinidad de academias. Viajaba mucho por mi trabajo (promotora) y a veces tenía la oportunidad de quedarme y conocer. En ese tiempo todo era muy autodidacta; muchos maestros y maestras traían cosas de afuera para enseñarlas”, recuerda, y trae a la memoria que en la provincia mediterránea recibió el título de Maestra Elemental de Danzas Árabes.
“Todos los años que tengo de seminarios y cursos me llevaron por diferentes provincias buscando diferentes maestros, diferentes culturas; hasta el día de hoy lo sigo haciendo. Hace 22 años ya que estoy dando clases y que me estoy perfeccionando permanentemente; haciendo cursos, seminarios, viajando, invirtiendo en saber más, porque necesito dar a mis alumnas actualización. Mientras más culturas sepan, es mejor para mí. Por eso enseño la Danza Árabe fusionada con otras danzas y también con lo que tiene que ver con la historia, la geografía”.
El saber es su reconocerse y, a la vez, una indagación intensa. “Necesito saber todo desde la raíz, para que al enseñarlo sea desde la esencia y mis alumnas sientan desde ese lugar y puedan expresar al bailarlo de ese modo. No es sólo académico, voy hacia el origen de todo y mis alumnas están compenetradas con eso, se sienten gitanas”.
De allí su acercamiento constante a los orígenes, a lo que define una existencia desde la sustancia misma, y su defensa de la cultura frente a los prejuicios que, muchas veces, impiden la construcción de puentes, de lazos que hermanen. “Me enoja el rechazo que suele haber con los gitanos. Son gente de cuidado, muy reservados porque estan acostumbrados a que los lastimen, a los golpes, a la discriminación; están constantemente a la defensiva y, sin embargo, son personas con una espiritualidad muy especial”, afirma sobre esa cultura que es en ella permanente atracción y sobre la que, incluso, ha desarrollado la ardua tarea de aprender el idioma, entre otros.
Ese conocimiento pormenorizado le permite sostener que esa manera de ser del pueblo gitano “viene de tanta enseñanza para poder sobrevivir y adaptarse al lugar en el que viven, para poder reconocer a la gente que tienen en frente; mecanismos de defensa, una especie de coraza que se formaron para poder adaptarse”. Sin embargo, sostiene, son personas comunes, normales, muy buenas y cuando entrás a su circulo te muestran, te enseñan; pude entrar a círculos que en lo general son muy cerrados y al estar ahí dentro, estoy más que feliz, porque me siento portadora de su cultura y sus costumbres”.
El punto de encuentro
De Catamarca a Córdoba y de Córdoba a La Rioja, entre escalas. Siempre las posibilidades laborales fueron una especie de factor determinante en el camino de Jade Sol Salina. Y fue justamente el trabajo el que la trajo por estos pagos, en donde puede sentir el orgullo de ser una de las primeras docentes que, desde la Danza Árabe, pudo hacer pie en la enseñanaza en escuelas. Lleva ya 18 años en la tierra de Ramírez de Velasco, prácticamente se podría decir que la totalidad de su desarrollo profesional, el punto de encuentro con su mundo. Pero al margen de su desempeño frente a las aulas, desarrolla su actividad fundamentalmente en su Academia de Danzas Árabes y Étnicas, en su casa.
El dato geográfico no es casual. Porque si de fusionar se trata, una vez más, el baile se conjuga en lo cotidiano con otra de las tareas que suelen demandar casi la totalidad del tiempo de una mujer: la maternidad. Una mujer y dos varones constituyen también lo fundacional de su esencia. “Los crié sola y los llevé a todos lados conmigo, por lo que están compenetrados con mi manera de vivir. Están muy acostumbrados a lo que hago y fueron como adaptándose y adoptando esas maneras e, incluso, en muchos casos han sido y son también mi contención”.
Esa determinación al encarar la vida como madre en solitario (madre y padre a la vez), la convierte en una voz autorizada como para analizar los tiempos que corren. “La mujer está en un auge, en el poder salir y está bueno que esté en igualdad de condiciones en relación al hombre, pero hay muchas formas de mostrarlo. Yo soy de hacer el cambio en mí misma; el cambio es en una misma, de hacerse valer en los distintos ambitos, en el trabajo, en la sociedad, en los lugares en los que estuve. Siempre me moví en trabajos con el público, sobre todo masculino y creo que todo tiene que ver con los valores y eso es lo que le inculco a mis hijos. Ellos me dicen que soy mitad y mitad, madre y padre, y la verdad es que puedo ubicarme en esos roles, en femenino y masculino”.
UNA REFERENCIA
La música, desde chica. Fui absorbiendo todo eso, las culturas desde la música, las preguntas a mi papá. Siempre fui de indagar, de preguntar, y mi papá era como una enciclopedia. Antonio Armando Francis también fue un referente importante; él me enseñó la fonética del Romanni (conjunto de variedades lingüísticas propias del pueblo gitano). Los idiomas me hacen estar como en otro mundo. Mucho no dialogo, por estar tratando de aprender otros idiomas, muchos dialectos.
UN LUGAR
El lugar al que me gusta volver es Catamarca, que es como volver a mi familia, y muy especialmente a mi viejo, que me enseño muchas cosas, esa expansión de libre pensamiento; tengo una mente muy abierta, tengo mis propios pensamientos, mis propias convicciones y puedo decidir. Esa expansión de mente me hace ser lo que soy ahora.
UN SUEÑO
Nunca tuve sueños; era viajar y conocer gente y ver, y eso me lo da el trabajo. Trabajo de lo que me gusta y puedo seguir viajando y estudiando. No obstante, soy muy casera, amo estar con mis hijos, en la casa, con el trabajo. Eso es la vida para mi. Me genera placer viajar, siempre vinculado a lo mío, conocer culturas. Mi pareja también es muy gratificante, el me acompaña, me sostiene.
BAILAR
Para mi bailar es un momento que me lleva a otro mundo, me saca, me libera; amo bailar y lo hago todo el tiempo. No podría vivir sin la música ni la danza. No se que estaría haciendo sin eso. Sé que aún cuando tenga 80 años o más voy a seguir bailando; no me puedo quedar quieta, no soy una persona dócil y estoy rebalsada de energías.